No entiendo el mecanismo de mi mente, pero puedo asegurar que los fics salen sin pedirme mucha consulta (¡Tienen autonomía! o.o).
Es mi primer fanfic Rusia/Prusia así que los caracteres pueden estar un 'poco' distorsionados, además de que el fic nació en la madrugada, no garantizo el IC.
Gracias por leer.
Advertencias: posible OCC, violencia, violación (¿implícita?)
Disclamer: creo que esto se me olvido porque es obvio, pero de todas maneras aquí va. Hetalia -y todo lo que incluye- no me pertenece. Las naciones pertenecen a su gente, los países a la Tierra y la idea de personificarlos a Hidekazu.
Noches invernales.
Al frío del recuerdo.
La luz de la luna se colaba entre las rendijas dejadas por las cortinas gruesas de la casa alemana. Esa noche hacía un frío descomunal, la ropa de cama no arropaba a Prusia, quien solitario yacía en aquella mansión desierta a causa de que su hermano menor había accedido a pasar la navidad junto a Feliciano.
No podía cerrar los ojos, simplemente el sonido del viento en plena madrugada no lo dejaba dormir y era en esas ocasiones donde los recuerdos volvían con más intensidad, esas memorias de aquellos días lejos de su hogar encadenado a la casa de Rusia.
Trago saliva ante la sequedad de su garganta, poco a poco su corazón dejo de retumbarle en los oídos y sus músculos se relajaron a pesar de que su mente todavía divagaba en la pesadilla recién soñada.
Abría los párpados pesados, los pasos de una persona retumbaban en las paredes heladas de la prisión. Sin prisa, acercándose estaba él, aquel que era su captor, aquel que lo había doblegado hasta hacerlo un guiñapo, una sombra de lo que era, aquel que lo había destrozado junto con otras naciones.
Prusia abrió los labios, últimamente le costaba respirar, le dolía la espalda cuando lo hacía y parecía que un tabique le obstruyera el paso del aire. Las cadenas tintinearon cuando se movió llevando su pecho hacia delante intentando apaciguar el dolor de la poca movilidad.
La puerta de acero se abrió dando paso a su captor, a Iván Braginski, a Rusia. Jadeó intentando decir algo, la tos ganó a sus ganas de replicar. El hombre alto se situó frente a él, su rostro inexpresivo era indicador de lo que le esperaba.
Sus muñecas y tobillos fueron soltados, pero su cuello también encadenado a la pared seguía atrapado; de un momento a otro Rusia lo obligó a bajar la cabeza hasta el suelo, en la cual puso un pie para que se quedara ahí; su nariz dolía horrores, el dolor de cabeza y cuello que tenía desde hace semanas aumentaba cuando hacía eso, porque sí, ya no contaba las veces, sino los segundos para que terminará su tortura diaria.
Las primeras semanas habían sido duros castigos por resistirse: golpizas con puños, látigos, una pala y la famosa tubería; sin embargo pronto comenzó a cambiar a algo más molesto, menos tolerante.
Primero habían sido roces demasiado descarados, después besos robados a la fuerza y mordidas que sangraban sus labios, pronto pasaron más allá hasta que fue violado de forma tan brutal que había terminado enfermando ante la ausencia total de su ropa.
Tenía neumonía severa, no dudaba en que un día de esos muriera. Pensaba en su hermano, en su gente, en la luz del sol que hace tanto perdió.
Soltó un gemido al ser liberado su cuello y otro al ser presionado contra el suelo por un cuerpo más grande que el suyo. No suplicaría, aunque en ese momento la piel desgarrada de sus labios estuviera sangrando y que sus entrañas ardieran de dolor como la piel expuesta al frío de Siberia.
Delirante pensaba en lo asqueroso que era cuando él reclamaba parte de su territorio de esa forma. Maldito Iván, algún día lo haría pagar.
Sin embargo la aversión se disipaba en una bruma cercana a la inconsciencia mientras sentía al otro derramar cálidas lágrimas en sus mejillas, meciéndolo entre sus brazos y llevándolo a la fría cama de piedra en donde se encontraba la única prenda de vestir entera que le quedaba… el abrigo de su odiado captor, quien con ingenuidad trataba de remediar los actos tan violentos llevados a cabo.
El edredón revuelto descansaba al otro lado del colchón, Prusia odiaba esos recuerdos porque sabía muy bien que detrás de ese Iván abusivo se encontraba alguien muy solo y triste, ocultado por una sonrisa macabra.
Gruñó contra la almohada hecho un ovillo, pensando en cuanto abominaba revivir esa parte que nunca contaría a nadie, porque nadie se podía enterar de su secreto mejor guardado.
Sí, detestaba esos sueños, mas no era por lo que muchos se podrían imaginar, sino porque muy en el fondo sufría algo que una nación no debería sufrir, un sentimiento que nunca tuvo que haber sentido por el despiadado bipolar de Rusia: amor.
Continuará...
Juzguen ustedes lo que acaban de leer, realmente me gustaría saber su opinión debido a que es mi primer fic de esta pareja y no quisiera hacer un fic malo de ella ya que es una de las que más me agradan, pero con la que me siento más insegura debido a las personalidades de ambos.
P.D. Puede tenga continuación si la crítica no es muy mala.
