I live in pain
1.
Todavía no había recogido sus cosas, todo estaba tal y cómo quedó aquel fatídico día. El traje de la tintorería continuaba en el sillón dentro de su funda, la mesa continuaba preparada para que los amantes disfrutasen en ella de una velada romántica, el armario estaba repleto de su ropa, el colchón que tanto les costó elegir continuaba intacto y la maldita nota permanecía debajo de la almohada. Habían pasado dos semanas desde que Amber se marchó, pero James Wilson continuaba como si ella aún estuviese allí.
Pasaba las horas encerrado en esa casa, evitando tocar y cambiar nada, dejando que los recuerdos le arrastrasen y que la amargura y el dolor se acostaran noche tras noche en el hueco vacío que ella había dejado en la cama. La almohada estaba empapada por las lágrimas, y no sabía como detenerlas, el que era hasta ahora su mejor amigo se habría emborrachado noche tras noche, pero él no. La segunda noche que pasó solo en su casa vacío todas las botellas de alcohol que había en la vivienda en la pila de la cocina. Se había jurado a sí mismo que jamás volvería a tomar una gota de alcohol.
Era lunes por la mañana y alguien llamaba insistente a su puerta, pero él no tenía intención de levantarse a abrir, no quería ver a nadie, no quería hablar con nadie, nadie lo comprendía ni compartía su dolor, nunca podrían imaginar lo desdichado que se sentía, y como hasta respirar le suponía un esfuerzo prácticamente inhumano, sólo deseaba abandonarse, y rezaba cada segundo por poder volver atrás. Todos y cada uno de los minutos que transcurrían desde que lo supo, pedía a Dios por que cambiara el pasado, por haber estado él en casa, por haber ido a recoger a House borracho, por haber muerto él en lugar de ella.
No se había dado cuenta, pero entre lágrima y lágrima alguien había allanado su casa, y estaba en la puerta mirándole, con compasión, con pena, con tristeza. No quería mirarla, se acurrucó entre las sábanas e ignoró su presencia.
-James, tienes que levantarte.- dijo la voz de su amiga, levantando las persianas y dejando entrar la luz del sol. – Entiendo cómo te sientes, pero…
-¿Qué lo entiendes? ¿Qué entiendes qué?- se incorporó furioso en la cama- Tú no entiendes nada, ninguno entendéis nada. Amber ha muerto. HA MUERTO. Lo mejor que me ha pasado en mi vida, y él… él me la ha arrebatado, él, lo peor que me ha pasado en la vida y que he dejado durante años que me amargase a terminado por hacerlo de verdad… - gritaba entre lágrimas.
Ella se sentó en la cama y le abrazo como haría una madre con un niño pequeño, le acogió entre sus brazos con fuerza mientras él se mecía bruscamente y sorbía entre sollozos. Tenía razón, ella no le entendía. Cuando House despertó del coma sintió un alivio tan sólo comparable a las otras veces que había estado al borde de la muerte, pero ella nunca le había perdido, mala hierba nunca muere.
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Estaba harto de tanto reposo, si no fuera por el vigilante y la enfermera que tenía en su casa a la fuerza hace días que hubiera vuelto al trabajo, a estas alturas ya era lo único que le quedaba. De la cama al sofá y del sofá a la cama, con cuatro ojos que controlaban todos y cada uno de sus movimientos, cuando no eran seis, porque la propia decana se dedicaba a controlarle. No entendía para qué tanto revuelo, ¿a caso a alguien le importaba que hubiese sobrevivido? Sobreviviendo sólo se había burlado de la muerte de Amber en la cara de su amigo. Él tenía la culpa, no toda, pero gran parte, y no podía buscar nada para exculparse, si él no hubiese sido un borracho ella no hubiera muerto. A veces una vocecita le decía que eso no era así, que él no tenía la culpa de que estuviera resfriada, o de que Wilson no hubiera estado en casa, que él no había estrellado el camión contra el autobús. Pero pronto se callaba cuando recordaba el rostro demacrado y deshecho de su amigo en el funeral. Y la mirada de odio que le atravesó haciendo que se tambalease en su pierna mala, James nunca le había mirado así, y no estaba preparado para que lo volviese a hacer.
Estaba acostumbrado a escuchar que era un miserable, a sentir que no le importaban los demás, pero él sí le importaba, y le importaba sentirse cono un miserable, porque lo era, por haberle hecho daño a él. Sabía que cuando estuviese mejor le llamaría querría hablar con él. Así era el buenazo de James, siempre tenía que hacer lo correcto, y no podría cargarle toda la culpa, él también sabía que había arriesgado su vida por la de Amber, no por ella, lo había hecho por él. Llamaría, estaba seguro que llamaría. Tenía que hacerlo, no podía abandonarle, si lo hacía sí que jamás podría dejar de ser lo que era, y eso es lo que él llevaba años queriendo hacer. Llamaría, tenía que hacerlo, por favor que lo hiciese.
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Durante una semana más se repetía la operación día tras día. Ella llamaba, él no abría la puerta, ella entraba y le despertaba y le abrazaba para que llorase. Era la única persona a la que veía, la única con quien hablaba. Lisa se estaba portando como una amiga, como una gran amiga, cosa que no podía decir de su mejor amigo, que parecía no iba a mover ficha por él.
El viernes de la semana siguiente, la rutina cambió. Cuando Lisa Cuddy entró en casa de Amber, donde vivía Wilson, le encontró levantado, duchado, afeitado y vestido. Sus ojos no daban crédito parecía que por fin estaba haciendo un esfuerzo por continuar adelante.
-Buenos días James, parece que hoy te encuentras mejor. – le dijo sentándose a su lado mientras él devoraba unas tostadas, había adelgazado mucho, porque apenas comía, así que se alegró de verle alimentándose.
-Nunca estaré mejor. Pero anoche tomé una decisión, y quiero que seas la primera en saberlo, como amiga, y como jefa.
-¿Volverás a trabajar?- preguntó ilusionada.
-No, no es eso. Me voy de New Jersey. No me mires así Lisa. No tengo nada que me ate aquí. A ninguna de mis ex esposas les importará que me marche. Trabajo, por ahora puedo ir tirando con lo que tengo ahorrado, y podré trabajar en otro hospital. Y si sigo viviendo aquí me volveré loco.
-Pero James…
-Déjame terminar.-dijo brusco, aunque Lisa se había acostumbrado a que Wilson ya nunca sería el amable y cordial James de antes.- No quiero volver a verle. Nunca. Y ella, aunque quiera no podré. Llamaron sus padres, legalmente el apartamento les pertenece a ellos. Yo no tengo casa propia aquí. No tengo nada que me ate aquí, necesito irme, y tratar de olvidar todo esto.
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-¿se va a marchar?- preguntó levantándose de golpe del sofá
Ella no tuvo ni que asentir, sabía que estaba en cólera. Tras su visita diaria a James Wilson iba a visitar a House, más que visitar la palabra sería controlar. A pesar de que tenía un vigilante y una enfermera del hospital destinados exclusivamente para él, - cosa que ella no confesaría, pero estaba pagando de su bolsillo, - no se fiaba de que se le ocurriese cualquier locura. Fractura craneal, un infarto y permanecer en coma no era como para tomárselo a broma, y no estaba dispuesta, aunque fuese egoísta, a terminar como Wilson por perderle.
-No puede irse, y…. ¿su trabajo?
-Encontrará otro
- ¿y sus ex mujeres?
-no lo echarán de menos. Porque no dices lo que quieres. ¿Y tú?
-¿y tú? Llevas cuidando de él desde que pasó lo de Amber, ¿tú no le importas?
-No vas a manipularme House. Si quieres que se quede díselo.
La decana había dado por finalizada la conversación y recogía sus cosas para marchase de casa del nefrólogo, ente uno y otro, llevaba dos semanas entrando dos horas más tarde a trabajar y se le acumulaba el papeleo que tenía que finalizar por la noche. Ya tenía la mano rozando el pomo, cuando él dijo: ¿vendrás esta noche?
-Claro.- le sonrió.
Desde que House despertó del coma ella no se había separado ni un momento de él. Pasaba las noches velando su cama y cuidando que todo estuviese en orden, no iba a arriesgarse a cagarla. Recordaba especialmente un día en que se despertó, y como casi todas las noches, su mano estaba sobre la de él. House estaba despierto y la miraba, estaba observando como dormía, e incluso se arriesgaría a decir que sonreía. Desde que había despertado, no sabía por qué pero estaba diferente. Continuaba con sus sarcasmos y sus bromas, y casi igual de insoportable, obstinado y ególatra, pero a veces parecía humano. No le había dado las gracias y sin embargo sabía que le agradecía que estuviese ahí, sin Wilson se sentía desprotegido y se estaba cobijando en ella.
Una de las primeras noches que pasó en casa tras darle el alta, que la decana se había encargado de alargar lo más posible, estaba en casa de House cenando y asegurándose de que no bebía, fumaba o se drogaba. Él cruzó la línea de los juegos y tonteos y la besó. Ella no reaccionó, lo anhelaba hacía tanto tiempo, que cuando lo tuvo no supo como actuar y él sintió que le rechazaba. No habían hablado de ello desde entonces. Él lo omitía convenciéndose de que había sido una debilidad por el estado post-traumático de estar al borde la muerte; ella esperaba que volviese a ocurrir, porque no estaba segura si había sido cierto o una de sus fantasías.
