Antes que nada: Los personajes aquí incluidos de Lost canvas y Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Shiori Teshiriogi y Masami Kurumada. Los personajes fantasiosos y lugares inventados esos si son míos. No pretendo sacar ningún beneficio económico en base a este relato, es mero ocio juvenil.
Aclaraciones:
La primera: La historia está en línea de tiempo paralela a lo que sucedió en la película de Tenkai Hei. En este relato, Saori, ya es en toda forma Atenea. Esta Diosa se batirá en duelos sangrientos por liberar a su elite Dorada; por lo tanto, su personalidad no tiene nada que ver con la canónica. Intervendrán algunos Titanes y personajes fantasiosos, así mismo, expondré mi punto de vista sobre los gemelos, un juez y demás personajes. Recuerden es un fic, no me apegare demasiado a la serie por lo cual todo puede suceder. . .
La segunda: Este relato esta reeditado. Agradezco enormemente a las personas que se han tomado la molestia de corregir y aclararme unas cuantas dudas acerca del difícil arte de la buena gramática. Algunas cosas quedaron sueltas y ahora pretendo compensar y componer toda la historia de manera que tenga más lógica entre sí.
La tercera: La inclusión de Minos fue una idea que me sugirió mi muy querido hermano, quién leyó parte de una historia que planee para la pareja Minos X Albafika-fem y que pretendía llamar Contra-reloj.
Ahora sí, antes de dejarlos leer: Muchas gracias por tomarse unos minutos en esta lectura. Se aceptan cualquier tipo de comentarios buenos o ácidos, y correcciones ortográficas. . .
Las crónicas obscuras de un Dios
Capítulo 1: Un pacto inesperado
La mente de un humano es tan compleja, una extensión universal de la inexistencia misma; tan dura y cruel pero a la vez blanda y quebradiza. O al menos, eso es lo que ahora Atenea (mejor conocida como Saori) pensaba de sí misma ante los últimos "sucesos de aprendizaje"
La guerra tan cruel y devastadora siempre le dejaba ese sabor, aunque consiguiera la victoria, a perdida. Ni al caso. Últimamente se la pasaba suspirando y contemplando su alrededor. El motivo de su estado catatónico-agónico eran ellos, sus más grandes y fieles guerreros.
Si por ella fuera, hace tiempo que los hubiera liberado. Sin embargo, el problema era mucho más complejo. Esta vez ni su sangre haría la diferencia.
Por fin pudo admitir que estaba cansada de fingir, llorar, maldecir, entre otras cosas. Esta era la primera vez, contando todas sus reencarnaciones, en la que encontró sentido a la famosa frase "que se vaya todo al diablo". . . .
¿Por qué no?
De que servía ser la salvadora y defensora de la humanidad. . . ¡Si no pudo defender a su elite Dorada!
¡¿Qué tipo de Dios de la guerra era?!
Bueno, en sí, ¿Qué demonios habían hecho ellos?
Saga no golpeo a Hades. Aldebarán ni siquiera omitió palabras de ofensa en su contra. Shion y Aioros murieron mucho antes y. . . ¿Dónde estaban?. . . ¡En una desgraciada piedra!
El único pecado visible que admitió como real fue abrir un agujerito en el muro de los lamentos. Miro sobre su hombro, no pudo evitar murmurar un improperio apenas audible para el viento.
-"Mierda"
Simple sencillo y exacto. Eso es lo que eran, además, de otros insultos que no era necesario decir. Esta era la gran ventaja de ser mortal: Maldecir.
Ser un mortal-humano-blasfemo comenzaba a ser de su agrado. Claro, siempre y cuando esos pequeños pensamientos no fueran dirigidos en su contra; porque estaba segura que los espectros de Hades (sin contar a otras órdenes lideradas por hermanastros y tíos incómodos) se referían a ella de igual o peor forma.
La manera en que ellos, los Dioses, percibían el tiempo era muy diferente. Podían pasar más de seis horas seguidas mirando cualquier cosa que los entretuviera en sus gustos mezquinos. Como en su caso, contemplando los finos y exquisitos detalles que habían estado ahí por más de trecientos años.
Lo único que resolvía sus dudas la miraba con la misma cara, el mismo color, e incluso, las mismas grietas. Por fin, confirmaba su duda: era el mismo techo. Aunque nadie le creyera, el techo siempre fue su mejor consejero: No hacia preguntas tontas, guardaba silencio y la miraba de frente sin miedo.
Sacudió la cabeza. Sus pensamientos se estaban desviando hacia otros menos relevantes. Su percepción del tiempo ahora era demasiado tormentosa. Había transcurrido un año, tres meses, cinco días y contando. Para la Diosa de la Sabiduría, parecieron siglos en un eterno día de la tierra.
Sus largos y delicados dedos tamborilearon sobre el escritorio. Los ojos grises por fin se dignaron a mirar más de cerca. Tamaño oficio, blanca, con una pulcra letra. Llevaba más de cuatro horas esperando la dichosa firma.
¡Increíble!
El tiempo y ella comenzaban a hacer una relación inocua.
Sin darle mayor importancia plasmo el dichoso trazo. Meticulosamente doblo la hoja para introducirla dentro del sobre. El tiempo de abandonar su guarida y salir al mundo exterior llego. Era hora de poner su más hermosa cara y fingir que todo estaba bien.
Por enésima vez, miro la explanada del coliseo. Marín y Shiryu le explicaban lo que estaba a punto de presenciar. Una vaga sonrisa asomo en sus labios, si Milo estuviera ahí, fingiría que prestaba atención. Estridentes risas lograron sacarla de sus pensamientos. Tres adolescentes acababan de hacer acto de presencia: Seiya, Shun y Hyoga.
-Saori que bueno verte aquí-Seiya ensancho más su sonrisa.
-Seiya mas respeto estas ante Atenea no con otra persona- Espeto Ikki que venía ascendiendo en dirección del palco improvisado de observación. Las reparaciones del Santuario se habían retrasado un poco.
-Vamos Ikki somos de su eli. . .-El Pegaso no pudo concluir pues una mano se estampo detrás de su cabeza.
-¡Respeto Seiya! Es la Diosa Atenea a quien te diriges-Marín frunció el ceño, algo que no pudieron ver los demás por su mascara.
Kiki miraba de uno en otro. Las discusiones entre Marín y Seiya eran de lo más entretenidas y hasta cierto grado, educativas. Uno empezaba, y como si fuera el efecto domino, los demás lo seguían. El caballero de Pegaso sería todo un héroe de leyenda, pero, en la vida cotidiana pecaba de inmadurez.
El niño Lemuriano desvió la vista hacia su Diosa. Saori sonreía, sin emoción ni sentimiento. A pesar de su edad, Kiki, ya podía percibir más que un caballero de plata; la Diosa podría fingir ante los demás, él ya la había descubierto.
Los ojos grises tomaron por sorpresa al pequeño. Kiki trago saliva al ver que la Diosa lo había sorprendido estudiando cada facción de su rostro. Lejos de enojarse, Atenea sonrió de verdad.
-A veces, el aprendiz supera al maestro. Como en el caso de Kiki- Decía la Diosa mientras saldaba la distancia entre ella y el niño.
-¿En Seiya?-Pregunto Hyoga.
-Dije a veces-Saori revoloteo los cabellos rojizos del Lemuriano- En Seiya esa cuestión no aplica.
-Pero Saori-san ¿Cómo puedes decir eso?-Seiya miro alarmado a su Diosa.
-¿En serio tengo que decirlo?-Atenea fingió que pensaba arduamente-Entonces prepárense para pasar todo el día y parte de la noche aquí.
Las carcajadas no se hicieron esperar. Algunos soldados que acompañaban a la Diosa trataron de disimular la gracia que les había causado el comentario. Pero en cuanto el Pegaso hizo un puchero, su fuerza de voluntad se fue por el caño y terminaron por reír a pierna suelta.
En esta ocasión, la Diosa se permitió reír de verdad a costillas de su caballero de bronce. Tal vez engañara a todos, incluso a Seiya, pero con Kiki topaba pared.
El joven Lemuriano le recordaba, en algunos sentidos, a varios de sus antiguos caballeros Dorados. La generación de Shion era por mucho, el vivo reflejo de los primeros caballeros de la Diosa. Catorce hombres tan enamorados y leales que no les importo morir de la peor forma con tal de defender los ideales de Atenea.
Miro por unos instantes más la pequeña discusión que se había formada a raíz de su comentario. Conocía muy bien a los cinco jóvenes presentes. Eran sus amigos, sus hermanos de causa, por los que sentía una profunda gratitud; pero jamás pudo encontrar en uno de ellos los mismos vínculos que tenía con su élite Dorada.
La tremenda punzada en su cabeza hizo que volviera a la realidad. Un intenso cosmos, no perceptible para su orden, acababa de hacer acto de presencia en su santuario.
Inmediatamente la sorpresa la invadió. La razón lógica diría que era imposible que él pisara, nuevamente, el lugar donde por poco y pierde la vida. Aunque, el auto invitado parecía estar de manera "pacifica"
Sin prestar más atención a sus acompañantes su dulce y cálida voz emergió con la orden oculta de no llevarle la contraria, o tendrían serios problemas.
-Caballeros, Korées, sigan con las actividades programadas. Debo atender un asunto de suma importancia.
Antes de que pudieran decir algo, la Diosa ya había bajado las primeras diez escalinatas. Los caballeros y Korées se quedaron perplejos, ni siquiera habían comenzado con el verdadero protocolo. Shiryu parpadeo un par de veces incrédulo, aun no se había acostumbrado a ciertas cosas. Seiya desistió inmediatamente el seguirla. La última vez que lo hizo, conoció la cara más oscura de la Diosa y no quería repetir la experiencia.
-Qué le vamos a hacer. Es una Diosa y los Dioses actúan de manera rara y caprichosa-Ikki se encogió de hombros-¿Seguimos?
-Por supuesto Fénix-Marín se adelantó unos pasos al ver que Shiryu no respondía-¡Caballeros comiencen con sus demostraciones!
Tanto el Dragón como el Fénix asintieron ante la orden dada. Ikki se dedicó a observar con cuidado los movimientos de cada uno de los aprendices, mientras Marín consultaba con los diferentes maestros de cada uno.
El dragón miro por unos instantes más el camino que había tomado la Diosa. Para él, algo raro había sucedido con Saori. Ya no era la misma de antes, podía percibirlo.
La Diosa les estimaba y consideraba parte de su familia, aun así, había ciertos detalles "insignificantes" que cambiaron todo. Uno de esos detalles lo noto con Seiya. La forma en que se dirigía a él, cómo le hablaba, ya no se sonrojaba, e incluso, percibía que cada abrazo que Seiya le robaba era doloroso para ella.
El creía que entre Saori y Seiya podría haber algo "romántico". Aunque fuera una Diosa contaba con una parte mortal, una que sin duda le haría sentir varias cosas incluido el amor. Pero, después de lo de Apolo y Artemisa, todo cambio.
La caprichosa y malcriada niña Saori Kido dejo de existir, murió. En su lugar se encontraba en toda forma y esplendor la Diosa Atenea. Un ser al que nadie, absolutamente nadie, conocía. Fortaleza, inteligencia y calidez representaba todo lo que ella podía hacerlos sentir con tan solo una sonrisa.
Ellos pasaron a pertenecer al orden que según la Diosa les correspondía. La jerarquía jugaba un papel muy crucial en el orden del santuario. Uno que había sido establecido desde la época del mito; por lo tanto, Seiya y compañía contaban con la inmensa gratitud de Atenea, pero no pasarían de ahí.
Cuando ellos le cuestionaron el porqué de este cambio (sin contar que además, tendrían que vivir como los demás subordinados) ella los miro con una seriedad inusual en su rostro. Sus palabras, solo fueron una añadidura.
-"Gracias a su voluntad y enorme corazón algunas hazañas fueron logradas, pero no se confundan. Mi cosmos y mi sangre fueron parte de ese vehículo. Tal vez si alguna de las armaduras doradas los reconociera, no estaría haciendo esto. En lo visto, ustedes no cumplen con los criterios establecidos para ser sus portadores. Siento decirlo, pero, la élite no puede verse sobrepasada. Los caballeros Dorados igualan un cosmos tremendamente poderoso, sin necesidad de mi ayuda, espero y lo entiendan"
Esta joven le infundía miedo, temor y respeto. Ofuscado, el dragón chasqueo la lengua. Ahora el fungía como un suplente Patriarcal, no con todas las responsabilidades pero si con las más serias. Por si esto fuera poco, Ikki también estaba asignado como suplente.
Tomar decisiones, coordinar expediciones, checar los entrenamientos, hacer reportes y un montón de largos etc, se habían vuelto el pan nuestro de cada día en sus vidas. Habían tenido la oportunidad de negarse, sin embargo, el orgullo de ambos tuvo mucho que ver. La incógnita del porque la Diosa no había incluido a los demás bronces inquieto a Ikki, y como era de esperarse, no se quedaría con las dudas; por lo tanto, se atrevió a preguntar el porqué de no incluir a Shun o a los demás, a lo que la Diosa respondió
-"Son aún muy jóvenes e irresponsables. No puedo creer que Seiya pueda organizar o entrenar a un grupo de alumnos sin que suceda una calamidad. ¿Shun inmerso en papeles?. . . ¿Hyoga coordinando las reparaciones? Seamos realistas, ustedes dos son los más responsables de este quinteto. Además Ikki, tú ya estas familiarizado con la vida en el coliseo"
Sin lugar a dudas, ambos sabían que la gran responsabilidad de sacar adelante un santuario caído no sería fácil. La orden estaba en pedazos y las esperanzas de los pocos sobrevivientes pendían de un hilo. ¡Era toda una proeza!
Atenea había vivido más de un año fuera del santuario, solucionando los problemas concernientes a su fortuna, y la fundación Graude. Ahora no solo se limitaba a ser la protectora de la tierra. El mundo moderno era una parte fundamental para la existencia y protección del santuario. Lo menos que podían hacer Ikki y él era tratar de mantener el orden en el santuario, estuviera o no presente la Diosa.
Miro hacia el coliseo prestando la debida atención a las demostraciones de los pequeños. Una vaga pregunta comenzó a rondar su cabeza ¿Seiya soportaría este cambio?
Temía conocer la respuesta: No.
En ese instante, Apolo estaba más que seguro. Si las miradas pudieran asesinar su dichosa inmortalidad se pondría a prueba. La Diosa de la Sabiduría podía ser un ente temible y escalofriante. Sin querer estaba experimentando la sensación de vértigo e inquietud desesperante al estar frente a frente ante un verdadero Dios de la guerra.
Incomodo hasta la médula, se removió en su lugar. Su sorpresa fue mayor al notar que sus pies se habían quedado clavados al suelo, su cuerpo no quería responder. Miro de soslayo su alrededor. En caso de que tuviera que salir (Huir) la única opción viable seria el esfumarse lo más pronto posible. Pero si su hermana levantaba el dichoso báculo, el asunto ya estaría perdido. ¡Y no!. . . No es que fuera cobarde, era mejor prevenir.
Una gran cantidad de saliva se acumuló en su boca. No supo porque, pero de repente se vio inmerso en una posible muerte súbita. Justo cuando comenzaba a tragar, Atenea hablo.
-¿A qué debo el honor de vuestra visita Dios Apolo?
El Dios comenzó a aletear los brazos. La Diosa de la Sabiduría parpadeo por unos instantes. Observo con fría calma la cara roja de su hermano. La duda de lo que pudiera estar sucediendo quedo disipada cuando Apolo llevo ambas manos a su cuello. Se acercó a él, algo impedía su respiración. El brazo derecho de la Diosa se alzó sobre su cabeza. Sin consideración lo dejo caer sobre la espalda del Dios.
¡Paf!
El sonido del golpe resonó por las paredes del salón Patriarcal. Atenea tuvo que contener a duras penas la carcajada que exigía salir. La fuerza que aplico fue exagerada, Apolo acabo en el suelo.
-¡Graciasss!-El Dios Sol se levantó poco a poco. Unos lagrimones marca diablo bajaban de sus ojos.
-¿Viniste desde solo Zeus sabe dónde para evitar ahogarte ?. . . ¿Sabes que no debes usar tu oráculo a la ligera? –Atenea estaba lo que le sigue a perpleja.
-No es eso- Apolo trato en vano de alcanzar la parte afectada en su espalda.
-¿Te perdiste?-La Diosa dio un paso al frente acercándose al Dios.
-No solo. . .-Apolo, instintivamente retrocedió.
-¿Viniste a buscar pelea?-Nuevamente, Atenea volvió a dar otro paso.
-No yo solo vine. . .-Y otra vez, Apolo retrocedió.
-¡Otra vez con sus pleitos!-El báculo apareció en las manos de la Diosa- ¡Qué poca madre tienen!
-Vine a. . . –Apolo miro las manos de su hermana con preocupación, pero la mención de su progenitora lo sacó de quicio-¡OYE NO TE METAS CON MI MADRE!
-¿QUIERES GUERRA? ¡PUES GUERRA TENDRÁS!-Atenea levanto a Nike.
-¡BASTA INMADURA SOCIAL!-Grito Apolo a todo pulmón mientras saldaba la distancia entre él y la Diosa-¡SOLO QUIERO HABLAR!
Atenea detuvo a tiempo a Nike. La punta del báculo quedo a escasos milímetros de la cara de Apolo. Durante unos minutos, ambos permanecieron estoicos con la mirada puesta en el otro. Nuevamente la Diosa fue la primera en romper el silencio.
-¿Hablar sobre qué Apolo?- La Diosa bajo su Báculo.
-Alianza-El Dios medio sonrió-Una muy truculenta alianza.
-¿Alianza?-Atenea sonrió con sorna- ¿Estas ebrio?
-¿Acaso es tan descabellado?-Apolo soltó un bufido, basto con ver la cara de la Diosa para saber la respuesta- No me digas, lo intuyo.
-¿Por qué propones una alianza?- La Diosa desapareció a Nike- Si no me equivoco metiste las narices donde no te llamaron.
-Temo informarte que no es así hermana-Apolo cerro los ojos por unos segundos-Yo no tuve nada que ver en el juicio de tus Santos Dorados. En segundo plano, ayude a Artemisa porque es mi gemela- Los ojos del Dios se abrieron de golpe para mirar directamente los ojos de la Diosa- Pero eso es algo con lo que tú no estás familiarizada ¿Verdad?
-¿Eso que tiene que ver con lo que estamos tratando?-Atenea torció la boca, eso había sido un golpe muy bajo por parte de Apolo- Ve directo al punto.
-Tendría mucho que ver y es un asunto bastante complicado para explicar-El Dios se cruzó de brazos-Por ahora, tú necesitas de mi ayuda, yo de la tuya y un reino que está a punto de caer también. Sería mejor si te lo explicara con más tiempo, pero ahora, el tiempo no es una virtud.
-Las cosas entre amigos, hermanos o aliados jamás quedan a medias- La Diosa miro al techo-Si te refieres a todo lo acontecido, de sobra sé que estoy marcada por Zeus. El solo espera un movimiento en falso de mi parte para desatar la furia que ha contenido por miles de años.
Atenea desvió la vista hacia las puertas del gran salón. Apolo no necesito preguntar, había entendido muy bien el gesto de la Diosa. Sin embargo, no se daría por vencido. No ahora que tanto él como Perséfone necesitaban de ayuda.
-¿Sabes porque condenaron a tu élite Dorada?-El Dios sol sonrió para sus adentros al ver a su hermana mirarlo con cierta curiosidad-¿Considerarías escucharme si te digo que podrías liberarlos?
La Diosa entrecerró los ojos, su semblante parecía contrariado. Este gesto extraño a Apolo. Su hermana lucia de repente tan vulnerable como una pequeña de tres años. Al mirarla más de cerca, pudo percatarse que sufría más de lo que aparentaba.
-Solo la sangre de tres Dioses olímpicos podrían liberarlos, no sin antes, ejercer un juicio con un primordial- En las manos del Dios apareció un pergamino –Lo dicen las antiguas escrituras, del puño y letra de Cronos.
-¿De dónde sacaste eso?-La cara de la Diosa de la Sabiduría se llenó de sorpresa, extendió las puntas de sus dedos, rozando con suavidad el preciado tesoro.
-Del mismo lugar del cual intentamos realizar alianzas-El Dios solar deposito el pergamino en manos de la Diosa mientras sonreía.
-¿Quienes más?-Atenea miro anonadada el tesoro escrito entre sus manos.
-Quien más-Apolo ensancho su sonrisa-En sí, solo seríamos tres olímpicos. Claro, contando con tu ayuda.
-Mate a Hades, Poseidón me odia y yo no tengo más aliados excepto yo misma.
-No, el Inframundo aún cuenta con su regente-El Dios se alejó unos pasos de la Diosa-Y quiere la paz y una alianza contigo. En cuanto a lo de Poseidón, tal vez no sea necesario preocuparse de momento.
-No escuchaste, mate a Hades-Atenea sostuvo contra su pecho el pergamino.
-Si lo sé, pero. . . Perséfone está viva y por ende es la nueva regente del Inframundo, ¡Cabeza hueca!-Apolo estallo en risas.
-¡No me digas cabeza hueca!-La Diosa de la Sabiduría sintió que sus mejillas se tornaban rojas-¡Deja de reírte!
-Ya-El Dios se tocó el estómago-Lo siento, pero es que olvidaste las reglas. En ausencia del regente. . .
-El consorte toma las riendas-Atenea comenzó a reír también.
-Exacto-Apolo suspiro- ¿Aliados?
-A cambio de que-Atenea miro suspicaz al Dios-Aun no me has dicho los términos de la alianza, ni el porqué de dicho acto.
-Bueno, todo el universo y la creación misma se va ir al infierno y ni yo, ni Perséfone, tenemos tanto poder como para afrontar el lío.
-¿Solo eso?-Atenea arqueo ambas cejas.
-No es gracioso Atenea. Tanto Perséfone como yo estamos dispuestos a no pedir nada a cambio- Apolo apretó los puños- La vida de mi mejor amiga está en peligro así como la de mi hermana gemela. Nada, absolutamente nada, valdría la vida de ambas.
-¿Acaso el Dios Sol tiene sentimientos?-La Diosa de la Sabiduría dejo de mirar a Apolo para concentrar su atención en uno de los pilares del recinto.
-Sinceramente no lo sé-El Dios miro al suelo- De verdad, créeme que te necesitamos.
-Es más grave de lo que creí ¿Cierto?-Atenea dejo de mirar el pilar para centrarse en Apolo.
-Solo nos queda un camino-Apolo volvió a mirar directamente a su hermana-El mismo que siempre quisimos evitar y, el cual, no podremos retrasar.
-Todos tenemos algo que perder-El rostro de la Diosa se ensombreció repentinamente-Ustedes más que yo.
-Y no sería nada comparado con todo el horror que se cierne-El Dios extendió sus manos intentando alcanzar las de su hermana-No sé cómo puedo convencerte, o cómo hacer que creas en nosotros. Jamás he querido dañar a los humanos, aunque acepto que exagere un poco la última vez-El Dios movió la cabeza frenéticamente- No pretendo alargar más una conversación que necesita de una época de paz y de muchos oyentes. Por ahora, solo nos enfocamos en lo que sabemos que podemos hacer por ti y lo que tú podrás hacer por nosotros.
-Si tienes aunque sea un rayo de luz para liberar a mi orden Dorada, cuenta conmigo como aliada.
-Entonces-Apolo alcanzo tímidamente la mano de su hermana.
-Aliados- Atenea cerró con fuerza sus dedos alrededor de los de su hermano, sellando el pacto.
-Necesitamos encontrar a Prometeo-El Dios mordió su labio inferior, primero tenía que cerrar el pacto y después soltaría otra bomba.
-¿De que estas hablando Apolo, acaso perdiste la razón? –Atenea desorbito sus orbes grises e inmediatamente dejo de estrechar la mano de su hermano- ¡Sabes que no podemos liberarlo de la ira de Zeus! . . . . Bueno ahora podríamos intentarlo pero, ¿No has pensado que tal vez el desea cortar nuestras cabezas?. . . ¡Y ni siquiera tenemos idea de donde podría estar!
-El jamás ha roto sus promesas-El Dios miro en dirección del mismo pilar que minutos antes Atenea había estado observando-Aunque este enojado con nosotros y quiera nuestras cabezas como aderezo en una cena.
-Necesito que me pongan al tanto de todo-La Diosa comenzó a caminar hacia el pilar que ahora ambos Dioses miraban insistentemente.
-Es una promesa. Antes de partir al Olimpo, nos reuniremos los tres-Apolo concentro toda su atención en Atenea, pues parecía a punto de saltar encima de algo.
-Sal inmediatamente de ahí, Kiki-La Diosa se cruzó de brazos-¡Es de muy mala educación estar espiando a las personas!
-¡Pero señorita Saori, podría estar en peligro!-El pequeño Lemuriano asomo la cabeza y miro con terror a Apolo-¡Y más si se trata del loco quema todo!
-¡Kiki!-Atenea sintió que nuevamente sus mejillas ardían, sin embargo, Apolo volvió a estallar en risa.
-¡Pero que niño más encantador y valiente!-El Dios Sol se acercó hasta el pequeño-Mira que desafiar a un Dios con tu tamaño es temerario. Que suerte tienes Atenea, cuentas con su total lealtad.
-Claro-La Diosa de la Sabiduría le dedico una mirada de "Después nos arreglamos" al pequeño, el cual, empezó a reír nerviosamente
-¿Es el futuro caballero Dorado de Aries?-El Dios pudo percibir la energía tan fuerte y pura que emanaba el pequeño, algo que lo sorprendió.
-Sí, es un milagro que pudiera ocultarlo para que no lo asesinaran-Atenea mordió su lengua, no era el momento para recriminar-Afortunadamente todo salió bien.
-Es sorprendente ver el poder de tu élite-Apolo observo detenidamente la cara de sorpresa y nerviosismo del pequeño Lemuriano-Tan fuertes que pueden equiparar en poder con los Dioses. Antes no lo entendí, pero ahora es más que obvio.
-¿Más que obvio?-La Diosa miro con seriedad el rostro de su hermano.
-¿En serio nunca te has preguntado por qué condenaron por toda la eternidad a tu élite Dorada?
-Sí que me lo he preguntado y respondido-Atenea sonrió con tristeza-Representaban un peligro para todos aquellos que me quisieran hacer la guerra. Sus esperanzas puestas en mí es lo que los mantenía de pie hasta el final y, al mismo tiempo, es lo mismo que los ha condenado.
-Creo que va más allá de eso hermana, en especial, si te enfocas en el poder de cada uno de ellos. No me sorprendería saber que tus gemelos fueran las reencarnaciones de algunos Titanes o Semidioses escondidos. A lo mejor, es solo una suposición, Prometeo este entre tus huestes y tu ni cuenta te diste.
La observación del Dios le cayó como un alud de tierra. Sus rodillas temblaron y su corazón se aceleró al límite. La promesa que el Titán Prometeo le había hecho antes de que desapareciera, sería cierta si Apolo daba en el clavo; y todo este tiempo, jamás se había percatado de ese detalle:
Tal vez, él siempre estuvo a su lado
Y no, desgraciadamente, no era el caballero de Pegaso. . . ¿Cómo demonios no se había dado cuenta?
Ikki seguía sentado en la misma posición desde hace un buen tiempo. Últimamente había desarrollado cierta manía por descansar en cualquier parte, aunque fuera el suelo. Estiro un poco la espalda, las escalinatas no eran precisamente el mejor lugar para sentarse.
Estaba agotado. Ser caballero no era nada fácil, pero ser suplente Patriarcal era peor. Podía asegurar sin temor que prefería enfrentarse a los tres jueces el solo, o dejar que Hades lo apaleara hasta el cansancio. Ahora entendía las penurias que enfrentaban día a día los Patriarcas elegidos en cada generación.
Volvió su vista al ahora desértico coliseo. La reacción de su Diosa no le pasó desapercibida, como sea la conocía muy bien para su mala suerte; así que cuando ella se quedó observando un punto fijo en la nada lo supo: Problemas.
Poso su mano izquierda sobre su rodilla derecha. Esa parte de su anatomía acababa de recibir un tremendo impacto. El hematoma que había surgido era de proporciones épicas. Si lo comparaba con todos los golpes y cicatrices que tenía en su cuerpo, este era el peor moretón de su vida.
La parte afectada abarcaba toda la palma de su mano. El moretón había adquirido un horrendo morado negruzco y el simple rose de la tela de su pantalón era un completo martirio. El sol Griego había obligado a la mayoría a andar con las ropas más livianas, por lo tanto, uso el regalo de su hermano: un conjunto de camisa y pantalón estilo túnica.
Para Ikki era una prenda ridícula. Él siempre estuvo acostumbrado a usar las ropas más simples, pero, un regalo de parte de Shun era más valioso que cualquier cosa en el mundo. A estas alturas estaba arrepentido por no portar su armadura, aunque por otro lado, envió bendiciones a su querido hermano de haberlo convencido para ponerse dicha prenda. La energía calórica era tal, que estaba seguro que haría honor al Fénix; al menos en lo de prenderse fuego, por lo demás acabaría siendo un pollo rostizado.
Los peligros que le acechaban desde que termino por abrazar ese destino como caballero le habían puesto el reto de no sentir dolor, o, en el mejor de los casos, ignorarlo. Aunque nada de esos entrenamientos lo habían preparado para la batalla que acababa de librar contra ese aparatejo infernal.
No era para menos que ahora odiara todo lo referente a la nueva generación. Querer imprimir una hoja se había vuelto una cuestión de vida o muerte para él. Al fin y al cabo su inexperiencia en las nuevas tecnologías lo había llevado a tratar de desquitarse (en vano) con el dichoso aparato.
¡¿Quién es su sano juicio le creería?!. . . .
La esquina del escritorio se atravesó en defensa de la indefensa impresora. El terrible impacto lo tomo desprevenido causándole un dolor espantosamente fuerte. Lo que más lo había molestado fue que en esos momentos cayó al suelo como un niño pequeño y se agarró la rodilla, y lo peor, medio lloro.
Al final se enteró que primero tenía que conectar el aparato al tomacorriente. Su cara estallo en un saludable rojo intenso. En sus momentos de locura no verifico ese detalle. La impresora estaba apagada.
Por si fuera poco, solo se enteró del detalle cuando una de las Damas dedicadas al servicio, entro con su bandeja de abundante desayuno. Al notar su cara de aparente dolor incontrolable, pregunto si lo podía ayudar.
¡Por los Dioses! ellas sabían manejar todo lo referente a la tecnología, en ese momento quería que la tierra se abriera y lo tragara, pero no sucedió.
Y por ese incidente, llego cinco minutos retrasado a la reunión convocada en el coliseo. La revisión de las órdenes de plata y bronce era un ritual sumamente importante. Los maestros y aprendices demostraban que estaban en un muy buen nivel y podían afrontar cualquier tipo de amenaza viniera de donde viniera.
Ikki rezaba porque nada de eso sucediera, el motivo: No habían caballeros Dorados.
Dijeran lo que dijeran, él estaba consiente de todo. La élite Dorada los sobrepasaban con creces aunque les doliera en su orgullo.
A pesar de la terrible intromisión por parte de quien sabe que Dios (un secreto muy bien guardado por Atenea), los caballeros Dorados restantes no menguaron en fuerza; al contrario, superaron las expectativas con creces.
El relato oficial no revelaba más de la cuenta. En esencia, Atenea, solo se limitó a informar a su orden y, al mismo tiempo, cubrir a sus caballeros Dorados.
Si lo veía por la parte lógica, cualquier orden fuera del Dios que fuera, no revelarían que estuvieron a punto de caer por sus propios caballeros; y más si ellos son considerados los más poderosos. Quisiera o no decir la verdad la herida seguía ahí. Era la cicatriz enorme y un recordatorio fatal de que el enemigo puede estar justo frente a ti, en tu mismo bando.
Aun así, la lealtad y devoción que las catorce almas mostraron para con su Diosa obraron el milagro ante el muro de los lamentos. La balanza se inclinó a su favor. Si ellos no hubieran aparecido y abierto el camino, bueno. . . nadie estaría aquí.
Al fin y al cabo, Atenea era una Diosa con sabiduría y un enorme corazón. Para ella jamás hubo traidores solo grandes caballeros Dorados con diferentes puntos de vista.
El fénix hecho un leve vistazo a la parte afectada con el moretón, lucia horrible. En estos momentos tenía que alejar los fantasmas del pasado y enfocarse al presente. La realidad era inquietante. Sin la élite Dorada la Diosa de la Sabiduría se esforzaba al doble. Este hecho hizo que se diera cuenta del terrible daño que se causó.
Siempre que finalizaba una guerra santa sobrevivía aunque sea un solo caballero Dorado. En esta ocasión todos murieron. Y para colmo, fueron encerrados eternamente en una piedra.
Atenea tenía poder y control sobre todo el santuario, pero el Patriarca junto con los caballeros Dorados jugaban un papel crucial. Ellos eran la mano derecha de la Diosa, por lo tanto, mantenían un férreo control en la barrera de protección.
Al no estar ellos, la Diosa tenía que cargar con todo en sus hombros; inclusive la vida de las doce armaduras. Sin el elixir escarlata podrían morir y no cualquiera podía donar su sangre. El único capaz de componerlas estaba demasiado pequeño y corrían el riesgo de matarlo si lo intentaba. Kiki aún no tenía el nivel como para alimentar y reparar las doce armaduras.
Sin más salidas, Atenea cortó sus venas para proporcionar alimento a las armaduras. Shiryu y él estuvieron a punto de entrar en un ataque de pánico. Dos días antes, la Diosa había utilizado gran parte de su cosmos y sangre liberando las almas atrapadas de los caballeros de plata y bronce caídos en batallas; no estaba en condiciones de volverse a desangrar y encima volver a utilizar su poder.
Si algún Dios se le hubiera ocurrido atacar, encontraría a Atenea débil, con mareos, visión doble y solo treinta y ocho caballeros (incluidas Korées y aprendices) para protegerla.
Pero no todo estaba perdido. Otro hecho que lo preocupaba era saber si sería capaz de enfundarse una de las Armaduras Doradas. Para su sorpresa, el león dorado había reaccionado ante él; no de manera contundente pero más o menos perceptible. Y esto no pasó desapercibido para la Diosa.
Al menos, pensó para sí mismo, un caballero Dorado podría estar presente; pero solo uno y tal vez la mitad de otro. El pequeño Lemuriano era el único futuro Caballero Dorado en ser reconocido como tal, pero aún seguía en entrenamiento y no dominaba por completo las técnicas referentes a su signo. Para colmo, él no tenía ni la más mínima idea de cómo realizar el mentado plasma relámpago.
Al poner todas las cartas sobre la mesa, sinceramente, no se sentía capaz de semejante responsabilidad. Pero si otra guerra tocaba a la puerta, estaba dispuesto a enfundarse en oro y pelear como un Caballero Dorado.
Contemplo por un rato más la puesta del sol, los rayos dorados que se colaban por los pilares del coliseo daban un aspecto melancólico. Sin duda estaban mermados, por no decir jodidamente jodidos, pero con las esperanzas puestas en un futuro mejor. Sonrió al escuchar la voz adolescente llamarlo. Shun lo estaba buscando, era hora de irse a descansar y preparar la cena.
¡Y buscar un ungüento capaz de desaparecer el tremendo moretón en su rodilla!
Las puntas de sus dedos tocaron la superficie cristalina. La imagen antes nítida se distorsiono en incontables ondas esparcidas por varias direcciones.
¡Qué ironía!. . . ¡Es exactamente como se sentía!
Una realidad distorsionada de sí misma: sin forma ni propósito. Llevo la punta de su dedo índice a la comisura de sus labios. El sabor característico de lágrimas desgarro una vez más su corazón. Miro hacia el cielo estrellado.
¡Deseaba lanzar una flecha capaz de atravesar todo el Olimpo e incrustarse en el corazón de cada Dios tirano!
En una mirada más crítica, la Diosa de la Sabiduría por fin acepto una verdad incómoda. Si quería liberar a su élite tendría que hacer a un lado sus principios. Zeus dicto sus propias leyes y ella se había atenido, ahora las destrozaría y las arrojaría a su cara.
Era tiempo de que cumpliera con la profecía. No por poder, ni por dominio, era por el amor hacia ellos.
Aceptaría con gusto que la vieran como un Dios egoísta y vano, porque por fin aceptaba un hecho que se escondió por más de tres siglos en su corazón inmortal. Desvelaría ante todos sus mayores caprichos y su único deseo.
Amaba a cada uno de ellos. Eran suyos y de nadie más.
El débil cosmos surgió de la roca como el soplo de un colibrí. Los orbes grises se mostraron consternados. Las palabras aunque débiles y casi inaudibles lograron su cometido.
"Has estado negando durante tanto tiempo, demasiado tiempo, lo obvio
El decir adiós, tu adiós, nuestro adiós"
Atenea apretó los puños. Lentamente metió sus pies níveos en la pequeña laguna. Las manos se extendieron con ansias tratando de alcanzar algo más que un alma. Solo la roca fría le devolvió la caricia que ella anhelaba.
Con la vista fija en la protuberancia más cercana, elevo parte de su cosmos. Había encontrado la manera de mantenerlos en la débil línea de la inconsciencia y los sueños, alejados de la realidad. A partir de ese instante, los pequeños riachuelos que surcaban los rostros petrificados de sus caballeros Dorados dejaron de correr. Prefería que durmieran eternamente a estar conscientes de su alrededor.
La quietud y el trinar de unos cuantos insectos nocturnos se vieron amenazados. Murmullos tristes invadieron el ambiente. Al parecer las emociones vividas en el día lograron hacerla flaquear y pronto despertarían si no hacía algo. Su cosmos divino envolvió la roca haciéndola brillar en tenue plata. Su alma inmortal penetro el calabozo de piedra llegando hasta sus cautivos.
Con ternura se acercó a cada uno de ellos. La entidad Divina mostraba su verdadera forma cautivándolos e invitándolos a dormir en la calidez de sus brazos. Uno a uno fueron cediendo.
"El dolor es la naturaleza propia de un humano. La angustia y la desesperación, añadidura de la insensibilidad de los primordiales; aun así jamás se dan por vencidos. No pienso decir adiós, ni ahora ni nunca"
La tranquilidad de la noche recupero su balance. Ahora tendría que enfocarse en su próxima alianza y las estrategias que debía seguir. Confiar sin confiar de verdad. Sonrió al saber que ahora contaba con posibles aliados inesperados. Tres Dioses desafiando a los olímpicos, por un motivo muy absurdo: mortales y amor.
"Mi esperanza aun no muere. ¡No importa lo que tenga que hacer!. . .los liberare de su absurda condena"
Si todo marchaba en el orden correcto, Atenea sabía que se embarcaría en la aventura más impresionante y oscura de su vida.
Y por lo tanto, el inicio de un nuevo orden estaría a punto de emerger. . .
Para los que tengan duda:
Apolo aquí no es malvado, en la mitología griega se refieren a él como un Dios con un claro gusto por las artes y la cultura en general. Aunque también cuenta con un pasado muy oscuro. Lo de ojo alegre y gustos variados siempre lo ha tenido (tenía que ser ¿No?)
Durante todas las creaciones del señor Kurumada observo que cambia diametralmente la personalidad real de algunos Dioses de la mitología griega, así como también ha cometido errores en cuanto a la cultura general de algunos personajes. En fin, tal vez solo sean aspectos que sin querer se le fueron (como dirían por ahí) y si la imaginación nos hace torcerlos a nuestro criterio entonces, ¡Aprovechémonos!
De antemano, les ofrezco (Nuevamente)un enorme agradecimiento por leer.
¡Se agradecen los reviews!
