Hola :) escribí esto para un concurso de una muy cool página de facebook pero también quise compartirlo por aca. Es malec, no tiene ni un poco de jagnus, y es en un universo alterno donde me basé en el bello físico de Harry Shum Jr (3) y Matthew Daddario. Personajes de Cassandra Clare historia mia. Espero les guste.


Magnus podía escuchar la música y el ruido de la madera crujir debido a los pisotones de los caballeros que estaban en la cubierta del barco, aunque él no podía verlos. Sus manos estaban amarradas con una correa de cuero que le lastimaba la piel, y a su vez también estaban aseguradas a los barrotes de una celda con una cadena. Al principio había aguantado por horas estando de pie, todo para conservar su dignidad, pero a medida que había pasado el tiempo se había cansado y ahora se encontraba sentado con la espalda pegada a la sucia pared de su celda en el sótano de un barco rumbo a Inglaterra.

De pronto escuchó el ruido de unas botas bajar por las escaleras hacia el único prisionero y suspiró resignado. Debía de llevar unas dos semanas en el barco, en las cuales ya se habían realizado tres fiestas donde los caballeros se emborrachaban y bajaban a molestarlo.

Como intuyó, pronto tuvo a la vista un hombre de unos cuarenta años vestido con una camisa marrón y pantalones negros, pero lo que más resaltaba en él era su cicatriz en el cuello, símbolo de que servía a la iglesia inglesa en la cacería de brujas y brujos.

-Te traje cerveza- Dijo el hombre extendiendo una jarra llena de algún líquido casero que ellos mismos preparaban para sus celebraciones. Magnus no le respondió nada, solo lo miró desafiante. El hombre abrió la reja de la celda, que por razones claras no tenía necesidad de ser asegurada, y le extendió la botella a Magnus- ¿No vas a beber?- Magnus siguió viéndolo fijamente desde el suelo. El hombre se encogió de hombros y le dio vuelta a la botella, liberando el contenido sobre el cuerpo de Magnus- De nada- Dijo el sujeto y arrojó la botella vacía contra la pared de la celda haciendo que se rompiera en varios pedazos de vidrio.

Magnus cerró los ojos y esperó a que el líquido goteara al suelo, lo último que querría era tener alcohol en los ojos. Finalmente las gotas cayeron y volvió a clavar la mirada en el hombre sobre él.

-¿Qué ocurre?- La voz del hombre era rasposa y lenta, seguramente consecuencia del exceso de alcohol que, Magnus sabía, había en su sistema- ¿El demonio en ti no te deja divertirte?-

-Te maldigo- Magnus agravó su voz -Escucha bien mis palabras: Estarás maldito hasta el fin de tus días, jamás hallarás consuelo o felicidad- El hombre abrió los ojos.

-¡Cállate, satán!-

- De ahora en adelante tu vida será una miseria- Continuó Magnus, divirtiéndose internamente al ver como el rostro del hombre poco a poco se volvía más pálido.

-¡Cállate!- Había suplica en su voz, seguramente aterrado por lo que escuchaba.

-La tristeza será tu fin…- El hombre cayó a Magnus dándole un golpe en el rostro que hizo que éste escupiera sangre a un lado.

- ¡Pronto arderás en las llamas del infierno!- Rugió el caballero- ¡Pagarás por tu brujería! Y ni Dios se apiadará de ti- Magnus sonrió. Todo había empezado por una pequeña travesura que había hecho en la coronación de la reina, ni siquiera era de la mayor importancia, y después de eso todo el mundo lo había acusado de brujo. Era verdad, lo era, pero haber soltado una cortina sobre la cabeza de la reina mientras ésta cenaba no daba para tanto.

Había viajado a América creyendo que tal vez la gente se olvidaría de lo sucedido, pero habían enviado caballeros a buscarlo y regresarlo al país inglés en donde le esperaba una hoguera para quemarlo vivo. Magnus, todo dignidad y orgullo, no se había dejado intimidar por los sucios caballeros de la reina, al contrario, aprovechaba cada oportunidad que tenía para engañar a esos mundanos, cuya imaginación no tenía límites.

- Cuando la noche cae, los lobos salen de sus cuevas a buscar su alimento…- Dijo cantando lúgubremente. En realidad se trataba de una canción de cuna China, pero la situación era la perfecta para que la mente del hombre creyera que estaba invocando a algún demonio o algo así- El búho despierta y vigila a su alrededor, las plantas guardan silencio y entonces solo se escuchará el suave sonido de los insectos en medio de los arboles ¿Por qué temes? Nada va a pasarte si me tienes aquí. Cierra tus ojos y déjate llevar ¿Por qué temes? Mañana volverás a mis brazos…- El hombre, viéndolo con ojos horrorizados, miró a su alrededor hasta dar con los cristales de la botella, lanzó una mano y tomó uno.

-Si no te callas- Amenazó blandiendo el pedazo de cristal- Te cortaré la lengua- Magnus dejó de pronunciar la letra, en su lugar miró desinteresado el cristal y tarareó suavemente la canción de cuna- Hagamos un trato, deja de maldecir el barco y trataré de que antes de tu muerte busquen a un sacerdote- Magnus levantó una ceja hacia él.

-¿Maldecir el barco?- Preguntó confundido. Después sonrió- Es demasiado tarde para eso. Si quieres mi sabio consejo deberías volver arriba y disfrutar de esta última noche- El hombre rugió y con su cristal tocó el cuello de Magnus.

-Retracta lo que sea que hayas hecho-

-Oblígame-

-Eso hago-

-¡Padre!- Gritó Magnus haciendo que el hombre saltara asustado- Padre en los infiernos ¿Puedes escucharme? Toma este braco y destrúyelo. Alcánzanos en nuestra ruta, te estaré esperando- El hombre soltó el vidrió y salió corriendo de la celda.

-¡Capitán!- Gritó mientras subía las escaleras atemorizado. Magnus soltó una carcajada y se tocó con la lengua la cortada que el hombre le había hecho en el labio al haberlo golpeado.

-¿Qué quieres, Lonlat?- Preguntó otro hombre claramente molesto por ser interrumpido. Magnus escuchó atentamente.

-¡Paren la música!- Ordenó el tal Lonlat- Mi capitán, esto es serio- La música se detuvo y Magnus levantó sus cejas con una sonrisa, sintiéndose en un punto medio entre sorprendido y orgulloso de sí mismo.

-¡¿Qué estás diciendo?!- Gritó el capitán- Dilo más fuerte, esto es algo que nos concierne a todos-

-Dije que este barco está maldito- Repitió el hombre más fuerte- Bajé a revisar al brujo pero lo encontré conjurando esta nave ¡El demonio nos encontrará en nuestra ruta y nos matará!-

- ¡Herejía!- Gritó la voz de un anciano- Dios está con nosotros-

-Pero el mal está con él- Replicó el hombre- Propongo detenernos en alguna isla, esperar a que…-

-¡No haremos eso!- Rugió el capitán- Vamos a engañar al demonio tomando otra ruta- Magnus bufó.

-Pero capitán… No hay otra ruta…-

-Sí que la hay- Aseguró el hombre firmemente y pronto todos en cubierta empezaron a gritar asustados.

-¡El capitán está poseído!- Gritó el anciano, haciendo que su voz sonara por encima de la de los demás- ¡Nos quiere guiar a una muerte segura! Todos sabemos lo que se dice de las criaturas en esas aguas, Dios es piadoso pero no debemos tentar al…- El sonido de un disparo lo cayó.

-¿Alguien quiere unírsele?- Amenazó el capitán. Nadie dijo una palabra- ¿Prefieren creer en cuentos ridículos e ir a encontrarse con el demonio? Si es así no les daré la oportunidad. ¡Que salte al agua el que se rehúse a seguir mis órdenes!- Mas silencio- Somos caballeros, nuestra misión es dar con cualquier brujo o bruja de este mundo y acabar con él. Ahora, tenemos uno allá abajo encadenado, y lo llevaremos a Inglaterra cueste lo que cueste ¿Entendido?-

-¡Si señor!- Gritaron todos los hombres. Magnus sonrió y recostó su cabeza en la pared. Al menos les había arruinado la fiesta.

Horas más tarde un extraño sonido en el mar lo hizo despertar. Abrió los ojos y escuchó atentamente, pero el ruido parecía haberse ido. Aunque el despertarse le sirvió, ya que escuchó las botas de alguien acercarse a la celda. Se trataba del mismo hombre de antes, solo que ahora lucía mucho más borracho y con una gran sonrisa en su rostro.

-Como siempre, hijo de satán- Habló el hombre- El bien gana-

-Pronunciar el nombre de mi padre es como invocarlo- Advirtió Magnus mirándolo fijamente- Repítelo treinta veces y él aparecerá- El hombre cerró su boca y borró su sonrisa. Parecía furioso, y seguramente no encontró otra manera de liberar su ira que dándole a Magnus otro golpe en el rostro.

-¡No te tengo miedo, rata!- Exclamó. Magnus volvió a escupir sangre y se giró para verlo.

-Pues deberías- Dijo y dejó caer el glamour sobre sus ojos, revelando sus ojos de gato. Esa era la única magia que podía hacer sin necesidad de usar sus manos.

El hombre gritó una maldición y saltó hacia atrás golpeándose en la espalda con los barrotes de la celda.

-¡Eres el demonio!- Gritó asustado. Magnus esperaba que aquel grito lograra despertar a todos los demás, tal vez podría hacer una actuación lo suficientemente convincente como para asustarlos a todos y… y seguramente terminarían matándolo antes de llegar a la hoguera. Tal vez no era un plan muy inteligente, así que volvió a levantar el glamour.

- Masiva gota cala- Dijo imitando el serpenteo de una serpiente- Doga lun per…- Y otro golpe más. Esta vez, cuando Magnus se repuso, el hombre tomó su rostro y con el otro un trozo del vidrio roto.

-Te cortaré la lengua- Advirtió. Magnus vio el trozo acercarse a sus labios, pero antes de nada sonó el insistente ruido de una campana. Era una alerta.

El hombre miró hacia arriba preocupado.

-Maldición- Masculló. Se puso de pie, le dio una patada a Magnus haciendo a este acostarse y jalar sus muñecas, y subió las escaleras corriendo.

Magnus tosió para recuperar aire y trató de sentarse de nuevo aliviando el dolor que la correa de cuero le causaba. No había forma de liberarse, estaba perdido. Solo esperaba que al regresar a Inglaterra se le presentara al menos una oportunidad de salvar su vida, porque le parecía estúpido morir en una hoguera como cualquier mundano practicante de magia negra.

De pronto el barco empezó a mecerse y Magnus se sintió momentáneamente mareado. Escuchaba ruidos en la cubierta, al parecer los caballeros corrían de un lado al otro pero no entendía cuál era la razón si ya la fiesta ya había terminado.

El sonido extraño que lo había despertado regresó, se trataba de un canto suave y hermoso, como si los mismos ángeles estuvieran cantándole. Magnus se sintió bien, la tranquilidad lo invadió y cerró los ojos disfrutando aquella canción. El barco se mecía con violencia y podía jurar que la madera se rompía permitiéndole la entrada al agua del mar, pero lo ignoró. Lo que quería era oír atentamente esas voces.

Escuchó el agua entrar y empezar a hundirlos, escuchó a los hombres gritándose órdenes, escuchó las fuertes corrientes golpear contra la nave y haciendo que ésta poco a poco se destruyera. Pero sobre todo escuchó el canto, apenas era consciente del agua subiendo lentamente de sus piernas a su estómago y luego a su cuello.

Abrió los ojos de golpe cuando la canción se detuvo y se encontró flotando bajo el mar. El barco se había hundido. Buscó con la mirada uno de los trozos flotantes de vidrio, lo tomó con su boca y cortó la correa de cuero y de paso se hizo un accidental corte en la lengua liberando de su boca agua roja que se difuminaba en el mar como si fuera humo.

Escuchó ruidos horribles, parecían de animales chillando. No necesitaba haber vivido la experiencia antes para saber en la situación que se encontraba: Sirenas.

Salió nadando de la celda y llegó a lo que antes era la cubierta de la nave. Realmente el barco se había hundido, y se aterró de ver cuánto rojo estaba manchando el agua.

Los barriles, cajas y sogas de la nave estaban flotando, creándole un camino de obstáculos hacia la superficie y haciendo un excelente trabajo como escondite para cualquier caballero dispuesto a matarlo o sirena dispuesta a comérselo.

Se apresuró a nadar hacia la superficie con su ropa holgada colgando y haciéndole peso, pero esa incomodidad no le importaba, lo único que tenía en mente era que necesitaba salir antes de que se le acabara el aire. Empujó a un lado una caja y dio un grito ahogado al escuchar como si una hoja hubiera golpeado ese objeto. Sabiendo que la aleta de una sirena había azotado la caja ni siquiera se molestó en mirar en esa dirección y apresuró su nado, moviendo sus brazos y sus piernas de la forma más rápida que jamás lo había hecho en toda su vida.

Al llegar a la superficie se encontró con lo más parecido al infierno: Varios caballeros gritaban y lloraban asustados mientras trataban de subir a los objetos flotantes. Muchos de ellos sangraban o les hacía falta alguna oreja o un pedazo de mejilla, arrancada de la piel por dientes filosos.

-¡TU!- Gritó alguien y Magnus se giró para ver a el hombre que lo golpeaba- ¡TODO ESTO ES TU CULPA!- El hombre se encontraba sobre una mesa de madera manteniendo a duras penas el equilibrio, pero no pareció importarle caer mientras miraba a Magnus como si pudiera matar con la mirada- ¡ARDERÁS EN EL INFIERNO! ¡ME ENCARGARÉ DE QUE TE CORTEN CADA DEDO Y TE SAQUEN LOS OJOS ANTES DE QUEMARTE EN LA HOGUERA!- Magnus lo miró serio, y le iba a replicar que ese no era un buen momento para amenazas cuando la cabeza de otro hombre emergió del agua.

-¡Ahí vienen!- Gritó llorando histérico. Todos los caballeros se giraron a verlo y el temor se les marcó en el rostro- ¡Ahí vienen, busquen refu…!- Pero inexplicablemente el mar se lo tragó sin darle la oportunidad de decir algo más. Algunos otros caballeros también empezaron a ser tragados por el agua, y pronto el lugar se llenó de gritos y de chapoteos. Magnus miró alrededor, debía subirse a algo o las probabilidades de que una sirena se lo comiera eran mayores.

-Tal vez matándote todo esto acabe- Murmuró el hombre y se lanzó al agua nadando con fiereza hacia Magnus. Este último se giró tratando de alejarse pero de pronto algo le agarró el pie y lo jaló hacia abajo, hundiéndolo sin piedad.

El hombre también se hundió y parecía estar nadando para alcanzarlo, aunque no precisamente para ayudarlo. Sus ojos irradiaban odio y locura, la misma que podría tener un asesino. Magnus le dio una patada a la sirena que lo había agarrado y nado alejándose de allí. Entonces vio a la mujer producir un extraño sonido con su boca y mirar alrededor para volver a agarrarlo. Magnus sabía que las sirenas eran hermosas, y también sabía que cambiaban cuando se alimentaban, pero nunca creyó que ese cambio fuera tan drástico: Tenía la piel azul y babosa, sus ojos brillaban en rojo, sus dientes se habían vuelto filosos y las venas en su frente se habían pronunciado.

Ella miró alrededor furiosa, y lo primero que vio fue al hombre. Sin pensarlo dos veces lo agarró como si se tratara de un bebé y se lo llevó al fondo del mar, donde poco a poco el azul se volvía negro. Magnus tuvo como último vistazo una cola de pez antes de nadar de nuevo hacia la superficie y aspirar fuertemente tratado de llenar sus pulmones. Miró desesperado alrededor donde quedaban ahora muy pocos caballeros que aún gritaban y rezaban a los cielos. Distinguió a lo lejos un barril y estuvo a punto de nadar hacia él cuando de nuevo lo agarraron y lo volvieron a hundir.

Esta vez alcanzó a beber agua salada, y las burbujas de aire salieron de su boca. No tenía oxígeno en sus pulmones, seguramente moriría ahogado antes de que la sirena pudiera darle un mordisco, lo que no era muy satisfactorio de todos modos.

Miró hacia abajo, donde la mano de la sirena se aferraba a su pierna, y se sacudió buscando liberarse. Ella notó la acción y lo soltó para subir y agarrarlo del pecho asegurándolo. Pero no fue hasta que ella le vio el rostro que dejó de enseñar los dientes y poco a poco sus ojos dejaron de ser rojos para convertirse en verdes. Magnus parpadeó hacia ella y empezó a cerrar los ojos.

Era levemente consiente de que la sirena había reanudado su nado pero ya no lo hacía el fondo del mar sino hacia la superficie. Lamentablemente se habían hundido tanto que el tiempo no fue el suficiente para que Magnus alcanzara a respirar aire antes de desmayarse.


Abrió los ojos y empezó a toser a un lado toda el agua salada que había en sus pulmones. Estaba en una playa, pero no sabía cómo había llegado ahí. De pronto alguien le toco el hombro y él se alejó ante el toque. Era una chica de ojos verdes con el cabello largo y negro cubriéndole el pecho y una pequeña falda de hojas en su cintura. No llevaba nada más.

-Que hermoso eres- Susurró ella. Magnus entrecerró los ojos en su dirección.

-Eres una sirena-

- Y tu un brujo- Su puso de pie y caminó la distancia que Magnus había hecho entre ellos- ¿Qué hacía un brujo en un barco de mundanos? ¿Acaso te tenían como prisionero?- Magnus no respondió, solo la miró en silencio. Ella lo recorrió con sus ojos verdes hasta dar con sus muñecas. Entonces frunció el ceño- ¿Ellos te hicieron eso?- Magnus miró, tenía aros rojos donde la correa lo había lastimado- ¿Y esto?- Añadió ella arrodillándose frente a él y mirando la cortada en su labio como si se tratara de un dulce- Te lastimaron ¿Verdad?- Comentó dulcemente, sus ojos verdes realmente parecían preocupados. Magnus sabía que no debía creerle, las sirenas hacían parte del reino de las hadas y por lo tanto eran muy buenas actuando y jugando con la cabeza de las personas- Debes curarte- Dijo ella. Magnus no lo hizo, solo se le quedo viendo. Ella sonrió suavemente- Entonces lo haré yo- Levantó una mano y pasó lentamente un dedo blanco y perfecto sobre el labio de Magnus, quien al sentir su toque liberó una exhalación. Ella miró la boca de Magnus todo el tiempo, y al terminar dejó su dedo un momento más mientras sus ojos verdes miraron directamente a los de él- Ya está-

-Gracias- Murmuró en respuesta.

-Soy Lena-

-Magnus- Ella alejó su mano y se puso de pie.

- Ven conmigo, no te hace ningún bien seguir usando eso- Señaló la ropa de él, la cual estaba rasgada, sucia, y con manchas de sangre que ni siquiera era suya. Magnus sabía que muy probablemente los dueños de esa sangre ya estaban muertos, ya sea ahogados en el fondo del mar o despedazados, pero no tenía miedo. Hace unas horas había estado tan cerca de la muerte que no importaba si decidía ir con la sirena. Además, si ella quisiera comérselo ya lo hubiera hecho ¿No?

Magnus se puso de pie y la miró. Le daba la impresión que ella parecía estar evaluándolo, como si esperara algo de él. Magnus no sabía que era así que lo dejó pasar.

Magnus y Lena se internaron en la selva, y después de algunos pasos llegaron a un conjunto de manantiales en rocas donde los arboles no estaban tan cerca, permitiendo un mejor paso de la luz del sol. Muchas mujeres caminaban de un lado al otro, algunas dándole una mirada curiosa a Magnus.

-Supongo que no hay ningún otro hombre por aquí- Comentó. Lena rió.

-Si los hay. Los humanos que tomamos como prisioneros están en los calabozos, y puede que encuentres a uno que otro en los aposentos de alguna-

-¿Y sirenas masculinas?- Lena lo miró seria.

- Acabamos con todos ellos hace años. Nos va mejor solas- Magnus asintió no muy interesado en escuchar más sobre ello y ambos continuaron caminando. Si no era el único hombre ahí ¿Por qué lo miraban tanto? No era como si su ropa fuera horrible. Bueno, sí lo era, pero claramente era mejor que no llevar nada.

Lena llegó junto a un árbol y con gracia lo escaló hasta llegar a una cueva en una montaña de roca más alta. Magnus trató de imitarla y llegó hasta ella, aunque con menos agilidad. Dentro de la cueva había una cama de hojas, y una cortina de flores purpura se enrollaba en la entrada.

-Bonito lugar- Dijo. No era muy ostentoso, pero era colorido y en cierto modo delicado, a diferencia del de las otras sirenas que consistían en simples cuevas sin decoración alguna.

- ¡Somaira!- Llamó Lena y una sirena rubia se acercó corriendo a ellos.

-Dígame, mi señora- Magnus miró curioso a la chica.

-Tráele algo con lo que cubrirse a mi invitado- La chica rubia asintió y se retiró. Magnus la observó irse y luego miró a Lena.

-¿Mi señora?- Repitió.

-Olvide contarte esa parte- Ella sonrió- Soy su reina. Hemos vivido así por años, separadas del reino de las hadas, y la verdad es que no nos hace falta- Magnus levantó sus cejas y le sonrió.

- Su alteza. De haber sabido que trataba con alguien de la realeza habría sido más cortes-

-Estuviste perfecto- Lena estiró una delicada mano hacia Magnus y el la tomó, entonces ella caminó hasta muy la orilla de sus aposentos y se dirigió a las demás sirenas.

-Hermanas- Llamó. Inmediatamente cada chica dejó de caminar, cortar flores, y lavarse el cabello en los manantiales. Todas se giraron hacia su reina y la escucharon con admiración y respeto- Quiero presentarles a alguien. Él es Magnus Bane, es un brujo, y es mi invitado. Servirle a él como si me estuvieran sirviendo a mí- Las sirenas miraron sonrientes a Magnus, y él les dio un saludo con la mano en respuesta. Tal vez aquello no fuera tan malo.


Magnus tomó la tela verde y le dio vueltas en su mano. Tenía un broche dorado, pero no tenía la menor idea de para qué era eso.

Se encontraba en los aposentos de Lena vistiéndose con lo que Somaira le había llevado que consistía en unos brazaletes de oro para los pies y las muñecas, un taparrabo verde y dos cintas verdes con marrón que se había cruzado sobre el pecho en caso de que quisiera guardar una pequeña lanza o algo así.

No había un espejo donde pudiera verse, pero estaba bastante seguro que ya lucía lo suficientemente al estilo hada que nada debería faltarle. Entonces ¿Qué demonios era esa tela verde?

La luz purpura que iluminaba los aposentos empezó a convertirse en amarilla, lo que significa que alguien estaba corriendo la cortina de flores. Magnus miró y se encontró a Lena entrando y mirándolo divertido.

-¿Por qué tardas tanto?- Le preguntó. Magnus levantó la tela verde en respuesta. Ella se acercó, la tomó, y la dejó caer por la espalda del brujo asegurando el broche en el frente del pecho. Así que era una capa- Ahora ven conmigo- Dijo ella y se giró segura de que Magnus la seguiría, lo cual obviamente él hizo. Afuera Somaira miró a Magnus y bajó la cabeza ocultando un sonrojo. Magnus sonrió orgulloso.

-¿Qué quieres?- Preguntó Lena fastidiada al notar el gesto de la chica.

- Tomamos cuatro prisioneros- Informó Somaira mirando firmemente a su reina- Uno de ellos se suicidó, el otro murió porque al parecer estaba enfermo, el otro está encerrado en los calabozos y el otro lo trajo Mérida- Lena asintió pero Magnus arrugó la nariz.

-Por favor dime que ninguno de esos es del barco en el que yo estaba- Lena lo miró.

-Lo son ¿Quieres que los matemos a todos?- Magnus hizo un movimiento desdeñoso con su mano.

-Todos no importan, solo pienso en uno. Espero que ese uno no sea ninguno de los que está aquí- Lena giró su rostro hacia Somaira.

- Gracias hermana, ahora deshazte de la ropa que hay en el suelo aquí en mis aposentos. Quémala, arrójala al mar o haz lo que quieras con ella- Magnus sabía que se refería a su ropa, pero también sabía que no haría nada para defender a esos harapos- Ven, Magnus- Lena bajó del árbol con Magnus tras ella, y se dirigió hacia una de las cuevas de piedra. Asomó su cabeza a dentro y miró con asco al interior.

-Mérida no está pero sí ese chico- Ella se hizo a un lado- ¿Es el hombre que buscas?- Magnus asomó su cabeza y miró. Dentro, sobre el suelo de piedra, un hombre pelirrojo y desnudo murmuraba cosas mientras arrancaba los pétalos de una flor. Había escuchado que las sirenas podían hacer eso, enloquecer a los hombres de amor, y mentalmente agradeció que por ser un brujo que nunca podría terminar así.

-No- Dijo retrocediendo- El hombre que busco es mucho mayor-

- Las sirenas no tomamos hombres mayores como prisioneros- Explicó Lena y se alejó caminando de allí internándose en la selva- Yo nunca había tomado uno, en realidad. Pero sé que a las demás les gusta divertirse con chicos jóvenes y bellos-

- ¿Eso significa que debo sentirme halagado?- Preguntó sonriendo. Lena lo miró y tomó su mano entrelazando sus dedos con los de él.

- Ningún mundano puede ser comparado contigo- Magnus sintió la mano de ella junto a la suya, más pequeña y delicada a pesar de que sabía que tras esa cara bonita se escondía una criatura que comía carne humana.

-Me siento halagado, entonces- Aseguró y levantó una mano para chasquear sus dedos. Inmediatamente allí apareció una flor azul y la extendió hacia la chica- Gracias por escogerme- Dijo encantadoramente. Lena tomó la flor y le sonrió.

- En cuanto te vi sabía que debías ser tu- Magnus no le preguntó a qué se refería, porque ambos llegaron a los calabozos. Se trataban de celdas de metal en medio de la espesura de la selva, había por lo menos diez celdas y todas ellas tenían huesos y ropa sucia, él podía escuchar levemente el ruido de las olas, y un poco del viento salado alcanzaba a llegar hasta allí.

-¿Para qué toman prisioneros y los encierran aquí?- Preguntó evaluando cada celda. Finalmente dio con la que estaba ocupada.

- Algunas personas han empezado a notar la desaparición de barcos- Comentó ella y caminó hacia la celda- Ahora es muy raro que alguien navegue por estas aguas, y de todos modos necesitamos comer. Aquí guardamos a nuestra reserva- Magnus llegó a la celda y miró al chico. En su opinión era más hermoso que el que Mérida había escogido, pero parecía que estaba demente mientras miraba con sus ojos totalmente hacia el suelo y usaba sus manos para jalar su cabello marrón- No te acerques tanto, Magnus- Advirtió Lena. El chico levantó la vista y al ver a Magnus sus ojos lanzaron chispas.

-¡Tu!- Rugió y se puso de pie- ¡Demonio!- El chico corrió hacia las barras y antes de que Magnus se alejara lo agarró de un lado de la capa. Inmediatamente escucharon un chillido y Lena movió la cabeza hacia adelante en un borrón, rasgando con sus dientes una parte del brazo del chico quien gritó y se lanzó al otro lado de la jaula atemorizado.

-No lo toques- Advirtió Lena con voz asesina. Magnus, antes de que el chico se alejara, alcanzó a ver la marca de la mordida y no fue nada agradable.

-¡Él es el demonio!- Gritó el chico agarrándose el brazo para evitar mostrar su herida- ¡Maldijo nuestra nave!-

- Los brujos no pueden maldecir- Contestó Lena con voz aburrida- Eso solo lo pueden hacer los demonios-

- ¡Exacto!- El chico miró a Magnus con odio- ÉL es el demonio- Magnus miró a su lado. Lena miraba fijamente al chico, y temió que fuera capaz de entrar y devorarlo ahí mismo.

- Mejor vámonos, mi reina- Le extendió un brazo. Ella parpadeó hacia él y encantada lo tomó para alejarse de ahí.

Ambos atravesaron de nuevo la selva y regresaron a los manantiales donde las sirenas seguían riéndose entre ellas y jugando. Lena no había dejado de mirar su flor azul, y Magnus supo que había dado en el blanco.

-¿Te gustó?- Le preguntó.

- Me encantó- Respondió ella, y al levantar la mirada hacia sus hermanas estiró una mano hacia una de ellas.

-Mérida- Llamó. La chica dejó de trenzarse el cabello rojo sentada en la orilla de uno de los manantiales y se acercó a ellos mirando fijamente a Magnus.

-¿Quién es él?- Preguntó evaluándolo de arriba abajo con el deseo brillando en sus ojos azules.

-Soy Magnus- Dijo Magnus cortésmente sin dejarse intimidar por la mirada de la sirena.

-Es mi invitado- Respondió Lena- Prepara todo para que mañana en la noche hagamos una fiesta en su honor-

-¿Enserio?- Le preguntó Magnus emocionado.

- Por supuesto- Respondió Lena.

-Será todo un placer- Dijo Mérida- ¿Algo más?- Lena miró hacia el brujo.

-No has comido bien ¿Cierto?- Le preguntó preocupada. Magnus levantó sus manos.

-No, pero me rehúso a tu reserva, gracias- Lena rió.

- Como quieras- Ella se giró hacia Mérida y usó su mano para señalar la selva- Camina unos cuantos metros en esa dirección y encontraras muchos tipos de fruta silvestre. Trae una buena cantidad y prepara una ensalada- Mérida asintió obediente y se giró en esa dirección.

Esa noche Magnus durmió con Lena en sus aposentos. Nadie le había ofrecido otro lugar, y tampoco quería pedirlo. Además la falta de mantas, lo frio de la piedra, y el viento de la noche colándose por en medio de las flores de la cortina seguramente lo habrían congelado de no ser por el cuerpo caliente de la chica.

Al día siguiente despertó con la reina de las sirenas en sus brazos y mirando al techo de piedra esperó pacientemente a que ella despertara. Recordó sus últimos días, donde había sido perseguido, capturado y torturado. Cualquier cosa era mejor que eso, y se sentía muy cómodo viviendo con las sirenas.

Poco a poco Lena despertó y se incorporó.

-Buenos días, mi reina- Saludó Magnus. Ella se giró hacia él y sin miramientos estiró una mano con la que empezó a acariciarle los mechones de cabello negro como si él se tratara de una bonita y delicada pieza. Después alejó su mano, se puso de pie y salió de los aposentos.

Magnus había pasado todo el día haciéndoles trenzas en el cabello a las demás sirenas, haciendo aparecer mágicamente joyas para ellas a manera de regalos, y jugando en el bosque a esconderse. Empezaba a creer que era muy bueno siendo un hada, de todos modos ambas especies, brujos y hadas, eran similares en muchas cosas.

Lena había salido junto a un pequeño grupo de sirenas, y cuando Magnus preguntó Somaira le respondió que a su reina le gustaba ir comprobar por sí misma que no habían quedado sobrevivientes por ahí, ya que dejar un testigo podría significar una indeseada mudanza.

Siendo casi de noche Magnus decidió ir a la playa y esperar a que Lena saliera, cosa que no tardó mucho. Cuatro sirenas, entre ellas Lena, llegaron nadando, y a medida que se iban enderezando su cola de pez se convertía en dos piernas hasta el punto en el que quedaban de rodillas en la arena húmeda. Magnus caminó hacia ellas y le estiró una mano a Lena para ayudarla a ponerse de pie.

-¿Algo interesante?- Preguntó. Ella tomó su mano.

- Nada, no hay más sobrevivientes- Magnus asintió sin darle mucha importancia y juntos empezaron a caminar hacia los manantiales en medio de la selva.

-Hoy es tu fiesta- Le recordó ella- Quiero que lo disfrutes todo y no pienses en nada más- Llegaron a los manantiales y las demás sirenas, mientras Magnus estaba en la playa, habían decorado el lugar con luces dentro de flores de colores flotantes creando muchos destellos. También habían organizado muchas sillas y dos grandes y altos tronos de hojas. Magnus evaluó el lugar y sonrió.

-Es imposible pensar en algo más- Murmuró. Lena lo tomó de la mano y lo guió hacia uno de los tronos, ella sentándose en el otro, y la celebración comenzó.

La comida había sido una ensalada de bayas para Magnus porque al parecer las sirenas podían pasar un buen tiempo sin comer después de tomar un barco. Después de eso la música empezó a llegar de alguna parte y una sirena se paró a bailar alrededor de una fogata que había construido. También cantaron y usaron su débil magia para hacer volar flores por todas partes. Magnus se sentía tranquilo, era como si la voz de aquellas criaturas pudiera mecerlo y transportarlo a un mundo de paz.

En algunas ocasiones las sirenas lo habían sacado a bailar y él, con una mirada de permiso de la reina, había aceptado y se había movido en medio de los cuerpos de todas esas chicas mientras seguía el ritmo y giraba alrededor de la fogata.

Finalmente la fiesta terminó. Lena se puso de pie, caminó hacia Magnus quien reía hablando con las demás sirenas, y lo llevó a sus aposentos dejándoles claro a las demás que organizaran todo.

Una vez los dos estuvieron tras la privacidad de la cortina de flores él no alcanzó a decir una palabra antes de que ella pusiera sus manos en su cuello y lo besara con fiereza. Magnus le correspondió el beso y acomodó el cabello negro de ella tras sus orejas, buscando algo de ternura en aquel acto. Pero no lo había. Lena al parecer podía ser tierna, solo que en ese momento no parecía que quisiera serlo. Empujó a Magnus hacia la cama de hojas y una vez que él estuvo acostado ella se acercó gateando sin dejar de verlo fijamente con sus brillantes ojos verdes.

Una vez que llegó le quitó la capa y las cintas sobre su pecho dejando un pecho descubierto en el que empezó a pasar sus dedos mientras Magnus dejaba un camino de besos en su blanco cuello.

-Mi rey…- Salió de la boca de ella en un murmullo. Magnus besó de nuevo sus labios y sonrió.

-Tuyo- Confirmó. Lena se alejó un poco, con sus ojos verdes cargados de deseo, y subió encima de él.

-Mío-


Ya habían pasado tres meses desde que Magnus se había quedado en el reino de las sirenas. Dos de ellos siendo oficialmente el prometido de la reina Lena y futuro rey de las sirenas quienes parecían adorarlo incluso antes de saber que en un futuro sería su mandatario.

Durante ese tiempo las sirenas habían ido a atacar un barco mientras él se quedó solo en los manantiales. Antes no creía que fuera posible, pero creía que se había acostumbrado a ver a las sirenas comer carne humana, aunque él no lo hacía, o al menos aún no lo hacía.

Las fiestas eran habituales, y él las amaba. Lena había agregado al repertorio una parte solo para él, donde era libre de bailar o deslumbrarlos a todos con su magia, aunque daba igual lo que hiciera porque sentía que con solo su presencia ya deslumbraba a todas.

Somaira le había buscado mucha más ropa, toda al estilo de las hadas, y él había terminado despeinándose y usando un delineador negro alrededor de los ojos, el cual se convenció por Mérida de usar una vez y al final terminó encantado.

Ahora pertenecía ahí, era una especie de sireno sin cola en medio de sirenas, pronto se casaría con la reina y tendría un título y un poder, sentía que nada podría estar mejor.

Estaba en el aposento de Lena besándola cuando esta se alejó de repente haciendo que él soltara un sonido de molestia.

-Un barco- Soltó ella aun jadeando. Magnus rodó los ojos y levantó una mano para hacer círculos en la piel del hombro de ella.

-¿Es necesario que vayas? Hace poco tomaron uno- Ella lo miró.

-Eso fue hace semanas, Magnus- Él frunció el ceño.

- Cierto, pero el cuestionamiento es el mismo ¿Es necesario que vayas?- Lena se acercó y dejó un beso en sus labios.

-Volveré pronto- Tranquilizó y se puso de pie saliendo de ahí. Magnus la vio irse y se acomodó para dormir en lo que ella volvía.

Varias horas después sintió una mano abrazarlo por la espalda y dándole el calor necesario para dejar de tiritar. Sintió como ella se asomaba y acercaba su cabeza para besarlo haciendo que él girara la suya.

-No, nunca después de la toma de otro barco. Seguramente tienes la boca con sangre humana- A ella pareció importarle muy poco su negación porque aseguró el rostro de él con una mano y se acercó a besarlo de todos modos. Magnus probó la sangre en su boca y se abstuvo de dar una arcada.


-Algún día te acostumbrarás- Tranquilizó ella volviendo a acostarse.

-El día que eso suceda será más fácil para todos- Secundó el y se giró para abrazarla.

Al día siguiente ambos salieron tomados de la mano y Somaira los esperaba afuera.

-Mi señora- Llamó la chica- Mi señor- Saludó a Magnus- Solo tomamos un prisionero, está en los calabozos-

-¿Solo uno?- Preguntó Lena sorprendida.

- Queríamos matarlos a todos, de hecho- Confesó la chica- Pero vimos a este y, bueno…-

-¿Bueno que?- Preguntó Magnus divertido.

-Mérida y Nohmalí lo quieren- Contestó ella- Ambas. Por eso lo dejamos con vida, fue el único tripulante que les llamó la atención. Esperábamos que las ayudara a decidir-

- Dos sirenas quieren a un chico…- Meditó Magnus- Definitivamente debe ser alguien que vale la pena mirar- Él y Somaira miraron expectantes a Lena quien tenía la última palabra. Ella suspiró.

-Está bien, vamos- Magnus sonrió emocionado y le ofreció su brazo.


Magnus podía escuchar el ruido de las hojas romperse bajo sus pies descalzos, y la capa en su espalda moviéndose con cada paso que daba. Lena colgaba de su brazo y tenía el ceño fruncido. Era claro que ella hubiera preferido no ir, Magnus sabía que al día siguiente de la toma de un barco se buscaban los sobrevivientes, pero él tenía curiosidad de conocer al chico.

Junto a él iba Somaira, y un poco más atrás Mérida y Nohmalí discutían en suaves susurros que le hacían sonreír.

Finalmente llegaron a los calabozos y Lena se detuvo.

-Tráiganlo- Ordenó. Magnus esperó al lado de ella mientras las tres chicas sirenas entraban a los calabozos y poco después salían arrastrando el cuerpo de un chico que depositaron en el suelo frente a Magnus y Lena, quien lo observó como si se tratara de una mosca. - ¿Esto?- Cuestionó.

-No todos tenemos la suerte de dar con un brujo-Respondió Mérida en un murmullo que Lena no escuchó pero que Magnus sí y que le hizo entrecerrar los ojos hacia ella.

-¿Quién lo vio primero?- Magnus observó al chico, quien estaba boca abajo con el cabello negro rodeándole el rostro. Su ropa tuvo que haber sido blanca pero ahora era un desastre gris y marrón, y respiraba entrecortadamente. Estaba despierto, estaba oyendo, pero parecía que no se atrevía a mirar.

-¡Yo!- Contestaron ambas sirenas al tiempo. Nohmalí miró de reojo a Mérida y dio un paso al frente.

-Ella siempre termina matando a los prisioneros demasiado rápido- Acusó- Y yo hace mucho no me quedo con ninguno-

-Porque los devoras al instante- Replicó Mérida. Lena miró a ambas sirenas y después suspiró.

-Levántate- Le ordenó al chico- ¡Que te levantes!- Pero no se movió. Somaira se acercó por detrás y lo tomó de la camisa para levantarlo revelando un rostro pálido y ojos verdes que miraron a Lena. Algunas manchas de carbón le oscurecían el rostro en la frente y las mejillas, y en su clavícula había una herida abierta que goteaba al suelo -Escoge una- Señaló a las dos sirenas. Él paseó la mirada por todos hasta dar con Magnus, y al verlo abrió los ojos sorprendido.

-Tu- Intentó caminar hacia él pero Somaira se lo impidió- Tú no eres como ellas, no eres una sirena- Había una súplica en su voz. Magnus dejó caer el glamour de sus ojos haciendo al chico congelarse.

-No lo soy- Concordó- Soy un brujo- Volvió a levantar el glamour. El prisionero lo miraba fijamente, parecía estar en un punto medio entre sorpresa y aturdimiento. Magnus no veía miedo en esa mirada.

-Hey- Dijo Lena tratando de llamar su atención -Escoge una- Repitió. El chico miró hacia las sirenas.

-¿Para qué?-

- Creo que mejor deberías descubrirlo- Le respondió Magnus divertido. El prisionero volvió a verlo y lo evaluó de arriba a abajo.

-Te escojo a ti- La sonrisa de Magnus se borró de su rostro mientras sentía a Lena tensarse en su brazo.

-A él no- Dijo ella firmemente- Es mi prometido- El chico frunció el ceño.

-Pero es un brujo-

-¿Y eso que quiere decir?- Preguntó Magnus molesto. ¿Acaso ese chico pensaba que no era digno de casarse con la reina de las sirenas?

- Qué tienes sangre humana -Respondió tranquilamente - Ninguna de ellas la tiene, y se alimentan de eso-

-¡No me comeré a mi prometido!-Dijo Lena y parecía furiosa- Somaira, arroja a este infeliz a un calabozo, no es digno de ser escogido por ninguna de nosotras- Somaira tomó al chico del cabello negro y lo arrastró alejándolo de ahí para volver a encerrarlo. Casi al instante Mérida y Nohmalí protestaron.

- ¡Mi señora!- Exclamó la pelirroja dando un paso al frente- Yo lo quiero-

-Yo también- Contestó la otra. Magnus las miró en silencio y luego a la reina, esperando lo que ella tenía ella para decir.

- No vale la pena que ustedes discutan por ese pedazo de carne- Contestó firmemente- Olvídenlo, lo guardaremos como reserva- Las dos sirenas bajaron la cabeza asintiendo, ambas resignadas. Lena sonrió orgullosa-Así me gusta hermanas, ahora iré a revisar el barco de anoche. Somaira, ven conmigo- El hada rubia regresó de dejar al prisionero en los calabozos y miró a su reina.

-Sí, mi señora- Respondió humilde. Magnus se giró hacia Lena.

-¿Es totalmente necesario que vayas? - Le Preguntó. Ella lo tomó del cabello y lo acercó para besarle fervientemente a pesar de estar frente a otras tres sirenas. Después se separó y lo miró fijamente.

-Sabes que sí- Dicho esto se giró y empezó a dirigirse a la costa. Antes de perderse en medio de la selva pareció recordar algo y se giró - Por cierto, puedes divertirte en el resto del día. Probablemente tardaré mucho así que no me esperes despierto- Y dicho eso volvió a girarse y se internó en la selva.

-Magnus…- Llamó Mérida usando una melosa voz y acercándose al brujo- Ya escuchaste ¿Quieres ir a jugar con nosotras en la selva?- Él le sonrió.

-¿Que estamos esperando?- Mérida le tomó un brazo, Nohmalí el otro, y los tres empezaron a correr hacia los manantiales. Cuando llegaron las demás sirenas levantaron la mirada, seguramente esperando ver a su reina.

-¡Hey, chicas!- Llamó Mérida- La reina se fue a revisar el barco de anoche ¿Alguna quiere ir a jugar?- Las sirenas se pusieron de pie sonriendo emocionadas.

- De acuerdo- dijo Magnus mirándolas- Vayan y corran a esconderse. Yo las buscaré- Ellas asintieron y se apresuraron al borde de la selva con los manantiales, esperando la señal. Magnus vio a cada una de ellas, llevaba el tiempo suficiente como para haber memorizado la mayoría de los nombres, pero igual sabía que tardaría buscando a todo un reino- ¿Listas? ¡Ahora!- Ellas rieron y se internaron en la selva. Magnus esperó un momento antes de empezar a caminar tranquilamente en medio de árboles y ramas.

- Linley, baja de ahí - Dijo y seguido una sirena bajo del árbol en el que había escalado. Magnus chasqueo los dedos y en la cabeza de la chica apareció una corona de flores azules, ese era el modo en el que las sirenas que aún estaban escondidas podían saber que ahora Linley también las buscaba.

Ambos, con una mirada cómplice, se separaron por caminos diferentes y continuaron la búsqueda

Magnus escuchó una suave risita y se agachó a ver en el interior de un tronco hueco, donde una sirena se escondía.

-Milabrá- Saludó sonriente- ¿Qué tal todo?- La sirena chasqueo la lengua y salió, donde la magia provocó que tuviera una corona en la cabeza.

-Apuesto a que Mérida te dijo dónde estaba- Acusó ella.

-No la he encontrado - Dijo él sonriendo- Es muy buena escondiéndose. Ve para allá, y si la encuentras no vayas a descubrirla porque eso quiero hacerlo yo- -Milabrá sonrió.

-Sí, Magnus- Y se giró a buscar a su hermana. Magnus continuó caminando.

Unas horas después habían encontrado a casi todos las sirenas, solo faltaba Mérida, pero él no se daría por vencido. Continuó caminando alejado del grupo que ahora buscaba con él, y estaba tan distraído que no notó cuando llegó a los calabozos. Miró alrededor extrañado y frunció el ceño, Mérida nunca se escondería en ese lugar. Iba a volver a internarse cuando, por curiosidad, buscó con la mirada al prisionero. El chico estaba sentado sobre un charco de sangre en el suelo de su celda con la cabeza sobre sus rodillas y aparentemente temblando. Su camisa ahora estaba manchada de mucho rojo, al parecer la herida en su clavícula estaba desangrándolo. Magnus lo miró curioso y pensó en acercársele, pero después de pensarlo mejor decidió que había una razón por la que no se acercaba a los prisioneros y era que prefería no conocerlos mucho, ya que después de todo terminarían muertos en menos de un mes. Por lo que veía a ese chico no le quedaba más de una semana.

Se giró y volvió a internarse en la selva, y casi al instante escuchó ruido sobre una palmera.

-Mérida, te vas a lastimar, baja de ahí- Dijo con una sonrisa autosuficiente. La sirena pelirroja cayó frente a él con gracia y después se incorporó.

-Creo que he ganado ¿No?- Preguntó.

- Lo lamento, pero he ganado yo- Ella hizo un puchero- Querida, te encontré después de todo- Ella se acercó y enrolló entre sus dedos uno de los mechones negros de él.

- De acuerdo, ganaste tu- Concedió- ¿Cual quieres que sea tu premio?- Él le sonrió, no tenía que pensarlo mucho.

-Una fiesta- Mérida bajó su mano, con una sonrisa tomó la de él y empezaron a correr de vuelta al manantial. La sirena, mientras corría, empezó a cantar una suave y hermosa melodía que hizo que se encontrarán con las demás sirenas en el camino y regresaron todos juntos.

-¡Organicemos una fiesta!- Gritó la pelirroja, y seguido las demás sirenas aplaudieron sonrientes y emocionadas.


Magnus estaba acostado sobre la cama de hojas cuando escuchó a Lena acostarse a su lado.

-¿Valió la pena abandonarme?- Preguntó en la oscuridad.

- Nunca nada será mejor que quedarme contigo- Le respondió ella suavemente y empezó a recorrer con sus dedos los brazos desnudos de él- Pero esta vez sí que tuve que haber ido. Quedaba un hombre- Magnus se giró interesado, en todo el tiempo que llevaba ahí era la primera vez que Lena informaba eso.

-¿Qué hiciste con él?-

- Fue para Somaira- Contestó sonriendo a lo que el brujo asintió, seguramente a las sirenas les había dado tanta rabia encontrarlo que ni siquiera pensaron en tomarlo como prisionero- No sé qué hizo ese hombre antes de que lo encontráramos en una balsa improvisada, pero espero que nada que nos cause problemas- Magnus puso una mano en la nuca de ella y la acercó para darle un beso en la frente.

-Descansa- Dijo en un susurro y observó como ella cerraba los ojos y momentos después se quedaba profundamente dormida, aunque de todos modos decidió esperar un poco más antes de levantarse, ponerse su capa y salir de los aposentos.

El tiempo que había pasado con las sirenas le había enseñado a caminar con la gracia del viento, por lo que pareció flotar sobre sus propios pies mientras atravesaba los manantiales donde las demás sirenas dormían plácidamente. Una vez que llegó a la selva volvió a caminar normalmente y continuó hasta llegar a los calabozos.

Todo estaba en absoluto silencio, y el lugar estaría a oscuras de no ser por la luz de la luna que se filtraba entre los barrotes e iluminaba los huesos y harapos dentro de cada celda. Magnus caminó decidido pasando varias de ellas vacías, y se detuvo en la del prisionero. El chico seguía en la misma posición en la que él lo había visto en la tarde, y su cuerpo aún temblaba. Magnus dudaba que fuera por el frío.

Extendió sus manos frente a él haciendo que estas se iluminaran, y al tocar los barrotes de la celda los hizo difuminar como si fueran solo sombras. Él caminó hasta el chico y se arrodillo junto a él estando tan cerca podía sentir el calor abrasador que irradiaba su cuerpo. Estaba enfermo, y muy seguramente era por culpa de la herida en su clavícula.

-Oye, chico bonito- Susurró para despertarlo, no queriendo tocarlo- Despierta- El prisionero se movió perezosamente y levantó el rostro de sus rodillas. Estaba completamente ruborizado por culpa de la fiebre, y lucía adormilado y débil.

-¿Qué?- Murmuró tratando de enfocar la vista. Finalmente vio a Magnus y despertó del todo- ¿Vas a matarme?- Preguntó en otro susurro, pero no lo hizo con miedo, sino como si estuviera resignado a ello. Magnus se sintió ofendido.

-Claro que no- Respondió indignado- Si eso quisiera hacer entonces ni siquiera te hubiera despertado- El chico lo miró dándole la razón y después guió sus ojos verdes a los barrotes que aún estaban difuminados- Ni siquiera lo pienses- Advirtió Magnus. El chico lo miró con el ceño fruncido.

-Solo pensaba en lo genial que debe ser tener magia- Magnus levantó una ceja hacia él, pero al ver que parecía que no mentía decidió ignorarlo.

- Ahora vas a quedarte quieto- Advirtió y sin esperar más levantó una mano y chasqueó sus dedos frente a la clavícula del chico. Chispas azules salieron de sus dedos y se dirigieron a la herida, pero estaba tan infectada que no era suficiente. Magnus puso su palma sobre la clavícula pese a lo caliente que estaba y cerró los ojos dejando que su magia fluyera. Podía escuchar al prisionero respirar entrecortadamente por culpa del dolor, pero era necesario o moriría en muy poco tiempo.

Finalmente terminó de curar la herida y sin decir más se levantó y salió de la celda.

-¡Espera!- Susurró el chico poniéndose de pie y agarrando los barrotes. Obviamente ya había recuperado sus fuerzas. Magnus no se giró, solo continuó su camino hacia la selva, a través de los manantiales y finalmente volvió a acostarse al lado de Lena.


Al día siguiente al parecer Lena no tenía nada importante que hacer por lo que se quedó acostada con Magnus hasta medio día. Incluso había ordenado que le trajeran el desayuno a él.

Magnus la tenía entre sus brazos mientras ella, con sus dedos, recorría lentamente el rostro de él, pasando de delinear las cejas a dar suaves masajes en los pómulos y bajar por sus mejillas hasta llegar a sus labios donde empezó a dibujarlos.

-Eres una obra de arte- Dijo entonces. Magnus sonrió ante aquello pero no contestó ya que no quería romper el momento. La mirada de Lena de pronto se volvió oscura- No puedo creer que te hayan lastimado y hayan querido matarte- En ese momento la cortina de flores se corrió y la cabeza rubia de Somaira se asomó.

-Lamento interrumpir- Dijo ella.

- No interrumpes- Contestó Lena sin detener su masaje. Magnus cerró los ojos y disfrutó la sensación- ¿Que pasa Somaira?-

-Yahiia y Kloan estuvieron nadando y se alejaron de la isla- Explicó la sirena- Hace poco volvieron para informar que dos barcos se aproximan- Magnus abrió los ojos y miró a la rubia. Era extraño que dos barcos se acercaran, por lo general las personas evitaban tomar esos rumbos.

- Dudo que vengan para aquí- Dijo Lena restándole importancia y Magnus estuvo de acuerdo. Somaira miró a Magnus nerviosa y después a su reina.

-Es que… hay algo más. Se trata del prisionero-

-¿Qué pasa con él?- Preguntó Magnus inmediatamente. Somaira lo miró.

- Quiere hablar contigo- Magnus abrió la boca sorprendido.

-¿Y eso que?- Lena sonaba molesta- ¿Vamos a cumplir sus órdenes? No me importan cuántas ganas tenga de hablar con Magnus. Ahora sal de mis aposentos-

-Pero, mi señora- La chica parecía pedir ser escuchada. Magnus supo que había más.

-Me cansé de ese chico. Pártelo en dos y dale una mitad a Mérida y la otra a Nohmalí-

-Mi reina…- Intervino Magnus. Lena lo miró y suspiró.

- Continúa, Somaira-

- El prisionero asegura que esos barcos vienen para aquí- Continuó la chica- Pero no nos quiere decir porque. Tratamos de persuadirlo pero tememos matarlo si continuamos, y necesitamos esa información. Él insiste en que solo hablará con el prometido de la reina- ¿Que acaso a ese chico no le importaba su vida? Magnus pensó que de haber sabido que tenía tendencias suicidas hubiera considerado una pérdida de tiempo el curarlo.

- Ya veremos- Dijo la reina y se puso de pie. Magnus alcanzó su capa y se la puso para salir tras Lena de los aposentos, pero antes de bajar del árbol vio al gran grupo de sirenas que había en los manantiales, todas alrededor de algo.

Somaira, Lena y Magnus bajaron del árbol, este último le ofreció su brazo a la reina, y los tres caminaron acercándose al grupo. Las sirenas, al notar la presencia de su reina, dejaron de hablar entre ellas y empezaron a hacer espacio para que ellos se pudieran acercar. Cuando llegaron a lo que las sirenas rodeaban Magnus cerró los ojos como si hubiera recibido un golpe. El prisionero estaba en el suelo totalmente ensangrentado y con el rostro inflamado de los muchos golpes que parecía haber recibido. Las mangas de su camisa estaban rasgadas, y una buena parte de sus brazos había sido arrancada por mordiscos.

-¿Y dices que aun así no dijo nada?- Lena levantó sus cejas sorprendida. El chico se movió en el suelo con una mueca de dolor y levantó el rostro para mirar fijamente a Magnus, quien le sostuvo la mirada encontrándose con que esos ojos verdes ni siquiera parecían culparlo de aquello.

- Todo lo que dice es que hablará con nuestro señor- Contestó Somaira.

-No queremos matarlo- Agregó otra sirena, Magnus estaba seguro que su nombre le recordaba a una Nuez- No aún, al menos. Dice que está seguro que los barcos vienen para aquí- Magnus dejó de ver al prisionero y dirigió sus ojos hacia Lena, quien parecía querer matar al chico.

-Tienen razón, necesitamos la información- Ella miró hacia las sirenas- Lleven al prisionero de vuelta a su celda, Magnus irá a verlo-


Estaban en la selva, específicamente a unos pocos metros de los calabozos. Magnus tomaba la cintura de Lena mientras ella, aprisionándolo contra una palmera, no dejaba de devorar su boca. El traslado del prisionero de vuelta a su celda se había demorado mucho ya que las sirenas temían destrozarlo más si lo arrastraban por la arena. Finalmente habían decidido, por relevos, cargar entre tres el cuerpo. Magnus quería ofrecerse a hacerlo con magia, pero Lena pareció intuir sus intenciones y lo jaló hacia la selva donde terminaron en ese punto.

- Mi señor- Llamó Somaira, pero Lena no detuvo sus movimientos- El prisionero ya está en su celda- Magnus espero a que la reina se detuviera por sí misma, y cuando lo hizo ella se separó y le sonrió.

-No te tardes mucho- Dijo antes de girarse y emprender su camino de vuelta a los manantiales con Somaira a su lado. Magnus se arregló la capa y caminó decidido hacia los calabozos.

Cuando llegó se encontró al cuerpo en mitad de la celda, lucía tan flácido como una muñeca de trapo y al parecer estaba desmayado. Atravesó los barrotes y empezó su tarea de curarlo buscando crearle el menor dolor posible. En un punto el chico abrió los ojos y se agarró de los brazos de Magnus, quien se lo permitió justificándose en el dolor que debería estar pasando al sentir sus heridas cerrarse.

Unos minutos después abrió muy lentamente sus ojos mirando alrededor y después a Magnus.

-Gracias- Murmuró.

- Esta vez haz que mis servicios valgan la pena- Replicó Magnus y se sentó en el suelo con la espalda pegada a los barrotes- Trata de durar ileso al menos un día- El chico sonrió y bajó la cabeza. Magnus creía que era hermoso, pero no podía verlo perfectamente bien por culpa de la suciedad que lo cubría- ¿Tu barco estalló en llamas o algo así?- Preguntó. El chico lo miró sorprendido.

-Si- Eso explicaba las manchas negras en su rostro. Magnus chasqueó los dedos y apareció una cubeta con agua dulce en el otro extremo de la celda.

-Límpiate con eso- El chico miró hacia la cubeta y sus ojos verdes parecieron brillar.

-Prefiero beberla- Magnus hizo una mueca.

-Te lo prohíbo. Límpiate con eso, después conseguiré que te traigan agua potable- El prisionero se puso de pie y caminó un poco inestable hacia el agua- Entonces ¿A quién se supone que debo ver cuando estés limpio?- El chico lo miró, aunque dijo que solo hablaría con él igual parecía dudar- Yo soy Magnus- Agregó esperando que así él soltara su nombre.

-Alec- Metió las manos dentro de la cubeta y se mojó el rostro.

-¿Por qué aseguras que esos barcos vienen hacia acá?- Alec terminó de mojarse el rostro y el cabello, y continuó con sus brazos.

-Me están buscando- Magnus recordó al hombre que Lena había encontrado, pero no entendía porque ese hombre hubiera gastado los últimos segundos de su vida para informar sobre Alec.

-Te están buscando- Repitió Magnus- No es normal que se emprenda una búsqueda por un sobreviviente, y mucho menos que envíen dos barcos ¿Hay algo sobre ti que deba saber?- Alec sacudió su cabello mojado enviando gotas por todos lados y provocando que algunos mechones cayeran sobre su frente.

- Soy el hijo de un duque- Contestó como si no fuera la gran cosa. El silencio que se dio a continuación causó que el chico volteara a ver al brujo y luego se removió incómodo- No me mires así- Magnus parpadeó tratando de disimular su impresión. Siempre había creído que el alimento de las sirenas consistía en pescadores, piratas, comerciantes, y demás gente común. Pero este chico hacía parte de la nobleza, y ni todo el dinero que su familia tenía había podido evitar que estuviera moribundo tirado en una celda a la espera de ser devorado. Ahora lo entendía, Alec tenía la suficiente importancia como para que dos barcos estuvieran tras él.

Magnus se puso de pie y estuvo a punto de salir de la celda pero Alec pareció intuir sus movimientos y se plantó frente a los barrotes, armado con el balde de agua sucia. Magnus lo miró divertido.

-Suponiendo que encuentres el valor para arrojarme esa agua, podría limpiarme con un chasquido- Alec no cambió su expresión.

-Sácame de aquí- Pidió. Magnus rodó los ojos.

- Así que pediste verme porque de alguna manera te parecí el más fácil de controlar ¿Es eso?-

- Solo sé que tú no vas a devorarme- Magnus entrecerró sus ojos hacia él.

-¿Estás seguro?-

- No sé qué tanto te hayan hecho ellas- Continuó Alec- Ni todo lo que has vivido. Pero sé que cuando ellas me vieron sangrar solo parecían contenerse de lanzarse encima de mí, en cambio tu no. Pude ver la repulsión en tu rostro, e incluso viniste a curarme-

-Ah, eso- Magnus lo miró aburrido- No confundas las cosas, te curé solo porque no quería que murieras tan pronto- Alec frunció el ceño- Y ahora vine solo porque no quería que ellas te mataran a mordiscos, pero ya obtuve la información que necesitaba así que me retiro- Alec se congeló en su lugar, y Magnus aprovechó para pasarlo.

-¿Qué pasará conmigo?- Preguntó a media voz. Magnus llegó a fuera de la celda y se giró para verlo.

- Terminaran devorándote en un par de semanas- Soltó sin piedad. Alec hizo una mueca.

- Tú no lo permitirías- Dijo. Magnus entrecerró sus ojos hacia él, estaba empezando a cansarse de que el prisionero creyera que estaba de su lado- No soportaras verme morir después de saber mi nombre y mi historia-

-¿Que te hace creer eso?-

- Porque tienes corazón- El brujo se hubiera esperado cualquier respuesta, menos esa. Alec lo miraba a través de los barrotes con sus ojos verdes reflejando la luz del sol, creyendo en cada palabra que decía- Ninguna de ellas lo tiene, pero tú sí, y estoy seguro que no permitirías que me mataran- Magnus creyó que ya había escuchado suficiente así que se giró y se internó en la selva para volver a los manantiales.

Cuando volvió el primer vistazo que tuvo fue el de Lena con otras sirenas jugando a lanzarse agua sentadas en la orilla de uno de los manantiales. Apenas él se hizo visible ella se puso de pie y corrió a alcanzarlo.

-¿Que te dijo?- Preguntó ansiosa.

- Los dos barcos vienen hacia aquí porque el hombre que capturaste al día siguiente mandó un mensaje- Magnus miró hacia las demás sirenas quienes también le estaban prestando atención- Al parecer era un barco de cargamento de licor muy importante- Agregó mintiendo. Supuso que a la reina no le agradaría mucho saber que venían buscando al prisionero. Lena frunció el ceño.

- Lo mejor será que no salgamos por un tiempo- Se giró hacia una sirena y la señaló- Mata al prisionero- Magnus, apenas oyó esto, maldijo mentalmente a Alec.

-No lo mates- Dijo. Había creído que Alec estaba loco al atreverse a asegurar algo así, pero muy a su pesar Magnus debía reconocer que el chico tenía razón. Ya lo había conocido, lo había curado dos veces, y le era imposible imaginarse que terminaría muerto-Acabo de curarlo, por favor no me hagas sentir como que mis últimos minutos fueron un desperdicio- Lena sonrió.

- Está bien- Aceptó conmovida- Debiste preguntarme antes de curarlo, pero igual podemos esperar un poco más- Ella pasó un dedo en vertical por el cuello de él- Magnus, debemos hablar-

-¿De qué?-

-De nuestra boda-

-Ah- Magnus le ofreció su brazo y ambos empezaron a dar una caminata por los manantiales. Las demás sirenas los miraban curiosas.

- He estado pensando en cómo podría ser- Comentó Lena- Sé que no puedes nadar en el océano, así que pediré que nos construyan un nuevo palacio aquí- Magnus se detuvo.

-¿Tienen un palacio bajo el agua?- Preguntó sorprendido- ¿Entonces porque duermen aquí arriba?-

- Porque tú estás aquí- Respondió la reina e hizo que los dos continuaran caminando- Como sea, tampoco es como si allí fuera muy cómodo. Hace mucho empezamos a construirlo con huesos y no tenemos algún tipo de decoración. Aquí al menos tenemos todas estas flores- Magnus estuvo de acuerdo y fortificó ese punto chasqueando los dedos y entregando una flor azul. Ella la recibió encantada.

-¿Algo más?- Preguntó.

- Nos coserán ropas nuevas para ese día, celebraremos por una semana sin parar y al fin me escucharás cantar. Solo que aún no sé qué día podría ser- Magnus siempre había querido escuchar cantar a Lena, pero al parecer era un acto tan importante que ella siempre se había negado. El hecho de que decidiera hacerlo en la boda le daba a entender a él cuán importante era para ella.

- El día que tú quieras- Contestó y ella sonrió satisfecha.


Esa noche Mérida le llevó su comida pero él la escondió en la selva haciéndole creer que había comido y, cuando todos estaban durmiendo, fue a la celda de Alec. Al llegar se encontró al chico caminando de un lado al otro. Sus ojos verdes lo vieron llegar y se detuvo.

-Magnus- Exhaló y parecía aliviado.

-¿Me perdí de algo?-

- Creí que te habías enojado por lo que dije en la tarde- Magnus atravesó los barrotes y se sentó en el suelo para mirarlo fijamente. ¿Qué le importaba a Alec si se había enojado? Supuso que el chico aún intentaba que él lo sacara de ahí. Al ver que no obtuvo respuesta alguna Alec bajó la cabeza- Perdóname- Añadió tomando a Magnus desprevenido. Nunca nadie le había dicho que su magia era genial, que tenía corazón, y definitivamente nadie se había disculpado con él antes. No pudo evitar sonreír.

- Te di mi palabra- Dijo y chasqueó los dedos, haciendo aparecer frente a Alec su cena que consistía en una ensalada de bayas y un vaso de agua. Alec miró la comida fascinado.

- ¿Puedes hacer aparecer cualquier cosa?-

- No te emociones tanto, como todo en la vida también hay límites- Alec lo miró curioso- Debo saber la ubicación de lo que vaya a hacer aparecer- Los ojos verdes miraron hacia la comida.

-¿Cómo sabías dónde estaba esto?-

- Es mi comida, la escondí así que obviamente conocía el lugar- Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios del chico.

-¿Tú la escondiste para mí?- Magnus lo miró fijamente. Sí, eso era lo que había hecho y Alec lo sabía, pero decirlo en voz alta le parecía demasiado.

-Mejor come- Apresuró- Debo desaparecer esas vasijas y volver antes de que alguien note que no estoy- Alec primero que nada bebió el agua, y después empezó a saborear cada fruto como si fuera el primer alimento que consumía en toda su vida. Ahora que su rostro estaba despejado de toda suciedad, los rayos de luna lo hacían ver aún más pálido. Luciría como una perfecta estatua de porcelana de no ser por los aros rojos que había sobre sus pómulos, seguramente productos del sol. Magnus se estiró y pasó su mágico dedo índice por cada frio pómulo, haciendo que Alec dejara de masticar y lo mirara. Ahora lucía perfecto, una piel uniformemente clara, cabello negro azabache y ojos verdes que ahora brillaban en plata. Magnus comprendió porque ese chico había sido digno de que dos sirenas se pelearan por él, y no solo era el hecho de ser hijo de un duque. Era él mismo, tan brillante y tan hermoso con la vida brillando en sus ojos. No merecía morir.

- ¿Qué?- Preguntó Alec removiéndose incómodo por la atención. Magnus le sonrió.

-Estaba pensando en lo que debe sentirse ser el hijo de un duque ¿Cada cuánto cumplen tus caprichos?- Alec rió.

- Es más aburrido de lo que parece-

- Siempre será mejor que ser enviado a la hoguera- Repuso. Alec dejó caer lo que tenía en la mano sobre la vasija.

- Sé que no sirve de nada- Empezó reflejando sinceridad en cada palabra- Pero lo lamento- Magnus se encogió de hombros, prefiriendo no darle importancia a cosas del pasado- Y, para ser un brujo… siempre nos dijeron que un humano hacía pactos con el infierno y se volvía brujo, pero tú no pareces….- Magnus lo miró. Sabía lo que quería preguntar pero creyó que Alec se veía tan tierno titubeando que prefirió dejarlo terminar por sí solo- No quiero decir que no parezcas un humano, claro que pareces uno, me refiero a no uno de los que harían pactos sino uno normal, pero entonces ¿Cómo fue?- Magnus soltó una carcajada.

- Esos son cuentos que ustedes prefieren creer. Soy un brujo porque mi madre fue humana y mi padre es un demonio. No fue por elección que terminé con esta vida-

-¿Siempre es así?-

-Para ser un brujo, sí. Un humano que hace pactos de magia negra es solo eso: un humano haciendo lo que no debe-

-Wow- Alec parecía impresionado- Creo que con esto podría terminar con la caza de brujas en todo el mundo ¿Cómo es que ninguno de nosotros lo sabía?- Magnus volvió a reír, terminar con la caza de brujas era imposible. Se había extendido tanto que resultaba inútil luchar contra ella, e incluso puede que multiplicaran sus esfuerzos si descubrían que efectivamente los brujos tenían sangre demoníaca. Pero el solo hecho de que Alec lo hubiera pensado ya había significado mucho para el brujo. Lo miró y se encontró con que Alec tenía los ojos fijos en él quién sabe desde cuándo.

-¿Qué?- Preguntó.

- Estaba pensando en lo que debe sentirse ser el hijo de un demonio ¿Cada cuánto cumplen tus caprichos? Ah olvídalo, es obvio que tú mismo puedes hacerlo-

-Hay límites- Le recordó riendo.

-¡Puedes aparecer algo si sabes dónde está!- Señaló Alec- En este momento tengo en mi cabeza la cocina de mi mansión llena de comida, en situaciones así eso resultaría muy útil-

-Vámonos mejor por lo práctico- Aconsejó Magnus y le señaló la vasija con frutos que Alec no había terminado. El chico la levantó y continuó su comida.

-¿Y puedes desaparecer?- Preguntó con la boca llena- ¿Chasquear tus dedos y aparecer en otra parte?-

- No, pero puedo hacer un portal y llegar a donde quiera- Alec de pronto dejó de masticar y lo miró fijamente.

-¿Qué haces aún aquí?-

- Estoy prometido a la reina de las sirenas. Ellas me han acogido y de nuevo tengo una vida. Además no tengo otro lugar a donde ir- Alec parpadeó. Pasó lo que tenía en la boca y se puso de pie de un salto.

-Vámonos- Propuso- Vente conmigo- Era fuerte y tenía esperanzas. Las sirenas casi lo mataron a mordiscos, y Alec aún luchaba por su libertad. Pero a veces la libertad se confundía con locura, porque eso era lo que pensó Magnus cuando lo vio de pie y sonriendo: Estaba loco.

- Alec, toda Europa me busca- Le recordó.

- No los dejaré acercarse- Prometió. Después dio un paso y se arrodillo frente a Magnus, haciendo que ambos quedaran a la misma altura- Magnus, ven conmigo. Tu no perteneces aquí, no eres una sirena- Él lo miró duramente.

-Tampoco soy un humano- Se puso de pie y empezó a dirigirse a la salida de la celda- Si creías que de este modo me ibas a convencer para liberarte, entonces estas equivocado, no soy estúpido-

-Magnus…- Llamó Alec y se puso de pie para alcanzarlo, pero Magnus ya había salido dejando los barrotes en medio de ellos dos.

-¿Que seguía?- Preguntó el brujo con desgana- ¿Llevarme tu mismo a la hoguera? ¿Colgar mi cabeza en la entrada de tu mansión en señal de advertencia?- Alec llegó hasta él y agarró los barrotes.

-¡No! no permitiría que alguien te hiciera algo así-

- Los hijos de los duques no van por ahí protegiendo a los brujos- Dijo y se dispuso a volver a los manantiales. Pero justo antes de internarse en la selva el chico gritó.

- ¡¿Es un pecado querer ser libre?!- Magnus lo miró aterrado. Si seguía gritando podría despertar a las sirenas.

- Alec, calla…-

- ¡Quiero mi libertad, pero no te engañaría para obtenerla! ¡Yo no soy como ellas!- Magnus volvió con las manos frente a él.

-Está bien, te creo, pero por favor baja la voz- Alec lo miró respirando con fuerza.

- No es verdad, no me crees-

- Alec- Urgió lanzando miradas hacia la selva- Si no hablas más suave nos van a oír-

-¡¿Y qué?!- Cuestionó- De todas formas voy a morir ¿No es verdad? Pues bien, antes de eso quiero dejarte claro que no todo el mundo es como las personas con las que te has encontrado- Magnus volvió a mirar hacia la selva, casi podía imaginarse a las sirenas salir de ahí en cualquier momento- Mírate- Alec se rió secamente- Estás asustado de tu propia prometida- El brujo lo miró inmediatamente.

- Deja de insinuar que Lena podría comerme- Advirtió- Y si estoy asustado es por ti. Ya no ven utilidad en mantenerte vivo y podrían venir a matarte en cualquier momento-

- ¿Y eso te importa en lo más mínimo?- Magnus levantó la barbilla.

-Tú lo dijiste, tengo corazón-

- ¡Entonces aléjate de las personas que no lo tienen!-Desesperado por los gritos de Alec, chasqueó sus dedos frente a éste haciendo que cayera inconsciente al suelo en un golpe sordo.

Miró a los lados, pero no parecía que los gritos o el ruido hubieran hecho algún cambio en la selva, por lo que decidió volver a los manantiales.


Pasaron varias semanas. Magnus dejó de cenar, guardando ese plato para dárselo a Alec en las noches o en la madrugada, todo dependía de qué tan rápido se durmiera Lena o que tan pasional se encontraba.

No había pasado una noche en la que no fuera, e incluso un solitario barco pesquero había pasado muy cerca de la isla y las sirenas se habían ido a atacarlo, dándole la oportunidad a Magnus de pasar toda la noche en la celda de Alec hablando con él. Los siguientes prisioneros habían sido encerrados en celdas contiguas, y por lo que Alec le dijo a Magnus prefería no hablar con ellos porque parecía que estaban dementes por culpa del agua salada y el sol. Durante esos días Magnus había dormido a los demás prisioneros antes de llegar a la celda de Alec para evitar que lo vieran, pero esos días habían terminado rápido y aquellos hombres ya habían muerto, quedando siempre un fuerte y saludable Alec después de cada pérdida. Magnus esperaba que nadie sospechara nada.

Alec no había vuelto a sugerir huir con él, y Magnus prefirió las cosas así: Solo hablando y riendo.

Ahora Magnus estaba nadando en uno de los manantiales con Mérida, Nohmalí y Kloan jugando a mojarse entre ellos. Lena, Somaira y tres sirenas más se habían ido esa mañana a nadar en las cercanías y vigilar que no vinieran más tropas buscando lo perdido en el "Viaje mercantil" que Magnus había inventado.

En ese momento podía sentir las colas de pez de las sirenas enrollar sus piernas y luego soltarlas haciendo ondas mientras que ellas chapoteaban con sus manos en la superficie. Aunque realmente todas parecían tener la unánime intención de mojarlo a él.

-¡Tiempo fuera!- Exclamó cerrando los ojos y haciendo que ellas se detuvieran riendo- ¿Desde cuándo esto se volvió "Todas contra Magnus"?-

-Desde que eres el único que hace expresiones graciosas cuando lo salpican- Respondió Mérida estirando una mano para acomodar un mechón mojado que a Magnus se le había caído sobre el rostro.

-¿Ah, sí?- Cuestionó él sonriendo y chasqueó los dedos haciendo que sobre ellos llovieran pétalos azules. Las sirenas los vieron caer y sonrieron encantadas- Les gusta ¿Verdad? Puedo hacer que caigan de más colores si esta vez el juego se vuelve "Todos contra Mérida"- La sirena pelirroja lo miró y abrió la boca.

-¿Por qué yo?-

-Porque eres tú la que me está haciendo cosquillas con tu aleta ¡Para ya!- Mérida sonrió traviesa y enrolló completamente su aleta alrededor de las piernas de Magnus mientras se acercaba para sostenerse de su pecho. Magnus empezó a dar brazadas- No es divertido, no puedo nadar- Se quejó. Mérida soltó una carcajada.

- Yo respiro bajo el agua- Dijo ella. Magnus estuvo a punto de decir algo pero empezó a hundirse. Quería mover las piernas y nadar hacia la superficie, pero Mérida aún las tenía aprisionadas y lo abrazaba a él como si fuera un panda. De pronto el juego terminó cuando Nohmalí habló.

-Mérida, Magnus, ya llegó la reina- Su voz sonaba distorsionada escuchada bajo el agua, pero Magnus y la sirena le entendieron perfectamente y salieron a la superficie.

Magnus salió de los manantiales, se sacudió como si fuera un gato, y se puso su capa. Lena junto con otras sirenas estaban saliendo de la selva. La reina recorrió el lugar con la mirada hasta dar con él y se acercó para saludarlo con un beso.

-Estás empapado- Magnus sonrió.

-Tú también. ¿Cómo les fue? - Lena dejó de mirarlo y escaneó el grupo.

-¿Estabas jugando con Mérida en los manantiales?- Preguntó en lugar de responderle.

- Y con Nohmalí y Kloan- Añadió él. Lena entrecerró sus ojos, pero luego volvió a la normalidad y le sonrió.

-Nos fue muy bien- Dijo- No se aproxima ningún otro problema así que podemos celebrarlo- Lena se separó - ¿Escucharon, hermanas? ¡Esta noche haremos una fiesta!- Magnus sonrió.


La fiesta esa noche fue diferente a todas las demás que habían hecho, esta vez la atracción principal en lugar de ser el baile o el canto parecía que era una bebida púrpura que Lena había traído de alguna parte, Magnus sospechaba que de alguna bodega secreta o algo así.

El líquido era dulce y burbujeante, Magnus podía jurar que veía las cosas a su alrededor más brillantes, aunque las sirenas no parecían que actuaran fuera de lo común.

Llegó el momento de su baile. Se puso de pie y caminó como pudo hasta llegar a la fogata donde empezó a bailar acompañado de dos sirenas más cuyos nombres no podía recordar. Lena lo observaba desde su trono con una pequeña sonrisa en sus labios, que el brujo interpretó como orgullo ya que siempre le había dicho que le encantaba verlo bailar.

La reina había hecho que Magnus bebiera mucho de ese líquido púrpura, y él disfrutaba la sensación de tenerlo bajando por su garganta, esa bien pudo haber sido una de las mejores noches.

En la madrugada Magnus y Lena se fueron a dormir en los aposentos de ella. Lena pareció haberse dormido pero él miraba hacia el techo disfrutando la sensación de tener en su campo de visión pequeñas explosiones de muchos colores. Podría haberse quedado ahí más tiempo, pero recordó que por alguna razón siempre esperaba a que Lena se durmiera y esa razón debía de estar esperándolo en la celda. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras se ponía de pie y tomaba su capa.

Cuando llegó a las celdas echó un vistazo adentro y se encontró a Alec acostado en el suelo en posición fetal. Extendió sus manos frente a él y dejó que las chispas azules abrieran su camino a través de los barrotes. El sonido pareció ser el suficiente para Alec, quien al comprobar que se trataba de Magnus se puso de pie y lo miró entre feliz y sorprendido.

-No creí que vinieras hoy- Aceptó él. Magnus se sintió ofendido.

-¿Alguna noche he dejado de venir?-

- No, pero alcance a escuchar la música y supuse que después de eso irías a dormir con tu prometida- Magnus observó fascinado cómo las luces de colores estallaban y brillaban en los ojos verdes de Alec ¿Podía siquiera existir algo más hermoso que eso?

-¿Que dijiste?- Preguntó aturdido. Alec lo miró curioso.

-¿Estas bien? Te ves diferente- Magnus se miró a sí mismo. Seguía llevando esa ropa al estilo hada.

-Yo me veo igual- Comentó. Alec rodó los ojos.

- Quiero decir que puede que estés borracho, suena lógico después de una fiesta- Magnus levantó una mano.

-Juro solemnemente que no bebí alcohol- Alec sonrió.

-De acuerdo, como te decía, creí que te quedarías con tu prometida…- Magnus dejó de escucharlo. La primera frase que había dicho el chico había sido suficiente para llamar su atención. ¿Alec como podría pensar que él prefería quedarse con Lena en lugar de venir a verlo? ¿Cómo podría pensar que prefería los ojos verdes de la reina en lugar de los suyos brillantes y llenos de vida? ¿Cómo podría pensar que prefería el cabello negro de ella, húmedo y maltratado por la sal del mar, en lugar del suyo, de aspecto suave al tacto? Alec estaba en un gran error, y él debía aclararlo.

Sabía que el chico seguía hablando quién sabe qué cosas, pero de pronto esa boca moviéndose le pareció tan tentadora que antes de pensarlo siquiera se lanzó a besarla.

El chico se cayó de golpe y lo recibió en sus brazos, pero después de la impresión emitió un sonido de satisfacción y le correspondió al beso acercándolo más a él.

Alec era un poco más alto por lo que Magnus debía levantar ligeramente la cabeza para tener mejor contacto. Él tenía sus manos tras la cabeza de Alec mientras este lo envolvía con sus brazos asegurando sus manos tras su espalda. Magnus trató de disfrutar el calor del beso, pero los fríos brazos de Alec sobre los propios y sobre su pecho desnudo eran imposibles de ignorar.

-Estás helado- Murmuró contra su boca. Sólo entonces recordó que Alec no contaba con algo que lo mantuviera caliente dentro de esa celda y se alejó su boca con la preocupación marcada en el rostro- ¿Por qué no me habías mencionado antes lo frías que eran tus noches? No lo había notado hasta ahora- Bajo las espesas pestañas negras, los ojos verdes de Alec parecían conmovidos.

- Magnus, si te hiciera una lista de los problemas que tengo al pasar todas las horas del día en esta celda entonces no terminaría- Magnus frunció el ceño, y sin separarse del cuerpo de Alec chasqueó los dedos haciendo que apareciera una manta dorada en una esquina. Alec la miró levantando una ceja.

- Seguro que la reina no extrañará eso- Repuso el brujo- ¿Algo más?- Alec sonrió y giró el rostro para verlo.

-Tu- Dijo- No vienes tan seguido como me gustaría, y esta celda me impide ir a buscarte ¿Me darás una solución?- Magnus empujó a Alec hasta hacer que su espalda tocara el fondo de la celda.

-Por todas esas horas- Susurró muy cerca del pálido rostro- Por todo el tiempo que pasaste esperándome. Te voy a compensar ahora mismo- Alec abrió la boca para respirar, pero Magnus fue rápido y atrapó sus labios divirtiéndose con ellos. Después subió sus manos hasta el cabello de Alec y pudo comprobar que efectivamente era tan suave como lo había imaginado mientras que Alec, aprovechando la casi desnudez de Magnus debido a su ropa, pasaba sus fríos dedos por el pecho y los brazos de éste.

Magnus veía las explosiones de colores tras sus parpados, pero no sabía si se debían a tener a Alec tan cerca o a la euforia que había tenido desde la fiesta. Y francamente y no le importaba. La boca de Alec sabía demasiado bien como para perder el tiempo pensando en otra cosa. Magnus se preguntó si la piel del chico sabría igualmente bien así que bajó sus labios y succiono suavemente el cuello. Alec gimió y levantó su cabeza. Magnus quería tener más de ese chico, quería saborear cada centímetro de su piel y quería que Alec lo recordara para siempre. De un manotazo rasgó la camisa manchada de sangre seca y la arrojó a un lado, dejando al descubierto los marcados abdominales de Alec.

Alec lo tomó de las cintas en el pecho y lo acercó para seguir besándolo. Magnus tuvo la sospecha de que el chico se había avergonzado al sentir su mirada fijamente, pero independientemente de si Alec lo dejaba admirarlo o no, él no se iba a dar por vencido en descubrirlo. Con los ojos cerrados y moviendo ferozmente la boca, levantó sus manos y delineó cada músculo de Alec lentamente como si tocara una suave melodía y Alec fuera el instrumento. Podía sentir la piel pálida fría bajo su tacto, pero con sus dedos buscaba dar calor, provocando suspiros de Alec que atrapaba con su boca.

Alec a tientas tomó el broche entre sus manos y lo soltó, haciendo que la capa cayera en el suelo para disponerse a pasar sus manos por la espalda descubierta de Magnus. De pronto se separó un poco y abrió los ojos para mirar al brujo a través de sus pestañas.

-Vámonos- Murmuró en una exhalación- Vámonos ahora mismo- Magnus aún veía las luces en sus ojos, pero sabía que debía tratar de luchar contra su mente y concentrarse en el momento. Intuía que tarde o temprano Alec volvería a insistir, pero nunca creyó que lo haría en un momento así. Le parecía injusto.

- Alec….- Empezó él, y el chico sabía que lo que venía a continuación era una negación.

- No dejaré que nada te pase- Añadió rápidamente- Te lo prometo, no permitiré que vayan a buscarte…-

- Te lo dije, los hijos de los duques no protegen a los brujos- Magnus debía intentar que Alec viera las cosas como él las veía. El mundo no era tan sencillo- Te acusarán a ti y a tu familia de ser cómplices del infierno, de herejes, e incluso puede que también los juzguen por brujería. No quiero ver que eso pase-

-Deja que sea yo quien tome la decisión de arriesgarse- Replicó Alec.

- No si puedo evitarlo- Replicó él a su vez- Te voy a dar lo que tanto quieres. Voy a liberarte- Alec parpadeó sorprendido.

-Pero mañana… cuando ellas vean que no estoy…-

-Yo me encargaré de eso- Aseguró el restándole importancia con un movimiento de su mano- Ahora, cuando haga el portal, debes pensar en tu hogar y no dejar de hacerlo mientras…-

-Pero tú no vendrás- Cortó Alec.

- Hago mejor quedándome aquí-

- ¡¿Mejor para quién?! Magnus, mírate ¿Me vas a decir que este siempre fuiste tú? - Magnus no dijo nada- ¡Ellas te están cambiando! No se lo permitas, tú no eres como ellas y no importa cuánto tiempo pases aquí, jamás serás como ellas-

-Me estoy adaptando- La voz de Magnus era tranquila- Así como yo, debes hacerte la idea de que aquí debo estar. En unos días me voy a casar, no puedo huir de eso-

- Bien, entonces no me iré- Magnus sintió como si la sangre abandonara su cuerpo.

-¿Qué?-

- Lo que escuchaste- Alec hablaba firmemente, no parecía estar bromeando o dudando de sus propias palabras- Si tú te vas a quedar yo también- Magnus negó con la cabeza.

-Te van a matar en cuanto puedan-

-Tú no dejarás que eso ocurra-

-Alec, por favor, no me hagas esto-

-No te lo hagas a ti- Replicó Alec y recogió su camisa del suelo- No pienso irme mientras me imagino que poco a poco te vas convirtiendo en una criatura sangrienta y sin corazón. Si no te vas conmigo, me quedaré para recordarte todo el tiempo que tú no eres una de ellas-

-¿Es mucho pedirte que me ayudes a salvar tu vida?-

-¿Es mucho pedirte que salvemos nuestras vidas juntos?- Alec metió las manos en su camisa, pero como esta estaba desgarrada en el pecho no pudo hacer nada para asegurarla en esa parte. Chasqueó la lengua y volvió su atención a Magnus- Tú me salvaste, déjame devolverte el favor- Magnus empezó a sentirse mareado, y sospechaba que era culpa del líquido púrpura.

Chasqueó los dedos y la camisa de Alec, no solo se cosió en el frente, sino que estaba impecable. Alec se miró a sí mismo con asombro.

-Te dejaré pensarlo- Le dijo al chico y recogió su capa. Sentía que si se quedaba más tiempo empezaría a hacer cosas sin pensarlas- Pero recuerda que tienes una familia que te está buscando- Se giró y salió de la celda.

- Buenas noches- Escuchó que Alec dijo en un susurro. Magnus hubiera querido responderle pero sentía que sus piernas le temblaban, y si se giraba caería al suelo. Trató de mantenerse firmemente en pie mientras se internaba en la selva buscando el apoyo de los árboles.

De pronto sintió que una fuerza lo empujó contra un árbol haciéndolo perder el equilibrio y caer al suelo. Miró sobre él y vagamente la luz de la luna iluminó una cabellera roja, pero él no se esforzó en recordar el nombre de ella o en procesar lo que sucedía. En todo lo que pensaba era en Alec dentro de esa celda.

-Tú…- Murmuró. La chica se agachó.

-No hables o nos van a oír-Magnus iba preguntarle quienes los iban a oír- Se lo que has estado haciendo. Lo supe desde el día que jugamos en la selva, mi árbol estaba lo suficientemente cerca de las celdas para ver. Después de eso fingía dormir cada vez que pasabas junto a mis aposentos -

- ¿Sabes…?- Ella lo calló y luego usó ese mismo dedo para delinear el rostro de él.

- Eres tan hermoso- Magnus tenía sueño y quería volver a dormir así que levantó una mano suya dispuesto a apartar la de ella, pero terminó torpemente dando palmadas en el aire- Ella no te merece- Escuchó que la chica susurró y vio su rostro aproximándose, abrió la boca para decir algo y de pronto las luces de colores explotaron todas frente a su vista, cegándolo y luego abriendo paso al negro.


-¡¿Cómo pudiste?!- Escuchó que una voz femenina gritó. Magnus trató de incorporarse pese al terrible dolor que tenía en la espalda, como si hubiera pasado toda la noche durmiendo sobre una roca. Puso su mano a un lado para apoyarse y se sorprendió encontrándose con que había agarrado hojas y ramas. Los aposentos de Lena eran suaves así que supo que algo había pasado.

Abrió los ojos y sorprendido se dio cuenta de que estaba en la selva. Los recuerdos de la noche llegaron a su cabeza al mismo tiempo, y mientras buscaba darles forma se incorporó.

Somaira estaba de pie mirando duramente en su dirección. Pero no lo miraba a él, sino a Mérida quien también parecía estar incorporándose. Magnus se vio a sí mismo y se encontró desnudo.

-¿Que…?- Iba a preguntar pero Somaira tomó a Mérida por su cabellera roja y la puso de pie.

-Caíste- Le dijo antes de empezar a arrastrarla hacia los manantiales. Magnus miró alrededor hasta dar con su ropa, y una vez que se la puso se apresuró a seguirlas.

-¡Somaira!- Llamó. La chica rubia se giró a verlo con una pequeña sonrisa.

- No se preocupe señor, ella recibirá su merecido-


Habían colgado a Mérida de sus cabellos en una vara enterrada en el suelo, lo suficientemente alto como para que nadie pudiera alcanzarla. Magnus buscó a Lena por todas partes pero después se enteró que la reina había nadado hasta el palacio en el fondo del mar.

Él había tratado de hablar con Mérida, no entendía qué era lo que estaba pasando o porque las otras sirenas la había colgado ahí, pero la pelirroja llevaba horas cantando sin detenerse siquiera, y ninguna de las otras sirenas le habían dado alguna información al brujo.

Finalmente vio a Lena emerger de entre la selva.

-Mi reina- Exclamó cuando y se acercó a ella. Lena lo agarró del cuello y lo acercó para saludarlo con un beso. Pareció notar el ruido del canto de Mérida y al verla colgada se dirigió a las otras sirenas.

-¡Esta noche tendremos una fiesta!- Anunció. Magnus frunció el ceño confundido- Traigan al prisionero- Añadió ella. La respiración de Magnus se le atrapó en la garganta.

-¿Qué?- Preguntó a media voz- ¿Qué harás con él?- Lena le sonrió traviesamente e, ignorando su pregunta, le tomó una mano y lo guió a los aposentos donde lo acostó y se dispuso a besarlo. Él la apartó suavemente.

-Lena, espera ¿Que está pasando? ¿Qué quieres con el prisionero y porqué Mérida está ahí colgada?- Lena puso su pálida mano sobre la pierna de Magnus y empezó a subirla lentamente.

- Mérida se aprovechó de ti, y mis hermanas sabían perfectamente que no podían hacer eso. Y en cuanto al prisionero, ya sé que haré con él- Magnus agarró la mano de ella y la alejó.

- En ese caso también merezco ser castigado-

-No, tu no- Lena tomó un mechón negro y lo masajeó con sus dedos- Lo que te di a beber anoche era agua de Tilo, solo eficaz en los brujos. Todas menos Mérida sabían que se trataba de una trampa para ella- Magnus frunció el ceño.

-¿Me usaste para probar la fidelidad de una de tus sirenas?-Lena le sonrió.

- Ella era consciente de lo que hacía- Continuó como si Magnus no hubiera preguntado- Tú no, y ella sabía eso- Magnus quería decir muchas cosas, pero sospechaba que ninguna de ellas serviría para algo. Lena pareció notar eso y no le permitió decir más callándolo con sus labios.


La noche llegó. Magnus había creído que lo que Lena llamaba fiesta era tal vez un funeral, pero realmente se trataba de una fiesta como las muchas que ya habían hecho antes. Las luces de colores flotaban por todas partes y las sirenas estaban reunidas alrededor de la fogata, solo que alguien había movido la vara de una silenciosa Mérida, y la había enterrado allí en medio de las llamas quedando tan alta que estas no alcanzaban a hacerle daño a la chica.

Lena y Magnus caminaron juntos hasta los tronos y se sentaron. Casi al instante llegó Somaira arrastrando a Alec, al que amarró como a un perro al trono de Magnus. El brujo lo miró y Alec le devolvió la mirada, encontrándose con ver miedo en ella. Magnus también estaba asustado, le había preguntado a Lena que harían con el prisionero pero la reina no le había contestado nada.

Lena se puso de pie y se dirigió a las demás sirenas.

-Hermanas, antes de nuestra fiesta, debemos darle su merecido a esta sirena de aquí- Todas las sirenas vitorearon mientras que Mérida miraba de un lado al otro como si las demás fueran sólo moscas insignificantes.

Magnus notó que Alec observaba la escena con los ojos abiertos y brillantes por la luz reflejada de la fogata.

-Adelante Somaira- La sirena rubia tomó una vasija y se acercó a su hermana pelirroja. Con un rápido movimiento echó toda el agua para mojarla, haciendo a las llamas chispear y ganar altura. Casi al instante Mérida se retorció cuando sus piernas humanas empezaron a alargarse y transformarse en una cola de pez que alcanzó a quemarse en la punta. Ante aquella imagen las sirenas rieron. Magnus se giró a ver a Lena su lado, pero la reina solo observaba la escena con una mortal tranquilidad.

- Es tu hermana- Le recordó con urgencia- Sácala de ahí-Lena lo miró pero no dijo nada.

Somaira miró hacia la reina y asintió en su dirección. Magnus sabía que después de eso Mérida jamás podría volver a nadar, pero esperaba que fuera todo el castigo.

-¡Adelante!- Gritó Lena haciéndolo saltar y en ese instante el rostro de las demás sirenas se transformó quedando de colores azules, cubiertos de baba, con afilados y delgados dientes, y ojos rojos. Un chillido antinatural salió de sus gargantas y todas se lanzaron hacia la fogata. Magnus creyó que se quemarían, pero lamentablemente eso no pasó. Como si no hubiera fuego en absoluto, cada sirena enterró sus dientes en la cola de Mérida y empezaron a arrancar una a una sus escamas para después arrojarlas al fuego y crear una llama más grande que fue ascendiendo, quemando más de la aleta de la sirena. Entonces Magnus escuchó a Mérida gritar.

-Lena…- Habló pero la mirada de ella lo hizo callar. Alec se retorcía cada vez más en el suelo, como si quisiera alejarse de aquella atrocidad.

-¡Basta!- Gritó la reina. Las sirenas se apartaron y regresaron su aspecto a la normalidad. Mérida tenía la mirada baja con el cabello cubriendo su rostro. Su aleta tenía la punta negra y goteaba sangre hacia la fogata, haciendo a las llamas bailar- Mérida- Llamó la reina. La muchacha levantó la mirada, a pesar de todo lucía fuerte con los dientes apretados y lanzando miradas de odio. Lena se bajó lentamente del trono y caminó hasta ella. Magnus y Alec compartieron una mirada precavida y pusieron atención.

La reina llegó hasta la muchacha, quien no dejó de verla acercarse, y antes de que alguien pudiera respirar lanzó su cabeza hacia la aleta de la chica y con sus dientes arrancó una parte.

-Traidora- Espetó la reina y retrocedió tranquilamente. Mérida lanzó un aullido de dolor y Magnus vio la primera lágrima caer de su rostro y seguido al fuego, donde al instante las llamas se encendieron como si tuvieran vida propia y la consumieron.

- ¡No!- Gritó Magnus mientras todas las sirenas empezaron a vitorear y aplaudir. Puso sus manos frente a él y trató de usar su magia para apagar el fuego, pero éste parecía ser mágico por sí mismo y no había nada que pudiera hacer. Lena regresó a su trono y la noche fue musicalizada por la alegría de las sirenas y los gritos de dolor de Mérida, quien se consumía dentro de las llamas.

Alec cerró los ojos, pero Magnus se quedó viendo fijamente como Mérida iba quemándose, y, cuando dejó de escuchar los gritos de la muchacha, sus ojos se humedecieron.

-Tu- Magnus y Alec se giraron hacia la reina, descubriendo que ella miraba a este último.

-¿Qué harás con él?- La voz de Magnus era suave. Estaba afectado.

- De ahora en adelante seguirás a Magnus a donde quiera que él vaya. Si tratas de escapar, si a él le ocurre algo, si otra de mis hermanas lo desea, todo será tu culpa. Y me las pagarás muy caro- Alec la miró asustado- ¿Entendido?- El chico asintió en silencio. Lena sonrió y regresó su vista al frente -Que comience la fiesta- Las otras sirenas sonrieron- Magnus, baila para mí- Él la miró deseando que estuviera bromeando, pero sus ojos verdes estaban firmes. De pronto empezó la música y las sirenas empezaron a cantar. Magnus lentamente se puso de pie y se acercó a la fogata donde el cuerpo de Mérida aún estaba quemándose colgando en la vara. Se giró y miró a la reina, después a las sirenas animando y por último a Alec.

Suspiró y empezó a moverse mientras mentalmente le dedicaba ese lento baile a la sirena muerta a unos cuantos pasos.


- No es tu culpa- Le susurraba Alec sentado y acariciando su brazo. Magnus, acostado en los aposentos de Lena, negó con la cabeza.

-De cierta forma, sí lo es- Después de que se terminara la fiesta más horrible que Magnus hubiera tenido que presenciar, Lena y las sirenas anunciaron que iban a ir al mar. Somaira recogió los huesos de Mérida y los guardó en un saco, y entonces Magnus lo comprendió: El palacio bajo el agua no estaba formado por huesos humanos de sus víctimas, sino de restos de ellas mismas.

Lena le dijo a Magnus que la ceremonia de construcción duraría horas, y después de besarlo le lanzó una mirada a Alec advirtiéndole que lo cuidara. Ahora las sirenas se habían ido, Magnus había soltado a Alec y éste trataba de consolarlo.

-Yo la conocí- Continuó él- Jugué con ella, bailé a su lado-

-No te sientas mal por eso- Alec trataba de hablarle firmemente, pero Magnus notaba cierto temblor en su voz- Mérida era una sirena. Hubiera hecho lo mismo si el castigo hubiera sido para la rubia o la de cabello marrón- Magnus enterró su cara en la cama de hojas. ¿Realmente algún día se acostumbraría a vivir así? ¿Sería el rey de un pueblo como ese?- Deja de atormentarte. Ya no hay nada que puedas hacer- Alec tomó a Magnus de las muñecas y lo ayudó a levantarse- ¿Te duele?-

-Si-

- Eso es porque tú no eres una sirena- Magnus sabía que Alec volvía a intentar que se fueran.

- Por favor, no insistas. Yo te puedo regresar a tu casa, pero no me pidas que me vaya contigo-

-Afuera tendríamos una oportunidad-

-Tu tendrías una oportunidad- Alec tomó sus manos y lo miró suplicante.

-Magnus, no te puedes quedar aquí. No puedes seguir presenciando actos como estos y tratar de recomponerte como si no hubiera importado. Tienes que alejarte de esta vida, te está haciendo daño- Sus ojos verdes estaban fijos en él, ya no parecía importarle solo salir de la isla, ahora quería salir solo si Magnus iba con él a pesar de que el brujo pondría en peligro a su familia y a él mismo - No te preocupes por mí, te aseguro que nada nos pasará. Yo estaré bien, solo ven conmigo- Alec soltó las manos de Magnus y tomó su rostro para acercarlo- Vámonos- Susurró haciendo que Magnus sintiera su cálido aliento sobre su propia boca. Magnus pegó su frente con la de él y disfrutó de la sensación de escuchar su respiración tan cerca.

-Vámonos- Le respondió en otro susurro. Tenía miedo de lo que pudiera pasar si salían de la isla, pero más miedo tenía de quedarse ahí y convertirse en rey perdiendo a Alec para siempre. El rostro del chico se iluminó en una sonrisa y unió sus labios, era una silenciosa promesa: Así como Magnus no había dejado que le pasara algo en la isla, él tampoco iba dejar que al brujo le pasara algo fuera de ella.

Magnus tomó a Alec por el cuello y profundizo el beso, abriendo su boca y disfrutando de las maravillas que sentía en el pecho. Después ambos se separaron jadeantes y se miraron con ojos brillantes.

-¿Realmente me dijiste que nos iríamos?- Preguntó Alec.

-Si- Magnus le sonrió y entrelazo sus manos- Vámonos Alec. Nos queda mucho tiempo para crear un portal y alejarnos de aquí-

-Yo no diría eso- Contestó una voz femenina en la puerta y ambos se giraron de golpe. Lena estaba sosteniendo la cortina de flores en sus manos y los miraba divertida- ¿Enserio? ¿Un brujo y un mundano?- Después de la reacción del momento Alec se puso de pie, jaló a Magnus, empujó a Lena y salió de los aposentos. Magnus usó su magia y los hizo levitar para bajar al suelo, donde todas las demás sirenas los esperaban. Entonces encendió sus manos en fuego azul de espaldas a Alec, quien estaba en posición como si esperara algún ataque.

- ¡Atrápenlos!- Gritó Lena poniéndose de pie en lo alto- ¡No dejen que mi prometido escape!- Alec miró alrededor hasta encontrar una vasija, la tomó, la llenó de agua de uno de los manantiales y la lanzó sobre algunas sirenas, quienes al instante cayeron al suelo transformándose. Magnus lanzó bolas de fuego azul encerrando a otro grupo en una celda brillante. Ellas transformaron su rostro y le lanzaron chillidos. Entonces Alec le volvió a tomar la mano.

-Magnus, por aquí- Ambos se dirigieron a la selva corriendo, con Magnus al frente para ir destruyendo los árboles a su paso hacia la playa. Alec se detuvo y miró alrededor, escuchando el ruido de los pasos de las sirenas restantes y sus chillidos que parecían hacer eco. Estaban aproximándose. Entonces tomó otra ruta, internándose más en la espesura que causaban los árboles.

De pronto algo cayó sobre Magnus desde un árbol, era Somaira con el rostro transformado, y antes de que pudiera decir algo ella hundió sus dientes sobre el pecho de él haciéndolo retorcerse de dolor.

-¡No lo lastimes!- Gritó una voz femenina. Lena había llegado y al ver la escena se lanzó sobre su hermana devorándola ahí mismo. Alec las miró horrorizado y retrocediendo. Magnus se puso de pie y volvió a tomarlo de la mano para alejarlo de ahí. Esta vez se sentía demasiado débil como para destruir los árboles, y en varias ocasiones chocaba contra ellos. La sangre salía de la herida de su pecho y goteaba al suelo dejando un camino, a ese paso no tardarían mucho en encontrarlos.

-Alec- Llamó jadeando y empezó a detenerse- No tiene caso- Alec también se detuvo y lo miró preocupado. De pronto ambos empezaron a escuchar en todos lados el ruido de muchas hermosas voces cantando, Magnus sabía que las sirenas estaban pidiendo ayuda.

-¿Qué quieres decir?- Preguntó el chico.

-Estoy muy débil. Dudo que pueda mantener un portal abierto para que los dos podamos pasar-

-No- Alec lo abrazó fuertemente- Sé lo que estás intentando hacer y no sucederá. Si te vas a quedar entonces yo también lo haré- Magnus aspiró su aroma tratando de ignorar todos los ruidos a su alrededor. Todos los cantos, los pasos, los chillidos, las ramas rompiéndose... Solo Alec importaba en ese momento.

-¿De verdad? ¿Te quedarías por mí?-

-Claro que sí- Magnus se separó y puso una mano en su mejilla.

-Está bien, nos quedaremos- El ruido sonaba cada vez más cerca. En segundos las sirenas llegarían. A Magnus no le harían daño porque era el prometido de su reina, pero quien sabe que le harían a Alec- Pero Alec, nunca olvides lo que estás dejando atrás. No olvides a tu familia, tu título, tu hogar… lo feliz que eras. Porque ahora tendrás que aferrarte a esos recuerdos si realmente quieres soportarlo todo- Alec le tomó el rostro y desesperado le dio un último beso, sabiendo que cuando llegaran las sirenas ya no podría hacerlo. Las escuchaba, estaban demasiado cerca.

- Lo haré, lo recordaré, estaré bien- Respondió.

Las sirenas llegaron.

De pronto Magnus se alejó de él de un manotazo, lanzó su mano hacia adelante y chispas azules crearon una cortina azul brillante. Magnus le dio una última mirada a Alec antes de empujarlo y caer él mismo al suelo de lo débil que estaba. Alec tropezó hacia atrás cayendo sobre la cortina, y su último vistazo fue de un Magnus arrodillado y siendo rodeado de sirenas. Después todo se volvió blanco.


Alec cayó sobre algo duro y se puso de pie aturdido. Estaba en los jardines frente a la mansión que pertenecía a su padre. Miró a los lados pero Magnus no estaba con él.

El sonido de un grito ahogado lo hizo volver la cabeza hacia la entrada de la mansión, donde uno de los sirvientes lo veía asombrado, y antes de cualquier cosa corrió adentro de la casa. Alec alcanzó a dar tres pasos hacia su hogar antes de que su padre saliera y corriera hacia él.

-¡Alec!- Gritó sonriendo feliz. Él lo observó acercarse y luego apretarlo en un abrazo- ¡Creímos que habías muerto! ¡Es un milagro!- Alec suspiró y se dejó abrazar.


EPÍLOGO

Alec estaba de pie mirando al frente. El viento salado movía sus ropas y su cabello hacia atrás, pero no hacían que él alejara la vista del mar. Aún podía imaginar sentir la presión sobre sus labios, tenerlo a él entre sus brazos, querer alejarlo de ese horrible mundo que poco a poco lo destruía. Sí tenía recuerdos a los que aferrarse, pero no eran relacionados con su familia. Eran todos de él.

- Papá está loco- Dijo una voz y luego Jace apareció a su lado- No puedo creer que te apoyara en esto-

-Sé que no me crees-

- ¿Que las sirenas te capturaron y un brujo te salvó la vida? No, creo que no lo hago- Alec suspiró y se giró. La pulcra cubierta del barco estaba llena de hombres uniformados caminando de un lado al otro, y junto a ellos había dos barcos más, todo cortesía de su padre- Tomar agua salada a veces puede hacerte ver alucinaciones-

-No lo imaginé- No había duda en su voz. Estaba seguro de lo que había visto, vivido y sentido.

- Sigue sin tener sentido para mí- Replicó Jace y se encogió de hombros- Pero, solo por si acaso, pelearé contigo. Si algo te vuelve a pasar viajando solo, papá nunca se lo perdonará.

- ¿Enserio, Jace?- Ambos se giraron sorprendidos hacia la voz femenina. Una chica de cabello negro y sosteniendo unas hojas en sus manos se acercó a ellos- Vamos a rescatar al rey de las sirenas, eso tiene suficiente sentido para mí. Además…- Ella sonrió pícaramente mientras revelaba las hojas. Eran dibujos que Alec había hecho de Magnus- Si este chico luce como Alec lo dibujó entonces definitivamente quiero conocerlo- Alec le quitó las hojas de un manotazo.

-Isabelle, ¿Qué haces aquí?- Preguntó sobreprotector- Te dije que te quedaras en la mansión ¿Y por qué hurgaste en mis cosas?-

-No iba a perderme la diversión. Además, después de pensarlo, me di cuenta que este plan no era muy inteligente. Alec, llenaste estos barcos de hombres sabiendo que las sirenas pueden capturarlos. Al menos ahora tienen a una chica- Alec se apretó el puente de la nariz mientras Jace bufaba.

-Serás…- Empezó el rubio- ¡Eres una chica! A ti simplemente te matarán si te ven-

-Ah- Isabelle no parecía asustada. Estaba decidida, así como sus hermanos- De todos modos no voy a dejar a Alec solo. Y aún está el hecho de que tengo que conocer a ese chico- Alec suspiró y volvió su atención al frente. No quería poner a sus hermanos en peligro, pero sabía que no había nada que pudiera hacer para hacerlos cambiar de opinión.

Jace e Isabelle lo imitaron y también miraron hacia el mar.

-Lo encontraremos- Lo tranquilizó Isabelle.

-Si es que existe- Ella le dio un codazo a Jace - Lo encontraremos- Agregó éste. Alec pegó sus dibujos sobre su pecho.

- Claro que sí- Respondió recordando aquella vez que había dicho lo mismo mientras renunciaba a su familia, a su cómoda vida, a todo. Menos a él.

Un fuerte viento azotó peligrosamente el barco y Alec miró al cielo surcado de nubes negras. Aún era temprano pero ya se estaba oscureciendo. Supo entonces que estaban cerca.

FIN


Es todo, gracias por leer y déjenme saber si les gustó (Tendrá segunda parte :) )