Disclaimer: Los personajes no me pertenecen.
Enjolras, sin necesidad de sentirlo sobre su propia piel, siempre supo que el mundo estaba ardiendo y que sus hermanos morían quemados.
Deseaba quemar a los causantes de su calvario sin necesidad de antorchas, quería reducirles a cenizas de tal modo que incluso sus ideales ardieran con ellos.
Su corazón bombeaba lava y sus ojos eran llamas, nunca había sentido su corazón arder, sin embargo.
Grantaire, en cambio, no recordaba un solo momento en el que no quisiese arrancarse el corazón del pecho, porque dolía. Dolía más que las palizas cuando le sacaban de un bar a rastras y quemaba más que el licor bajando por su garganta.
Pero no dolía tanto como saberse cobarde, no dolía tanto como tener miedo de hacer lo que su propia existencia pedía a gritos.
Así que se ahogaba, o al menos lo intentaba. Y con él se ahogaba el dolor, se ahogaban los sentimientos, se ahogaba todo él, todo lo que odiaba.
Bebía no para envalentonarse, sino para controlar el fuego.
No recordaba por qué había creído que mantenerse sobrio durante toda una reunión era una buena idea, pero jamás había estado tan equivocado.
Cuando casi todos se habían marchado, cuando el bullicio dejó de protegerle y la soledad le obligó a pensar, se dio cuenta de que le consumía el odio.
Odiaba al mundo, que acabaría matando a sus amigos, les odiaba a ellos por estar ciegos, odiaba al sistema, a todo lo que estaba mal.
Pero sobre todo se odiaba a sí mismo.
Por no creer, por ser un cobarde, por sentir y por seguir vivo. Por no ser capaz de odiar a Enjolras.
―¿Por qué sigues aquí?
No le hizo falta girarse para reconocer esa voz, de hecho no quería girarse, no quería quedar deslumbrado, pero no pudo evitarlo.
―¿Por qué sigues viniendo? No quieres estar aquí, no aportas nada, no crees en nosotros ni en un futuro mejor, tan solo te dedicas a molestar, ¿por qué…
No supo por qué lo hizo, quizá por la falta de alcohol, o porque no quería seguir escuchando. Quizá porque vivía mejor creyendo que tan solo él se odiaba, o puede que fuera consideración porque Enjolras no debería malgastar sus palabras con alguien como él.
Le besó.
Fueron unos segundos en los que sintió que se moría, que el mundo se acababa, que nada más volvería a tener sentido.
Con los ojos aún cerrados, su mundo se tambaleó. Por unos momentos todo estuvo del revés.
Después se dio cuenta y tuvo miedo, volvió de nuevo a su realidad y se fue del Musain sin siquiera mirarle.
Enjolras simplemente se quedó quieto, sin llegar a comprender del todo lo que acaba de pasar. Ni siquiera recordaba haber dejado una frase a medias.
Pasaría un tiempo hasta que se diese cuenta de que le ardía el corazón, pero en ese momento le quemaban los labios.
Notas de la autora: por si alguien me viene de canon-nazi, Victor Hugo dijo que Enjolras solo había dado dos besos en su vida, pero no dijo nada de los besos que le habían dado a él.
