Prólogo

25 de diciembre, 2017

Primero, sintió como sus manos se separaban bruscamente del volante. Un crujido. Hundiéndose en la seminconsciencia pudo percibir su cuerpo siendo expulsado hacia adelante.

Oyó estrepitosamente el sonido de metal contra metal y un dolor insoportable en la cara, en los brazos, en todo el cuerpo.

Pero, ¿qué pasaba? ¿Estaba soñando?

No.

Esto se siente real, pensó, mientras la bruma del dolor y la inconciencia nublaba su mente y sus sentidos. Despierta, se dijo, no puedes cerrar los ojos. Esto tiene que ser un maldito sueño, se repitió, porque no recordaba haber salido algún lugar en medio de la noche.

Entonces, ¿por qué su cuerpo y mente aullaban de dolor tras el impacto?

No, no. Tenía que ser un sueño. Sí, una horrible pesadilla. Tenía que serlo. Pero su convencimiento flaqueó cuando algo ocurrió. Algo que le robó el aliento por completo. Fue como si le arrancaran la piel, como si algo grande lo estuviera succionando dolorosamente. Quiso gritar, pero su cuerpo inerte sobre el asfalto caliente, no emitió ningún sonido.

Cerró los ojos fuertemente, apretando la mandíbula y rechinando los dientes de puro dolor. Se sentía despierto, o al menos trataba de mantenerse de esa forma, alerta. Lo que ocurría era inexplicable. Sentía que el aire en sus pulmones se esfumaba como una voluta de humo y miles de ondas de ardor le atravesaban el cuerpo de pies a cabeza.

Y así como el dolor llegó, se fue, dejándolo perplejo.

Nada.

No sentía absolutamente nada, ni sus extremidades. No podía hablar, ni moverse.

Abrió los ojos lentamente y fue entonces cuando lo vio. El accidente.

El auto, un Impala color negro del 67 se encontraba volcado, totalmente destruido; sin ventanas y tenía abolladuras por todas partes. El humo que emanaba de donde estaba el motor se elevaba lentamente hacia un cielo plagado de estrellas brillantes.

Pero no fue eso lo que llamó su atención. No. Su mirada de dirigió a la figura que se encontraba tumbada boca abajo a un lado del destrozado auto.

Pasmado, se acercó apresurando el paso junto a la figura de un hombre. Este no debía de pasar los 30 años, de cabello castaño dorado, como las hojas en otoño y la sombra de una barba mal rasurada.

Sangre emanaba de entre sus labios y de alguna parte de su cabeza y eso le asustó.

¿Y si...?

No. Respiraba, apenas percibía el pequeño movimiento que hacía el torso al subir y bajar por la dificultosa respiración que el hombre presentaba. Inspeccionó rápidamente todo el cuerpo y se encontró con que una de sus extremidades estaba en un ángulo extraño. Doloroso.

Tenía que pedir ayuda a emergencias. Sus manos fueron directamente a los bolsillos de sus vaqueros, buscando frenéticamente su teléfono celular para pedir auxilio, pero no encontró nada. ¿Cómo era posible que no llevara consigo su celular?

Entonces la realidad le golpeó como un chorro de agua helada en la cara.

¿Acaso él no acababa de tener un accidente en ese mismo lugar en el que se encontraba?

Miró hacia todas direcciones, pero no vio su auto, ningún rastro de él, sólo el Impala destrozado a unos cuantos metros de él.

Pero, ¿no había sentido él el dolor insoportable por el impacto que hizo que su cuerpo saliera disparado de la ventana delantera de su auto? Y, ¿qué hacía él en medio de la nada, presenciando un accidente y un hombre herido?

A menos que...

No, de sólo pensarlo se e hizo una idea estúpida.

¿Pero y sí era verdad lo que se estaba formando en su mente, cómo sería posible eso?

Sacudió la cabeza. Tenía que sacarse esos pensamientos confusos de su mente. En cambio, sus ojos se dirigieron de nuevo hacia el inconsciente hombre, que le pareció que apenas y ya lograba respirar.

Se acercó a la espalda del hombre y trató de escuchar los latidos cardiacos.

Pum pum, pum pum...

Ahí estaba, leve, pero constante. No debía de pasar mucho tiempo para que cayera .el algún paro cardíaco. Tenía qué hacer algo.

Ya.

Él era Médico Intensivista, pero no se atrevía a mover al hombre por si sufría alguna lesión cervical.

Entonces comenzó la búsqueda en los bolsillos de la ropa rasgada del hombre. Tal vez, sólo tal vez tendría un celular a la mano. O cualquier cosa que le pudiera ayudar.

Al fondo de la cazadora que traía el herido palpó con mucho cuidado algo sólido y respiró hondo, pero lo único que extrajo fue una cartera. Miró su contenido. Nada de licencias, credenciales ni tarjetas de crédito que le pudieran mostrar el nombre del hombre. Sólo veinte dólares y dos tickets de compra en un local.

Al repasarlos rápidamente con la vista algo captó su atención. Las fechas de los tickets marcaban 23 de diciembre de ese mismo año, pero era extraño ya que él estaba seguro que estaban a mediados de Octubre...

La explosión no le dio tiempo de reaccionar. Se vio disparado hacia atrás sin sentir ningún tipo de dolor. Cayó con un ruido sordo en el duro asfalto y todo se oscureció.

Hola, espero que el inicio les haya gustado, tengo muchas expectativas en este fic y agradecería mucho su apoyo. Así que no duden en decirme si les gusta, si un error de dedo se me escapó o simplemente no les gustó nada xd Nos leemos después