ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS.
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-Papá, ¿me estoy volviendo loca?
-Me temo que sí. Te estás volviendo una loca, una persona diferente al resto. Pero, ¿quieres saber un secreto? Así son las mejores personas.
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Capítulo 1.
Vocaloid no me pertenece. Este fic está basado en el libro Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll y en la película de la misma del 2013, dirigida por Tim Burton.
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-Rilliane, Rilliane. –Teto sacudió el cuerpo de su hijastra, el cual estaba apoyado en un lateral de la carroza. La rubia frunció levemente el ceño antes de abrir poco a poco sus ojos, mostrando unos increíbles orbes azules que ahora, reflejaban un gran cansancio. Rilliane tomó aire por la nariz antes de acomodarse. Teto miró con preocupación a su hijastra.- ¿Estás bien? –Le preguntó, tomando una de sus pálidas manos.
-Sí, lo siento. Esta noche no he dormido, he vuelto a tener esa pesadilla. –Se disculpó, añadiendo lo último casi en un susurro. Aunque llegó a los oídos de su madrastra. Teto suspiró antes de ajustarse el gran moño que había peinado con su cabello.
-¿Es la misma pesadilla? –Le preguntó. Rin asintió con la mirada puesta en el enorme paisaje verde que pasaba con la misma velocidad con la que los caballos tiraban del carro. El verde pasto se extendía hasta el horizonte y casi podía hacerse pasar por un mar verde.
-Llevo teniendo la misma pesadilla desde que tengo memoria. –Habló.- Caiga y caigo por un oscuro túnel hasta un mundo fantástico. Ahí me encuentro a todo tipo de seres. Pero siempre están los de siempre, una oruga azul, un gato que sonríe, un conejo con un reloj, una liebre intranquila y miedica, una rata espadachín y… -Rin se sonrojó débilmente ante el último personaje. El Sombrerero era una copia exacta a ella en una versión masculina. Aunque conservaba cierto aire femenino que le hacía parecer un completo shota. Rin sonrió casi sin querer cuando recordó en sus sueños cómo el gato le llamaba afeminado antes de desaparecer y dejar suspendido en el aire, durante un par de segundos, su increíble sonrisa.- Un Sombrerero. –Dijo finalmente, volteándose para encontrar el rostro sorprendido de Teto. Aunque ella sabía de esas pesadillas. Cuando el padre de Rin todavía vivía, recordaba como él le contaba acerca de esos perturbadores sueños. Teto, en un principio, pensaba que su hijastra necesitaba de un médico urgente ya que esas pesadillas no podían ser normales; no cuando se soñaban continuamente. Pero, obvio, el padre de Rilliane se negaba. Argumentaba que era típico de una niña como ella, distraída, creativa e imaginativa.- Cuando era pequeña y tenía esas pesadillas, papá siempre venía y me arropaba de nuevo. –La muchacha sonrió nostálgica mientras relataba aquellos episodios que se repetían. Teto sonrió con cariño cuando escuchó el nombramiento de su padre.- Papá me decía que sí lo estaba. –Se miró sus manos, queriendo entretenerse con ellas y no pensar demasiado en su difunto padre.- Pero luego me decía el gran secreto: las mejores personas lo están. –Rin elevó la vista y encontró a su madrastra usando sus manos como abanico y despejar sus ganas de llorar ante el recuerdo de su difunto marido.
-Yo… yo también le echo de menos, Rinny. –Le aseguró, sonriendo de nuevo y acercándose para apoyar a su hija con un pequeño abrazo. Cuando se separó y revisó el vestido, se dio cuenta en que faltaba un pequeño detalle. Su sonrisa se esfumó para formar una línea recta y un leve tic en su ceja.- Rin, ¿llevas el corsé? –Preguntó. Rin tragó duro, pero no dejó de lado su rostro indiferente.
-Me hace daño. –Se excusó, encogiéndose de hombros. Teto, sin contemplaciones, alzó levemente la falda del vestido, dejando expuestas las pálidas y suaves piernas de la adolescente. No llevaba las medias.
-Veo que las medias también te hacían daño. –Rin sonrió levemente para ablandar la situación. Teto suspiró, pero sonrió finalmente. Rin era Rin se viera por donde se viera y seguía siendo una cría destacada. No podría enfadarse con ella. Acarició el rostro de Rin y se llevó sus manos hacia su cuello, sacando el collar que llevaba con ella. Se lo colocó con delicadeza a Rin.- Ahora estás perfecta. Solo sonríe un poco más. –Rin rodó los ojos, pero amplió su sonrisa, embelleciendo si pudiera más su rostro.
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El castillo de los señores Hiyama era enorme y estaba rodeado por una extensión infinita de pasto verde. La carroza dejó a la señora y señorita Kagamine a un par de metros del jardín trasero donde quedaba el evento. Teto obligó a su hijastra caminar con más rapidez puesto que ya llegaban tarde y la curiosidad de Rin por ver todo lo que le rodeaba, hacía que la muchacha fuera más lenta que una tortuga coja. Los señores Hiyama las esperaban al pie de las escaleras que daban a la parcela. Cuando se detuvieron frente a ellos, Rin pudo observar con tranquilidad todo lo que le rodeaba entonces mientras su madrastra se disculpaba. Frente a los escalones, había quedado suprimido un pequeño territorio verde por suelo de roble macizo que servía para las parejas que danzaban sobre ésta al son de la música. La mayoría de los invitados se quedaban alrededor contemplando los bailes mientras disfrutaban de los más caros tentempiés. Rin distinguió a varias parejas caminar por el jardín y perderse por el laberinto que había a pocos metros de distancia y que, si mal no recordaba, daba con un pequeño trozo de bosque.
-Rilliane, querida, -la voz de la señora Hiyama la despertó y Rin volvió la vista hacia ellos. Sonreían con cierto esfuerzo y se notaba que les había irritado la tardanza de ambas.- Bruno te está esperando en la pista de baile. –La avisó. Rilliane miró a su madrastra que la animó con la mirada a acercarse a Bruno. Rin se inclinó hacia delante en una reverencia antes de bajar los escalones y dirigirse a la pista de baile, dejando solos a su madrastra y a los señores Hiyama.
La rubia distinguió a Bruno Hiyama, el hijo de los anfitriones, en uno de los extremos de la pista, mirando a ambos lados en busca de su figura. Cuando el castaño la vio, suspiró de alivio y se acercó a ella para tomarla del brazo y entrar con ella a la pista de nuevo.
-Llegas media hora tarde, querida. –Habló el joven, tomando a la muchacha de la cintura con uno de sus brazos y apegándola a su cintura por un lado. Rilliane sopló uno de los mechones rebeldes que había logrado escapar de las pinzas que sostenían el resto de su rubio cabello antes de darle la mano a su compañero de baile y caminar junto a él en un baile que imitaron el resto de personas.- Deberías de corregir esa costumbre, ¿no crees? –Continuó hablando.
-¿No te parece aburrido este baile? –Rin cambió de tema con cierto aire distraído, sin perder de vista al resto de invitados danzando con una falsa sonrisa en sus rostros. Todos parecían máquinas que hacían lo que todo el mundo hacía. Imitaban todo lo que veían.
Bruno miró a la joven con una ceja arqueada.
-Mi madre andaba en lo cierto cuando decía que eras bastante curiosa. –Comentó en alto. Rilliane se encogió de hombros antes de dejarse guiar por la mano de Bruno. Pero pronto, una bandada de pájaros y sus particulares sonidos la despistaron nuevamente. Rin alzó la mirada y observó la bandada de pájaros volando con total libertad. Aunque no tuvo la oportunidad de seguir observándolos cuando se chocó con otra pareja.- ¡Lo siento! –Se disculpó Bruno por ella cuando ambas chocaron. Rilliane observó a Bruno, quien suspiró en un intento de controlarse.- ¿Qué se supone que estabas viendo? –Le preguntó algo irritado.
-Los pájaros. –Contestó Rin, obligada a voltearse sobre su eje en un pequeño paso de baile.- Me preguntaba cómo se siente al volar. –Comentó, dejando caer su cuerpo sobre el brazo del joven. Bruno volvió a mirar a Rin con una ceja alzada.
-Que cosas tienes. –Comentó, alzándola cuando la música cesó. Se voltearon hacia las demás parejas y se inclinaron a la vez que el resto.
Rin entonces escuchó las risas de dos muchachas cerca de ella. La joven se alejó de su compañero con la excusa de que la llamaban, y se acercó a dos gemelas idénticas que volvieron a reírse cuando Rilliane se paró frente a ellas, con una expresión curiosa en su rostro. Las conocía bien. Se trataban de las gemelas Sweet, hijas de los señores Sweet, quienes controlaban la empresa de coches más prestigiosa de Japón en esa época. Lo único que las diferenciaba eran sus cabellos; Anon lo tenía sobre sus hombros y Kanon acostumbraba a tenerlo largo y atado a una coleta de lado. Aunque aquella vez había preferido soltárselo.
-Nos hemos enterado del secreto. –Canturreó Anon, sin dejar esa sonrisa de falsa inocencia mientras se balanceaba como una cría de cinco años. Kanon soltó otra risita. Rin las miró recelosa. Siempre se preguntaba por qué la llamaban a ella rara cuando tenía dos ejemplos claros de rareza.
-¿Qué secreto? –Preguntó la rubia, cansada de escuchar aquellas tontas risitas que ambas gemelas compartían.
-Es que si te lo contamos ya no es un secreto.
-Me habéis dicho que os habéis enterado del secreto. ¿Por qué no me lo contáis?
-Porque dejaría de ser un secreto. –Rió Kanon.
Rin las observó frunciendo levemente el ceño. Bien que Rilliane tenía escondida bajo las mangas de su vestido, varios ases que no dudó en sacar aquella vez. Las gemelas se miraron entre sí cuando vieron la sonrisa maliciosa de la joven rubia.
-¿Vuestra madre sabe que soléis ir a la taberna de Honne para ver a los hombres y apostar con ellos? –Preguntó desafiante. Las gemelas quedaron boquiabiertas ante la revelación de aquél gran secreto. ¿Cómo narices se enteró de eso? Se miraron sin saber qué contestar.
-No serás capaz de decírselo. –Desafió Kanon, tragando duro mientras su gemela todavía intentaba saber cómo lo sabía o encontrar algo para devolverle el chantaje.
Rin se volteó y encontró a la señora Sweet hablando animadamente con su madrastra. Alargó su sonrisa y volteó a ver a las gemelas.
-Ponedme a prueba. –Se cruzó de brazos y ambas gemelas se miraron pálidas. Mantuvieron la mirada sobre la otra como si fueran capaces de hablar telepáticamente y se voltearon para observar a la rubia.
-Bruno te va ha pedir matrimonio. –Contestaron ambas a la vez. Rin fue quien quedó sorprendida aquella vez.
Pero antes de que hablara, un brazo atrapó sus hombros y la obligó a voltearse. Rilliane observó a la señora Hiyama fulminar con la mirada a ambas gemelas. Kanon y Anon sonrieron nerviosas con la poca esperanza de que no fueran escuchadas.
-Sabía que no debí de contároslo. –Comentó en voz alta antes de llevarse a Rilliane, todavía asimilando lo que las gemelas le acababan de soltar, hasta el comienzo del laberinto.- Esas gemelas siempre hablando más de la cuenta. –La señora Hiyama abrazó el brazo de Rilliane y la arrastró hacia dentro de aquellos muros.- ¿Sabes? Tenía muchas ganas de comenzar esta conversación. –La muchacha alzó la mirada para encontrar los ojos oscuros de la señora Hiyama sobre ella. Frunció el ceño, curiosa, mientras caminaban entre los muros vegetales.- Bruno es tan delicado. –Suspiró. Rin volteó la mirada cuando escuchó como se movían los arbustos que formaban parte del laberinto.
-¿Ha visto eso? –Preguntó Rin, señalando uno de los arbustos en donde crecían rojas blancas y el cual se había estado moviendo. La señora Hiyama siguió la dirección que marcó el dedo de Rilliane y volvió a suspirar, pero esta vez de frustración.
-Lo sé, querida. Estos jardineros bobos no saben lo que hacen. Les pedí rosas rojas y no blancas. –Comentó la mujer, frunciendo el ceño mientras insultaba a la media docena que trabaja exclusivamente para los jardines. Rilliane pestañeó un par de veces para asegurarse de que no habían sido imaginaciones suyas.
-Siempre puede pintarlas de rojo. –Habló al cabo de unos segundos. La señora Hiyama se volteó para observarla como si hubiera dicho la cosa más estúpida.
-Que cosas tienes, querida. –Rilliane se encogió de hombros y siguió siendo arrastrada por la anfitriona- Bien, lo que iba diciendo es que Bruno come únicamente carne de primera calidad, es alérgico a…- Rilliane desconectó de inmediato, centrándose en la vegetación que la rodeaba y sumergiéndose en sus propios pensamientos. Aquél arbusto se había movido, lo sabía, pero quizás fueran en parte imaginaciones suyas. No había dormido en aquella noche y sentía un peso extra en sus ojos. Pero no dieron más de cinco pasos cuando la joven rubia vio de nuevo los arbustos moverse. Aunque aquella vez, había distinguido una cola blanca y peluda.
-¿¡Lo ha visto?! –Rilliane volvió a señalar uno de los arbustos que se dejó de mover. Maldijo por lo bajo antes de que la señora Hiyama volviera la vista hacia donde señalaba en aquél momento.
Pero estaba segura de que lo había visto. Había sido un conejo.
-Será mejor que volvamos. –La señora Hiyama observó a Rin aquella vez como si fuera un fenómeno de otro planeta.- No te veo bien, cielo. –Rilliane sopló de nuevo su flequillo antes de ser dirigida por la anfitriona hacia la salida, eso sí, retomando aquella aburrida conversación sobre los alimentos de Bruno.
Pero Rin sabía que lo del arbusto no había sido imaginación suya. Se había movido y había sido un conejo el causante de ello.
Claro que sabía perfectamente en la residencia de los Hiyama no había ningún conejo a kilómetros a la redonda.
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Todos se habían reunido alrededor de un kiosco campestre de madera pintada de blanco. Color idóneo para el momento sino fuera por el rostro indiferente de Rin. Era obvio que no quería casarse ni con Bruno, ni con el hombre más rico de la ciudad. No se veía capaz de entrelazar su vida con la de otro hombre tan joven. Pero cuando vio el rostro de cada uno de los invitados, a su alrededor, todos felices y con una amplia sonrisa, sintió un gran nudo en el estómago. Su madrastra y su hermana, a la cual parecía haber llegado en ese momento, le apoyaban con la mirada. Teto ya había mantenido una conversación con ella acerca de esto y su hermana Lenka también.
Tienes 19 años, Rilliane, eres muy bella. Deberías aprovecharlo para conseguir un buen hombre y lograr que te quiera y se quede contigo hasta que las arrugas acaben con tu cara.
Su hermana y sus comentarios repetitivos. Rilliane siempre le sonreía y asentía para dejar que le comieran la cabeza. Su hermana estaba felizmente casada con Sir Kagane Rinto, el hombre que toda mujer desearía, como escuchaba decir al resto de sus vecinas. Pero ahora la veía feliz y con una enorme tripa que se ceñía en su vestido amarillo. Quizás ella podría ser así algún día, pero, claro, no con Bruno, quien ya se había arrodillado ante ella y tomando ambas manos. Rilliane frunció sus labios. No quería casarse. No ahora. No con Bruno. Solo sentía un cariño amistoso hacia él.
-Rilliane Kagamine, -Bruno sonrió con algo de esfuerzo. Rilliane alzó una de sus cejas.- ¿quieres casar…?
-Espera. –Rin le interrumpió y se alejó de él para caminar hasta una de las barandillas ante la mirada de curiosidad de los invitados. Rin tomó de ella una oruga azul que parecía tener ciertos problemas, pues colgaba de la barandilla. La tomó entre sus manos y la colocó sobre la barandilla de nuevo, asegurándose de que no caería. Bruno la miró con cierto asco.- Vale, ya. –Rilliane carraspeó antes de volver a su posición.
Bruno pestañeó e intentó no pensar en lo que acababa de ocurrir. Volvió a tomar las manos de su futura prometida tras comentarle que se tendría que lavar las manos y prosiguió:
-Rilliane Kagamine, ¿quieres casarte conmigo y convertirte en mi futura esposa? –Preguntó. Rin tragó duro en ese momento. Volvió la vista hacia el resto de invitados. Teto sonriendo, Lenka abrazada a su marido con una tierna sonrisa, los señores Hiyama impacientes para terminar todo aquello. Miró de nuevo a Bruno, insistiendo con su sonrisa.
No podía hacerlo.
-Yo… -Pero cuando volvió a mirar hacia la zona de invitados, frente a la puerta que separaba el jardín del laberinto, distinguió un conejo blanco ataviado con un chaleco azul abrochado en su peludo cuerpo y una bufanda del mismo color. El animalillo tenía un reloj de bolsillo en una de sus patas y no dejaba de señalarla con la otra.
Rilliane no pudo articular palabra.
Era el mismo conejo con el que llevaba soñando desde que le alcanzaba la memoria.
El Conejo Blanco.
-Tengo que pensarlo. Ahora vuelvo. –Y sorprendiendo al medio centenar de personas congregadas ahí que esperaban impacientes la respuesta de Rilliane, vieron como la muchacha bajó corriendo del kiosco y se encaminaba corriendo hacia el comienzo del laberinto, donde el Conejo Blanco ya había entrado.
La muchacha había subido su vestido para evitar tropezarse mientras seguía al animal, quien caminaba camuflado entre los arbustos. Llegó hasta el final del enredo y encontró otra enorme parcela llena de vegetación. Vio entonces las orejas del conejo perderse en una madriguera cavada cerca de un árbol cortado. Rilliane se acercó con cuidado hasta ahí y se arrodilló junto al borde. Inclinó su rostro para ver el fondo, pero no veía nada. Era igual que en sus pesadillas.
-¿Hola? –Su voz hizo eco en aquél túnel y la muchacha se inclinó un poco más.
Pero fue bastante para que cayera. Rilliane gritó mientras caía por la oscura madriguera. Movía sus brazos tontamente para agarrarse a algo, pero seguía cayendo al vacío. Se volteó en el aire justo cuando una estantería impactó contra ella. Usó sus brazos para proteger su rostro, pero cuando abrió sus ojos, aquella estantería había acabado echo pedazos y ella no había sufrido ningún daño. Siguió cayendo mientras gritaba hasta rebotar contra una cama que había aparecido. Rin intentó de nuevo agarrarse a unas raíces para poder escapar, pero parecía traspasarlas. Siguió gritando hasta que por fin pudo ver un suelo firme. Esperó el impacto, pero lo que no esperó fue que rompiera aquél suelo y cayera por fin en una habitación sin sentir el menor dolor. Alzó su rostro y se sentó con cuidado. Sus ojos vagaron por la pequeña habitación y, al poco, se dio cuenta de que, realmente, estaba en el techo. Su cabello había acabado sin aquellas pinzas que sujetaban su cabello en un elegante peinado y ahora colgaban como la lámpara de araña que tenía a su lado. La gravedad no tardó en hacer efecto y la joven volvió a caer en el duro suelo. Rin se alzó con cuidado, observando todo a su alrededor con una mirada curiosa y temerosa a su vez. Vio tres puertas en aquella diminuta habitación y una mesa de madera. No dudó un segundo en correr hacia las puertas e intentar encontrar una escapatoria.
Ninguna se abrió. Golpeó una de las puertas con rabia antes de caer al suelo de rodillas.
-Esto es un sueño. –Murmuró, mirándose las manos e intentando auto convencerse.- Debe de serlo. Ahora estoy dormida, cuando despierte, estaré en casa, con Teto y Lenka merendando dulces con té. –Intentó convencerse antes de pellizcarse uno de sus brazos como le había enseñado su padre. Cuando abrió sus ojos siguió estando en la misma posición.
No era una pesadilla. Rilliane Kagamine estaba viviendo realmente aquél sueño.
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¡Hey, hey, mi bonita gentecilla!
Sí, Maisa ha vuelto con una nueva historia. Creo que la mayoría, por no decir todos, conocéis la increíble historia de Alicia en el país de las maravillas, ¿no? JAJAJA, adivinen a qué loca se le ocurrió hacer una adaptación. Tómense el tiempo que quieran para pensárselo, pero déjeme decirles que es la misma que ha escrito esto.(?) Okey, y ahora se preguntarán por qué esta idiota sigue creando y creando cuando tiene todavía fics sin terminar. Bien, para ello tengo un par de bonitas excusas:
1. Porque no tengo vida.
2. Porque me da miedo dejar que mis ideas se esfumen y no subirlo al final.
3. Porque mis neuronas se están extinguiendo a una velocidad preocupante.
4. Porque quería subir algo el día anterior a mi cumpleaños ya que estaré toda la tarde ocupada estudiando Física y Química dado que a mi profesora le hace gracia que estudie el día de mi 16 cumpleaños.
Cuatro estupendas razones, ¿no creen? Además de que en parte me sirve para explicar que Los Protegidos, esta vez sí, está a puntito de publicarse de nueeeeevo. Sí, me han hecho falta dos años. Lo sé, merezco una tortura. PERO, PERO, PERO, lo importante es que estoy convencida (al 20% ya que la positividad no es lo mío) que os gustará. ¡Y este nuevo proyecto tiene los dos capítulos siguientes casi terminados! Y dudo que llegue a los diez… He de decir también que está basado, a parte del libro original, en la última película de Alicia en el país de las maravillas que salió en 2013 con un reparto increíble. Además de que sale el, para mí, mejor actor que han podido tener, Johnny Depp. ¿Adivinen de qué hacía? Sí, del Sombrerero. :'D Enserio que si todavía no lo han visto, os la recomiendo.
Ya sé que es del 2013, pero no me sean quejicas.(?)
¡Bueeeno! Nada más que decir. El día de mi cumpleaños, mañana, también tengo un bonito examen de biología a primera hora [No hay mejor manera de empezar el día, joder.(?)]. El mes de Mayo en los institutos de España es un mes infernal. ¿Se creen que esta semana la tengo completa de exámenes y hasta Junio, no me libro de ellos? ;n; Es una gran caca. Nos quitan la poca vida que tenemos, jo.
Dejo de contaros mi vida que sé que os importa una mierdecilla, pero bueh. Soy demasiado abierta. (?) ¡Muuuuuuuuuuchas gracias a todos vosotros por hacerme feliz cada día con vuestros reviews! :') Sois mi gran apoyo, lo sabéis y no me canso de decíroslo. Siempre estáis ahí para comentar lo que hago o no mal, para darme ideas, para hacerme reír. Enserio, muchas gracias.
¡No olviden dejar sus sexys reviews y decirme qué opinan! SALVARÁN LOS PLÁTANOS Y LAS NARANJAS DE RINNY Y LENNY. DDD: ¡NO IGNORES LA CAUSA, CONTRIBUYE! ¡ABRE TU CORAZÓN!
¡Que la vida os sea muy bonita, gentecilla de mi vida!
MAISA.-
