Esta historia es diferente a la original aunque conserve la mayor parte del argumento. Hermione, Harry y Ron están en quinto curso; Fleur, Viktor y Cedric en séptimo.

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, porque si lo hicieran el mundo de Harry Potter sería un poco más gay xD

Los estudiantes de Hogwarts atravesaban las grandes puertas del Gran Comedor un año más para dar comienzo a una ceremonia realmente especial.

Un cielo estrellado se alzaba en lo más alto de las paredes grises, decoradas e iluminadas por largas hileras de frágiles velas que flotaban sobre las mesas aún vacías, donde los pocos alumnos que no estaban interesados en la llegada de las escuelas invitadas esperaban de brazos cruzados.

Harry y Ron se adentraron al salón junto a todos los demás, hablando con emoción de la llegada de esas dos prestigiosas escuelas a los terrenos del castillo, y luego de avanzar hasta la mesa de los Gryffindor, sentándose al lado de Hermione quién parecía haber estado todo ese tiempo leyendo un grueso y polvoriento libro, continuaron su conversación.

—Es increíble que ese barco tan grande haya salido del fondo del Lago Negro. —dijo Ron exaltado.

—A mí me pareció más increíble que ese carruaje apareciera de la nada y que casi nos hiciera volar a todos por los aires. —rió Harry al recordarlo. —¿Viste la cara que puso Malfoy?

Ron se rió aún con más fuerza.

—Se escondió detrás de Crabbe y Goyle, estaba realmente asustado. —exclamó después de tomar aire, dejando que un suspiro satisfecho le hiciera sonreír, mirando hacia la mesa de los Slytherin.

El Gran Comedor poco a poco volvió a tener el aire animado de siempre, y cuando el último de los alumnos se sentó, Albus Dumbledore avanzó hasta el atril, generando un silencio tranquilo a su alrededor que en apenas unos segundos invadió el salón.

—Quisiera dar la bienvenida a nuestros queridos invitados. —inició pausando las palabras, dejando que su voz resonara por todo el Gran Comedor.

Y aunque todos y cada uno de los alumnos escuchara con atención las palabras del director, Ron se sorprendió al ver que Hermione seguía con la mirada puesta en el libro.

—¿No quieres verles entrar? —le preguntó con un susurro.

—No es mi prioridad.—respondió ella al instante, frustrada por no ser capaz de memorizar la página que estaba leyendo.

Las puertas se abrieron de golpe y un viento feroz amenazó las frágiles velas, dejando entrever unas figuras oscuras, esperando la llamada de Dumbledore.

—¡Aquí están nuestros compañeros búlgaros! —exclamó levantando las manos. —Llegados desde la prestigiosa escuela Durmstrang, dirigida por Igor Karkarov.

El aire se tornó frío cuando un hombre de mirada afilada, vestido con pieles marrones y negras, avanzó imponente por el pasillo central.

A su paso apareció una larga hilera de chicos vestidos con uniforme rojo, haciendo una coreografía fuerte, golpeando el suelo con bastones y creando a su alrededor un espectáculo de fuego y colores.

Ron soltó un bufido alucinado, y solo cuando agachó la cabeza para mirar a su amiga, sus ojos volvieron a poner un gesto aburrido.

—¿En serio? —murmuró.

—Ya te he dicho que no es prioritario. —respondió ella pasando página.

—¿Qué puede ser más prioritario que ver a las escuelas elegidas para disputar el Torneo de los Tres Magos? —preguntó fastidiado, justo cuando comenzó a escucharse un murmullo.

Los búlgaros avanzaron hasta el centro del salón, donde esperaron a que una última persona atravesara el umbral de la puerta.

—Hay miles de cosas más importantes que este bárbaro y feroz torneo, Ronald. —dijo la chica.

—¿Miles? —se sorprendió. —Apuesto lo que quieras a que el torneo es más divertido que una clase de pociones con Sn…

Pero la voz de Fred y George, quienes hicieron la misma pregunta a la vez, le cortó la frase.

—¿Es Krum? —dijeron.

Y Harry y Ron levantaron la cabeza inmediatamente, buscando la respuesta mirando hacia el pasillo.

—No me lo puedo creer. —murmuró Harry segundos después.

—¡Es Víktor Krum! —exclamó Ron, al igual que muchos otros, quienes le miraron con adoración.

El Gran Comedor se sumió en un silencio extraño cuando los estudiantes de Durmstrang se sentaron, donde por un momento los alardeos de los Slytherin por compartir mesa con una estrella del Quidditch se escucharon por encima del nombre de Víktor Krum.

—Vamos a estar todo un año compartiendo clase con él, Harry. —dijo Ron emocionado. —Esto es increíble, no sabía que aún iba a la escuela.

—Yo tampoco. —añadió el chico mirando a Draco, quien se reía petulante de lo que fuera que estuvieran diciendo los búlgaros.

Dumbledore espero en silencio mientras el Gran Comedor volvía a tranquilizarse, y visualizando entre la oscuridad del pasillo unas nuevas figuras, asintió sonriendo.

—¡Y aquí están las bellas damiselas francesas! —exclamó. —Llegadas desde la prestigiosa escuela Beauxbatons, dirigida por Madame Maxime.

Fue solo cuestión de tiempo que la brutalidad de los alumnos búlgaros quedara enterrada bajo los movimientos elegantes de las alumnas, vestidas con un uniforme ceñido al cuerpo de color azul, avanzando con fluidez con un baile sencillo, que dejó a todo el mundo absorto.

Su mesa elegida fue la de Ravenclaw, pero ninguna se sentó hasta que una gran mujer vestida con la misma elegancia que ellas hizo su aparición.

Pero Madame Maxime no fue la última en llegar, pues poco después apareció tras ella una chica que llamó la atención con igual o incluso más fuerza que Krum.

Alta, delgada, con una figura bien perfilada y largos cabellos dorados cayendo sobre su uniforme ligeramente diferente a los demás, fueron los rasgos que dejaron a todos sin palabras, y solo cuando asimilaron lo que acababan de ver, los suspiros y las palabras hicieron su aparición.

—Es lo más hermoso que he visto en la vida. —se escuchó en la mesa de los Gryffindor, pero también alguna frase parecida sonó en la de Hufflepuff y Ravenclaw.

Los Slytherin utilizaron algo más que palabras y con algún que otro silbido interesado intentaron captar su atención.

Pero ella solo miraba al frente con el rostro serio, imperturbable, hasta que se sentó junto sus compañeras, dejando escapar una pequeña sonrisa.

—Quiero casarme con ella. —murmuró Ron al verla sonreír, llamando la atención de Hermione, quién ya había decidido apartar la mirada del libro cuando escuchó los silbidos.

Su amiga le miró con el ceño fruncido.

—¿Qué dices? —le preguntó con una mezcla de confusión y incredulidad.

Ron la miraba con adoración, sin poder cerrar la boca. Ella vio en sus ojos una mirada lasciva y eso le provocó un mal escalofrío, quejándose de su actitud.

—¿No la ves? —dijo entonces el chico. —Es preciosa.

Pero Hermione no sabía de qué estaba hablando, porque más allá de las alumnas de Beauxbatons, no era capaz de ver a la responsable de esas actitudes tan grotescas.

Buscó desinteresadamente a la culpable, y justo cuando sus ojos chocaron con una intensa mirada azul, casi pareció comprender la actitud de Ron, Harry y en general, de todos.

¿Quién era esa desconocida?

• • •

El clima de Inglaterra le agradó más de lo que podría haberse llegado a imaginar.

Sintió una brisa fría invadirla cuando salió del carruaje, haciéndola temblar hasta que las altas paredes del castillo de Hogwarts la resguardaron, pero a pesar de eso, una leve sonrisa apareció en sus labios.

Ese año iba a ser realmente importante y todas lo sabían, por eso no dejaba de pensar en el torneo mientras avanzaba en solitario por el pasillo de ese gran salón.

Sentía tantas miradas encima de ella que casi le resultó abrumador escuchar los silbidos, pero sin ser nada que no le hubiera sucedido antes, se sentó junto a sus compañeras, dejando que su mirada curiosa observara a su alrededor.

Quoi de neuf, Fleur? [¿Qué pasa, Fleur?] —le preguntó su hermana pequeña cuando la vio tanto tiempo sin decir nada.

Gabrielle era la más pequeña del grupo, pero conocía a Fleur mejor que a nadie, y acercándose a ella para mirar hacia la misma dirección, vio un curioso trío sentado en la mesa de los Gryffindor.

Qui regardez-vous si intensément? [¿A quién estás mirando tan intensamente?] —comentó graciosa, haciendo que su hermana mayor agachara la cabeza al instante.

Je ne regarde personne. [No miro a nadie.] —se quejó.

Pero la pequeña rubia no la creyó, porque incluso sus cortas y trémulas palabras la delataron.

Est-ce que c'est un garçon aux cheveux noirs? Je pense que son nom est 'Arry Potter. [¿Será ese chico de pelo oscuro? Creo que su nombre es 'Arry Potter.] —comenzó, dejando que sus deducciones incomodaran a Fleur, quién intentó defenderse.

Ce n'est pas lui. [No es él]

Gabrielle asintió despacio, buscando un nuevo objetivo, haciendo un gesto extraño cuando se encontró con la mirada obsesionada de un pelirrojo que se sentaba al lado de Harry.

Eh bien, j'espère que ce n'est pas ce garçon... [Bueno, espero que no sea ese chico…] —murmuró entonces, dejando escapar una risa cortada, obligando a su hermana a fruncir el ceño, buscando a la persona de la que hablaba.

Oh, mon Dieu, ce n'est pas lui. [Oh, por Dios, tampoco es él.] —dijo rápido cuando le vio, apartando la mirada para negar con la cabeza.

Gabrielle asintió aliviada.

Volvió a moverse y con curiosidad buscó al último miembro de ese trío, encontrándose, de esa forma, con una persona diferente a lo que esperaba.

Elle est jolie. [Es bella.] —murmuró.

Y solo con la pequeña sonrisa que se apoderó lentamente de los labios de su hermana mayor supo al instante que había encontrado a la culpable.

Fleur, sin darse cuenta, se llevó la mano al corazón, intentando comprender por qué sintió lo que sintió cuando sus ojos conectaron, siendo incapaz de responder a las preguntas que atacaban su mente.

Por esa razón tuvo la necesidad de volver a encontrarse con su mirada, dándose cuenta que, por su mala suerte, ella estaba sumida entre las páginas de un libro. Largos bulces castaños caían sobre su túnica negra mientras sus ojos de color miel leían ágiles con el ceño levemente fruncido.

No parecía prestar atención a nada de lo que le rodeaba, y Fleur, obligándose a sí misma a sumarse a la conversación de sus compañeras, dejó que su primera noche en el castillo avanzara tranquila.

Ya pensaría alguna cosa para intentar encontrarse con esa desconocida.