Disclaimer: Naruto y sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto
Hola, gracias por entrar aquí n.n
De repente tuve un antojo, y fue el de escribir sobre este pairing. Se trata más que nada de un reto personal, son otras las parejas y/o personajes que me son queridos. Ojo, no es que no quiera a estos dos, simplemente que nunca los había imaginado juntos. Por eso me pareció un buen ejercicio de escritura tomarlos como los protagonistas. Sabrán disculpar si no logro estar a la altura del desafío... espero n.ñU
La historia es un semi AU, o un what if, o como gusten clasificarla. El contexto es el mismo, es decir, transcurre en el mundo shinobi tal cual lo conocemos, sólo que inventé una trama alternativa. De todas formas algunos detalles conservo, como las personalidades de cada personaje y ciertos vínculos entre ellos.
Debo advertirles que lo mío no es la originalidad. De hecho, he echado un vistazo entre los sasuhina y me he dado cuenta de que la pobre Hinata es continuamente secuestrada (XD), que Sasuke es el criminal más buscado de las Cinco Naciones y que Naruto se ha convertido en Hokage. Somos, fatalmente, un grupo de fans aunados en la fantasía XD
A cambio de esta falta de creatividad prometo actualizaciones sostenidas, una aceptable redacción y la finalización del fic en tiempo y forma. Si se fijan en mi perfil verán que todos mis long-fics están completos.
Perdón por la cháchara. Disculpen también por los posibles fallos y gracias por leer :D
I
El encuentro
Hyuuga Hinata, a sus dieciséis años, se destacaba por ser una kunoichi entusiasta y responsable. No todos a su edad eran así, aunque Konoha se caracterizaba por ser el más fructífero semillero de shinobis del país. Ella lo tenía bien en claro y por eso entrenaba constantemente para superarse a sí misma, para estar a la altura de las expectativas.
Debido a ello aceptó sin vacilaciones aquella repentina misión. La dificultad radicaba en que, por esta vez, tendría que ejecutarla sola, ya que la mayoría de sus compañeros habían sido destinados a otras misiones. Ella lo tomó como un nuevo desafío, una nueva oportunidad para demostrar cuánto había madurado. No era frecuente que un ninja viajara en soledad, pero no se acobardaría por tener que hacerlo.
Al fin y al cabo era una Hyuuga. Podía ser tímida, sensible, callada e introvertida, pero nunca cobarde ni descuidada. Naruto confiaba en ella, por lo que ella debía creer en sí misma también.
Naruto… Avanzó impulsándose con las ramas de los árboles pensando en él, el joven Hokage, el amigo de toda la vida, el chico de sus sueños. Se sonrojó al evocar su sonrisa y tuvo que hacer un gran esfuerzo para volver a enfocarse en su objetivo.
La luz disminuía conforme el sol se ocultaba, por lo que Hinata estimó que llegaría a su destino cuando fuese noche cerrada. Así sería mejor, pensó, podría actuar amparada en las sombras y, si era lo bastante hábil y sigilosa, tal vez ni siquiera necesitase entrar en batalla.
De pronto, un ruido la alertó. Sin dejar de avanzar activó su Byakugan y de inmediato notó varias figuras asechándola a relativa distancia, dos por la derecha y dos por la izquierda. Tuvo la certeza de que no se trataba de amigos, pues procuraban ocultar su presencia.
Hinata se sorprendió por esa inesperada contrariedad, pero no se amedrentó. Que la estuvieran persiguiendo tan repentina y misteriosamente la inquietó, su cerebro de shinobi trazó en el acto diversas estrategias para enfrentar la amenaza. Tenía que averiguar quiénes eran, por qué estaban detrás de ella, y defenderse llegado el caso.
Sin embargo no tuvo mucho tiempo para pensar. Uno de esos ninjas la sorprendió por el costado y la joven apenas si pudo reaccionar dándole un golpe para sacárselo de encima. No le quedó más remedio que detenerse y hacer pie seguida de sus desconocidos rivales, que una vez en tierra la rodearon. Rápidamente activó su Shugohakke Rokujūyon Shō y se puso en posición de ataque.
Aquel a quien había golpeado parecía observarla con gran encono, frotándose la zona dañada. Hinata sólo alcanzó a percibir la carga de violencia, pues los rostros de los ninjas estaban vedados con máscaras de animales. La kunoichi se estremeció. Podían formar parte de un equipo ANBU, aunque le resultó imposible reconocer a qué aldea pertenecían. De cualquier modo, seguro serían más fuertes que ella, que apenas era chuunin.
-¿Qué es lo que quieren? –preguntó con severidad, sin bajar la guardia-. Soy de Konoha y me dirijo a cumplir una importante misión. ¡Identifíquense!
Los ninjas no respondieron. En lugar de eso, uno por uno fueron lanzándose a su campo de visión y a Hinata no le quedó otra alternativa más que responder a sus ataques. Visualizó la circulación del chakra y golpeó con precisión en cada punto que su coordinación le permitía.
No era fácil lidiar con los cuatro a la vez. La superaban tanto en número como en fuerza, por lo que no llegaba a dañarlos tanto como quería. Además, cada ninja que caía se reponía rápidamente y volvía a lanzarse sobre ella. La chica comenzó a sospechar que su intención era acometerla hasta que se rindiera por cansancio.
Pero Hinata no quería rendirse. Siguió golpeándolos y repeliéndolos sin que ellos pudiesen hacer mucho para frenarla, aunque con el fluir de la pelea fueron adquiriendo mayor precisión en cada uno de sus ataques. En cambio, ella se agotaba.
Primero fue un golpe al costado de su cuello. Hinata no claudicó. Después otro golpe le alcanzó las costillas y otro una pierna, pero ella permaneció de pie contraatacándolos. Finalmente uno le dio en el centro del estómago, entonces se dobló sobre sí misma.
Lo que sospechaba resultó ser cierto, de verdad eran fuertes, parecía que habían estado jugando con ella. Por más que lo intentó, esta vez Hinata no pudo volver a erguirse.
De pronto, el que supuso líder del grupo activó un jutsu que la paralizó. Hinata, abrumada por un dolor que nunca había experimentado, no logró entender lo que sucedía, ni pudo defenderse. Se dejó caer. Quizás el golpe recibido encubriese algún tipo de técnica desconocida, pues se sentía cada vez más débil y atontada.
Y también avergonzada. Naruto había confiado en ella y ella ni siquiera fue capaz de llegar a su destino. Todo comenzó a girar alrededor, y un ingobernable sopor invadió paulatinamente sus sentidos. Sólo consiguió notar que los ninjas se aproximaron. Como si llegasen desde lejos, alcanzó a oír algunas de sus palabras.
-Era más hábil de lo que pensábamos, la subestimamos –dijo uno.
-Ya no importa, lo solucionamos a tiempo –dijo otro.
-Espero que sea la chica que nos habían indicado –farfulló un tercero con cierta irritación. Tal vez los golpes de Hinata lo habían afectado.
-Claro que lo es, ¿no viste sus ojos? –replicó el anterior-. Parece que ya casi pierde la conciencia. Cárgala tú, la muy perra me aporreó tanto que casi me pulveriza.
Hinata, paralizada y a punto de desvanecerse, no pudo seguir escuchando. No obstante, incluso en ese estado, sintió una extraña mezcla de miedo y curiosidad. Ignoraba quiénes y por qué, pero antes de perder el conocimiento comprendió perfectamente que la habían capturado.
…
Primero le llegaron voces confusas, imágenes borrosas, pensamientos evanescentes. Después la envolvió la oscuridad. Por momentos la realidad quería abrirse paso en su mente embotada, y en otros la vencía el sueño otra vez. Hinata luchó para volver en sí.
Hasta que por fin logró abrir los ojos. Pestañeó para despejar las brumas y las lágrimas acumuladas, para observar mejor el panorama que la rodeaba. Le llevó casi un minuto recordar lo que había sucedido.
Entonces se despabiló por completo. Se incorporó abruptamente, por lo que de inmediato la asaltó una lacerante punzada en la cabeza, además de un desagradable vahído. Esas señales le indicaron que hacía tiempo que dormía. ¿Pero cuánto, cuánto tiempo había pasado desde la pelea en el bosque?
Se dejó caer en el borde del lecho sobre el que había yacido. Dominando a duras penas el malestar, observó en derredor y cayó en la cuenta de que se hallaba sola y encerrada en una habitación bastante desvencijada, sucia y desordenada. Muebles y enseres viejos de todo tipo se acumulaban aquí y allá, incluso las cobijas se veían roídas y apolilladas. ¿Qué era ese lugar?
-Me dejé atrapar como una boba –se reprochó sintiéndose en falta con su aldea, con Naruto y con su misión. ¿Ya habrían notado su desaparición? ¿Estarían buscándola?
Luego se levantó y fue tambaleándose hasta una pequeña ventana enrejada. Era el atardecer, por lo que dedujo que había pasado al menos un día completo desde que la raptaran. Siendo así, difícilmente los de Konoha echarían en falta su presencia.
Observó mejor el paisaje que la rodeaba. La casa, de dos plantas, se levantaba en el medio de un extenso llano. A medio kilómetro, sin embargo, comenzaba el bosque. ¿A qué distancia de la aldea se encontraría? Tenía que apresurarse en elaborar un plan para escapar de ese lugar.
De pronto, los ruidos de unos pasos subiendo por la escalera la alertaron. Hinata se sentía débil, medio adormilada todavía y realmente hambrienta, pero aun así se puso en guardia cerca de la puerta, decidida. Tenía que salir de allí como fuese, aunque, en lo posible, debía averiguar antes quiénes eran sus captores y cuáles eran sus propósitos.
La puerta se abrió y ella quedó detrás, oculta. El sujeto que entró llevaba algo en la mano y no advirtió su ausencia debido a la creciente oscuridad. Él se dirigió hasta la mesita que estaba junto al lecho, depositó allí lo que llevaba y maniobró para encender un mechero. La joven aprovechó la sorpresa que el intruso se llevó al percatarse de su desaparición para abalanzarse sobre él.
Con fuerza le tapó la boca con una mano y con el otro brazo le aprisionó el cuello. Se ayudó con las piernas para inmovilizarlo sobre la cama y luego lo encaró con toda la furia de la que fue capaz. Entonces quien se llevó una sorpresa fue ella, pues se trataba de una mujer.
-¿Quién eres? –preguntó en susurros, confiando en que la voz sonase lo suficientemente firme y atemorizante-. Dime quién eres, dónde estoy y cuántos están contigo. También me dirás por qué me secuestraron, y prometo que no te haré daño.
La mujer era de mediana edad y echaba chispas por los ojos. Por esa mirada Hinata supo que no le respondería con facilidad. Mantuvo la mano firme cubriéndole la boca. La adrenalina ayudó a que se recuperase un poco, por lo que pudo aplicar más fuerza sobre la mujer hasta provocarle dolor en algunos sitios del cuerpo.
-No eres shinobi, así que te han contratado para cuidarme. –Hinata le echó un rápido vistazo a la mesita-. Me has traído una charola con comida, así que estoy en lo cierto. Si no quieres vértelas con otros ninjas de Konoha, más te vale que respondas a mis preguntas.
Pese al evidente dolor que sentía, la mujer seguía enfrentándola con la misma furibunda mirada. Por supuesto, esos ninjas no contratarían a cualquier persona para la tarea, seguramente era una criminal, o al menos una mujer de mala calaña que cuidaría de ella por la paga. Hinata pensó en cómo haría para convencerla de hablar, pues la fuerza no parecía funcionar.
De paso, rogó para verse aún más amenazante que ella. Aunque fuese una kunoichi no dejaba de ser una muchachita comparada con esa mujer, y sabía que corría con desventaja. Vaya a saber cuánto tiempo llevaba dormida y sin alimentarse, dato que la otra no ignoraba.
-¡Responde! –intentó de nuevo Hinata, aunque los inconmovibles ojos de su prisionera seguían advirtiéndole que ni bien la soltara, la delataría.
Ya no podía esperar más. Al entender que nada podría obtener de la mujer, optó por darle un certero golpe en la cabeza que la dejó inconciente. Al menos eso le daría un poco de tiempo.
Con sigilo, recargada contra la pared, Hinata salió de la habitación. Cuando se detuvo en la cima de la escalera escuchó voces que provenían de la planta baja, aunque no llegó a distinguir a nadie. Sin embargo, supo que se trataba de sus secuestradores.
Bajó en silencio. Al pie de la escalera, oculta, escuchó una parte de la conversación.
-Si dijo que esperemos, eso es lo que haremos. –Hinata reconoció por la voz a uno de sus captores, quizás el líder.
-Órdenes son órdenes –comentó otro.
-¿Habrá despertado ya? –preguntó un tercero, también de voz familiar.
-Dejemos que Ritsuko se encargue de ella. Mientras el jutsu siga fluyendo en su interior, no podrá hacer nada para defenderse.
Al oírlo, Hinata se inquietó. Se tocó el estómago, recordando el golpe que la venciera. Tal vez le inocularon algo que no alcanzó a ver, alguna clase de jutsu que desconocía, y la estaría afectando. Preocupada, más alerta que nunca, siguió escuchando la conversación.
-¿Los demás habrán tenido éxito? –preguntó alguien.
-Los dos primeros grupos sí y nosotros también –respondió el líder-. Falta saber cómo le fue al cuarto escuadrón. Los ninjas de Konoha son resistentes.
-Cuando llegue el momento no podrán hacer nada –dijo el anterior.
-Así es. El plan ya está en marcha y nadie podrá detenerlo.
Ahora Hinata se inquietó aún más. Entonces todo se trataba de un plan, uno que no sólo incluía su secuestro, sino el de otros compañeros. Sus amigos… Trató de conservar la calma, de pensar, de entender lo que sucedía. ¿A quiénes más habrían apresado?
De pronto, un estrépito proveniente del piso de arriba la distrajo y llamó la atención de los ninjas. Seguramente la mujer había despertado y trataba de moverse para prevenirlos de la fuga. Los otros no necesitaron mucho más para darse cuenta de que algo sucedía.
Hinata apenas si tuvo tiempo de impulsarse hasta una viga del techo para ocultarse. Los ninjas, sin advertirlo, subieron precipitadamente la escalera. Ni bien pasó el último, bajó, ganó la puerta y salió al exterior.
Correr era lo único que podía hacer en su condición actual. Si se enfrentaba con ellos otra vez la vencerían con facilidad, su chakra parecía a punto de agotarse. Se dedicó a reunir toda la energía que le quedaba para correr lo más velozmente posible hacia el bosque, el lugar más seguro con el que contaba. Si lograba llegar allí antes de que los otros se lanzaran en su busca, tendría una oportunidad para escabullirse.
Por fortuna, ya era entrada la noche. La oscuridad le dio esperanzas e imprimió más velocidad en su carrera. Si tan solo pudiese llegar al bosque antes de que la vieran…
A la distancia le llegaron las voces alteradas de los ninjas al descubrir su desaparición. Uno daba órdenes tal vez, otro pediría explicaciones, otros renegarían. Nada de eso le importaba, todo ese confuso griterío sólo le indicaba que todavía no la veían y que ninguno de ellos contaba con el tipo de jutsu necesario para detectarla, otra ventaja que debía aprovechar al máximo.
Cuando sintió en el rostro los chicotazos de los primeros arbustos experimentó cierto alivio, aunque sabía que aún no podía confiarse. Ya dentro de la espesura se guió por instinto, pero de repente escuchó voces demasiado cercanas y eso la puso en guardia nuevamente. Demoró un instante en percatarse de que no provenían de sus perseguidores, sino del bosque mismo.
Hinata se detuvo en seco, atenta a cualquier movimiento. ¡Lo único que le faltaba! Los frenéticos latidos de su corazón y la gran agitación con la que respiraba le revelaron cuán fuera de estado se encontraba después de aquel primer ataque. Si aparecían nuevos enemigos, se vería en serios problemas. Debía regresar cuanto antes a la aldea si quería que le saquen lo que sea que tuviera adentro, debilitándola, por lo que cualquier demora equivalía a un riesgo.
Pero resultaba evidente que esos nuevos enemigos se movían a su alrededor. Miró en todas direcciones, alerta, sin llegar a vislumbrar a nadie. Luego intentó activar su Byakugan, pero no funcionó. ¿Qué diablos le habían hecho? Sin contar con su arma fundamental, pocas chances tenía de sobrevivir en ese lugar. Lo único que le quedaba era su inteligencia y su habilidad natural.
Comenzó a avanzar con cuidado, sigilosa, parapetándose entre la vegetación. Seguía escrutando la oscuridad, atenta a cada ruido y a cada movimiento. Estaba segura de que la última vez había escuchado voces provenientes de allí cerca. Aunque el estrés de la situación mantuviera a raya el miedo, la idea de que alguien a quien ella no podía ver la estuviese observando la hacía sentir terriblemente expuesta y vulnerable.
Contra lo que sea que la acechara estaba sola, y sola debería enfrentarlo o evadirlo. Hinata se recordó que era una kunoichi formada cuyo poder no sólo residía en el chakra, sino también en su voluntad. Ella estaba decidida a sobrevivir, más ahora que sabía que un gran peligro se cernía sobre los suyos. Resiste, se dijo a sí misma, y siguió avanzando.
En el camino tomó algunas ramas cuyas puntas trató de agudizar utilizando sus propias manos, sin dejar de moverse ni de mirar en derredor. En el apuro de la fuga había olvidado buscar su bolsa, por lo que tuvo que confeccionar esas sencillas armas para sustituir los kunais.
En un momento determinado volvió a escuchar las voces. Esta vez se trataba de sus captores, no cabía duda. También percibió con claridad una presencia nueva, una acechanza. Hinata se sintió rodeada. Aseguró sus improvisadas armas entre sus ropas y, sin pensarlo más, echó a correr en la dirección que estimó más conveniente.
Al poco rato casi comete el error de salirse del bosque. Al pisar el claro del que había escapado cayó en la cuenta de que había estado dando vueltas en círculo. Se reprochó duramente por eso. Observó con rapidez las estrellas y volvió a adentrarse corriendo entre la vegetación.
Pero esta vez no pudo avanzar mucho. De súbito chocó contra alguien firmemente apostado en su camino, alguien cuya presencia no llegó a detectar a tiempo. O ese sujeto era muy hábil o ella en verdad se encontraba muy mal. Hinata vaciló sobre sus piernas a causa del impacto, a punto de caer al suelo.
Una mano la aferró del brazo para impedirlo. La joven por instinto le lanzó un golpe a ese nuevo oponente, golpe que le atajaron con facilidad. Confiando en su veloz contrataque, en una fracción de segundo extrajo una de las ramas para clavársela en el pecho, pero también le retuvieron esa tentativa. Hinata se sintió más débil y desamparada que nunca.
Lo único que pudo hacer fue forcejear para zafarse, pero al estar sujeta por ambos brazos sólo consiguió que, con el torpe zamarreo, terminara por chocar de nuevo contra su rival, pegándosele todavía más. Su frente golpeó contra el mentón del hombre, arrancándole a él un desagradable gruñido. Pecho contra pecho, encendidas las mejillas tanto por el esfuerzo realizado como por la conciencia de haber quedado en una postura tan vergonzosa e inconveniente, levantó la vista para encararlo con toda la furia que pudo reunir, pues sólo eso le quedaba.
El ninja, presa de la contrariedad, masculló una maldición y la apartó con brusquedad, aunque sin soltarla. La asió de una muñeca con tal autoridad y fuerza, que poco le quedó por hacer a Hinata más que permanecer quieta para no seguir provocándolo.
Estaba tan oscuro que apenas logró adivinar su figura. Se trataba de un shinobi, eso era evidente, pero no llevaba ningún signo revelador de su procedencia. Era joven y un poco más alto que ella, aunque se le hacía difícil distinguir los rasgos de su rostro. Lo que sí pudo ver con claridad fueron sus ojos. Las pupilas se destacaban por el rojo intenso que las coloreaba, y por un curioso trazo concéntrico y circular. A Hinata esa mirada le resultó extrañamente familiar.
-¿Quién eres? –le preguntó él con sequedad.
Por su tono de voz parecía bastante molesto, como si ella fuese un estorbo que le hubiesen arrojado para fastidiarlo. Sin soltarla, escrutaba su rostro entre las sombras con el ceño fruncido, queriendo reconocerla.
Bajo ningún tipo de circunstancia Hinata develaría su identidad. Además, ignoraba por completo si ese sujeto era amigo o enemigo, y tampoco estaba segura de querer averiguarlo. Ese ninja no era más que un nuevo obstáculo en su camino.
-¡Suéltame! –le espetó.
El otro pareció extrañado de tal determinación, pero quizá sólo se lo hubiese figurado. Su actitud era más bien la del shinobi inconmovible, adusto, aquel que procura mantener a raya toda clase de emoción. Al menos ésa fue su primera impresión.
Para él, en cambio, era evidente que la chica no estaba en condiciones de desafiarlo y que venía huyendo de algo o de alguien, por lo que ignoró completamente la demanda. Aun así, la fuerza de voluntad que irradiaba en esas circunstancias un poco lo desorientó. Se preguntó por qué tendría que asombrarle tanto, a fin de cuentas se trataba de una kunoichi.
Uchiha Sasuke se acercó más a ella para sondear su rostro en la oscuridad. Al principio no percibió nada en particular más allá de su juventud, pero luego la luz de la luna se hizo más intensa y lo ayudó a verla mejor.
Entonces Hinata advirtió el preciso instante en que sus facciones se alteraron al reconocer el característico rasgo físico que la identificaba. Fue apenas una breve y sutil reacción, pero Hinata alcanzó a percibirla. Viéndose expuesta de nuevo, hizo un último y fallido intento para zafarse.
El ninja la miró con ojos inescrutables haciendo caso omiso de sus pueriles tentativas. Después, su voz se oyó desabrida, indiferente.
-Eres una Hyuuga –siseó.
