Antes de empezar, me gustaría hacer una pequeña aclaración: Los personajes de Hetalia no me pertenecen a mi, sino a Hidekazu Himaruya. Yo simplemente he querido hacer esta historia sin ánimo de lucro y con el único fin de entretener.
Los nombres usados son los siguientes: male!belarus: Vladislav / fem!russia: Anya
Nada más que decir, que disfruten del fic.
Cada martes él la traía un hermoso ramo de girasoles. Aquellas bellas flores que tanto la gustaban, sin duda alguna la recordaban al Sol. A la rusa la encantaban los días soleados, podía pasear y sentir el calor sobre su pálida piel, caminar por los bosques, perderse entre los árboles y mirar al cielo para deleitarse con el brillo que desprendían las hojas de los árboles cuando los rayos del Sol las acariciaban. Sentía que su pelo brillaba más cuando había Sol, se sentía como si la hubiesen dado una descarga eléctrica; con ganas de salir, de saltar y de bailar. Con ganas de sonreír de verdad.
Por esa razón a Anya la encantaban los girasoles.
Ese día era martes, esperaba que su hermano menor, Vladislav, la trajera su tan preciado ramo. Se había levantado muy pronto incapaz de poder dormir bien por los nervios y las ganas que tenía ya de poder acariciar las flores. Algunas veces incluso podía comer las pipas que daban los girasoles, pero esto solo ocurría en ocasiones muy puntuales.
Lo que lamentaba la rusa de todo esto, era que los girasoles al poco tiempo de ser cortados se morían. Ver como cada pétalo se volvía de un tono anaranjado, casi marrón, se arrugaban y se caían la hacía entristecer en gran medida. El tallo de color verde era lo único que se mantenía con mejor aspecto, pero pronto este se secaba y se resquebrajaba... Cuando pasaban estas cosas lo que hacía Anya era tirar los girasoles a las llamas de la chimenea y esperar que se hicieran cenizas para luego, al día siguiente, coger estas y esparcirlas desde lo alto de una colina.
Veía como el frío y gélido viento se llevaba las cenizas de los girasoles y los dejaba en lugares en los que ya la vista de la rusa no podía alcanzar. Anya creía que caían en los campos de girasoles y que, como las aves fénix, resurgían de sus cenizas y aparecerían hermosos girasoles de nuevo.
En ese momento, Anya oyó la puerta de casa y se levantó del sofá dispuesta a recibir con una gran sonrisa a su hermano y su ramo de girasoles, por su puesto. Y así fue, Vladislav entró con los girasoles en los brazos, pero esta vez no se dirigió hacia su hermana, no se los entregó. Directamente los echó al fuego de la chimenea.
Anya observó sus acciones anonadada, pronto sintiendo dolor en su pecho.
_V-Vladislav ¿Por qué haces eso? _preguntó Anya con una expresión triste en el rostro.
_ Ah сестра , hago lo que tú siempre haces ¿no? Tirar mi regalo al fuego.
Esta vez la expresión de Vladislav era triste. Él siempre había creído que su hermana despreciaba su regalo, cada martes él se levantaba muy temprano y aguantaba el crudo frío ruso para ir a los campos de girasoles y seleccionar las flores más bonitas, solo para su hermana, para su amada Anya. Y siempre le hacía lo mismo, al cabo de dos o tres días, la rusa los tiraba al fuego...
Vladislav pensaba que era porque no la gustaban las flores o peor aún: no la gustaba que se las regalara él. Así, ese día, tiró los girasoles al fuego delante de su hermana dándola a entender que sería la última vez que la regalaría las flores.
_ Ya no lo volveré a hacer, сестра, siento mucho si te he molestado.
Y dicho esto Vladislav salió de la casa nuevamente. Anya, se arrodilló en el suelo mirando los girasoles, aguantándose las lágrimas que estaban deseosas por salir de sus preciosos ojos violeta. Él lo había entendido todo mal, y ella se sentía fatal por no haberle agradecido nunca su regalo, por no decirle lo mucho que apreciaba ese detalle, ese pequeño gesto de amabilidad y dulzura que tanto la gustaba... Pequeñas cosas que nunca dijo y que ahora pasarían factura.
Anya se quedando llorando toda la tarde y sin que nadie lo supiera ni se diera cuenta, un pequeño girasol murió.
Notas de la autora
сестра: Hermana
