Renuncia: todo de Sui Ishida.
Prompt: #002 [Los festivos cómplices; fandom_insano]
La idea viene inesperadamente, sin pedirle permiso.
De pronto un día, ya acostumbrada a esa guarida de fenómenos y criaturas que se esconden debajo de la cama aguardando a que el niño apropiado se les acerque que es Aogiri, se le ocurre.
Llega el pensamiento como un bichito ponzoñoso y hace nido —entre sus prendedores para el cabello—. Sorprendiéndose Hinami con quedo un «Oh». Para después resolverse a llevarlo a cabo, entonces.
Con su tristeza característica que le hace origami con su corazón endeble, y procurando ser muy cuidadosa con su identidad, se ofrece a hacer las compras en vez de Naki. Eto le da permiso mientras observa entretenida un libro de referencias para sinónimos y antónimos, y Naki le llora encima a Hinami, borbotando: «Qué gran persona eres, mucho muy grande». Eto canturrea que la frase está incorrecta, pero Hinami no escucha nada más. Porque se va.
Hace las compras habituales —café para Naki, Ayato, Seidou-kun y ella y las manzanas de Eto, junto con otros aperitivos—, y de regreso pasa a una tienda y paga lo que se le ocurrió. Una cámara. Aunque con algo de indecisión repentina.
(sólo que ella ya se ha decidido, no va a retractarse; de ninguna manera).
Hinami vuelve a Aogiri y reparte las compras a quienes van dirigidas. Una vez terminado se dirige a su habitación, con el objeto ya fuera de su caja. Presiona los botones, le pone un par de pilas, la cámara prende.
No tiene que sorprenderse de que él la haya seguido, con el pretexto de «Vigilo que no hagas nada estúpido, vale».
(incluso si no la vigila y en realidad la cuida, desde las esquinas más lúgubres y con menos luz, ya que Ayato es una sombra).
Hinami florece estando a solas con él. Ante su interrogante abrupta y hosca de ¿Por qué compraste esa cosa, Hinami?, que no es que ella desee que Ayato cambie, le gusta de esa forma.
— ¿Me has espiado hoy, Ayato-kun? —hay una risa de amapola atascada en su garganta.
Ayato frunce el ceño.
— Sólo responde, quieres.
Y Hinami lo medita.
Por qué. Bueno, es que a veces se siente algo melancólica. O muchísimo. Porque le duele saber que los recuerdos de Kaneki hermanito y Touka hermanita se van difuminando con los años, que casi no se acuerda de cómo lucían, y aquello la asusta —más que unas Palomas yendo tras ella, más que las noches donde torturaban a Seidou—. Porque tiene todo el tiempo del mundo no obstante el mundo no le da tiempo. Porque no piensa permitir que esta vez su casa (torcida e incongruente pero casa al fin y al cabo) se esfume entre sus dedos, como polvo. Porque las fotografías prevalecen y resguardan los momentos malos, y buenos, y terribles, sin avaricia, con desinterés. Y así ella no se olvidará de nadie, nunca más.
—le encanta escuchar memorias—.
Hinami apunta la cámara hacia Ayato, que la mira ofuscado. Ella florece un poquito más. El flash les enceguece un instante.
Porque...
— Porque tienes una sonrisa muy bonita pero invisible Ayato-kun.
(Quiero conservarla, por siempre).
