Ella
Había pasado tanto tiempo, que comenzaba a sospechar que el silencio nublaba sus recuerdos… no recordaba ya su esencia, no recordaba sus olores, olvidé todos y cada uno de sus detalles, incluso aquellos que parecían vagos e insignificantes, todo eso había olvidado.. A veces es sorprendente como la mente humana tiene la capacidad de ignorar aquello que nos hace daño, que nos lastima y que a la vez de una forma maravillosamente sorprendente nos muestra que seguimos aquí, que todo fue real y aunque nos obliguemos a ignorarlo sigue tan presente como el primer día, como cada día… como siempre.
Cierto es, que con el tiempo aprendí la manera de olvidar, pero nunca la perfeccioné lo suficiente esta técnica como para que dejara de doler… Lo recordaba… fue en enero, enero 13, dos de la tarde con cuarenta minutos, día domingo. Las calles estaban solitarias, demasiado solas para mi agrado, durante todo el camino en autobús tuve tanto miedo que quería salir corriendo, pero no podía hacerlo, tenía que ser fuerte, lo suficientemente fuerte como para dejarlo ir, me tranquilicé cuando recordé mi motivo: Quería, necesitaba verlo irse, de lo contrario nunca lo vería real, estaba segura que si no lo veía abandonar el país en ese avión, lo seguiría buscando cada día, en todos los rincones oscuros de esta maravillosa ciudad.
Recordaba el camino como cada día, recordaba cada una de esas sensaciones, el ambiente era húmedo, las avenidas conservaban el aroma a tierra mojada, el barullo, la sorpresa, la intriga e incluso el dolor iba presente en cada una de sus expresiones.
Por extraño que parezca sabía que esa vez era diferente, no hubo discusiones, no hubo lágrimas, no hubo berrinches, ni siquiera hubo en esta ocasión un silencio... lo dejé ir así como había llegado… en un extraño pero confortable día de lluvia. Estuve segura que lo mejor para ambos era dejarlo decidir, y aunque esta acción le hubiera dolido de mil maneras, estaba convencida que ésta sería la adecuada.
Lo abracé fuertemente, sin importarme que familia y amigos estuvieran ahí, él susurró un "hasta pronto" y pese a que sonó como una declaración obligada, lo percibí como una promesa trunca, que estaba segura, quedaría en el olvido.
Poco a poco me obligué a salir de esos recuerdos, el día era nublado y la lluvia amenazaba con hacer acto de presencia de un momento a otro. Eso sí que no me gustaba, odiaba la lluvia, la odiaba antes de su llegada y con su partida la odio aún más. Tomé mi paraguas, era mejor estar aprevenida que sufrir una coqueta sorpresa, sin mucha pasión y sin mucha alegría me dispuse a salir de su casa.
Avanzaba a paso lento cuando a lo lejos pude divisarlo. Ahí estaba él, tan imponente como siempre, con su porte de intocable, su arrogancia que era simplemente irresistible, sus ojos almendrados y su sonrisa embriagante. Y entonces recordé, se obligué a recordar cada detalle, me obligué a ser indiferente y seguir adelante.. y ahí bajo esa lluvia y con ese maravilloso hombre de por medio me obligué a no volver a mirar atrás y dejar de recordar mentiras…
Ese día se obligué a olvidarme de Ranma Saotome para siempre.
Él…
Había pasado mucho tiempo, años para ser más exactos y aún no sabía cómo me recibiría ella… acaso me abrazaría? Me agrediría? Me besaría (sonrojo) no puedo evitar sonreír ante esta idea y rápidamente dirijo mi vista hacia la ventana. Sentada a mi lado se encuentra mi madre y no sería agradable explicarle el motivo de mi sonrojo sin que intente emparejarme con la azafata o incluso con el piloto, a estas alturas he pensado que ella ha aceptado mi condición incluso mejor que yo.
Por el alta voz anuncian que dentro de diez minutos llegaremos a nuestro destino, mi mirada, un tanto confundida y ansiosa pasea por los alrededores recreándose con la variedad de colores, aromas y sabores que ahí se aprecian. Por un lado está mousse sentado con Cologne ambos parecen retarse inquisitivamente con la mirada; detrás de ellos está shampoo y Ukio, ambas con la vista a extremos opuestos, pese a que ahora se llevan bien e incluso podría atreverme a decir que son amigas, de ninguna forma diré que la conversación es uno de sus fuertes. Detrás de ellos viene Kuno, Kodashi y Ryoga, los tres platicando animadamente, ni es mis más locos sueños me podría imaginar sobre el tema de su conversación. Y finalmente yo y mis padres, ambos cuestionándose con la mirada y con cierto grado de temor entre sus pupilas.
No recordaba que tuviéramos que hacer tanto trámite en los aeropuertos- le dije de manera cansada a mi madre. Políticas migratorias, hijo- dijo ella de una manera casi mecánica. Podría apostar todos mis trofeos a que su temor iba enfocado a tres hermosas señoritas que habíamos dejado años atrás. Aun quedan en mi memoria rezagos de ese atardecer.
Estaba dispuesto a marcharme. Simplemente no podía seguir así, durante mucho tiempo le había dado largas. China tenía que ser una realidad, mi cura debería ser mi prioridad… sin embargo estaba ella. No podía dejarla, simplemente la sola idea de alejarme por unos días me resultaba tormentosamente difícil, ¿llevármela? No esa definitivamente no era una opción. Después de Jusenkio comprendí que su seguridad nunca estaría en mis opciones. Ante todo su bienestar era lo esencial.
Llevábamos días sin discutir, lo cual en nuestro caso era un avance casi del tamaño de China, presentía que algo iba cambiando y si las cosas continuaban por ese rumbo quizá con el tiempo no sería tan insoportablemente difícil expresarle mis sentimientos.
Con los días mamá había entablado una cálida relación con las hijas del señor tengo. Un día en un momento de debilidad me comentó que siempre había deseado tener una hija, pero por las circunstancias del destino, karma o suerte ese sueño nunca se había concretado. Sin embargo era notorio como cada día la relación con las hijas del señor Soun iba mejorando. Basta tan sólo recordar cuando logró que Akane cocinara una sopa instantánea. Mi madre sí que era una santa.
En fin, se puede decir que las cosas en casa iban bastante bien, a no ser por el problema que tuvimos en el Instituto cuando se corrió el rumor que yo la había dejado plantada en el altar. Fueron días difíciles, cuestionamientos interminables y sufrimientos tormentosos, angustias innombrables cuando me di cuenta que todas las tardes acudía a la terraza para derramar algunas lágrimas por todas las habladurías
Qué te dejó plantada en el altar?- Yo que tú nunca lo perdonaría- Caray chica, se necesitaría estar realmente idiota para no pensar en la vergüenza y la humillación pública que te hizo pasar. Yo solamente pasaba de largo e intentaba ignorar todos esos comentarios hirientes.
Un día decidí enfrentarla camino a casa, cuestionándole por los comentarios y diciéndole que si alguien la molestaba yo me encargaría del asunto. Ella sólo suspiró cansinamente y me dijo que esa batalla era suyo y que por lo tanto yo no debería intervenir. Una vez más de la manera más simple y llana me dejaba sin armas ante su sonrisa…
Regreso al presente y debo enfocarme a lo que ahora me atañe… volver al dojo Tendo…
