Tenía cumplidos justo los 33 años cuando fue convocado nuevamente a la Orden del Fénix, el título de miembro de dicha organización le hizo sentirse renovado por dentro, por un momento se sentía como el chico de cierta foto antigua colgada en una esquina en Grimmauld Place 12: alegre, pleno, con energía suficiente para pelear contra todo lo que se pusiera enfrente, aunque después recordaba su verdadera situación.

-Esto será temporal, Canuto- le explicó mientras traía consigo sus maletas bajo un hechizo locomotor.

-Venga Lunático, si será como cuando recién salimos de Hogwarts: dos solteros, sin reglas ni compromisos- le dijo el pelinegro mientras le daba un codazo amistoso.

-Si… pero con varios años de más encima-

-Hablarás por ti mismo, yo sigo siendo igual de guapo que hace un par de años- replicó en tono seductor.

-¿Un par?- levantó una ceja Remus.

-Siempre buscas como amargar cualquier situación; y hablando de situaciones amargas la Orden se reunirá aquí la semana próxima, sabes que Quejicus vendrá ¿Crees podrías controlar a Buckbeak de no morderle?-

-No tomaré partido en su lucha de poder, que ya ambos están bastante grandes para eso-

-¡Tú mismo comprobaste que sigue siendo el tonto mugriento que conocimos antes!-

-Eso no lo convierte en razón para que le sigas el ejemplo, tranquilizaré a Buckbeak si es necesario, pero no busques problemas, es otro miembro de la orden y si está aquí es por una buena razón- sabía que cuando su amigo iniciaba con una idea era mejor buscar una salida diplomática para n contradecirlo de golpe, y él lo sabía todo de diplomacia.

Cuando dejó perfectamente ordenadas sus cosas en la habitación que Sirius le había proporcionado, a cambio de su modesta compañía, bajó a la cocina y preparó un poco de chocolate caliente, tomó su taza y paseándose por la casa polvorienta y abandonada se fijó en la foto que mostraba a la primer Orden, todos lucían radiantes y llenos de vida… pensó con melancolía ante la ironía de sus palabras.

-Éramos un gran equipo- Sirius le hablaba desde el otro lado del corredor.

-El mejor equipo sin duda- dio un sorbo al chocolate que emanaba desde la taza un vapor suave y cálido, de aroma acogedor que lo embriagaba- estarán tan felices cuando…- antes que pudiera terminar la oración los gritos del cuadro de la viaje madre de Sirius resonaron en toda la casa, el animago no tuvo más opción que dar la vuelta y, a grades pasos, llegó hasta el cuadro y lo cubrió con las pesadas y largas cortinas que descansaban al lado y a continuación abrió la puerta; mientras tanto el hombre de ojos color miel vio todo esto como algo chusco desde su lugar frente a la foto de sus amigos que le sonreían en tonos sepia; una voz maternal le saludó y le preguntó si ya había comido, el negó encogiéndose de hombros y desde la cocina escuchó que se sentara a la mesa pues comería por fin decentemente.

A los cinco minutos de haber sido llamado a la mesa ya podía percibir el aroma de una comida deliciosa, sin esperar un segundo llamado tomó asiento frente a un plato exquisito de sopa al cual devoró a moderada velocidad, pero no por eso con menos ansía, se sentía ligeramente avergonzado por su estado tan patético: su mejor amigo le había prestado una habitación y Molly le daba de comer pues estaba pálido y famélico tras no haber comido bien desde que había renunciado de Hogwarts, pero no tenía otra forma de vivir, por lo menos no tan holgada lo cual le hacía sentir un nudo en el estómago al pensar que vivía a expensas de los demás, siendo una carga, sus cavilaciones poseían tal peso en su mente que no escuchó nuevamente los gritos de la madre de Sirius, tampoco el sonido de que algo había caído al suelo.

-Disculpa Molly por la tardanza, pero aquí me tienes- esa voz, esa armonía de tonos fue lo único que consiguió penetrar en lo más profundo de su cerebro como para hacerle volver la cabeza y descubrir a quien pertenecía esa curiosa voz.