Disclaimer: Victorious y sus personajes no me pertenecen.
El día comenzó de la patada, mal. El tipo de día en el que uno se pregunta, cada minuto, si no sería mejor regresar, meterse en la cama y desaparecer. Pero no, no podía. Su hermano tenía que venir a molestarla temprano en la mañana saltando sobre el colchón y forzándola a pegar un grito que, del susto, lanzó al pequeño al piso, haciéndolo caer torcido sobre su brazo que, inmediatamente, se quebró.
Su mamá, por supuesto, estaba muy molesta. No era la primera vez que las actitudes inconscientes de su hija mayor causaban algún alboroto y ya se había cansado de reprocharle en mil ocasiones que debe relajarse y comportarse como la chica de diecisiete años que era y no como una rebelde de catorce.
Jade estaba por cursar su último año de secundaria y no quería una sola queja más. Por primera vez concordó con su ex esposo en que su hija necesitaba más responsabilidad y disciplina.
—Lo siento hija, pero si no encuentras un trabajo hasta el viernes, entrarás a trabajar en el estudio de tu papá de asistente —mencionó Amanda de manera enérgica, mientras ambas esperaban fuera de la sala de rayos X.
—¡Mamá, son mis últimas vacaciones de secundaria! No quiero pasármela en un maldito lobby de abogados sacando fotocopias.
—Pues entonces esfuérzate por encontrar algo. Tienes cinco días y no quiero oír una palabra más al respecto; suficiente tengo con pasar la mañana en el hospital por tus arrebatos de histeria.
—¡Aj, ¿por qué tenía Ben que saltar en mi cama?! ¡Deja de culparme por todo, ¿quieres?! —refunfuñó lanzando violentamente un papel arrugado al bote de basura que tenía en frente.
—Bueno, no me interesa. Mejor será que empieces a buscar trabajo, hoy mismo, de lo contrario hazte a la idea de usar uniforme y levantarte de madrugada para ir con tu papá al trabajo.
—¡¿Por qué no pueden dejarme en paz tú y papá?! Estoy harta de que quieran controlar mi vida. ¡Son mis vacaciones!
—Él tiene razón esta vez. Necesitas bajar de la nube en la que vives, tu futuro y la carrera que elegiste no son solo inciertos, pero con la actitud que tienes, seguro y no llegas ni a la esquina, hija —dijo dándole un par de monedas.
—¡¿Dos dólares?! Con eso no llego ni a tres cuadras en taxi.
—Pero puedes tomar un colectivo en la esquina y te sobrará para un chupete.
—¿Chupete? ¿Crees que tengo cinco años? ¡Por lo menos dame lo suficiente para un café! —Se levantó furiosa encarando a su inmutable madre.
—Esa es otra cosa que debes aprender a apreciar, Jade. El dinero no crece en los árboles. —Volteó a ver a su hija cruzándose de brazos, sin siquiera molestarse en buscar un solo centavo más—. Si quieres tu café, puedes usar tus pies para llegar a casa y seguro en el camino encontrarás un café de dos dólares.
—¡Aaajjj! Me largo.
—Recuerda Jade, no tienes permiso de ir a ningún otro lado que no sea la casa. —Pausó por un segundo—. A menos que sea para ir a buscar trabajo.
—¡Cómo sea! —Se la escuchó de lejos mientras salía por la puerta de la sala de emergencias.
Era una estupidez, una completa estupidez. Cómo esperaban que pierda así su tiempo, buscando trabajo. Estaba cansada de escuchar la misma cantaleta siempre.
«¿Y qué tal si no consigues un papel cuando te gradúes de la escuela?».
«Tendrás que lavar trastos o ser mesera, la típica actriz frustrada».
«Una West de mesera por el resto de su vida, eso no lo puedo permitir».
"Gracias por la confianza", repetía en su mente al recordar las palabras de su padre. Por lo menos la mayoría del tiempo su mamá la apoyaba, pero al parecer, estaba empezando a cambiar de equipo.
Sin darse cuenta ya había caminado la mitad de la ruta a casa cuando divisó una vistosa cafetería a la vuelta del parque. Era un lugar acogedor, bohemio, se escuchaba buena música y se veía un ambiente agradable y tranquilo.
Justo en la puerta había un cartel, pintado con tiza de colores, que decía:
Café normal: $3
Por favor, me das un café: $2.50
Hola, buenos días, podrías ayudarme con un café por favor: $2
Esto era, precisamente, lo que necesitaba para quitarse el mal día que tenía de encima. Una taza de café para el resto del camino y todo estaría bien.
Buscó en sus bolsillos y ¡ta-ra!, ahí estaban los dos dólares que su madre le dio para el transporte. Por supuesto Jade no se había molestado en leer las condiciones, solo leyó que había un café de dos dólares y eso para ella era suficiente.
Entró y sin siquiera regresar a ver a quién la atendía dijo:
—Dame un café.
—Por supuesto, ¿qué tipo de café prefieres? —contestó una ronca voz femenina.
—El más simple que tengas —respondió Jade ensimismada revisando mensajes en su celular.
—Okey, son tres dólares.
En ese momento volteó la mirada, esperando encontrarse con una boba cajera que no la había escuchado bien. Estaba dispuesta a mandarla al diablo, pero para su sorpresa estaba frente a, nada más y nada menos que, Tori Vega.
—Vega, tenías que ser tú. Afuera dice que el café vale dos dólares —dijo cortante esperando ser atendida de inmediato.
—Ese café es especial, Jade.
—Dame el especial entonces.
—No puedo, ese café tiene sus condiciones. No te lo puedo vender así nada más —dijo la afónica muchacha.
—¿Qué?
—Sal y mira nuevamente el cartel.
Jade dudó, pero se dirigió hasta la puerta y girando su cuerpo divisó el letrero sin prestar mucha atención tampoco la segunda vez, dio media vuelta hacia la caja y dijo:
—Dame el café especial…, por favor. —Haciendo notar estas últimas dos palabras.
—Está bien, son dos dólares con cincuenta centavos.
—¿Qué me crees estúpida, Vega? ¡Dice dos dólares! —Alzó la voz molesta por el descaro que mostraba su compañera al momento de cobrarle una taza de esa maldita, pero tan adictiva bebida.
—No, ese café es aún más especial, sal a ver —sugirió Tori, mas Jade ya había perdido su paciencia. No estaba para seguir aguantando a gente absurda. No, el día ya era lo suficientemente pesado.
—No necesito hacerlo, estoy segura de que el café en este lugar es un asco. ¿Qué tanto quieres que te diga Vega?, ¿qué tengas un maldito año nuevo para venderme una estúpida taza de café?
—Si no quieres hacerlo no lo hagas, son dos cincuenta—dijo muy calmada esperando que Jade se rinda y sea amable por una vez en su vida.
—¡No lo voy a hacer! ¡Yo hago lo que quiero! —gritó y salió molesta de ese lugar.
Mientras tanto, Tori dejo la caja y se acercó a la cafetera, vertió una taza del exquisito café colombiano que se vendía en el lugar y sin apuro lo preparó tal y como le gustaba. Hasta sabía un truco que Jade solía hacer, solo con su café, algo que había observado mientras su no-amiga se preparaba un jarro de su bebida favorita un día que se reunieron en su casa.
Delicadamente tomó el envase especial de crema que tenía una punta delgada y con un gesto suave de su mano, hizo una figura sobre el café negro. Tomó un palillo y, con él mismo, dibujó los detalles de una tijera, para después rallar un poco del ingrediente especial, nuez moscada en lugar de canela. Dio la vuelta con cuidado y lo colocó sobre el mostrador.
Para cuando alzó la mirada, su compañera de escuela estaba ahí y, sin verla directamente, dijo:
—Hola, buenos días. Me ayudas con un café, por favor.
Tori tenía una enorme sonrisa en el rostro, de alguna manera sabía que regresaría. Entre Jade West y una taza de café, siempre ganaba la última. Para cuando su obstinada cliente, alzó la mirada, la morena trató de disimular ese gesto haciendo una mueca, a la cual Jade no se pudo resistir. Le parecía gracioso que hiciera el intento de ocultar esos marcados pómulos y ella misma dibujó una minúscula sonrisa, pero para la latina contaba como una, eso era suficiente.
—Aquí tienes —dijo empujando la taza hasta Jade, ella por su parte acercó las monedas para pagar por su aromática bebida. —No, es cortesía de la casa.
La chica de los ojos azules ladeó ligeramente la cabeza sin entender lo que acababa de escuchar. ¿Tanto alboroto y el café era gratis?
—Vega, no juegues. ¿Cuánto te debo?
—Ya lo pagaste.
—Decir un «hola» y un «por favor» no cuenta como pago.
—¿Acaso no te costó volver y decirme «a mí» esas palabras por un café? No me debes nada, lo pagaste con ese gesto.
Jade asintió y tomó la taza de café, apreciando su aroma con un par de inhalaciones profundas antes de beberlo.
"¡Perfecto!"
Tanto que ni siquiera ella, creía ser capaz de conseguir tal sabor. Su día definitivamente había cambiado.
Estaba por agradecerle a su compañera, pero cuando la buscó ya no estaba tras el mostrador. Se había perdido en ese agradable momento por un minuto y la latina había desaparecido.
—Disculpa, la chica que me atendió, ¿dónde está? —preguntó a una rubia que ahora se encontraba en frente de la caja.
—¿Tori?, salió a su descanso. Debe estar en el callejón trasero.
Jade vio por todas partes, divisando, en la parte posterior de la cafetería, una pequeña puerta que daba a la calle.
Se dirigió allí con prudencia mientras sorbía de a poco el embriagante café, hasta que logro verla. Sin embargo, no esperaba encontrarse con la imagen de la «Santa Tori Vega», sentada en la acera, fumando un cigarrillo. Alzó levemente las cejas y emprendió al encuentro de la nueva y mejorada estrellita de pop.
—¿Te puedo robar una pitada? —preguntó sentándose a la par de la chica que ahora la miraba sorprendida.
—¿Qué haces aquí? —replicó, acercando el tubito de nicotina hacia Jade.
—Salí a agradecerte el café y me encuentro contigo rompiendo las reglas de la familia feliz.
—¿Feliz?, seguro. —Esperó a que la otra chica inhalara un par de veces y retiró el cigarrillo de sus manos con un suave gesto.
Jade no supo que contestar ante ese sarcástico comentario. Era evidente que algo no andaba bien, pero ellas no eran amigas, ella misma lo había dejado en claro muchas veces, demasiadas como para que este tipo de momentos íntimos no sucedieran, por lo menos no a menudo.
—Y… ¿desde cuándo fumas?
—Desde hace un par de años. Aprendí con Danny.
—Hmm, al parecer si eres buena actriz. No me hubiera imaginado esto de ti. —Jade dio otro sorbo a su café y estiró las piernas sobre la desierta calle poniéndose cómoda.
—Gracias por el cumplido, pero creo que si no te diste cuenta hasta hoy, es porque muy poco te importa lo que hago o dejo de hacer. —Tori respiró fuerte antes de darle la última aspirada al diminuto cilindro que guardaba una probada más.
—Buen punto.
—¿Y a ti qué te pasó? ¿Olvidaste tu billetera en casa?
—No, no tengo un centavo. Mi mamá apenas me dio esos dos dólares para el transporte y aparentemente un ridículo chupete —Jade rió ante la situación en la que se encontraba, contándole a su compañera, a la que detestaba, sus problemas con sus padres—. Ahora resulta que si no consigo trabajo hasta el viernes me encerrarán en un cuarto de máquinas en el lobby de papá por el resto de las vacaciones.
—¿Quieres un trabajo?
—¿Tienes uno bajo la manga, Vega?
—La cafetería es de mi tía Sonya y justo estamos buscando alguien que nos ayude en el local.
—¿A cobrar y servir café? —mofó Jade dejando la vacía taza en el filo de la acera.
—En realidad a lavar los platos —pausó Tori mientras la otra chica ponía una cara de «ni en tus malditos sueños, Vega»—. No, en serio —se carcajeó—, es para que nos ayude con las recomendaciones de la librería y también organizando los eventos de los miércoles y viernes en la noche. Ya sabes, hacer afiches, pensar en nuevas rutinas, buscar talento que se pueda presentar en las noches de micrófono abierto, ese tipo de cosas. —Vio a Jade más relajada y con una pizca de interés; el trabajo no sonaba nada mal, sería una buena experiencia y definitivamente era mejor que organizar papeles corporativos disfrazada de oficinista—. ¿Te interesa?
—¿Y por qué no haces ese trabajo tú? Suena mejor que andar de cajera.
—Yo soy la supervisora. Hoy he pasado en caja porque Julia tuvo una emergencia familiar y yo la estoy cubriendo —aclaró la morena—. Además, no me molesta cobrar y servir café, es parte de trabajar en una «cafetería» —destacó esta última palabra con un gesto de sus manos.
—¿Y cuáles son las condiciones del trabajo? ¿Tengo que hablar con tu tía o qué?
—No, el trabajo te lo doy yo. Ella está de viaje fuera de la ciudad hasta el viernes, yo soy la que decide. —La latina se puso de pie y estiró la mano a la pálida chica vestida toda de negro—. Ganarás ocho dólares la hora y doce dólares si decides tomar los turnos de los fines de semana. Así que, tu dirás.
Jade lo pensó apenas unos segundos, en realidad no había mucho que decidir, no encontraría mejor oferta, mucho menos para el viernes. Esto la zafaba de los fastidiosos de sus padres y tendría el dinero suficiente como para hacer lo que se le plazca el resto del tiempo.
—Cuando empiezo.
—Ven mañana a las ocho en punto, la cafetería abre a las nueve, así que tendremos tiempo de revisar tus tareas.
—Perfecto, y… gracias, Tori.
—No me agradezcas, solo haz un buen trabajo.
Ambas empezaron a caminar de vuelta al local.
—Vega, ¿puedo preguntarte algo?
—Seguro —respondió ella mientras se aclaraba su carrasposa garganta.
—¿Qué mierda le pasó a tu voz?
Tori rió con dificultad, la voz ronca no la dejaba emitir el sonido normalmente.
—Las consecuencias de pasar la noche pegando gritos —le respondió sin darse cuenta de la doble intensión de sus palabras. Jade solo abrió los ojos de par en par con la clara intensión de burlarse pero no tuvo tiempo—. ¡Aj, no! No seas mal pensada, fui a un concierto anoche con Andre y bueno, solo puedo decir que la pasamos increíble. —La pobre chica no dejaba de arruinarse sola con cada explicación y Jade lo disfrutaba demasiado. No tenía que decir nada, un movimiento sexy de cejas y Tori ya se había dado cuenta de su error—. ¡En el concierto, Jade! Ya sabes, la música, la excitación, el movimiento… —Esta vez Jade se hecho de carcajadas—… ¡Me refiero al baile! ¡Aj, olvídalo! Nos vemos mañana.
Tori regresó a su puesto tras la caja y Jade salió despidiéndose, emprendiendo el camino que le faltaba para llegar a casa. A pesar de todo el día no estuvo tan mal, veamos lo que le espera para el resto de las vacaciones. Indudablemente será un verano lleno de sorpresas. Eso, ténganlo por seguro.
Nota de autor:
Sí, como si no tuviera suficientes cosas que terminar de escribir, se me ocurrió otra historia, pero me colgué con la idea y cuando eso pasa… pues… te llenas de proyectos y ya. Espero poder actualizar un capítulo cada 10 días, es decir cada semana y media o cada dos semanas máximo.
Ya saben, nada más fácil que un ":)" o un ":(" en la cajita de comentarios. Gracias por leer. Adior.
