Escrito en conjunto con Ligie.


CAPÍTULO UNO:

Lolita es Hinata.


Me estas afectando demasiado. Cuando estás aquí, estoy tan agradecido y feliz. Cuando no lo estás, estoy ansioso. Cuando me tocas, mi cuerpo se siente agitado y quiero más.

Fragmento de Acechada por los Uchihas traducido por Lord Kami.


La brisa de la mañana raspando con detalle sus mejillas la ayudó a despertar, ya que si bien hace no muchos días el clima había sido agradable, ahora presentaba una frescura que la incitaba a enterrarse una nueva vez en los brazos de Morfeo. ¿Acaso no le era posible descansar unos cinco minutos más? Se preguntó Hinata mientras se cubría la cabeza y apretaba fuertemente el borde de la tela de la sabana, no quedándole otra opción que alzar los párpados en el aire asfixiante por más pesado que el gesto le resultara. Posteriormente la oscuridad fue la única que abrigó su suspiro en cuanto la verdad la golpeó sólida: no existía quién la vuelva a despertar.

No realizó ningún bostezo y mucho menos se estiró cual felino al desperezar. Al contrario, sólo soltó un gemido de inconformidad y pasados unos minutos con pereza se deshizo de las sábanas que le obsequiaban el más grato calor que jamás hubiera podido gozar. Una vez consiguió que las pantuflas cubrieran sus desnudos pies e imitando a un genuino zombie se encaminó al baño, prendiendo dentro la luz para iniciar con su reiterada rutina.

Se lavó la cara, permaneció bajo el agua unos treinta minutos, salió, lavó sus dientes y frente al espejo se secó. Como si estuviera programada para hacer todo al pie de la letra, al igual que todos los días, observó con total detenimiento su cuerpo entero en el amplio cristal.

Empezando por sus pies, éstos lucían delicados, calcados de la misma cenicienta. Sus piernas no eran exactamente largas pero yacían cubiertas de una piel que imitaba la sensación del tacto a la misma seda; siendo también lo suficientemente extensas sólo para una mujer de un metro sesenta. Al llegar a sus caderas comprobó que eran anchas, muy bien desarrolladas, y ascendiendo se encontró con una curva un poco larga que le daba el nombre a su cintura. Sus pechos, pudiendo competir en tamaño con melones, la hicieron fruncir el ceño en tristeza aunque por más muecas que emprendiera no dejaría de ser la curva, quizás, exagerada que ahora era.

En cuanto enfocó su mirada en su rostro lo observó con atención, inspeccionándolo con plena seriedad. Su pelo portaba un exótico color azul oscuro como el cielo de una noche, y la piel era, probablemente, demasiado blanca. Ante ese reconocimiento sonrió, aquellos eran rasgos que heredó de su difunta madre. A continuación pasó a sus ojos: blancos con tintes lilas rodeados por las pestañas árabes regalo de su padre; tan hermosos como únicos. Su nariz puntiaguda delineada en forma curvilínea, sus labios carnosos y rojos y, finalmente, los filamentos que enmarcaban su rostro, largos debido al crecimiento de su cabello, el cual caía en lluvia hasta la mitad de la espalda mientras adelante un flequillo ocultaba su frente.

Recorrió con su mano la piel del cuerpo de perfil hasta llegar a rozar el costado de sus senos. Era el suyo un cuerpo perfecto. ¿No? La envidia de muchas mujeres exceptuando Hyuuga Hinata la regla.

Había pensado lo suficiente para llegar a la conclusión de que su situación podía ser semejante a pactar con el diablo. Los deseos reprimidos en una utopía se cumplen a cambio de un alma, descubriéndose tras cumplirse el mundo perfecto las grietas como consecuencias de las negativas que se ignoraron al ser el sueño tan anhelado. Esa meta cumplida se convierte en el mismo infierno en el que un alma pasará el resto de su existencia. Sólo que la ojiperla, sin pactos de por medio, sufría debido al destino de nacer con la anhelada perfección.

Ella era hermosa. Poseedora de una belleza única, había escuchado halagos de ese tipo en un tiempo pasado, aún cuando su cuerpo no se había desarrollado, mas si eso era verdad lo desconocía. ¿Realmente era hermosa? Se preguntaba con constancia. ¿Qué cosa o ser es exactamente hermoso? Uno lo es dependiendo de los ojos de quién le mire, aceptó la desconcertarte respuesta. Porque sí, lo era tanto así como la tristeza que la misma contestación y su verdad le inculcaban.

Pasaron cinco minutos en los cuales sólo recordó no obstante al darse cuenta que yacía desnuda respingó apenada de repente. Se tapó apresurada con la toalla que alcanzó y corrió con las mejillas ruborizadas hacia la cama para vestirse. Los recuerdos se acabaron para darle paso a la llegada abrupta de la realidad. La Hinata Hyuuga tímida, torpe y amable había vuelto en lo que se consideró una reacción pudorosa. Se vistió con ropas portadoras de tres talles más que el suyo con las cuales ocultó su real figura para lograr verse más robusta. Para lidiar con su rostro comenzó con el cabello, por lo que cuando dos trenzas descansaron sobre sus hombros como toque final se colocó un gorro de lana que empleaba la misma función que su flequillo, ocultar su frente, así como impedía que parte del pelo azul se viera.

Ella se estaba ocultando aunque, más bien, el objetivo era cubrir su belleza. Si algo Hinata podía asegurar con facilidad era que ser deseada y observada no siempre podía ser bueno, mucho menos cuando era el anhelo lo que ella producía en las personas contrarias: un peligroso deseo que le dio el privilegio de tener de recuerdo las experiencias más crueles que nunca hubiera querido ni podría deseárselas a alguien.

Cuando estuvo lista tomó las pertenencias necesarias para su próximo destino sin embargo el toque de la puerta detuvo todos sus músculos, poniéndola en alerta. Se preguntó enderezada y con preocupación quién podría recurrir a ella. Nunca esperaba visitas y de hecho se aseguró de desvanecerse para sus conocidos tras su reciente mudanza al departamento. Cabía la posibilidad que fuera un error así como también la desagradable idea de que uno de los seguidores de su cuerpo la haya encontrado. Temerosa, miró con sospecha la puerta. El labio inferior le temblaba por el esfuerzo de intentar soltar un "quién es".

Avanzó tres pasos y la puerta se abrió dilatando a sus ojos. Suspiró aliviada.

—Creo ser el único que tiene otro juego de llaves —dijo la persona intrusa junto a una sonrisa agradable y alzando la mano en un saludo. Luego abrió los brazos para recibir un abrazo si bien la ojiperla nunca acudió a él—. ¿Qué es esto? Dos semanas ausente y ni un: "¡Oh, Kakashi eras tú!" —citó y la burla sonrojó a la chica.

—Perdón —se disculpó abrazándose a la cintura del hombre. Se había impresionado debido a que él no vivía con ella, pero recordó que su vecino poseía una llave que ella misma le entregó. La mala costumbre de caer en pánico, pensó avergonzada. Desde el principio debió suponer que se trataba de él—. Bienvenido. ¡Ya te extrañaba!

—Lo sé, lo sé —se rascó la nuca avergonzado y apartó el brazo que le proporcionó hace instantes calor a Hinata—. Esto lo podemos dejar para la noche al comer. Ahora, ven que te llevaré.

Ella asintió y salió del departamento junto a él, confortada por la seguridad de estar acompañada.

El hombre, Kakashi Hatake, era más grande que ella, de unos treinta y cinco años. Casi siempre llevaba un rostro flojo y de apariencia medio dormida, con una voz relajada y tranquila, y una actitud despreocupada y apática aunque en situaciones graves demostró tener una mirada muy severa e intensa, recordó Hinata. Era alto, medía veintiún centímetros más que ella. Su cabello era de punta de color plata y los ojos de un negro profundo, cautivadores. Sus labios y dientes también eran hermosos, posiblemente rozando lo perfecto.

¡Un hombre mucho más que apuesto! Sopló Hinata resignada levantando el flequillo en el suspiro; a causa de las apariencias siempre terminaba juzgando a las personas bajo ese estándar, incluyendo el de las expresiones.

¡Ah! Y no se podía olvidar que también era homosexual. Detalle de él que había abierto todas las puertas de la confianza de Hinata, pudiéndose adentrar a ella y llamarse así su gran amigo. Para la ojiperla no existía nadie más confiable que él, su príncipe azul, solía antes llamarlo sin el sentimiento romántico, ya que como tal había rescatado a la damisela en apuros.

Adentrándose en el pasado, él la había encontrado una noche sola, sin posibilidades y luciendo, tal cual, como una damisela en algo peor que un apuro. Cualquiera hubiera pasado de la chica pero no él, pues la conocía y la reconoció pese a la oscuridad. Recordaba tener ropas desordenadas, lagrimas en los ojos y un respirar muy dificultoso. Una historia demasiado larga como para explicar y prefería resumirlo en que sólo escapaba de un momento, o alguien, desagradable y Kakashi la había ayudado a escapar de éste. Al ser su único escape decidió confiar en él y conociendo la historia, el hombre, en ese entonces de treinta años, le ofreció protección. Dejó Nueva York y junto a él voló hacia Japón, su país de origen (lugar en donde vivió hasta que su padre se volvió a casar). Se convirtió en su tutor, pagó sus estudios y la ayudó a conseguir varios trabajos. ¿Por qué hizo tanto por ella? Ni la misma joven conocía una respuesta; tal vez fuera el hecho de haber sido amigo o compañero del hombre que más amó en su vida: su padre. Poniéndose en su lugar, cómo no ayudar a la hija de un amigo. Más si el último hace no mucho falleció.

Él sólo sintió lastima por ella.

En un principio la única causa había sido ese sentir, con el tiempo la necesidad de protegerla se incrementó tanto que no se permitió que ella se alejara de él. ¿Qué sería de Hinata sin su protección? Pues, él se perdía sin ella, y por circunstancias de la vida le sucedía lo mismo a Hinata.

La incorporó a su mundo: sus amigos, aunque ésta pudorosa se aisló del contacto de otras personas reduciéndose el mundo sólo en él. Al intentar, en varias ocasiones, demostrarle lo maravilloso de su alrededor una mala experiencia la golpeaba diez casilleros detrás del inicio. Su instinto perseverante se vio manchado de intentos de secuestros, de violaciones y falsedad. No estaba preparada para salir del caparazón, no por el momento en que se hallaba abatido por tanto trabajo y demandas de la familia que forjó Hiashi Hyuuga después del fallecimiento de la madre de Hinata.

Ella suspiró por décimo tercera vez en el trayecto a la Facultad, en esos tiempos Hinata parecía marcharse al fondo de sus pensamientos y buscar una oportunidad de amar el exterior, ese que tanto daño le hacía que la consumía por dentro.


El chico alto, apuesto y de cabellos azabaches salió de la habitación acomodándose la camisa. Escuchó un suspiro de ensueño y sonriéndose a la chica cerró la puerta. Inmediatamente su rostro se volvió inexpresivo mientras pensaba cómo había llegado a acceder a involucrarse precisamente con esa mujer, una obsesionada, podría decir, por él. No obstante, lo hecho, hecho está, aunque debía entender la mujer que su momento ya finalizó.

Conseguido el objetivo de alisar su ropa, adivinó la silueta de sus dos amigos en la lejanía y decidido caminó hacia ellos, quienes continuaron hablando ignorando su reciente compañía. Se los veía pelear por lo cual, acordó él, las cosas marchaban normales en ese día tan aburrido.

Naruto Namikaze y Sakura Haruno eran sus mejores y únicos amigos. Su relación no había empezado precisamente bien pero con el tiempo gracias al compañerismo se pudo dar lugar a la amistad; sólo a eso. La chica que ahora se quejaba de su trabajo había estado desde siempre enamorada de él aunque a final de cuentas terminó por entender que no podría ser correspondida. Él no la veía como algo más que una amiga ni tenía el estomago de utilizarla para auto satisfacerse. Además, el rubio Namikaze lo mataría, el cual ahora mantenía una relación con la pelirrosa. Si bien en un principio, desde que eran niños, el rubio siempre lo había fastidiado, retándolo en cualquier estúpida competencia y llamándolo su gran rival, ahora aunque la rivalidad existía podía llamarlo hermano; y tocar a la novia de un hermano era lo ultimo que quería.

Mientras más pasos avanzaba por el gran pasillo notó alguna que otra mirada insistente sobre él. Pelirrojas, morenas, rubias e incluso castañas. Toda mujer posaba sus ojos en él, pues era la misma perfección solían decir aunque no le interesase el tema. Él no eligió ser como es y sin embargo no se quejaba, al menos había logrado encontrar lo único bueno a ser deseado por ellas. Odiaba los acosos, el tacto y que lo fastidiaran desde siempre pero un rato en la cama o ya sea en cualquier lugar intimando no le desagradaba. Teniendo tantas mujeres a su alrededor, él tampoco era de piedra.

—Sasuke teme, ¿Recuerdas el proyecto del que hablamos? —habló su mejor amigo en voz alta así escuchaba su novia. Luego, miró hacia todos lados y prosiguió con voz baja, en confidencia—. Por el que tienes que quedarte un rato más hoy.

—Hmp. —Sonrió al ver la expresión de Sakura quien entendía todo y porque el Namikaze estaba en problemas. Al verse comprometido tras recordar un poco de qué se trataba el favor, preguntó fastidiado—. ¿Por qué?

—Ella me está siguiendo a todas partes y hoy tengo una cita con Sakura-chan, no quiero una escena de celos y estoy seguro que la golpeará —dijo, y Sakura rodó los ojos. El azabache no entendía si el golpe lo recibiría sólo la acosadora, el acosado o ambos.

—¿Natsuko? —El rubio asintió—. ¿Quieres que me la tire? —preguntó vulgar mientras suspiraba acariciándose la cien. En ocasiones creía que su amigo lo usaba como gigoló para las aventuras que tuvo antes de sentar cabeza.

—Siempre tan sutiles—agregó la chica cruzada de brazos, algo enojada. Naruto sintió escalofríos—. Sólo encuentra una forma de retenerla.

—Me debes diez—miró al rubio amenazante y dando por finalizado el tema avanzó más rápido, alejándose de ellos.

Entró al baño e inundando sus manos de agua las llevó a su rostro. El día prometía ser largo y tenía que inventar su "mejor" sonrisa para pasarla bien con la ex novia de su mejor amigo. Siempre era así, un momento con Sasuke hacía que se olvidaran de Naruto. Al final era él el que terminaba siendo acosado y perseguido por ellas, pero el rubio era su amigo y siempre estuvo enamorado de la pelirrosa, cualquier chica no se lo podía arruinar.

Por minutos se miró en el reflejo. Era de piel clara y sus ojos y pelo eran de color negro ónix. El cabello, de punta en la espalda, le llegaba dos dedos debajo de la altura de la barbilla y también parte de éste caía sobre su frente. Su físico no estaba nada mal y medía un metro setenta y ocho. Sí, definitivamente era el tipo de hombres que le agradaban a las chicas, apuesto. Quizás ni siquiera necesitaría forzar una sonrisa para estar con Natsuko.

Palpó sus bolsillos y comprobó que la chica con quien paso un grato momento, en un descuido, le quitó el celular. ¿Cómo era su nombre? La pregunta era bastante difícil; sólo se dirigió de vuelta al lugar evitando que toque algo de su posesión. Nota mental, se dijo, evitar llevar objetos que necesitaría o de lo contrario se vería en la penosa situación de volver a hablar con sus únicas veces.

Al salir y disculparse con Hinata Hyuuga al chocarla pensó que se merecía el premio al amigo de oro del mundo. Porque aunque le fastidiara siempre hacerle favores que de nada lo beneficiaran, el Namikaze tendría su hombro siempre que necesitara equilibrio.


El lugar yacía desierto. Su respiración se escuchaba más o igual que el cierre de su abrigo al bajar. Miró nuevamente hacia la entrada del lugar desconfiada y suspirando se quitó el gorro y liberó a su pelo cayendo ante la gravedad; difícilmente alguien acudiera allí a esa hora. Los anteojos se estrellaron contra el suelo siendo acompañados con el leve sonido de una prenda al caer. La yemas de los dedos acariciaron la estirada piel de su cuerpo con cada ropa que obligaba a deslizar en descenso. La piel clara perteneciente a la chica ahora se hallaba completamente descubierta, no había quién o qué la ocultara; y finalmente caminó hacia una banca y se colocó el traje de baño para poder adentrarse a la piscina climatizada frente a ella.

Con elegancia y delicadeza empleada bajó por la escalera hasta soltarse. Cerró los ojos satisfecha por la agradable sensación del agua cálida abrazarla y nadó hasta lo más hondo, disfrutando cada segundo. Los pulmones la obligaban a asomar la cabeza cada cierto tiempo para tomar grandes bocanadas de aire pero eso no interrumpía el gozo que sentía. Sola, libre de mostrarse tal cual es, de ser. Anhelaba poder sonreír ella misma entre la gente, no ser más un disfraz, no obstante la verdadera sólo podía sonreír en ese sitio para el agua o en su departamento para Kakashi.

Mientras sus brazos se deslizaban bajo el agua, recordó. ¿Qué exactamente? Nada en especifico, sólo recordó. Solían aparecer los fantasmas de su pasado cuando cerraba los párpados y privaba a sus ojos de la visión. Flash back de un tiempo no actual la perturbaban siempre que intentaba disfrutar.

Su madre y padre en una imagen de tiempo limitado la abrazaban con cariño genuino, para ser precisos: su padre la apreciaba con éste sentir mientras su madre cumplía el gesto. Recordó lo seco que podía ser a veces con ella, y exigente, mas que la quiso era un hecho indiscutible. Claro que la quiso, su padre la amó tanto como ella a él. De repente su madre falleció y un reemplazo apareció presentándole a un hermano, obligándole la imagen a cerrar con demasiada fuerza los párpados en la realidad. Tomó impulsó y salió a la superficie para respirar. Se volvió a hundir.

Caminando entre la que era su casa en Nueva York la figura de su padre se desvaneció y se encontró llorando frente a un cajón. Con más fuerza nadó a lo profundo, lo más que su cuerpo le permitía. No quería seguir recordando, después de aquel día no pudo saberse más sola. Acompañada de personas que la hacían sentir aún más sola y desprotegida, que la lastimaban, que indirectamente la salvaron. Entonces se halló corriendo con el dolor desbordando de sus ojos, mirando cada no mucho tiempo hacia atrás, cuidando la distancia entre el depredador, que la llamaba por el nombre de Lolita, y la presa, quien aterrada gritaba por una ayuda. Chocó con alguien. Cabello blanco y labios delgados fue lo primero que vio para más tarde recordarse durmiendo entre los brazos de ese hombre, agradeciéndole antes de caer en los brazos de Morfeo.

Su vida no había sido ilustrada cual cuento de hadas y si su mundo fuera un cuento, ella misma ya se hubiese borrado, a su vida. Si bien Kakashi le ofreció protección él no podía estar siempre mostrándole su espalda. Hubo una, dos y más veces en las cuales se exigió encarar a la realidad y avanzar, mas todo había fallado.

Hinata abrió la boca para recibir oxigeno y cansada flotó mirando hacia el techo. En medio de una pequeña oficina ahora estaba, siendo entrevistada por unos ojos que la escrutaban, incomodaban. La asustaban. No fue la única vez que pasó por tal situación, e incluso experimentó el acoso tanto como los aterradores intentos de violaciones. Sola en un mundo donde era tentada a quebrar. Obligada a caminar detrás de un hombre que le juraba bienestar y finalmente oculta bajo un disfraz que le permitía sobrevivir en su actual realidad.

—Lolita —dijo en un susurro—. Odio ese apodo.

—¿Hay alguien aquí? —preguntó una voz, bastante fuerte por el eco en sus oídos a causa del repentino pánico.

El agua se alborotó de pronto, haciendo un gran ruido. El terror la invadió y se hundió de nuevo, ocultándose del ser propietario de la grave voz. Terror fue lo que sintió cuando el aire comenzó a faltarle, y mientras tanto el intruso entró al sitio con pasos largos, lentos y ojos curiosos. Observó el lugar con total detenimiento y frenó en las ropas de una mujer. Volvió a mirar todo el lugar, había creído escuchar algún ruido. Caminó hacia las prendas y cuando se agachó las revisó. Anteojos, un gorro, ropas demasiado grandes. Se irguió y dándole una última mirada se marchó hacia la salida.

Uchiha Sasuke había terminado de cumplir un favor a Naruto y en su recorrido hacia la salida creyó escuchar un ruido allí, lo cual le extrañó. Como ahora, el ruido del agua hizo acto de aparición y se detuvo mirando fuera de la puerta, hacia un pasillo. Forzó los oídos y el sonido del aire siendo succionado se escuchó. Volteó con el ceño fruncido y se acuclilló en el borde de la piscina, preocupado al ahora divisar cabellos flotando.

—¡Oye! —llamó pero ninguna respuesta obtuvo a cambio. Comenzó a deshacerse con rapidez de las ropas que portaba para sumergirse en el agua y sacar a la mujer, no obstante su voz lo detuvo.

—¡No! —gritó Hinata mientras sacaba la cabeza para volver a respirar, mirando hacia la misma dirección del intruso—. ¡No te acer...! —calló y sus ojos antes o al mismo tiempo se dilataron. Un calambre más que doloroso la hizo abrir los párpados y le evitó proseguir con la advertencia.

Se hundió en el agua y con desesperación trató de salir a flote, sentir el aire, pero el calambre le impedía emerger a la superficie. ¿Qué peor situación? Se preguntó ansiosa mientras su boca se abría. Todo venía marchando bien y ahora parecía que su felicidad o infelicidad se daría por terminada, pues ya eligiera ser rescatada por el extraño o fallecer ahogada, ambas opciones resultarían igual de trágicas.

Poco a poco las fuerzas le faltaron. Estaba tentada a caer al mundo de los sueños o a simplemente dejar de existir, sentir, de sufrir. Sus energías confundidas, cansadas de huir y esconderse. Un, quizás, escandaloso pensamiento se le presentó irónicamente tranquilizándola. No soportaba más vivir de ese modo, la existencia se valía de momentos felices, algo inalcanzable para ella. Dejar de luchar sería como un suicidio, pensó, sin ser premeditado.

Se preguntó en un descuido si quería realmente ser salvada, o salvarse. Dejó de moverse y se permitió tocar el fondo de la piscina. Abrió los ojos vagamente, viendo en un corto tiempo la figura de un hombre nadando hacia ella. Él abrió los ojos sorprendido en cuanto la vio y ella sonrió con resignación hasta que cerró los ojos. Sabía lo que le esperaba a continuación si se llegaba a salvar. En realidad, quería dormir; era la verdad. Sabía que durmiendo iba a estar bien, en un mejor lugar con sus padres a quienes tanto añoraba. Deseaba dormir para siempre.

Entonces la inconsciencia la alcanzó al tiempo que el miedo se esfumó bajo el tacto de otro ser. El agua inundó sus pulmones, los ojos se volvieron de color rojo como causa del cloro y el corazón palpitante retumbó en sus orejas. Una calidez similar a la de sus padres fue la que la sostuvo fuertemente, imposibilitando su muerte.


Notas antes de terminar: Bienvenidas. Esta historia es en conjunto con una escritora muy preciada Ligie.

Es una historia larga que se centrará en romance entre Sasuke y Hinata y espero, inclusive siendo una de las escritoras, que sea un final feliz. Con respecto a la actualización será semanal o cada dos semanas, dependiendo de la cantidad de lectoras y comentarios. Intentaremos que sea realista y no pierda la esencia de los personajes en un mundo alterno. Los capítulos serán mas largos, esta es una breve introducción. Cada duda o sugerencia sera contestada.

Gracias por pasar.


Los personajes de Naruto le pertenecen a Masashi Kishimoto.