¡Hello~! It's me... ok no xD

Yo ya vine aquí con mis fanfic's :3 esta vez, con este par de personajes que amo (yo los amo a todos, soy fácil :v). La idea surgió de un fic que había leído hace muchísimo tiempo (por allá en el 2010) y quise escribirla así como la verán plasmada aquí. Si bien la idea principal del fic puede ser compartida con el otro fanfic del cual el nombre no recuerdo (lo intenté buscar, pero no lo encontré. Pienso que lo han borrado o algo), no es lo mismo, pues los diálogos y el desarrollo de la trama sí me pertenecen a mí.

Advertencia: posible OOC-ness (primera vez que escribo sobre ellos).

Disclaimer: NO poseo los personajes que aquí se utilizan, más los acontecimientos si son de mi autoría.


En lo alto.

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Aquella mañana, semana y media de haber llegado a ese planeta, Kankou―conocido como Umibouzu, el más poderoso cazador alienígena en el universo y encaminado a ser un mejor Yato―falleció por circunstancias misteriosas.

O bueno, casi.

La historia oficial era que dicho hombre por poco y le dio un derrame acompañado por infarto―de esos que a los humanos les daba y los mataba en el acto―al ver a Kouka, su―aun no muy oficial―mujer, tan temeraria como ella solo podría ser, subida en un banquito, que estaba subido en un taburete y este a su vez se encontraba por encima de una silla. Ella, con todo y su gloriosa belleza, intentaba alcanzar un sartén.

―¡HEY! ―terminó gritando, sintiendo como el cabello se le caía de a poco. Pero es que hombre, ¡que se mata! ¡Que su mujer se le mata!

Vale, era exagerado porque ella no moriría por caerse―que no fuese el caso, por favor―, y es más, si mucho se rasguñaría sólo un poco, pero a él se le había desarrollado esa vena protectora para con ella.

Kouka, aún en la cima de aquella escalera de sillas que había construido, miró al hombre que acababa de llegar con su cara de todo y nada; la única expresión que podía brindarle en ese momento, por otra parte. Y es que, sabía que aquel hombre era ruidoso, pero no entendía la razón del escándalo.

―¿Sucede algo? ―acabó preguntando, girándose para concentrarse nuevamente en la tarea de estirar la mano para alcanzar su objetivo: el sartén.

―¿Qué si sucede algo? ¡¿Qué si sucede algo?! ¿Pero es que no ves lo peligroso que es eso? ¡Ese taburete está hecho una miseria y esa silla se podría caer a pedazos en cualquier momento! ¡Y tú incluida!

Y, si eso pasaba, según la mente de Kankou, la mujer de larga cabellera bermellón perdería el equilibrio y al caer se desnucaría, moriría y él tendría que enterrarla, si es que de paso no se iba él con ella a matar alienígenas en el más allá a causa del susto.

―Creo que ves peligro donde no lo hay. No me pasará nada ―había asegurado ella, con calma, como si en realidad no estuviera haciendo una maroma digna de un circo. Vamos, que él sabía que si ella caía no moriría realmente, ¿verdad? ¿Qué necesidad había de hacer tanto drama por eso?

Pero pese a aquella declaración, Kouka no tuvo más remedio que bajarse de su muy práctica y bien elaborada escalera de sillas, y dejar que Kankou―haciendo gala de que es más alto que ella―fuese quien cogiera la sartén sin tener que estirarse mucho para que por fin dejara de hacer protestas innecesarias y que no venían al caso.

―¿Ya ves? así todos estamos contentos ―le dijo el pelinegro, pasándole el sartén tan necesitado para hacer algo de comida. Entonces la vio sonreír―o medio sonreír, pero al fin y al cabo lo hizo―y entonces sabía que ella le iba a dar las gracias con esa vocecita suave y melódica que lo volvía más idiota de lo que posiblemente ya era.

Pero, totalmente contrario a lo que él estaba esperando, sucedió algo mucho mejor. ¡Que se lo comiese un monstruo y desgarrara sus huesos si Kouka no había acabado de inclinarse hacia él y darle un beso―cortico, pero se lo dio―para agradecerle!

Y, aquella mañana, semana y media de haber llegado a ese planeta, Kankou― conocido como Umibouzu, el más poderoso cazador alienígena en el universo y encaminado a ser un mejor Yato―se murió de amor por un simple roce de labios. Se hizo una nota mental de poner todos los utensilios de cocina en los lugares más altos para que la mujer de cabellera bermellón no tuviese más remedio que ir en busca de su ayuda para alcanzarlos.

―¿Qué? ―le preguntó entonces Kouka, mirando como él se quedaba parado, sin reaccionar y sin siquiera parpadear.

―¿Puedes darme otro? ―le pidió casi mecánicamente, como si hubiese dejado su cerebro en modo automático.

Kouka entonces rio―esta vez sí fue una risa, vaya cosas lindas que él presenciaba de la vida―y, acercándose a él nuevamente, se empinó y unió sus labios, esta vez haciendo la unión más duradera. Así pues, aquella mañana ambos Yatos hicieron de todo menos preparar la comida, que para eso era que necesitaban el sartén.

Meses después, Kankou volvió a morir de amor, pero esta vez, por un par de grandes ojos azules que lo miraban con la mayor inocencia que se podía haber registrado en todos los tiempos. Kamui, fue el nombre dado a aquella pura criatura.

Hijo de ella y de él.


Últimamente estoy publicando muchas cosas, no parezco ser yo. Me sorprendo de mí misma o.o

Y bueno, es todo. Sé que es súper corto (y quería que fuese así, de hecho) por lo que será considerado como un drabble lleno de amor y cosas fluffys, pero sin perder mi estúpido estilo de intentos de comedia para equilibrar mi mal sano ser (es que de verdad, no puedo con las cosas cursis xD).

Sinceramente, soy muy poco imaginativa para los títulos de los fanfic's, por lo que este pequeño drabble no ha sido la excepción. Pese a eso, pienso que el título no ha quedado tan mal... bah, como sea.

Como a mí me gusta escribir y explotar a los personajes poco explotados, pues eme aquí :3 la verdad, personalmente me gustó bastante, porque es lo suficientemente romántico como para morir de un coma diabético, pero a la vez no y... ¿saben qué? yo me entiendo xD

Espero que lo hayan disfrutado y si has llegado hasta aquí, gracias por leer mis tontas y poco interesantes divagaciones que hago al final de cada historia :v te mereces todo mi love.

¡Besos, flores y chocolates! ^3^