Hola, hace mil que no publico algo, y esto surgió a partir de una conversación con mi neechan, asi que amiga, te dedico este Fanfiction. ¡OJO! Spoiler de los actos de los siguientes actos del manga:

Acto 252: viento de otoño

Acto 253: días cálidos de otoño

Acto 254: los años

Nunca Hubo un "Nosotros"
(Sanosuke/Megumi – Rurouni Kenshin)

-… ¿No puedes quedarte?-

Él solo guardó silencio mientras observaba al suelo. No podía mantenerme la mirada. Nunca fue una persona que se le diera bien este tipo de situaciones, y nunca me pareció que fuera el tipo de persona que se sentiría conforme al establecerse tranquilamente… sin embargo engañarse a uno mismo es fácil cuando quieres creer en utopías y finales felices.

-Vaya… ni siquiera yo pude ser una razón suficiente para ti. Para hacer que te quedes. –Pensé que estaba manteniéndome firme, sin embargo mi voz se quebró al final de la oración. Quería hacer parecer que todo esto no me afectaba. Hacerte sentir lo suficientemente importante para pedirte que te quedaras, pero que era lo suficientemente fuerte para dejarte ir. He dejado ir a mucha gente en mi vida, he llorado varias veces y no quería que tu fueras una más de esas personas en la lista; no después de todo lo que hemos vivido juntos estos años.

-Sé que siempre te has preocupado por mí, incluso cuando nos conocimos y yo era una desconocida para ti; siempre fuiste atento, aunque intentaras ocultarlo-.

No pude evitar que mis palabras se volvieran cálidas, porque eso era lo que me hacía sentir: calidez. Me hacía sentir protegida y necesitada, pero necesitada mucho más allá de mi rol profesional. -Ser una médico es difícil en un mundo de hombres, pero siempre me has hecho sentir necesitada, no sólo cómo médico, no solo como amiga. Tú me necesitas como mujer, Sanosuke; y lo sabes.-

Y entonces me miró. Me miró con mucha determinación, y con esa calidez que le es típica; aquella que solamente yo puedo ver.

-Es cierto- me dijo- te necesito como mujer, como amiga, como amante y como médico. Pero no me puedo quedar. Y tú no puedes acompañarme-

Él sujetó un mechón de mi cabello y yo fruncí mi seño dolida, pero sé por la forma en que me mira que está notando mi sonrojo a pesar de la tenue luz en la habitación. Estábamos sentados tomando sake en una posada que nadie conocía y la noche nos observaba desde la ventana abierta. No podríamos habernos reunido en cualquier lugar; él era buscado. Y yo… yo no tuve la suficiente entereza como para dejarlo marcharse sin verlo una última vez, aunque ello implicara interrumpir mi propio camino. Él nunca me pidió venir, aunque veo cuánto le afecta el tenerme aquí, para bien y para mal. Quién lo hubiera pensado de mí… de nosotros.

Entonces soltó mi cabello, estiró su brazo un poco más y posó su mano sobre mi cabeza. Hundiendo sus dedos, la deslizó hacia abajo enredándolos en mi pelo. En alguna oportunidad pensé cortar un poco mi cabello, no es muy popular hacerlo, pero sería más cómodo para mi trabajo. Pero mi pelo siempre ha sido largo.

-Tú no quieres lo mismo que yo, Megumi-. Tu sinceridad oprime mi pecho. Las negras hebras por las que desciende tu mano en este momento… siempre han sido largas…

- Sanosuke ¿sabes? Siempre evito recoger mi cabello a menos que sea imprescindible- Y él me observó desconcertado, yo suspiré y sonreí con pesar -Una vez, antes de lo ocurrido en Kioto, tú me dijiste "las mujeres se ven bellas arregladas" cuando estábamos hablando sobre lo que sería llegar a allí, y luego agregaste "pero ninguna luce más espléndida que cuando su cabello cae salvaje sobre su cuerpo. Ese es el tipo de mujeres que me gusta". Recuerdo haberte llamado hipócrita, y haber iniciado una discusión en torno a eso- mi sonrisa triste no desaparecía y tú no fuiste capaz de mantenerme la mirada.

- Hey, siempre has sido maliciosa, mujer, pero decirme esas cosas en este momento es crueldad- me respondió con chiste. No sé si buscaba iniciar una pelea o fue lo único que logró decir. Qué forma de discutir nosotros dos, cuántos disgustos me diste, y también cuánta diversión.

-Soy una mujer inteligente, y tengo que hacer lo que esté a mi alcance para evitar que las cosas que no me agraden sucedan. Y no quiero que te vayas.-

Su mano había dejado mi cabello y se alejaba. Rápidamente la sujeté con la mía, y la acerqué a mi rostro, para luego mirarlo intensamente. Y un recuerdo tormentoso me abrumó brevemente. Desde mi despedida con todos al marcharme a Aizu, Sanosuke y yo mantuvimos correspondencia continua. Hubo muchas cosas no verbalizadas en nuestros años de convivencia. Una mujer en este mundo no puede nunca esperar amor incondicional ni sinceridad absoluta por parte de su compañero de vida, pero nosotros, junto a Ken-san, Kaoru y Yahiko desarrollamos esa conexión que habla más de nosotros mismos que aquello que decidimos decir. Nuestra correspondencia con Sagara permitió aquello que con los demás no sé dio y ahora sé que ambos nos dimos cuenta de ello, porque lo estoy leyendo en cada gesto, y él a mí.

-"Dejaré Japón, no creo que volvamos a vernos" en tú última carta destruyó mi mundo, Sanosuke- porque hasta ese momento creía firmemente que las cosas serían distintas para nosotros. Sin embargo los dioses son crueles cuando saben que pueden serlo.

-Después de enviar la carta me pareció absurdo haber referido mi ubicación parcial, aunque estuviera en código-

-Fue una apuesta peligrosa-

-No fue una apuesta, no sé por qué lo hice-

-Sí lo sabes. Lo hiciste porque querías que viniera- su mano se separó un poco de mi rostro al rigidizarse y su mirada resignada se tornó aún más cálida –Querías verme… y deseabas que yo también quisiera verte- y con mi propia mano volví a situar la suya en mi mejilla

-No era fácil dar con este lugar, reconozco tus méritos- y la habitación se iluminó con la leve sonrisa que me mostraba, a pesar de que las velas se estén consumiendo una a una. El silencio volvió a envolvernos. Su mano seguía tal y donde la había dejado, y él me acariciaba. Yo disfrutaba del contacto cerrando mis ojos. Me observaba, a mí, lo sabía, lo sentía. Éramos nosotros en ese momento, cobijados por el silencio, la luna y la noche.

-Fueron tantos los silencios desde que entré a tu habitación- dije sin más -Pensé que no me querías aquí y evitabas hablarme, siquiera me molestaste o broméaste como siempre lo has hecho. Sólo me dejaste entrar, me ofreciste sake y fuimos silencio. Quizás sólo podemos ser "nosotros" en el silencio- enmudecí otra vez. No era desagradable estar así. Y el me sonreía, era genuina, le sonreía a una verdad que ambos compartíamos.

-Sabías que era por algo importante, ¿verdad? Que mi presencia aquí es algo importante para mí. Y para ti.- él no había movido su mano de mi rostro, pero se había relajado y no había detenido la caricia. Es un contacto sutil, pero se sentía tan íntimo, tan nuestro. Y tan pocas veces el tiempo ha sido nuestro. Su mirada triste, cálida, me daba todos los "sí" a mis preguntas.

Y entonces yo me acerqué. Yo me acerqué y lo abracé. Ese contacto nunca es suficiente, y no es que lo haya hecho muchas veces antes. Pero sentir todo su ser conteniéndome en un abrazo ha sido mi lugar seguro desde la primera vez. -¿no sabes dejar de ser cruel, cierto mujer?- y me abrazó.

-No me digas mujer-

-Pero si eres una mujer-

-Sabes a lo que me refiero- y juro que lo escuché sonreír. Se mantuvo en silencio por unos segundos y lo que vino estremeció mi cuerpo completo.

-… ¿Me dejarás besarte esta noche, Megumi?-

-Nunca me has pedido permiso para hacerlo-

-Eso es porque nunca te he besado yo, de las contadas veces siempre fuiste tú quien inició las cosas-

-No te recuerdo deteniéndome o quejándote… aunque sí bastante sorprendido la primera vez-

-Sí, bueno… te creía enamorada de Kenshin así que…-

-Siempre estaré enamorada de Ken-san, Sanosuke; pero no es a él a quien quiero tomando mi mano cuando despierte por las mañanas- Y el zanza calló. No podía ver sus ojos por el abrazo, pero en los míos seguramente apareció algo especial que él se perdió y debió ver. Noté como su respiración se aceleró a pesar de no decir nada y sentí algo más de aprehensión en su abrazo, como si no quisiera soltarme jamás.

-Yo quiero quedarme aquí, en este ahora- susurré. No supe si él lo escucho. Nuestra sombra se proyectaba en la habitación, y la luz se hacía cada vez más tenue, las velas se estaban consumiendo.

-Sanosuke, no te dejaré besarme- y él se mantuvo en silencio, rigidizándose. –Quieres besarme porque te vas, no porque te quedas- y se rigidizó aún más.

-¿Siquiera como nuestro último adiós?-

-No quiero tú último adiós-

-¿Tampoco como un "mientras tanto"?-

-Puedes besarme mañana cuando juntos observemos desde el puerto alejarse a tu barco en el horizonte- Pero sé que no puedes quedarte, y todo en ti me dice que tengo razón.

El silencio se apoderó nuevamente de la habitación, como si el tiempo se hubiera detenido. Sabía que aún existía porque la brisa fresca entraba por la ventana para hacerse notar en aquellas partes donde mi cuerpo no estaba en contacto con este hombre. El guerrero tomo distancia de nuestro abrazo, me observó por unos segundos y besó mi frente prolongadamente. Yo no pude hacer nada, a pesar de todo lo que había dicho deseaba que él mantuviera ese contacto. Sus labios eran ásperos y fríos, quizás fuera por la brisa, pero sentía la despedida en ellos. Volvió a tomar distancia de mí con sus ojos tristes y una sonrisa.

-Vamos a dormir, Megumi- y al cambiar de posición, recostó su cabeza en mi regazo observándome.

Y me desmoroné. Lloré mirándolo desde arriba mientras él me observaba triste, sin sonrisa. Sujetó una de mis manos y la puso en su cabello; no estaba usando su bandana, por lo que este lucía más desordenado que siempre. Y lo acaricié. Lo acaricié tanto que mis brazos dolieron y mis manos tiritaron esa noche. Las velas se habían consumido y yo lloraba en silencio observándole. Él dormía, o al menos eso creo. Su piel lucía más pálida que nunca a la luz de la luna, y su respirar era tranquilo.

-Dios, si existes, por favor no lo dejes ir. Quiero un tiempo donde no seamos él y yo, quiero momentos de nosotros, simples y preciados, como este. Momentos que brillen tan intensamente como la luna hoy, en la noche que han sido nuestras vidas. Él lo mecere, yo lo merezco. Por favor no te lo lleves, no le permitas dejarme. Le amo, nunca se lo dije, pero él lo sabe. Él nunca me lo dijo pero yo lo sé. Lo amo, no lo dejes que se vaya.-

Mis lágrimas no se detenían mientras recitaba mi desesperada plegaria, y el guerrero a mis pies simplemente dormía.

Mucho rato tuvo que pasar antes que notara mi adormecimiento. Me había inclinado hacia la pared de la ventana. Desperté rodeada por el aroma de Sano, tan masculino, tan parecido al hogar. Pero Sanosuke ya no estaba sobre mis piernas y yo estaba cubierta por su haori. La impresión fue tal que me puse a llorar, y abracé la prenda tontamente. No debería estar haciendo eso, debería estar corriendo al puerto, no sabía qué hora era, pero si él ya no estaba ahí entonces, simplemente se había ido sin tener el valor de hablarme una última vez.

-¡Maldito bastardo mal nacido y cobarde! ¡Cómo se atreve a irse así y dejarme aquí! Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh ¡Estúpido cabeza de pollo!-

-Oye- Y casi me atraganté al escuchar su voz –creí que ya habíamos superado la parte de los insultos, mujer- Lo observé con una mezcla de emociones y un rostro muy desecho por el trasnoche y el llanto.

-¿Vas a ir a despedirme, no? Vamos antes que me deje el barco, que aún nos falta camino que recorrer- y me tomé unos segundos para responder.

-¿Si no me levanto te quedarás?- y él solo me observó con ningún intento por ocultar su dolor. Y yo ya no pude más. Había perdido contra Dios otra vez. – ayúdame a levantarme. Vas a tener que esperar que me lave el rostro antes de salir. Una mujer no puede permitirse que la vean en este estado.

-Sí, sí, claro, cuál mujer, no veo ninguna-.

Me levantó y luego al haori. Yo dejé la habitación. A los pocos minutos regresé al lugar donde había pasado la noche, me había puesto un poco de perfume y había recogido mi pelo en un tomado decorado. Caminé hasta él con la misma sonrisa triste.

-Curioso que aunque no pudieras cambiarte el kimono parezcas otra persona, Megumi-

-Seré otra persona a partir de hoy-

Él acercó su mano a mi rostro diciendo que ya no podría sujetar mi cabello como anoche. Yo di un paso más, hasta quedar muy cerca de él y lo abofeteé. Fue un golpe fuerte, porque él giró su rostro y me observó sorprendido.

-Ayer te dije que no te había dado permiso para besarme y tú igualmente lo hiciste, nadie me pasa a llevar. Nadie. La bofetada es por eso- y él no pudo evitar contener la risa. Luego de unos segundos estiré los brazos, sujeté las solapas del haori que rodeaba su cuello y lo jalé hacia abajo, besándole brevemente en los labios.

-Y ya que… solamente he sido yo quien ha iniciado las cosas siempre, si tú quieres ser el que inicie algo alguna vez, vas a tener que esperar hasta que vuelvas a Japón- Me observó desde muy cerca con una mezcla de asombro, vergüenza y alegría- pero no voy a prometer que esperaré a que regreses, si es que lo haces. Esa es tu condena por irte y romperme el corazón, Sagara-.

Él simplemente se limitó a suspirar fuertemente mientras yo me daba media vuelta y salía de la habitación sin verlo. Lo oí venir agarrar sus cosas, venir trás de mí y cerrar el biombo.

Megumi no fue a despedir a Sanosuke; ella regresó a Aizu tras salir de esa posada. Tampoco le dijo nunca a nadie sobre ese encuentro, o sobre la correspondencia que mantuvo con Sanosuke durante el tiempo posterior a su partida a Aizu. Ese fue un encuentro de ellos, el único en que ambos dejaron de ser un "tú" y un "yo", para convertirse en un "nosotros". "Nosotros estuvimos ahí", "Nosotros vimos las velas arder", "Nosotros nos despedimos", "Nosotros nos amamos esa noche". Y sólo ellos lo saben.

Fin.

Gracias por explorar conmigo los sentimientos de estos personajes. Porque a pesar de que esto no tiene una base absolutamente cierta, me gusta pensar que esto realmente ocurrió. Muchas gracias por leer.