Hola, emm... es un one-shot sobre el gusto por las fresas de L, y bueno, la idea llegó. Espero les guste.


¿Por qué a L le gustan tanto las fresas?

—Flash back—

Risas, gritos alegres y más risas.

Eso era todo lo que se escuchaba en la Wammy`s house, donde los niños ignoraban totalmente el mal clima. Dejaban de lado el cielo gris manchado de nubes que anunciaban una lluvia próxima.

Dentro de la casa, sentado de una forma muy extraña con un dedo tocando su labio. El pequeño L, con su mirada perdida en una de las paredes de la sala principal, con el cabello descuidado y con unas tenues líneas negras debajo de sus ojos.

Había deducido que ese día llovería, y a esa altura del día, hasta el más tonto podría suponerlo. Aunque ahí era imposible, todos allí tenían una capacidad intelectual alta. La Wammy's house.

Comienzan a escucharse truenos y unas finas gotas comienzan a caer.

L saca de quien sabe donde un dulce en forma de osito y se lo lleva a la boca, le encantaba lo dulce.

Pronto llovía incesablemente, cubriendo la ventana de agua, bloqueando la vista al exterior. L se levanta, y medio encorvado busca un lugar de silencio, en poco tiempo la sala principal se llenaría de niños huyendo del frío.

Pero la mansión se vio prácticamente inundada de niños correteando en busca de toallas, la tranquilidad de hace unos momentos se desvaneció, así que cogió un paraguas y salió. Bajo un árbol habría más paz que ahí adentro. Aunque terminó rodeando el árbol predestinado a ser el refugio anti-niños-gritones de L. Vio algo curioso, algo que no debería estar allí, un hueco en medio de las paredes que protegían el orfanato.

Salir…no salir…salir…no salir

Decidió salir, no, "investigar".

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Pasajeros del vuelo 26, bajar con cuidado

-¡Mamá!- llamó una niña de unos 11 años, cabello azabache hasta un poco mas debajo de los hombros que señalaba alegremente la salida del aeropuerto.

Habían llegado a Inglaterra.

-Debemos comprar unos paraguas

-¿No tiene otro?

-Lo siento, se nos han agotado

Tantas tiendas, y todas: O habían cerrado, no vendían paraguas o se les había acabado.

Así que compartió el paraguas con su hija, dándole como prioridad cubrirla a ella, caminaron hasta pasar cerca a una gran casa-mansión-o-lo-que-sea.

-¿Qué es este lugar?

-Es un orfanato- había leído un poco sobre ese lugar, un orfanato para niños súper-dotados.

La madre divisó a un señor cerca de ellas, debía preguntarle sobre una dirección.

-Espera aquí y no te muevas Kagome- ordenó con tono suave

-¡Sí!

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L había salido, era un enorme mundo afuera del orfanato. Poco a poco se fue alejando de su "puerta" al exterior. Aún con la lluvia imparable.

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Kagome estaba de cuclillas, observando a unas hormigas pasar junto a ella. Levantó la vista.

Un chico sentado casi como ella. Pero ¿Cómo lograba hacerlo?

Kagome intentó imitarlo, lográndolo por unos segundos para después perder el equilibrio y caer sentada. Y río, era divertido. Pero había captado la atención del niño al que emulaba.

Se levantó y se encaminó tímidamente hacia el otro chico, pudo notar su pelo alborotado y sus ojeras.

-Hola- empezó Kagome Higurashi

-Hola

- Yo soy Kagome ¿Y tú?

- L

-¿L? Que nombre tan… original- comentó llevándose el dedo índice a los labios.

L permaneció callado. No se debía confiar pero ¡Era una niña!, a pesar de no conocerla le inspiraba confianza.

-¡Cierto! ¿Cómo es que te sientas así? Lo eh intentado y me eh caído- rió con pena

¿Cómo es que se sentaba? Pues le ayudaba a pensar mejor.

-¿Cómo me siento?

-Sí, es que mira-intenta mantener la posición, pero falla- yo me caigo ¿Cómo le haces tú?

Que niña tan curiosa.

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Habría pasado unos 20 minutos. Su madre había conseguido la dirección y había llamado a un taxi, pero debía esperar a que llegase, se marcharían pronto.

Kagome ya aguantaba más tiempo, era complicado y le dolían un poco las piernas. A L le agradaba Kagome, era simpática y alegre.

Alegre… tal vez el no llegue a saber cómo se siente, una verdadera alegría.

El camino para ser un detective no sería fácil, y el siempre estaría del lado de la justicia.

-¡Mira L! Yo puedo- afirmó, pero sus piernas comenzaron a temblar al poco rato y cayó. Lo que provocó que comenzara a reír de nuevo y le robó una sonrisa a L- ¿Cómo es que puedes mantenerte así?

-Práctica

Kagome abrió su pequeña mochila curiosamente en forma de osito, y sacó fresa que su madre había comprado, cogió uno y lo demás se lo dio a su nuevo amigo.

-Gracias

-No importa, eres mi amigo

Amigo…

-¿Enserio?

-Sí

El sonido de un carro los interrumpe.

-¡Kagome, vamos!- llama la señora Higurashi

-Me tengo que ir- añadió Kagome con un deje de tristeza- Nos volveremos a ver ¿Verdad?

-Claro

-Adiós L- se despidió Kagome abrazándolo, para luego irse corriendo agitando la mano en señal de "adiós".

L miró el taxi hasta que desapareció de su vista. El abrazo lo había sorprendido, y ya tenía una amiga, su primera amiga.

Continuó comiendo las fresas, esa fruta nunca había sabido mejor.

—Fin Flash back—

Ambos recordaban este suceso con nostalgia, desde ese momento no se habían vuelto a ver. Kagome regresó a Japón sin poder pasar de nuevo por la Wammy`s house. Ya tenía 14 años, cerca de cumplir 15, donde le pasarían cosas más extrañas. L ya era un detective privado, quien había resuelto los casos más difíciles del mundo, le gustaban los dulces y aún se sentaba igual.

Sobre todo, amaba las fresas.

Porque…

La felicidad debía saber a fresas.

Continuara...


Gracias y saludos.