Hola a todos! Antes que nada debo de decir que es cierto que ando corta de tiempo, pero mi amor por estos fics es muy grande como para abandonarlos. Esta historia empezó a ser escrita en inglés, pero he decidido traducirla y seguirla en español. He quitado y agregado algunas cosas del manuscrito original, así como también he cambiado la perspectiva de la historia. De todas formas espero que disfruten al leerla tanto como yo disfruté al escribirla. Ya saben que Harry Potter no me pertenece. Dicho esto a leer!
Es una verdad universal que las mejores amigas jamás se enamoran del mismo chico. No importa qué tanto esté una de ellas enamorada, si la otra lo reclamó primero, entonces, la anterior, deberá guardar silencio por el bien de su amistad.
Hermione Granger sabía esto a cabalidad, ya que ella, la princesa de Gryffindor, la chica más brillante de su generación, la favorita de sus maestros, se encontraba enamorada del novio de su mejor amiga, Ginevra Weasly; a decir verdad, Hermione se había enamorado de Harry Potter.
¿En qué momento ocurrió esto? Bueno, realmente no estaba segura, tal vez sucedió en algún punto durante el sexto año. Todas esas horas juntos en las que se brindaban apoyo mutuo en los momentos difíciles, las sonrisas tímidas; es posible que aquel conjunto de sucesos provocara que cayera poco a poco por él.
Para Hermione, descubrir la magnitud de sus sentimientos fue algo bastante mortificador. Dentro de sus planes no estaba el enamorarse del chico-que-vivió, jamás formó parte de sus intenciones, pero allí estaba, en la madriguera, escuchando el parloteo de su mejor amiga sobre "qué tan enamorada estaba de su novio", y pretendiendo escuchar atentamente.
—Oh, Hermione— exclamó—, a veces puede ser tan dulce—. Ginevra suspiró, contenta, y añadió—: Es todo gracias a ti, aún no se me ocurre cómo agradecértelo correctamente.
«Tal vez puedas renunciar a ser su novia», pensó Hermione, amargada, pero manteniendo una sonrisa en el rostro, pues ella sabía que era la causante de que estuvieran juntos. Fue ella la que le dio esos consejos a Ginny para conseguir la atención de Harry, y para su consternación, funcionaron. No es que estuviera sorprendida al respecto, pero por Dios, eso fue mucho antes de que se diera cuenta de lo mucho que él le importaba. Sin embargo, Hermione jamás haría algo para lastimarlos. Ella estaba consciente de la felicidad que ambos compartían y de lo mucho que se amaban. Se alegraba, de verdad que lo hacía, pero en un lugar recóndito dentro de sí, no podía evitar pensar en su propia felicidad. Ella también podría ser prefecta para Harry, lo conocía más que la pelirroja; sus aspiraciones, sueños y esperanzas.
Harry eligió a Ginny en su lugar. Hermione no podía culparlo; a decir verdad, él no estaba supuesto a conocer sus sentimientos. El bueno de Harry solo pensaba en ella como una buena amiga, tal vez la más cercana, y esperaba que Hermione y su mejor amigo comenzaran una relación, y así estuvieran los cuatro emparejados.
Ron. Él era otro problema dentro de la mente de Hermione. Ella no lo amaba de forma romántica; él era agradable y divertido, pero eso no era todo lo que esperaba de una relación, también necesitaba conversaciones fluidas y mucho más en común que el hecho de ir a la misma escuela y usar magia.
—Hermione, ¿me estás escuchando? — La pregunta la regresó a la realidad.
—Por supuesto, Ginny— respondió, luego intentó recordar cualquier cosa que su amiga había dicho durante los últimos 20 minutos.
—Pues te veías bastante distraída— dijo, riendo—. No te preocupes, Herms, él lo recordará.
— ¿Quién va a recordar qué cosa, Ginny? — preguntó confundida.
—Ron, tontita— respondió, dándole toquecitos juguetones en la espalda—, se acordará de tu cumpleaños, todos lo haremos— agregó con una brillante sonrisa.
—Por supuesto— dijo Hermione, y suspiró resignada.
En unos cuantos días cumpliría 18 años. Ella no esperaba una gran fiesta, tampoco era como si los Weasleys le pudieran ofrecer una de dicha magnitud, o que le importara ese hecho, pero de seguro extrañaría las fiestas que sus padres ofrecían por su cumpleaños. Este año sería diferente, de todas formas, ya que los Granger estaban de vacaciones en alguna isla exótica del Caribe.
—Buenos días, niñas— dijo la voz de Molly Weasly desde la puerta de la habitación. Las chicas le retornaron el saludo. La señora Weasly cargaba una canasta de lavandería bastante grande, y se le veía ocupada—. Ginny, cariño— prosiguió—, ven conmigo abajo y ayúdame con esta ropa. Hermione, corazón, ¿podrías ir a la habitación de los chicos y despertarlos? Es que necesito que vayan a desgnomizar el jardín. Después puedes unírtenos a Ginny y a mí.
—Claro, Molly.
—Vamos, mamá.
Hermione se dirigió a la habitación de Ron, donde Harry y él se quedaban, se detuvo junto a la puerta y a punto estuvo de entrar, cuando escuchó susurros desde el interior. Se reclinó y pegó el oído en la madera. Aunque no era propio de ella espiar las conversaciones ajenas, su curiosidad por saber qué podía hablar Harry con Ron con tal grado de secretismo, le hizo olvidar sus modales.
—Esta es mi oportunidad, Harry. Estoy determinado a hacerlo.
— ¿Es así, Ron? Ya era hora. Estoy seguro de que todo saldrá bien.
Permanecieron en silencio unos segundos, y Hermione pensó que era momento de interrumpir, pero entonces la voz de Ron se escuchó de nuevo.
—Harry— dijo, dubitativo—, ¿crees que Hermione dirá que sí?
—Por supuesto, compañero, ustedes están hechos el uno para el otro.
La mandíbula de Hermione no podía estar más abierta. La noticia la dejó estupefacta; Ron iba a pedirle que fuera su novia, y pronto. «Esto está mal, él no puede hacer esto, ¿qué se supone que le diré?», pensó inquieta. Su rostro se transformó en una mueca de terror. Se despegó de la puerta, y recordando lo que en primer lugar le había llevado a la habitación, se recompuso lo mejor que pudo y tocó suavemente.
—Pase— gritó Ron.
—Buenos días, chicos— dijo, luego de abrir la puerta. El lugar era un desastre: las camas deshechas, las paredes llenas de posters de los Chudley Cannons, y libros y revistas esparcidos por el suelo. Las mejillas de Ron se colorearon de rosa, y Harry sonreía mientras miraba de Hermione a Ron respectivamente.
—Buenos días, Mione— dijo Ron, nervioso.
—Hola, Hermione— dijo Harry, desenfadado.
Ellos eran diferentes. Ron parecía un niño; no era que su cuerpo fuera pequeño, todo lo contrario, tenía una figura agradable a la vista gracias al Quidditch, pero su aura, la forma en que se movía y actuaba, le daba la impresión a los demás de que solo se trataba de un niño crecido. Harry, que de ninguna manera era deficiente físicamente, no tenía la constitución de Ron; sin embargo, tenía mucha más confianza en sí mismo. Era algo en su aire y semblante que invitaba a las personas a confiar en él, algo de lo que Hermione se había enamorado.
—Molly quiere que ambos vayan a desgnomizar el jardín— dijo, aparentando naturalidad.
— ¡¿Qué? — exclamó Ron—, mamá sabe cuánto odio hacer eso.
—Vamos, amigo— dijo Harry, riendo—, no quiero que tu mamá nos asesine.
—Como si ella fuera a hacerte algo a ti— dijo Ron, acusadoramente. Hermione simplemente se quedó mirando a ambos chicos, sin decir nada.
— ¿Por qué estás tan callada, Hermione? — dijo Harry, que había percibido el extraño silencio de su amiga.
—Nada— se apresuró a responder—, es que acabo de recordar que debo ir a ayudar a Molly y Ginny con la lavandería.
—Sí— agregó Ron—, y nosotros debemos de quemarnos bajo el sol para que mamá pueda tener el jardín limpio—. Harry rió a carcajadas, Ron se encogió de hombros y Hermione salió de la habitación.
Por fin el día de su cumpleaños llegó. Se despertó rodeada de la familia Weasly y Harry. Los gemelos conjuraron unos dragones de papel animados, que volaron sobre sus cabezas realizando piruetas, hasta explotar y formar su nombre en el aire. Molly y Arthur la felicitaron, al igual que los demás.
La señora Weasly no le permitió ayudar en nada, ni siquiera porque ella le rogara que lo hiciera, le decía cada vez que ese era su día, por lo cual no levantaría ni un dedo.
Hermione veía a los otros trabajar. Estaban decorando la madriguera con serpentinas en un lado u otro, además de colocar algunos globos rojos y dorados. También miró a Harry y Ginny por el rabillo del ojo, él la abrazó y le dio un beso rápido en la mejilla; Hermione se sintió enferma y se removió en la silla. Harry se sintió observado, paseó la vista hasta encontrarse con los ojos almendrados de su amiga, le sonrió y ella le devolvió la sonrisa.
Luego de lo que a Hermione le pareció una eternidad, al fin los preparativos estaban terminados. Se sentaron a la mesa y Arthur dijo un pequeño discurso de felicitación, después le cantaron un feliz cumpleaños, para luego empezar a comer y beber.
Pronto llegó la hora de los regalos. Harry le regaló un libro sobre criaturas mágicas y su cuidado. Ginny se las arregló para darle un brazalete donde ponía Hermione y Ginny, amigas por siempre.
—Siempre lo usaré, Gin— dijo, y se abrazaron.
Los gemelos le regalaron algunos artículos de la tienda de bromas, y Molly le confeccionó una bufanda para el invierno. Al fin era el turno de Ron, y se veía más nervioso de lo acostumbrado. Hermione recordó lo que había escuchado días atrás y empezó a sentir pánico, «Ron no puede tener el descaro de pedirme ser su novia frente a todos, ¿cierto?», pensó. Él sostenía una pequeña caja rectangular envuelta en papel azul y atado con un lazo blanco.
—Hermione— dijo, sonrojándose violentamente—, nos conocemos de hace tiempo y— él calló y respiró hondo. Hermione se movió sobre la silla y sintió la garganta seca. Molly apretó la mano del señor Weasley y miró a su hijo con amor, los gemelos sonrieron, al igual que Harry y Ginny.
—Lo que intento decir, Hermione, es… ¿quieres ser mi novia? — La pregunta había sido hecha. Ella abría la boca y la cerraba repetidas veces, incapaz de decir algo. Se encontraba en el momento más embarazoso de su vida y en lo único en que podía pensar era en cómo podría salir de esa situación.
—Yo… yo— balbuceó.
—Es la primera vez que te veo sin habla, Hermione— dijo Fred, bromeando.
—Cállate, George— dijo Molly.
—Ah, estoy callado— replicó este—. Ha sido Fred.
—Los dos a callar— amenazó Ginny, fulminándoles con la mirada, luego el silencio reinó de nuevo.
—Yo… yo, Ron, en verdad lo siento, pero…no puedo. Yo no te quiero de esa forma— dijo, con las mejillas anegadas en lágrimas, y luego corrió fuera de la madriguera. Ron se puso de pie, en shock, no pensó que sería rechazado; todo el mundo parecía confundido. Harry decidió ir tras ella.
—Hermione, espera— le escuchó gritar a su espalda, pero no se detuvo. Él corrió más rápido hasta que pudo alcanzarla.
— ¿Qué es lo que te pasa, Hermione? — preguntó, perdiendo la compostura.
—Nada malo sucede, Harry— contestó mientras se movía de un lado a otro.
— ¿Podrías detenerte? — gritó Harry.
— ¿Qué? — ella replicó aún más fuerte que él.
—Mira— dijo, y suspiró—, no era mi intención gritarte, Mione, solo estoy sorprendido, es todo. En realidad le gustas mucho a Ron y él ha esperado mucho para confesarte sus sentimientos. Tal vez no fue en el mejor momento —ella enarcó una ceja y le dirigió una mirada que decía "no me digas", pero él continuó—, y tú estás nerviosa. Creo que debieras de darle una oportunidad.
— ¿Crees? — dijo Hermione, alterada—. No estoy enamorada de él, ¿no entiendes?
—Bueno, Hermione, no— espetó Harry, furioso—, a decir verdad no lo entiendo para nada. Pensé que te gustaba, me lo dijiste en quinto año.
—Eso fue hace tiempo, Harry. Las personas pueden cambiar de opinión.
—Pero, ¿por qué? — dijo, alzando la voz.
—Porque estoy enamorada de alguien más— largó antes de poder controlar sus emociones. Se llevó las manos a la boca y miró a Harry con los ojos abiertos de par en par, asustada. Por su parte, él boqueaba como si fuera un pez.
— ¿De quién? — dijo con un hilo de voz.
—No lo conoces— mintió Hermione.
— ¿A quién conoces que es posible que yo no conozca? — dijo, elevando la voz otra vez.
—Dame un respiro, Harry. Tú no tienes por qué conocer a todo el mundo a mí alrededor.
— ¿A cuál casa pertenece?
— ¿Por qué asumes que es de Hogwarts? — dijo, desesperada.
— ¿A cuál casa pertenece? — repitió, pero esta vez con más vehemencia.
—Eso no tiene importancia— respondió, sintiéndose drenada emocionalmente.
—Por supuesto que importa. ¿Es de Gryffindor? ¿Quién se atrevería? ¿Acaso es Seamus?
— ¿Qué? No, no seas ridículo, Harry.
—Ravenclaw, entonces, o Hufflepuff.
—Déjalo, Harry. Te he dicho que no le conoces.
Harry se veía más iracundo, lastimado al conocer los sentimientos de su amiga. También herido por el hecho de que ella no había confiado en él para contarle sobre quién le gustaba en verdad. Luego, como si un rayo le golpeará, una idea loca se formó en su mente.
—Es de Slytherin, ¿cierto? Por eso no le conozco.
Hermione le miró con los ojos bien abiertos, ¿acaso se había vuelto loco? Pero tal vez… su cerebro comenzó a moverse rápido, aunque no necesariamente en la dirección correcta.
—Sí, Harry, es de Slytherin—. Si tenía suerte podría salir de esa. Ninguno de los dos conocía a muchas serpientes. Pero Hermione no contaba con que Harry saldría de sus estribos y la agarraría de brazos, asiéndola con fuerza.
— ¿Quién? — siseó peligrosamente, y Hermione dijo las primeras palabras que aparecieron en su mente, las dos palabras que cambiarían por siempre el resto de su vida.
—Draco Malfoy.
