Oucast-Warriors

Capítulo Introductorio

Por DragoViking

La paz y quietud nocturna que reinaba en la pequeña villa, se vio destruida por el eco del llanto de dos pequeños seres que recién habían llegado a ese mundo.

Mientras que el resto del pueblo seguía durmiendo, inmerso en la oscuridad de la noche, la casa del Jefe rebosaba de luz y movimiento ante la gran noticia que era acompañada por ese llanto.

- ¿Cómo están? – Se apresuró a preguntar el Jefe cuando una de las comadronas bajó para informarles la situación.

Durante todo ese tiempo Stoick no había dejado de caminar por todo el lugar, impaciente y tembloroso ante la mirada cansada de su amigo rubio que, después de las primeras dos horas, se dio por vencido en su intento por tranquilizarlo.

- Astrid está agotada… - Comenzó a explicar la joven al sentir la ansiosa mirada de ambos hombres sobre ella. – Pero los bebés están bien, nacieron muy sanos.

Eso último, sin duda, no era algo que tuvieran contemplado.

- ¿Be…bebés? – Tartamudeó el vikingo, con voz temblorosa y los ojos abiertos como platos, la sorpresa le golpeo cual martillo de guerra.

- Sí. – Asintió la joven con rapidez y emoción, demostrada en una gran sonrisa en su rostro. – Así es, mellizos.

- ¡Son dos! ¡Gobber! ¡Son dos! – Exclamó entonces Stoick. Saliendo de la sorpresa, corrió con su amigo para tomarlo por los hombros con fuerza y demostrarle su alegría.

- Lo sé, lo escuché, Stoick. – Se quejó el herrero, mientras trataba de liberarse del fuerte agarre del castaño.

- Ya soy abuelo… - Continuó entusiasmado, zarandeándolo cada vez con más fuerza. - ¡Soy abuelo!

- ¡Lo sé! - Exclamó ahora Gobber, compartiendo al fin su emoción siendo ahora él quien lo estrujaba con su enorme brazo.

La joven rio ante las reacciones de ambos hombres, en especial la del Jefe a quien no lo había visto tan feliz desde… bueno, nunca.

Pero Gobber sí lo había visto así de feliz, pues también estuvo a su lado cuando Hiccup nació y podía asegurar que la alegría de ese entonces era la misma que la de ahora.

- ¿Puedo verlos? – Preguntó ahora sin aliento el castaño, una vez zafado del agarre de su amigo.

Ella asintió sonriente, mientras se apartaba del camino de las escaleras, mismas por las cuales el Jefe no tardó en subir a grandes zancadas ante la mirada animada de ambos presentes.

Gobber suspiró, no solo por la actitud de su amigo, sino también por su joven aprendiz. Estaba seguro que, si Hiccup estuviera ahí, se mostraría igual o más emocionado que Stoick… Después de todo, se trataba de sus hijos.

*O*O*O*

La habitación era iluminada por varias velas esparcidas por todo el lugar, la única ventana estaba cerrada y cubierta con una manta para evitar que el viento helado ingresara.

Por un par de segundos se mantuvo en silencio, observando como Gothi y otra comadrona terminaban de revisar a Astrid y los recién nacidos. Siguió con la mirada cada movimiento que ellas realizaban, hasta que se detuvo en la agotada y sudorosa madre, que acariciaba con cariño a sus hijos recostados sobre su pecho.

La suavidad y delicadeza con la que deslizaba sus manos, sobre la tersa y rosada piel de los recién nacidos, le recordaba a Valka. Esa dulce acción con la que tocaba a sus hijos, como si temiera romperlos o herirlos, hizo que ante sus ojos aparecieran ella y su hijo.

Un recuerdo que, por un momento, le provocó dolor.

- Son hermosos. – Susurró entonces, avanzando hacia la cama siendo notado por primera vez por el grupo de mujeres, principalmente Astrid. Quien ahora lo observaba con unos relucientes ojos azules, llenos de alegría y dicha, al igual que una sonrisa cansada.

- ¿Le gustaría cargarlos? – Invitó entonces con voz suave.

Stoick asintió apresurado para poco después acercarse aún más con los brazos extendidos y así recibir al primero de sus nietos. El cual era ofrecido por la comadrona, que había cuidado y asistido a la rubia durante el parto.

Los cortos y húmedos cabellos rubios del recién nacido, resplandecían con la luz de las velas. Era tan pequeño como lo fue su hijo al nacer, de hecho, a pesar de la diferencia de cabello, era idéntico a él. Rostro pecoso y rosado, la nariz Haddock y los brillantes ojos del padre. No cabía duda, era su nieto. Era hijo de Hiccup.

- ¿Cómo se llamarán? – Preguntó perdido en el rostro inocente del pequeño que descansaba en sus brazos.

- Zephyr y Nuffink – Respondió la nueva madre mientras acariciaba los cabellos castaños de la pequeña que la observaba con brillantes ojos azules.

- Zephyr y Nuffink – Repitió Stoick, viéndola de reojo e imitando su acción con el pequeño, el cual chupaba su pulgar con los ojos cerrados, ignorante a todo lo que acontecía a su alrededor. – Me gusta. – Le sonrió entonces a la agotada rubia, la cual le regreso el gesto de la misma manera.

Avanzó hasta sentarse junto a la cama y extendió una mano para acariciar la espalda tibia de su nieta.

- Bienvenidos a Berk, pequeños. – Susurró el ilusionado abuelo con las llamas reflejándose en sus ojos verdes, esos ojos que a Astrid le recordaron tanto a su amado. Aquél que desearía estuviera ahí con ella y que, estaba segura, tendría la misma mirada que su padre en ese momento. – Su abuelo los protegerá con su vida, lo prometo.

Esa promesa llenó de calidez el pecho de la rubia, justo donde el vacío que Hiccup dejó latía con fuerza y dolor día con día. Ese vacío que, poco a poco, comenzaba a llenarse al ver a sus hijos.

Tal vez lo que le hacía falta a su vida, esa felicidad que le había sido arrebatada, volviera con la llegada de esos dulces mellizos que dormitaban en brazos de su familia.

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- Cuando crezcan serán los guerreros más fuertes que Berk… no ¡Que el mundo haya visto! – Dijo con emoción el hombre balanceando a los mellizos sentados en sus rodillas.

La rubia rio ante aquello, deteniendo su labor de preparar la papilla con la que alimentaría a los pequeños ese día, para girarse a ver al Jefe sentado en su silla.

La imagen ante ella la llenó de alegría y calidez, saber que sus hijos eran amados por tantas personas era lo único que necesitaba para ser feliz. Al principio, antes de que nacieran, llegó a temer que no fueran aceptados ni queridos y tuvieran que pasar por lo mismo que Hiccup. Ese sufrimiento que sin duda no le deseaba a nadie, mucho menos a sus pequeños.

Por fortuna, sus temores fueron simples pensamientos sin sentido, pues Stoick, Gobber e incluso Gothi los amaban y protegían tanto como ella lo hacía.

- No creo que puedan comprenderlo, al menos en este momento. – Mencionó animada acercándose a ellos para rascar la barriga de ambos provocándoles cosquillas. – Son muy pequeños para eso.

Las risas de los mellizos hicieron eco en toda la casa. El hogar al que le habían regresado la calidez y la vida con su llegada meses atrás.

- Ha, pero algún día lo harán. – Se apresuró a decir, defendiendo su opinión. – Serán mejores que tú y yo juntos, ya lo verás.

- Por supuesto. – Aseguró ella sonriente, deteniendo las cosquillas cuando notó las mejillas sonrojadas de los pequeños.

Justo en ese momento, en venganza, Nuffink jaló la frondosa barba castaña de su abuelo haciéndolo estremecer.

- ¡Auch! – Se quejó tratando de liberarse del fuerte agarre del pequeño. – No sé qué tienen estos dos con mi barba ¡No es un juguete!

-Ya, Nuffink. – Rio la rubia tomando su manita, para de esa manera obligarlo a liberar al adolorido Jefe. – Deja la barba del abuelo, es hora de comer. – Añadió cuando al fin logró que lo soltara para después tomarlo en sus brazos, embriagándose con su calidez.

Stoick procedió a hacer lo mismo con Zephyr y se levantó de su sitio dispuesto a ayudar a la joven madre con el alimento de los pequeños. Pero los intentos de ambos fueron obstruidos por la escandalosa irrupción del vikingo de mano postiza.

- ¡Stoick! – Lo llamó jadeante, avanzando apresurado hacia ellos tras azotar la puerta tras él. – Te he buscado por todos lados.

- ¿Qué ocurre? – Cuestionó preocupado y un poco molesto por su inoportuna, y ruidosa llegada.

- ¿Cómo que qué ocurre? – Recriminó el rubio también molesto, señalándolo con un dedo acusador. - ¡Es el día de quejas y el Jefe no aparece por ningún lado!

- El día de quejas. – Repitió el vikingo al comprender. - ¡Por los dioses! Lo he olvidado. – Palmeó la frente al sentirse culpable de su olvido. – Debo irme, lo siento Astrid, te ayudaré con los niños después.

Se disculpó apenado, cediéndole la bebé a Gobber cuando este extendió los brazos para tomarla, cuidando de mantener alejado el garfio de sus manitas curiosas.

Últimamente Stoick descuidaba un poco su trabajo, eso era algo que le avergonzaba, pues como Jefe, debía poner el ejemplo y ser responsable; por otro lado, no le molestaba hacerlo si se trataba de pasar tiempo con sus nietos.

- Descuide. – Calmó ella sonriendo. – La prioridad de un Jefe es su pueblo.

- Cierto. – Concedió Stoick acariciando los cabellos de los mellizos, para después dedicarle una mirada serena a la rubia. – Pero la prioridad de un hombre, es su familia.

No importaba cuantas veces se lo dijera, seguía emocionándole que Stoick los considerara su familia. Pues, a pesar de que, por sangre Nuffink y Zephyr eran sus nietos, bien pudo rechazarlos; considerando todo lo que ocurrió con Hiccup.

Sin importar que otros la abandonaran, sabía que siempre podría confiar en Stoick, y claro, también en Gobber.

- Vamos Sotick, el Great Hall es un caos. – Canturreó el herrero, llamando la atención de ambos nuevamente.

- Volveré para la cena. – Prometió el vikingo retrocediendo hacia el perchero para tomar su casco y marcharse.

El Jefe de Berk no se había sentido tan ansioso de acabar con sus obligaciones para volver a casa, desde que su propio hijo había nacido. Esa alegría que había sentido entonces, volvía ahora con sus nietos. De alguna forma, esa era una manera de redimirse por todos los errores que cometió con Hiccup, pero más allá de eso; era porque realmente amaba a esos pequeños. Sin duda alguna, daría su vida por ellos de ser necesario.

- Lo estaremos esperando, con hielo y un tarro de hidromiel. – Dijo Astrid, despidiéndolo con una sonrisa cuando este asintió y salió de la casa para cumplir con sus deberes. - Y bien, ¿Gobber? ¿Me ayudas a alimentarlos?

Se giró hacia el rubio, el cual ahora hacia muecas y gestos a la pequeña Zephyr, que reía sin parar. Se volteó para verla, sonriendo animado ante tal sugerencia, más no tuvo tiempo de responder pues el ataque inesperado de Sigrid lo dejó fuera de combate.

- ¡Auch! – Exclamó justo cuando su barba fue atrapada por las manos de la castaña. - ¡¿Qué tienen estos dos contra las barbas?! – Se quejó ante las carcajadas de Astrid por la cómica situación.

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Acariciaba sus cabellos húmedos por el sudor con delicadeza y miedo, su mirada estaba fija en el rostro pálido y caliente del pequeño Nunffik, que descansaba en su cuna bajo la luz de las velas.

El olor de lo que preparaba Gothi en el primer piso inundaba sus fosas nasales provocándole nauseas, pero sabía que sin importar el terrible aspecto que tuviera el antídoto, era lo único que sanaría a su hijo y confiaba suficiente en las capacidades de la anciana, como para permitir que ese brebaje fuera consumido por él.

- Tranquila, Astrid. – Habló Stoick desde el otro lado de la habitación, en sus brazos cargaba con una dormida Zephyr, envuelta en una cálida manta de piel. - Va a estar bien.

El día anterior Nunffik había enfermado repentinamente debido al frio clima que azotaba a Berk en ese momento; y esa noche, al no soportar verlo sufrir por la fiebre y el dolor, hizo llamar de forma urgente a la vieja curandera. La cual fue prácticamente traída semi-inconsciente en los hombros de Gobber.

Gothi no tardó en dar su diagnóstico, no sin antes dar un golpe a Gobber con su bastón. Al examinar al pequeño, tan rápido como le permitía su frágil cuerpo, se dispuso a preparar el antídoto con la asistencia del herrero. Al igual que ellos, la anciana adoraba a esos pequeños, a diferencia de su actitud con otros pacientes, realizó su labor sin rechistar ni golpear a nadie.

- Lo sé, pero… - Masculló ella levantando su mirada llorosa hacia él.

- Gothi es la mejor curandera que existe. – Cortó acercándose para encararla. – Si alguien puede sanarlo, es ella. – Aseguró posando una mano firme en su hombro, para brindarle apoyo y seguridad.

Aunque sabía que era verdad, el temor de madre seguía incrustado en su corazón al ver sufrir a su pequeño de tan solo unos meses de edad.

- Iré a ver cuánto falta. – Sugirió en un intento por tranquilizarla. – Vuelvo enseguida.

Depositó a la pequeña en su propia cuna, asegurándose de que estuviera bien abrigada y después, tras un suave apretón en el hombro de Astrid, se marchó escaleras abajo al encuentro de su amigo y curandera.

- Recupérate pronto. – Susurró Astrid al sentirse sola, sus dedos se deslizaron por el rostro caliente del pequeño. – Tu hermanita y yo te necesitamos.

No dijo nada más hasta que, minutos después, Gothi y los otros entraron con el antídoto listo en un biberón.

Despertarlo para hacerlo beber fue una tarea difícil, pero cuando lo lograron y vieron como su garganta se movía al pasar los primeros tragos del raro menjurje, la calma y esperanza, se apoderaron de sus corazones.

- Ahora solo resta esperar. – Susurró Gothi con voz pausada.

Sin duda sería una noche difícil para todos.

Y lo fue…

Esa mañana, al escuchar el llanto del pequeño, la vida volvió a sus cuerpos y la alegría que sintieron la primera vez que lo escucharon regresó con la misma fuerza, pues su pequeño estaba fuera de peligro.

- Te dije que, si alguien podía sanarlo, era ella. – Recordó Stoick, posando su mano sobre el hombro de ella, mientras esta cargaba al pequeño Nunffik. Cuyas mejillas nuevamente tenían un color rosado, señal de que había recuperado su salud.

- Lo sé. – Susurró sonriente, posando momentáneamente su mirada en la agotada anciana que dormía tranquila en una silla junto al fogón de la casa. – Sin duda alguna, Gothi hace maravillas.

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El viento fresco azotaba su cara, revolvía sus cabellos. Sus manos se aferraban a las de sus hijos, que tranquilos se balanceaban sobre sus pies respetando su silencio.

Ahora que los pequeños ya tenían un año de edad, todo era un poco más fácil para ella. Las incontables noches que pasó despierta cuidando sus sueños, valieron la pena ahora que los mellizos estaban creciendo. Nunca olvidaría todas esas primeras veces que presenció de sus vidas; los aplausos, el vitoreo de Stoick cada vez que los pequeños lograban hacer algo por su cuenta y la celebración en el Gran Salón cuando ambos aprendieron a decir "abuelo" y a caminar.

Su vida había cambiado demasiado con su llegada y, estaba segura que, de no ser por la ayuda de su ahora familia, no habría logrado estar donde estaba ahora. No tener a Hiccup era demasiado doloroso, saber que no estaba ahí compartiendo todos esos momentos con sus hijos, privado de verlos crecer o de si quiera saber de su existencia; todo eso desgarraba su corazón. Pero tener la compañía de Stoick, Gobber y Gothi la ayudaba a salir adelante. Ver la sonrisa de sus pequeños cuando la veían o la llamaban "mamá" le devolvía la felicidad.

- ¿Qué vemos? – Cuestionó entonces la curiosa Zephyr, viendo de su madre al horizonte y viceversa.

Su suave voz la hizo volver a la realidad y, parpadeante, bajó su mirada para encontrar la de ella. Esos ojos azules que ambas compartían.

- Solo estamos aquí para disfrutar de la vista. – Respondió entonces, sonriendo para después liberar la mano con la que sujetaba la de ella y señalar el océano que reflejaba la luz del sol en el cielo.

Lo cierto era que, además de eso, estaba ahí para ver como el barco con su grupo se marchaba a una nueva expedición sin ella. A pesar de amar a sus hijos, extrañaba el poco tiempo que pasó en altamar. En el fondo de su corazón, deseaba pronto volver allá, a lo desconocido, a lo nuevo, a la aventura; no solo para sentirse útil como guerrera, sino para demostrarle a sus hijos todo lo que era capaz de hacer y aún más importante, para continuar con su misión de encontrarlo.

- ¿A caso no es hermosa? – Continuó perdiéndose nuevamente en el horizonte, sus manos se volvieron a aferrar a las de sus pequeños.

- Sí, lo es. – Susurraron animados ambos pequeños al mismo tiempo.

Estar así la hacía sentirse más cerca de Hiccup, imaginándose que, posiblemente, él también observaba el horizonte mientras pensaba en ella. Sin duda no se rendiría, iba a encontrarlo y a traerlo de regreso, para que sus hijos tuvieran a su padre, pues no importaba cuánto ella les hablara sobre él, lo necesitaban y ella también.

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- Obedezcan a su abuelo ¿De acuerdo? – Les indicó la rubia de rodillas frente al par de hermanos que, con miradas tristes asentían a su pedido.

- ¿Cuándo volverás? – Cuestionó Zephyr, quien jugaba con los bordes de su falda por los nervios del momento.

Nunffik, por otro lado, se movía impaciente sobre sus pies sin apartar la mirada del rostro de su madre.

- Solo serán unos días. – Prometió ella acariciando los cabellos rebeldes de ambos pequeños. – Volveré antes de que siquiera noten que me fui. – Aseguro tranquila, aunque en el fondo le dolía tener que separarse de sus hijos, pero el deber era el deber y como Stoick decía, esos son los gajes del oficio.

Ahora que los mellizos tenían seis años y podían valerse un poco más de sí mismos, era momento de que ella, siendo la guerrera Hooligan que era, retomara sus antiguas responsabilidades. Su grupo había sido muy paciente y comprensivo ante su nueva vida, pero ahora la necesitaban y no podía negarse a ayudarlos.

"El abuelo Stoick y el tío Gobber los cuidarán mientras tanto. – Continuó lanzándole una mirada al par de hombres de pie tras los pequeños, decir que esa mirada era para ponerlos rectos era poco. Si algo había demostrado Astrid durante esta temporada, era qué como madre, pobre de aquel que le hiciera algo a sus hijos.

"Así que pórtense bien y no abusen de su paciencia. – Insistió ahora observándolos a ellos, con cierta severidad pues conocía a sus hijos y solían desesperar a cualquiera, cada uno a su manera sin necesidad de ser intencional.

- Está bien, mami. – Prometió ahora Zephyr, lanzándose a sus brazos con los ojos llenos de lágrimas. – Te vamos a extrañar.

Nunffik, no deseando quedarse atrás, la abrazó con la misma fuerza, enterrando su rostro en el pecho de ella. Esa acción le partió el corazón a Astrid, pero, a pesar del dolor, debía cumplir con su labor. Apartó a ambos niños con delicadeza, secando las lágrimas que mojaban las mejillas de ambos para después, depositar un casto beso sobre sus frentes.

Debía partir ya con sus compañeros o la noche los alcanzaría pronto. Mientras más rápido se fuera, más rápido podría volver con su familia.

- Cuiden el fuerte por mí ¿De acuerdo? – Dijo ahora levantándose y sujetando las manos de ambos entre las suyas.

Cuando Stoick avanzó hacia ellos y colocó sus manos sobre los hombros de los menores, ella al fin pudo separarse, liberando sus manos su agarre retrocedió lentamente sin apartar la mirada de ellos. Un asentimiento por parte del Jefe fue suficiente para devolverle la confianza y seguridad. Sabía que sus hijos estarían bien con él y, sabía también, que debía cumplir con su trabajo; pues quería que sus pequeños estuvieran orgullosos de ella.

Dio media vuelta sin volver a mirar atrás, temiendo que si lo hacía no pudiera continuar y se marchó al encuentro de sus compañeros, los cuales la esperaban en el barco, listos para partir.

Esto lo hacía por ellos, por su familia y su hogar. No podía fallarles, no ahora que al fin había recuperado su felicidad.


Hola, gracias a DragoViking por este maravilloso capítulo, realmente le da el tono a la siguiente parte de esta historia.

Ahora algunas pequeñas notas.

Originalmente los nombres de los hijos de Astrid y Hiccup serían Sigrid y Sigur, pero hace un par de semanas, Cressida Cowell revelo que los nombres de esta pareja son Zephyr (la niña) y Nunffik (el niño), esto tras el estreno de la película de How To Train Your Dragon 3. Si no la han visto, perdón por los spoiler.

Una vez más, gracias a DragoViking por este hermoso capítulo, esto era lo que realmente estaba buscando para esta nueva etapa de esta historia. Y espero que les guste este nueva etapa del proyecto.

Nos vemos pronto ;)