El reloj marcaba las 9:45 de la noche y si mal no recordaba, había llegado hace tan sólo treinta minutos a la reunión que su mejor amiga Mila había organizado en su departamento, la cual en un comienzo definió como una reunión tranquila, entre amigos y conocidos de confianza, muy poco alcohol y música tranquila. Pero Yuri sabía muy bien como era su amiga, y sólo había accedido a ir para no quedar mal con ella, porque ya se esperaba que fuera totalmente diferente a lo que le había dicho.
—Vamos Yuri, sírvete otra cerveza, no quiero ser la primera en quedar alcoholizada esta noche. —habló la joven pelirroja, acercándole otra cerveza recién abierta al joven ruso. Ella parecía ser la más entusiasmada con la idea de quedar borracha, ya que todos los demás presentes se repartían en los sillones de la enorme sala, conversando, comiendo aperitivos y disfrutando de la música lofi que sonaba de fondo.
Al joven omega no le quedó más opción que aceptarle la lata, fingiendo darle un gran sorbo y verle alejarse con una sonrisa victoriosa. No podía dejarle con la mano estirada, menos aquella noche, donde su amiga celebraba que al fin podía decir que aquél departamento ubicado en uno de los mejores sectores de Moscú era oficialmente de su propiedad. Ambos habían tenido un camino difícil, y verla poder realizar uno de sus sueños le llenaba de alegría.
Eran jóvenes, recién habían alcanzado sus veinte años, pero las cosas que tuvieron que vivir hace dos años atrás les habían hecho madurar de un momento a otro. Ser omegas no era fácil, menos si tenías que luchar contra el mundo entero para poder mantenerte con vida.
Mila, a pesar de que en ese momento sonreía y movía sus caderas siguiendo el ritmo de la música entre todos los presentes, cargaba con una mochila invisible llena de abusos, maltratos por parte de sus padres, años de escasez y muchos sueños frustrados. Y Yuri, quién más allá de su apariencia refinada, buena ropa y un celular último modelo, ocultaba años de pobreza, años en los que pasó hambre, días en los que sentía que moría de tristeza y muchos sacrificios. Pero lo que más le dolía, era la pérdida de la persona que más amó en algún momento: su abuelo. Ese era el verdadero Yuri Plisetsky, porque después de todo, ninguna de las cosas materiales que tenía le pertenecían en realidad.
—Vaya, te descuido por un momento y ya te lanzas a beber como si no hubiera un mañana. —un tono de voz burlón llegó hasta sus oídos, pudiendo sentir la respiración y el aroma de aquella persona que conocía tan bien, haciéndole voltear de inmediato.
—No fastidies idiota, está llena, mira. —respondió el joven chico de cabellos dorados con su ceño fruncido, pasándole la lata a Jean-Jaques Leroy, su novio hace un año y prometido hace tan sólo dos semanas. —¿No ves? Sabes que no puedo beber tanto, detesto el sabor.
Jean rio alegremente, tomando al omega por la cintura para así aprovechar de dejar la lata de cerveza en la mesa que estaba tras su espalda. Hundió el rostro en el cuello delgado de Yuri, depositando unos cuantos besos en su extensión. El joven omega rio suavemente de manera nerviosa, mirando hacia todos lados.
—Oye, aquí no...hay mucha gente, nos están mirando. —en realidad, todos estaban concentrados en lo propio, nadie se percató de que Jean manoseaba el trasero de su chico sin vergüenza alguna. Yuri ronroneó en su oído al sentirle, posando sus manos en su pecho bien formado, sintiéndose afortunado de haber encontrado a un beta tan bien dotado, y además, rico. Se mordió los labios coquetamente.
—Bueno, entonces, que te parece la idea de buscar alguna de las tantas habitaciones que tiene este lugar para...ya sabes a lo que me refiero. —le sugirió con un tono provocador, buscando besarle en los labios con deseo. —En casa no podríamos disfrutar tanto como aquí, además, ya sabes cuánto me encanta escucharte gritar.
A Yuri le fascinaba la idea de poder tener incluso más privacidad que en su propio hogar, pero le parecía de muy mal gusto hacer eso en la casa de su mejor amiga. Giró sus ojos ante el comentario de Jean, descartando la idea de inmediato.
—La verdad, no creo que sea buena idea. —sólo recibió como respuesta un puchero por parte de su prometido, se veía realmente tonto y adorable a la vez. Si hubiera tenido orejas y una cola, de seguro se vería igual que un cachorro a quien acaban de regañar.
En ese momento, el celular de Jean comenzó a sonar interrumpiéndoles la conversación y la breve actuación del beta para dar lástima. Yuri sólo tardo pocos segundos en procesar la situación, sintiendo como su cuerpo se tensaba y la diversión de hace unos segundos era reemplazada por preocupación.
—Oh dios, tu celular está sonando, contesta. Debe ser la niñera, algo le pasó a Alina estoy seguro. Sabía que no debería haber venido, maldita sea.
El joven omega se pasó la mano por sus cabellos rubios, apretándolos con fuerza mientras se liberaba del agarre de Jean. Sus manos comenzaban a temblar del miedo y sentía que perdía la estabilidad. Jean le tomó de las manos evitando que se arrancara los cabellos, para luego enseñarle la pantalla de su celular.
—Hey gatito, tranquilo, es sólo mi jefe. —le respondió con voz tranquila y una sonrisa. —Ya vuelvo, siéntate en el sillón y trata de relajarte. Alina está bien en casa, espérame aquí.
Jean salió a la terraza del departamento, dejándole allí de pie aún con la preocupación apretándole el pecho. No podía quedarse tranquilo, no después del miedo de sentir que algo le podría haber ocurrido a su hija mientras él no estaba. Ella era su todo, ella era por quien daría la vida sin dudarlo ni un segundo si fuera necesario, esto lo supo hace dos años atrás cuando le vio por primera vez después de haberle esperado durante 9 meses. Y es que por mucha confianza que tuviera en la niñera, estaba seguro que nadie le cuidaría como él lo hacía.
La culpabilidad por haberle dejado en casa, le provocó lágrimas que amenazaban por desbordarse de sus ojos. Así hubiera sido, pero su mejor amiga impidió que comenzara a llorar acercándose a él para darle un abrazo. Desde lejos le había visto extraño, tembloroso y con la mirada perdida, y no pudo evitar correr hacia él luego de ver a Jean alejarse.
Mila sabía perfectamente quien era esa persona capaz de hacerle poner tal cara a su amigo y no dudó en preguntarle por ella.
—¿Qué le ocurrió a mi querida sobrinita? —le preguntó con voz tranquila acariciándole la espalda, tratando de calmarle. Así era como le llamaba a la pequeña Alina, y es que a pesar de no tener ningún lazo de sangre con ella le quería tanto como si fuera parte de su familia.
Yuri soltó un suspiro recargando su rostro en el hombro de la joven omega.
—No le ocurrió nada, es sólo que...a veces siento que no merezco disfrutar cuando estoy lejos de ella. Donde sea que vaya y no la tengo conmigo siento como si me faltara la mitad de mi alma. —hizo una pausa, intentado tragar el nudo en su garganta. —Lamento por preocuparte innecesariamente en tú día.
—No te preocupes, te entiendo más de lo que imaginas. Pero Yuri, ahora tienes que estar tranquilo, ella está en buenas manos, no dudo de lo cuidadoso que fuiste para elegir con quien dejar a tu hija. Además, ya es tarde, debe estar durmiendo mientras tu estas aquí sufriendo por ella. —le consoló sonriente la joven, besándole una de la mejillas para luego tomarle de las manos.—Vamos, sonríe y disfruta un poco este día tan especial para mí. Sólo quédate unos minutos más, aún hay alguien a quien te quiero presentar y no sería lo mismo si no estás aquí cuando llegue.
Yuri realmente admiraba la capacidad que poseía Mila para calmarle cuando más lo necesitaba. Realmente la quería muchísimo y no podía permitirse seguir así, no después de la mirada llena de ilusión que le entregó al hablarle de aquella persona que estaba por llegar.
—¿Es quien me imagino que es? —preguntó Yuri dirigiéndole una sonrisa coqueta, elevando sus cejas. El rubor en las mejillas de su amiga fue suficiente respuesta a su pregunta, no se había equivocado en absoluto. —No lo puedo creer, para que le invites debe ser porque vas muy en serio.
—No puedo ir más en serio, creo que nunca sentí lo que él me provoca con tan sólo mirarme. Es tan jodidamente guapo, su piel morena y sus ojos oscuros, tan misteriosos y su sonrisa...es perfecta, él es perfecto. —Yuri ya había escuchado muchas veces aquella descripción, más de las que podía recordar. Y es que ya habían pasado 2 meses desde que aquella persona había llegado a la vida de su mejor amiga de una manera bastante casual. No pudo evitar reír al verle tan hiperventilada al hablar sobre él, parecía como si fuese a explotar de felicidad.
—Mierda, respira, no te quiero perder antes de poder conocerle.
—Yuri, lo siento, me perdiste en el momento en que le vi correr hacía mí para devolverme el lápiz que se me quedó en la cafetería. Joder, aún no puedo creer que se haya preocupado de devolverme un maldito lápiz y que me haya seguido por más de una cuadra.
—Quizás es un psicópata y tú estás asquerosamente enamorada de él.
—Silencio enano, no mates mis ilusiones tan pronto.
Ambos rieron con ganas y se entregaron unas miradas llenas de afecto. Yuri pudo sentir como la angustia de su pecho comenzaba a desaparecer. Realmente no podía estar más maravillado con la magia que provocaba la personalidad de Mila en su persona. Si estaba ella a su lado, sentía que ningún problema o tristeza podría perdurar mucho tiempo, porque sabía que estaría ahí para ayudarle aun que estuvieran cada uno en un extremo del mundo.
En ese instante, el timbre de la puerta sonó captando su atención. Los presentes miraron hacia la puerta, pero a nadie pareció importarle realmente. La música, la comida y el alcohol era una prioridad después de todo. Sólo Mila y Yuri sabían de quien se trataba y lo que estaba por venir. Las miradas de sorpresa que intercambiaron fueron suficientes para que Mila entrara en pánico.
—Mierda, no alcancé a retocar mi maquillaje. ¿Cómo me veo? ¿Crees que saldrá corriendo al verme? ¿Se nota que me he bebido la mayor parte de lo que hay aquí?
—Te ves hermosa como siempre, maldita alcohólica. Vamos, corre y ve a abrirle antes de que se vaya de tanto esperarte.
Después de golpearle en el brazo, el redondo trasero de Mila se alejó a toda velocidad hacia la puerta en busca de su amado. En ese instante, Yuri sintió como Jean le abrazaba sorpresivamente por la espalda.
—¿Y a ésta mujer que le pasa ahora? Nunca antes le vi correr por algo que no fuera comida o vodka. —comentó Jean de manera burlona.
—Bueno, ahora le estás viendo correr por un hombre por primera vez.
La cara de sorpresa de Jean era inexplicable. Siempre creyó que Mila estaba condenada a ser una solterona alcohólica, y que de un momento a otro apareciera alguien que le ''moviera el piso'' era realmente algo digno de presenciar.
—¿Un hombre? No puede ser, necesito ver esto más de cerca.
Sin dudarlo, Jean tomó de la mano a su novio y le acercó un poco más a la puerta, para así poder observar en primera fila aquel espectáculo tan novedoso. Con total confianza se acercó para saludar al nuevo invitado, luchando por jalar del brazo a Yuri, quien se negaba a invadir la privacidad de su amiga.
—No tan cerca Jean, no quiero que nos vean. —estaba claro que Yuri quería evitar eso, al menos en un comienzo para no espantar a la conquista de su amiga; pero jamás creyó que si en ese momento se hubiera mantenido al margen, en el futuro se podría haber ahorrado muchos problemas y preguntas incómodas. Por desgracia, ya era demasiado tarde.
Todo fue demasiado rápido, sólo alcanzó a notar cuando Mila le tomaba del brazo al nuevo invitado, haciéndole pasar al departamento. En ese momento, Yuri sintió ganas de desaparecer del mundo después de mucho tiempo.
Jamás habría imaginado que la persona de la cual su mejor amiga estaba perdidamente enamorada, no era nadie más ni nadie menos que Otabek Altin, la persona que cambió su vida dos años atrás, a quien amó y abandonó sin darle ninguna explicación, cargando con su hija en el vientre sin que él fuera consciente de ello. Sentía que la cabeza le daba vueltas, sus manos comenzaron a sudar al igual que todo su cuerpo, sus rodillas temblaban del terror que le causaba la situación; quería salir corriendo de allí. Lo único que pudo hacer, fue aferrarse a una de las manos de Jean esperando que le salvara como siempre lo hacía.
Creyó estar a punto de perder el conocimiento en el momento que los ojos oscuros de Otabek se posaron sobre él, reconociéndole de inmediato. Incluso, podría haber jurado que él parecía más aterrado al verle después de dos años de haber creído que la tierra se lo había tragado.
—No lo puedo creer... ¿Yuri, eres tú?
wenas pipul, ¿aún hay gente que lee fanfics de yuri on ice o sólo soy yo? D:
si alguien me lee, que diga que le pareció, todo es bien recibido mientras sea con respeto, obvio.
algún dia terminaré otro fanfic, algún día...y quizás podría ser a este nuevo bebé, quien sabe xD
