Mmm, no sé que decir. Este es de mi respaldo también, pero no es la historia de la que les hablaba... y una vez fue para una chica de cumple, pero me tarde mucho y le di otro.

· Dedicado a: Swii, o Sweetcoffe como se pone aquí, sé que te gusta lo porno, justamente por eso te doy exactamente lo contrario por tu amado cumpleaños, luego me violas, ahora no…(?)
· Disclaimer:
Los personajes no me pertenecen, si no a su respectivo autor (Himaruya Hidekaz) y no estoy haciendo esto por fines de lucro ni nada, sólo por entretención mía y de los que me leerán.
· Parejas: Alfred/Arthur (USA/UK), Bla, bla y blá…
· Advertencia: Este fic es no sé al igual que otros, algo cursi y tierna la manera de ver a Arthur nuestro "turista", amor a primera vista, romántico como debe de ser, quizá lemon segun las lectoras y lectores y UA.


Esta historia era sobre alguien que viajaba mucho, demasiado. Le encantaba conocer lugares nuevos, le fascinaba.

No sabía cuanto llevaba en su mente, imagines de diferentes y hermosos lugares, valles, montañas, ríos y demasiadas ciudades, había visto con sus propios ojos castillos majestuosos, rozado con delicadeza antigüedades sagradas si se lo permitían, una sonrisa jubilosa adornaba todo su rostro de asombro al ver cada lugar que desconocía. Desde un punto a otro, y de éste a otro más, el mundo como una gran Caja de Pandora que necesitaba ser abierta. Verlo absolutamente todo.

Viajar para conocer más y maravillarse o simplemente por otros fines, salir de su monótona casa por más de un día aquello…era ser un turista.

Alfred F. Jones amaba viajar, siempre lo hacía en sus vacaciones. Tomaba sus maletas con cosas que eran infaltables, algo de ropa y dinero que lograba gracias a trabajar como un importante empresario en una agrupación que diseñaba y mejoraba aparatos eléctricos. Sólo para aquellos días él estaba más que feliz y salía de Estados Unidos abandonando Washington D. C. Miraba con lujuria el mapa asombrado de tantos lugares que conocer ¡Tanto por ver!

La forma en que había escogido su destino fue como la anterior oportunidad, tenía un globo terráqueo bastante grande y lo hacía rodar con magnificencia y ponía la yema de su dedo índice mientras este aún estaba rodando. Se detuvo en un país y miró abriendo los ojos con una pequeña sonrisa. Su próximo destino era…

—Inglaterra…—susurró.

¿Raro verdad? Alfred había viajado a muchos lugares diferentes sin embargo a Inglaterra aún no se había embarcado ¿Por qué?, fácil, simplemente porque no se había dado la oportunidad, él deseaba conocer todo, cualquier otro país más allá de las referencia que pudieran darle de éste era especial y único. Alfred era un turista y le gustaba serlo sin embargo…, amaba su nación, era demasiado patriótico. Adoraba los Estados Unidos de Norteamérica, es más, sus primeros viajes fueron recorriéndose su país de norte a sur, era grandioso.

Pero no se limitaría a eso, había tanta gente que conocer, tanto que mirar. Tanto que fotografiar y guardar en su mente como hermosos recuerdos. Lo que no sabía este chico es que en el viaje hacia Inglaterra, Londres para ser más específico encontraría algo más que apoteósicas construcciones y hermosos muebles con fino barniz. Encontraría el…

El amor.

Se enamoraría perdidamente de alguien, de un británico, pero eso después se verá.

Estaba ya bajando del avión mientras sentía que gente lo empujaba claramente apurados, él no claro está, sintió el aire de aquella ciudad a cada paso que iba, tenía que ir por su maleta. Era tiempo de marcharse o encontrar su hotel, un taxi lo estaba esperando afuera del aeropuerto como era pronosticado desde antes de comenzar con las maletas en los Estados Unidos de Norteamérica. Lo dejó todo y al salir del hotel le explicaron con detalle lo que debía saber.

Pero al salir afuera del hotel estaba esperándolo un chico que lo detuvo. Un chico diferente, uno especial.

—I'm your tour guide…—dijo un inglés acercándose con una extraña expresión, ni triste ni alegre, totalmente estable.

El chico abrió los ojos al verlo deteniendo su risa, asombrado, impactado. Totalmente fascinado. Su corazón iba a mil de un momento a otro ¿Por qué su frecuencia cardiaca aumentó? ¿Por qué se sentía de aquella manera? Una risa débil se apoderó de sus labios mientras no dejaba de contemplar a aquel chico.

Un primer amor, eso era.

Una mirada perfecta, un rostro totalmente hermoso y joven, no era muy alegre pero era intrigante. Sus labios rojos parecían hacer que el estadounidense se viniera abajo, una jubilosa manera de hablar, unas cejas algo grandes pero no por eso menos especial, un pelo rubio y una tez tan clara que a la vez parecía incluso más delicada que la suya misma, pero también resistente, se veía rudo, intimidador, era multifacético y de ojos verdes.

Justamente su tipo. ¡No, no, no era su tipo!... él era hetero. No debía pensar en lo lindo que era ese… ¿Guía?

—I'm your tour guide…—repitió algo fastidiado señalándose.

El muchacho seguía allí parado como un completo idiota, no respondía, se sentía embriagado cada vez que escuchaba la voz de aquel inglés. Totalmente embriagado.

—Esto es Londres, Welcome? ¿Estás allí? —decía marcando un poco de sarcasmo en su voz pero no demasiado para parecer insolente.

—Y-Yo Alfred… Alfre-ed F. Jones de Es-tados Unidos. —dijo tartamudeando mucho.

—Estadounidense tenías que ser…—le hizo un leve gesto con la mano para que se alejaran de la multitud que salía por detrás de él en el mismo hotel pero de una agencia de viajes diferente.

—¿Qué? —dijo no entiendo el chico mientras lo seguía de cerca.

—Nada…—suspiró suavemente.

Al menos no fue un francés como el anterior, se decía positivamente el británico dentro de su mente. Ese si que fue un turista horrible. Le pidió que se moviera y lo siguiera. Se detuvieron, Alfred quería preguntarle mucho, pero la severidad de la mirada de ese inglés le hizo reconsiderarlo, sentía miedito. Pero gracias a él, como pocas veces, no se fijaba en el país que visitaba, sino en su sensual guía.

—Te explicaré, estás en Londres, capital de Inglaterra. Hay 33 distritos, es claro que no podremos recorrerlos todos. Soy yo, Arthur Kirkland un guía personal, todo tuyo se podría decir.

Un leve sonrojo se le vino al americano a lo que Arthur ni sospechaba lo mal que había pensado el norteamericano por aquellas palabras, "soy todo tuyo".

—Tengo un sistema extraño de llevar a mis turistas, acompañante o un itinerario, también de la ignorancia, soy diferente. Si tiene algún problema señor Alfred sea tan amable de hablar con la compañía y cambiarme.

—No…no hace falta—rió estúpidamente, no sabía que decir. No podía alejar sus ojos de su hermoso ser.

Su cuerpo inmovilizado por aquel exquisito acento inglés y la manera de mover suavemente su cuerpo el británico al hablarle. Todo le encantaba.

—Dime que quieres conocer…te llevaré allí, sin problemas. Sólo dime donde deseas ir.

—Hemmm hemm….—¿El decidir? ¿Por qué? ¿No que él debería llevarlo?

—Deprisa.

—The Big Ben! —era casi lo único que sabía en cuanto a aquel país, eso es ignorancia al máximo sin embargo nunca había tenido a un guía que le preguntara a él donde deseaba ir y/o conocer.

Un leve parpadeo y una intrigante mirada lo llevaron de un momento a otro a seguir al inglés, iba rápido, Alfred trataba de al menos sacar su cámara mientras se daba tropezones al tratar de seguirle el paso a aquel extraño y curioso guía.

Un sujeto extraño y de pelo rojizo con una extraña y confiada sonrisa saludo al inglés como si se conocieran desde hace mucho en un auto ¿Quién sería?, se parecía un poco al británico. La inercia, el movimiento rápido y un "Por favor súbase" del inglés lo hizo volver nuevamente a su realidad. Todo era tan extraño, parecía que lo estuvieran secuestrando ¿Sería un secuestrador sexón de intrigantes cejas? Era todo muy improvisado, quería su itinerario! ¡Su panfleto!, pero se negó a decirlo. Insistía, sentía como si lo estuvieran secuestrando y no oponía resistencia por una sencilla razón.

Era emocionante, era diferente.

Y aquel chico, Arthur…le fascinaba. Era curioso, intrigante, si se mantenía junto a él en el tour estaba seguro que podría al menos conocerlo un poco más, deseaba hacerlo.

Una calle lejana y un "Jódete maldito bastardo" de la boca del inglés hacia ese chico de pelo rojo lo saco de sus ensoñaciones, el chico le devolvió el insulto con un tono escocés. Y lo vio allí, la construcción hacia arriba.

—Aquí está…—suspiró con elegancia Kirkland. —Pero me siento un poco insultado, esto es lo que quería ver ¿Verdad?, pero en si no es el "Big Ben", es la "Torre del reloj", o la más grande de las campanas que forma parte del reloj de Westminster. Es claro que la estación más cercana por si quieres volver a visitar este lugar es "Westminster", es un medio más recomendable ya que como pudiste apreciarlo el sujeto que nos llevaba hizo maniobras un tanto raras para llegar aquí de manera eficiente.

"Wuaau" pensó el chico mirando un rato comprobando su estructura y luego miró nuevamente al británico que también lo observaba con fascinación, parecía que adoraba su país. Ese reloj era realmente impresionante, no podría negarlo de ninguna manera sin embargo…

Algo realmente impresionante para Alfred en esos momentos no era simplemente ver aquello, lo único que deseaba en esos momentos sería decir "¿Puedes darme la hora Arthur?", sonaba estúpido, era un hecho, pero bueno, que éste le sonriera suavemente y se la dijera, eso…era millones de veces más magnifico en esos momentos para aquel norteamericano ¿Por qué? ¿Cuál era el motivo la circunstancia?

¿Era acaso esa mirada perfecta o sus palabras precisas? ¿Por qué se sentía aturdido sólo con su presencia?

—¿Prosigo? —decía avanzando hacia el lugar para apreciarlo de mejor manera, más cerca.

El chico totalmente maravillado lo siguió mientras sacaba fotos y caminaba al mismo tiempo, para que vean que los hombres SÍ pueden hacer dos cosas al mismo tiempo.

—El nombre del Big Ben se debe a que cuatro relojes conforman este sistema y al más grande, se le otorga tal nombre por el jefe de obras, Benjamín. ¿Lo vas captando?

—Supongo…—mucha información para su inocente cerebro.

—Un dato curioso, cada uno de estos relojes tiene una inscripción idéntica, debes saber a que me refiero ¿verdad?

—¿Inglaterra es ?

Arthur lo miró con fastidio, pero era su deber enseñarle a los turistas algo más sobre su país, para eso existían ellos, los guías. — "¡Dios salve a la Reina!", eso dicen…

El inglés proseguía explicando curiosidades mientras se acercaban más a tal monumento.

Arthur le mostró algunos lugares alrededor de tal monumento jalándolo de la mano ya que el americano se quedaba embobado viendo algunas cosas. Vaya a saber porque pero aquellos dedos sobre su mano, aquel rostro, todo hacía que el americano divagara una y otra vez. Sentía ganas de conquistarlo, de abrazarlos, de pedirle un beso. ¿Un beso? ¿Qué pasaba?

El día era lo que pasaba, sus conversaciones a veces eran frígidas y carecían de sentido, pero su guía no se alteraba demasiado, era tranquilo, tranquilo hasta que vio a un francés de reojo con melena, Jones también quiso saber quién era ese sujeto y qué era de Kirkland.

—¿Puente dela Torrede Londres? —dijo Alfred con una sonrisa extraña, la ignorancia sobre aquel lugar le hacia ponerse algo nervioso. Como si se fuera haciendo pequeñito y más pequeñito e insignificante ante todo lo que sabía aquel británico.

—No…

—¿Por qué no? —dijo desentendido el estadounidense.

—Por la hora…

—¿Qué hora es? —sí, se había dado la oportunidad para pedírsela, el británicos miró con suavidad su reloj.

—Las 17:20, espera un poco más…—respondió con suavidad.

—¿Por qué?

—Luego lo sabrás… "turista" —decía aplicando esa suave y deleitante voz de nuevo, Alfred quería acercarse a éste, no se resistía casi.

El tiempo paso y Alfred seguía cada movimiento del inglés como si estuviera siguiendo a un ser mágico, Londres era hermoso, Arthur era hermoso. Entrada la tarde fueron a mirar el puente de la torre de Londres, era…hermoso, Alfred suspiró maravillado, ahora entendía al británico por querer enseñárselo en la noche, las luces iluminando aquel monumento, simplemente hermoso, volteó su rostro hacia el del inglés con suavidad.

Una campanada marco el día, las 12 de la noche. El inglés ni el americano supieron exactamente como voló el tiempo en su primer encuentro, en su primer día. El menor no querría despedirse, no quería un adiós, pero éste inevitablemente llegó.

Se despidió en un estrechón de mano con aquel inglés, había recorrido tan poco de Londres y a la vez tanto pero no dejaba de pensar en su guía, era fascinante, pero un triste "Algún día nos veremos" derrumbó parte de su ánimo. Había tomado un taxi para que lo dejara en el hotel cuyo nombre era "The Soho Hotel", nada barato cabe mencionar pero Alfred guardaba bastante dinero para aquellos días, no importaba tanto el precio.

Estaba en su habitación del hotel tratando de pensar en cualquier otra cosa que en aquel guía que tuvo, en sus ojos, en su boca, en su voz… en su esencia. En lo que lo hacía ser él y únicamente él entre millones de personas, aquella fragancia, aquella sonrisa, aquella forma de explicar las verdades, la historia del lugar. Suspiró. Aún pensaba en su mirada perdiéndose en la fascinación por su tierra de ese inglés.

Ese británico amaba su país casi tanto como el amaba el suyo, eso también lo atrajo.

La forma en que caminaba, en que se expresaba, en que se enojaba. ¿Cómo podía encantarle tanto? Estaba desesperado con las maletas en la habitación. Tomó las fotos de su cámara y las comenzó a ver, una sonrisa de alivio y alegría recorrió su rostro al verlo allí, como si se alegrara de que no hubiera desaparecido de éstas. Quería verlo en ese preciso momento, ya eran las 1:34 de la mañana y no podía conciliar el sueño. Llamó a la empresa turística a la que había contratado y dio el nombre del inglés para rogarles encarecidamente si podía atender a un cierto "turista" nuevamente, estaría cercano al puente de Londres la mañana siguiente…y la siguiente a esa.

La empresa dudó y tuvo que mover un par de personas en una lista pero accedió a la petición del chico, éste sonrió, rió y dio vueltas en su habitación totalmente emocionado, tendría otro día con aquel chico, aunque no sabría como explicarle porque se volverían a ver. ¿Qué le diría? Sólo deseaba verlo, nada más en especial, a él.

¿Cómo podría explicarles qué sucedió después?

Era un chico, un turista, un ser perdido en las calles de Londres y ese británico el que debería guiarlo.

¿Cómo explicarles un mapa que no se puede trazar? ¿Un mapa que se crea de besos, caricias, sentimientos y pequeñas palabras?

Alfred simplemente, mientras un británico y cansado guía lo mandaba a la "mierda" se sentía como la persona más prestigiada del mundo, recorrieron las partes más hermosas de Londres, se maravillaron con cada parada y al final siempre que podía Alfred le tomaba la mano a ese anglosajón, quien trataba en su mente de entender que era una costumbre "estadounidense", y no estaba tan mal, es una costumbre… pero una costumbre de alguien enamorado, le decía uno que otro piropo pero el inglés era frío, justo como ese país, algo desolado y lluvioso.

Pero poco a poco… día tras día parecía derrumbar los obstáculos que se formaban entre él, la confianza crecía, Arthur se abría más, cada día, hora, minuto trataba de dedicárselo a ese inglés, no le importaba no divertirse, poco y nada le llamaba la atención los centros turísticos, con Arthur recitándole un simple poema de un libro ya era feliz.

Y así pasaron sus primeras dos semanas en Londres.

—¿A quién amas Arthur?

El inglés le devolvió la mirada enseguida notablemente impresionado ante la curiosa pregunta. —¿Por qué una pregunta como esa? ¿Qué tiene que ver con el país?

—Tú conformas el país, me gustaría saber si tienes a ese "alguien"

El inglés agitó un poco su refresco apartando la vista del chico. —Nunca nadie me ha amado…—dio una pequeña sonrisa. —Hubieron personas que lo dijeron pero alguien…alguien a quien le guste por lo que soy realmente…alguien que me quiera tal y como estoy, que no necesite que esté en un estúpido puesto más o trabaje en otra cosa no existe. Nadie me ha amado así… no tengo a ese alguien especial.

El chico abrió los ojos no apartando su vista del chico, si sólo pudiera decirlo que a él si le gustaba, que para él si era alguien especial, único, maravilloso que lo había cautivado desde el primer momento ¿Cómo decírselo?

No podía, se armó de valor y se acercó un poco más a la silla mientras con sutileza pasaba su mano por arriba del británico.

Sintió el estremecimiento de la mano de su contrario ante el sutil acto. Pero el anglosajón no la apartó, agachó su cabeza mientras un leve rubor le recorría la cara quien aún así no le ganaba a la del estadounidense.

Arthur no sabía lo que pasaba pero se sentía extraño, aquella muestra de cariño en el estadounidense ¿Lo estaba reconfortando? ¿Por qué era tan cariñoso? acaso no entendía que eso a lo lejos podría… ¿Terminar confundiéndolo?, el inglés en efecto, se comenzaba a sentir muy extraño por ese chico, cada vez que le hablaba o le decía algo, cada vez que le tomaba de la mano o lo estrechaba en sus brazos.

Se sentía… "especial para alguien".

—¿Tú tiene a alguien a quien ames en este momento?

—Hemmm— pausa, pausa y más pausa. Silencio, se cae, se rompe. —Supongo que sí…—bajó la cabeza.

—¿De donde es?

—De un hermoso país…—respondió con una pequeña sonrisa. —Un hermoso… realmente hermoso país. —una risa recorrió sus labios.

Un brisa fresca hizo que el americano se entumiera mientras el británico sólo se regocijo en ese sutil contacto. La risa de Alfred comenzó a sentirse más entretenida, más entusiasta mientras la noche comenzaba a devorar las calles de Londres, se les acababa el tiempo. Alfred lo sabía.

Por eso estaba riendo, por eso en ese momento tomó la mano del inglés con fuerza para comenzar a correr junto a él, quería encontrar un lugar en Londres al final de la noche que aquel guía no pudiera mostrarle del todo, no sabía como era ese país realmente, las hermosas calles y diferentes distritos eran desconocidos aún, pero quién sabe, quizá encontraría un lugar en medio de la iluminada noche para ver con aquel chico.

Y…lo encontró. Simple, sencillo, una plaza. Arthur estaba desconcertado del entusiasmo del chico y le explicó donde se encontraban, con calma y con una pequeña sonrisa en sus labios.

Al momento de despedirse ya no fue un simple estrechón de manos, fue más bien un calido abrazo que se prolongó, ambos confundidos. Perdidos, un guía perdiéndose ¿Qué era eso? ¿Cómo podía suceder?

¿Dónde estaba quedando su fiel mapa? ¿Dónde podía orientarse en aquellos caminos que agitaban su corazón y estremecían su cuerpo? ¿Había algún mapa o una guía para eso?, por ahora no…quería encontrarla, quería saber si se embarcaba en rumbo seguro.

En esos momentos tampoco fue un "Quizás nos veamos algún día", fue un "Mañana te veo, Arthur"

El turista de vuelta a casa sólo pensó en él, en todas sus palabras, en como decirle todo aquello.

¿Cómo, cuándo y por qué? ¿Por qué estaba tan encantado con aquel inglés? ¿Por qué parecía que fuera lo más interesante en el mundo? ¿Lo más magnifico?

Catedrales apoteósicas, turbantes y joyas, reliquias, maravillas del mundo y construcciones de miles de años ya no eran nada para Alfred comparados con aquel londinense de peculiar y atrayente mirada, de sensual actitud y sarcástico humor. Era todos sus sueños completos.

Era todo lo que quería recorrer.

Era un turista y aquel inglés era su destino, su fascinación, aquel hermoso y maravilloso lugar que quería recorrer, entrar en sus pensamientos, llegarlo a conocer, sus actitudes, como lograba ser feliz. Poder tocar aquella piel, sentir que podía hacerlo. Entrar en sus labios para luego poder devorar su boca. Sentir que ese tesoro era sólo suyo y de nadie más, que sería el único visitante de aquella verdosa y deleitante mirada.

¿Cómo lo lograría? Eran tan sólo unos cuantos días más allí ¿Cómo le decía aquel chico del que se enamoró todo lo especial que se sentía al tomar su mano, al tenerlo entre sus brazos, al abrasarlo, al verle reír? ¿Cómo decírselo?

Lo haría, sin falta. Volvió a la complica guía aprendiendo lugares para ir con el inglés, esta vez… eran los más románticos que podría encontrar. Al menos, intentaría llegar a un lugar al donde no había llegado nadie en toda la vida de aquel británico.

Trataría de llegar al corazón de Arthur, no necesitaba mapa, sólo pasión y amor.


Próximo capitulo y final: My tour guide.


Ya lo tengo listo, era un solo capitulo pero me da lata que me queden tan largos así que lo separé en dos y un posible extra además para revisar el siguiente o cambiarlo, espero tenérselos en tres días más ¿Está bien?

Veamos si nuestro turista puede "recorrer o conocer" a nuestro guía y si éste llegara a quererlo de otra forma D: ¿A alguien le gusto este fic o es muy gay, cursi y patéticamente romántico?

PD: Después de este fic sigue "Bodyguard", más información en mi perfil.
PDD: Lemon o semi-lemon totalmente a decisión de las lectoras y lectores.