¡Hola!

Ha pasado un buen tiempo y sé que quizás no es lo que esperaban leer, pero estoy reescribiendo esta historia. Algunas partes se mantendrán, otras las eliminare y le añadiré cosas que había dejado fuera.

Espero que aun siga siendo de su agrado y por supuesto que les agradezco todo su apoyo con mi bebé y por eso mismo fue que decidí no eliminarla sino que mejorarla.

Les cuento que ya tengo la mitad reescrita y por eso la publicaré cada tres días, a menos que suba alguna otra cosa (one shot, actualización, etc).

DISCLAIMER: No poseo los derechos de ninguno de los personajes ni del universo de Hey Arnold!

AGRADECIMIENTOS: A mi beta reader y a peppersnot (síganla en tumblr) que me permitió utilizar su arte como portada.

Un beso, un dólar.

Phoebe es la encargada de las actividades de la feria escolar para reunir fondos, si bien no es la idea más original, ha abierto el puesto de besos, con las tres chicas más populares de la escuela.

"Por favor Helga, la tercera chica se enfermó y a la única que le puedo pedir este favor es a ti".

Capítulo I

Viernes 13:50 PM, H. S. 118, ala norte.

—Por favor, por favor, Helga.

La chica recién nombrada cerró con fuerza su casillero, después de haber sacado su libro para la siguiente clase, la que por suerte compartía con su insistente y mejor amiga, Phoebe.

—Vamos, Pheebs. ¿Para qué quieres que esté ahí? No te serviré de nada. La idea de cada puesto es recolectar la mayor cantidad de dinero posible, ¿no?

—Helga, sé que no quieres participar, pero eres la única persona con la que puedo contar, onegai* —rogó poniendo sus manos en forma de súplica ante la chica.

—¡Rayos! ¿Estás segura? ¿Qué no pueden ser solo dos personas?

—Segurísima.

—Y… ¿No hay nadie más en esta inmensa preparatoria que te pueda ayudar?

—Efectivamente, me tomé la libertad de leer el reglamento escolar y dice expresamente que para esta actividad solo los alumnos de décimo grado pueden atender los puestos creados, estando la entrada liberada a cada uno de los integrantes, sus familias e invitados. Los cuales no tienen necesidad de pertenecer a la escuela en si… —la chica volteó la hoja de su libreta para poder demostrarle a su terca mejor amiga que nadie más que ella estaba disponible para tal cargo.

—Y la tal… ¿cómo me dijiste que se llamaba?

—Ashley.

—¿Y ella no estará recuperada para mañana? —tanteó nuevamente la adolescente rubia.

—No, fui a su casa y estaba terriblemente resfriada todavía —respondió soltando un suspiro desanimado—. Con las ganas que tenía de participar la pobre…

Al escuchar las palabras de Phoebe, Helga miró en todas direcciones buscando ayuda de cualquier parte para poder zafarse de esa locura, pero lamentablemente no se le ocurrió ninguna excusa plausible y sabiendo que se arrepentiría tarde o temprano no le quedó otra opción de ser una buena amiga y apoyar la causa.

—De acuerdo —respondió derrotada, pero inmediatamente se sintió feliz al ver a su amiga brincar de emoción y luego recibió un inesperado gran abrazo.

—Gracias, gracias, gracias. ¡Te prometo que no te arrepentirás! —exclamó entusiasmada Phoebe, conteniendo sus chillidos de felicidad.

—Sí, sí, sí, pero no creas que esto te saldrá gratis, hermana.

—¿Cómo? —preguntó dudosa Phoebe ante el tono aparentemente molesto de la adolescente más alta, pero pronto se tranquilizó al ver que esbozaba una sonrisa burlona.

—Tú serás la encargada de traerme las bebidas e historietas que necesitaré para pasar el rato mientras que todos esos pubertos hacen largas filas para recibir un beso de la Princesa Rhonda o la pequeña señorita perfección Li-la —dijo divertida a la vez que le guiñaba un ojo a la joven de cabellos oscuros, porque a pesar de lo que pudiese parecer, ella decía esos apodos con cariño y sin mala intención; ya que después de todo y a pesar del tiempo todas eran buenas amigas.

—No te preocupes, Helga. Estoy segura de que no te aburrirás.

Mientras la chica de raíces japonesas decía esta última frase, Helga se percató que ellas habían estado siendo espiadas y no por su exacosador personal, Brainy, sino que por el pelos-necios de Gerald.

La joven sonrió resignada al escuchar el incesante parloteo de su mejor amiga ante el festival del día siguiente y pensó que si ella no estuviese tan ocupada encargándose de las actividades, sería la participante adecuada para el puesto que faltaba, aunque lo más probable era que a su admirador número uno no le gustara, y sin poder evitarlo soltó un suspiro cansado al pensar en el largo día que sería mañana.


Viernes 13:54 PM, H. S. 118, ala este.

—Viejo, no vas a creer lo que acabo de escuchar.

—¿Uhm? ¿Qué acabas de escuchar, Gerald? —preguntó Arnold mientras seguía buscando en su casillero, pero atento a las noticias que su amigo traía. "¿Dónde estará ese libro? Estoy seguro de que lo deje aquí",pensó mientras rebuscaba entre sus cosas el libro que necesitaba para su siguiente clase.

—Rhonda y Lila serán las personas encargadas de atender el puesto de besos mañana —le contó la información recién obtenida, pero al ver que el muchacho ni se inmutaba por las noticias, preguntó:

—¿Entiendes lo que te digo?

—Claro, de seguro que a Phoebe le irá bien porque tanto Rhonda como Lila son chicas muy populares y podrán reunir el dinero suficiente sin problemas.

—De seguro, pero ese no es el punto.

—¿Entonces cuál es? —preguntó Arnold curioso, aunque él estaba más interesado en encontrar su material—. Por cierto, ¿cuántos libros tienes en tu casillero? A mí se me hace que tengo un montón.

El adolescente moreno se agachó a recoger uno de los tantos libros que habían caído al suelo y al tomarlo se dio cuenta inmediatamente que había algo extraño en el objeto.

—Oye, Arnie. Esto no es tuyo.

—Ya decía yo que eran muchos… —respondió el adolescente, sin darle mayor importancia pensando que quizás se habían caído de algún otro casillero y sin querer él los había confundido con los suyos. Después pasaría a dejarlos a la biblioteca.

Gerald tampoco se preocupó por el extraño y repentino aumento en los libros de Arnold, y considerando que era más importante haberse enterado primero que nadie de los nombres de las participantes del ansiado stand de besos, él volvió a insistir en el tema.

—Pero volviendo al tema principal, amigo mío, esta es tu oportunidad para pedirle un beso a Lila.

—¡A Lila! —exclamó Arnold, sorprendido a la vez que se golpeaba con el techo de metal de su casillero.

Arnold no tenía idea de donde Gerald había sacado la idea que él quería un beso con la adolescente pelirroja, obviamente no iba a negar que todavía la consideraba una chica bonita, pero para él era solo una amiga y no tenía interés alguno en besarse con una chica con la que solo sentía amistad.

—Honestamente, Gerald. En este momento lo único que quiero es conseguir mi libro y no llegar tarde a clases porque si sigo así, lo único que obtendré será un lumbago —dijo llevándose la mano a la espalda intentando frotarse la zona que ya estaba bastante adolorida y consideró, nuevamente, la posibilidad de solicitar un cambio de casillero porque para bien o para mal, él ya no era un chico bajito y definitivamente los centímetros que había alcanzado el último verano no iban con su apellido—. Además, ¿qué te hace pensar que estoy interesado en Lila? Porque estoy seguro de que no estoy interesado en ella desde hace mucho tiempo… ¿Tal vez cinco o seis años?

—Vamos, viejo. A mi tú no me engañas. Vi cómo le dabas ojitos el otro día durante el almuerzo —dijo a la vez que volvía a recoger uno de los libros que se habían caído desde el interior del casillero de Arnold mientras esperaba la respuesta del chico.

Por supuesto que Arnold recordaba con exactitud el momento del que hablaba Gerald, porque fue el único día que pudo estar relativamente de cerca de Helga. Él no había visto a la adolescente rubia en todo el verano, y aunque seguían chocando de vez en cuando en las esquinas ya sea dentro o fuera de la escuela… Apenas habían cruzado palabras y ni siquiera había podido hablar con ella en la única clase que compartían o en alguna de las juntas semanales con sus amigos, y por extraño que sonara ella de una u otra forma siempre se le escapaba cuando intentaba buscarla.

—Realmente no estaba pensando en Lila, y antes que lo malinterpretes, ella me agrada, solo que NO de esa manera —le respondió dándole énfasis al "no" para luego recordar en lo mucho que le hubiese gustado sentarse con Helga ese día, pero para su mala suerte el único lugar disponible junto a ellas fue ocupado por Phoebe, no dejándole otra opción que buscar otro espacio relativamente cerca para poder obtener el consuelo de escuchar su voz.

Y así fue como se enteró que ella había ido de vacaciones junto a su hermana a la isla de Hawái y eso también respondió otra de las miles de preguntas que tenía con respecto a ella…

—Estabas pensando en Lila —insistió Gerald devolviendo a Arnold de sus pensamientos—. Conozco cuando haces esa mirada, viejo.

—¿Qué mirada? —preguntó curioso y con voz ligeramente ronca debido a que había sido traído de vuelta de sus ensoñaciones en la que su mente había proyectado a Helga vestida solo con un bikini color rosa dejando que solo el sol y el mar lamiera su suave piel nacarada.

—Esa que haces cada vez que una chica te gusta —respondió Gerald, bajando y subiendo las cejas en tono supuestamente cómplice.

—Hombre, no sé de qué hablas, pero te puedo asegurar que no estaba pensando en Lila y definitivamente no estaré en su fila de pretendientes para besarla —recalcó Arnold sintiéndose molesto ante la insistencia de su mejor amigo.

—Está bien, está bien, viejo —se rindió por fin Gerald, aunque no del todo convencido de las palabras de Arnold—. Si tú lo dices, no me queda de otra que creerte, por ahora —declaró jugando con el libro en sus manos como si se tratase de una pelota de basquetbol.

Arnold volvió a sumergirse en su casillero pensando que por fin Gerald había entendido sus palabras, pero lo que no sabía es que el muchacho de cabello oscuro aún tenía algo que comentar sobre las actividades del día siguiente.

—Aunque… ¿sabes? —comentó distraídamente haciendo girar el libro entre sus dedos y sin darle importancia si Arnold prestaba o no atención a sus palabras—. No puedo evitar sentir un poco de lástima por Helga.

El sonido del metal al ser golpeado distrajo a Gerald, haciendo que el libro entre sus manos cayera nuevamente al piso, y luego vio a su mejor amigo levantarse como un resorte con la mano derecha frotando la zona que se había lastimado.

—¿He-Helga? —preguntó, pero al sentir su voz quebrarse, carraspeó para volver a intentarlo—. ¿Qué es lo que pasa con ella? —preguntó más tranquilo e intentando ser lo más casual que podía.

Gerald enarcó una ceja confundido, pero luego simplemente sacudió la cabeza antes de exponerle a Arnold el resto de la conversación que había escuchado.

—Oh, sí. Sobre esa niña. Escuché que también será parte del puesto de besos —comentó encogiéndose de hombros—. Phoebe se lo pidió hace tan solo unos minutos porque la otra chica se había enfermado o algo así y la única persona disponible era ella.

—Pero Helga no es el tipo de chica que estaría en un puesto de venta de besos.

—Es lo mismo que pienso, amigo, o sea, ¿quién querría un beso de esa chica? —preguntó burlón.

—Vamos, Gerald. No seas así. No es que ella este mal —afirmó sonrojándose mientras recordaba el motivo de su ensoñación anterior.

Desde que regresaron de las vacaciones de verano, Helga había estado usando ropa de tamaño colosal, y sin que ella fuera consciente de lo que provocaba en el muchacho, continuamente le dejaba ver sus suaves hombros dorados cubiertos solamente por los delicados tirantes de los distintos sujetadores que utilizaba a diario.

—En realidad creo que ella tiene una bonita sonrisa.

—¿Ella sabe hacer algo que no sea fruncir el ceño? No seas ridículo —desdeñó Gerald antes de añadir:

—Nadie pagaría un dólar por recibir ni siquiera un inocente beso en la mejilla de esa niña.

Arnold no estaba muy seguro de qué sentir sobre las palabras de su amigo, y por egoísta que sonara, él esperaba que así fuera porque al recordar nuevamente como su cabello rubio contrastaba con su piel… le dolió el estómago.

—¡No, otra vez!

—¿Qué? ¿Qué pasa? —preguntó Arnold asustado saliendo de sus pensamientos.

—Estabas poniendo esa perturbadora sonrisa floja… ¿Estás completamente seguro de que no tienes algo que me quieras contar?

—Sí —respondió tajante frunciendo el ceño—. No tengo nada que contar.

—Bien, si tú lo dices. Entonces como te comentaba, estoy seguro de que nadie querría un beso de Helga G. Pataki… —Sin embargo, se interrumpió al notar que Arnold lo seguía mirando molesto y levantado las mano en son de paz, agregó:

—¿Qué? No me mires con esa cara enojada, Arnold. Mira, sé que está mal hablar de nuestros amigos, pero acéptalo. La chica es fea, y aunque ya no tiene su uniceja, es como si la tuviera porque siempre está frunciendo el ceño y no solo eso, sino que también su maldita actitud…

—Gerald… —regañó Arnold—. No estás siendo justo. Sabes muy bien que…

—¿Sabes qué? Mejor olvídalo —interrumpió antes de que Arnold empezara con su típico discurso en defensa de Helga. ¿Qué le pasaba a ese niño? No podía creer que él haya olvidado lo que ella le había hecho—. Y toma esto; creo que es lo que estabas buscando —dijo ofreciéndole el libro con el que había estado jugueteando, sabiendo que no valía la pena traer a colación un tema antiguo.

—Ahora solo me queda descubrir de quién son estos otros libros —suspiró cansado Arnold, también queriendo dejar el tema de Helga de lado, y acomodando sus cosas siguió al adolescente de cabello oscuro a su siguiente clase.


Viernes 14:04 PM, H. S. 118, ala este.

Desde los confines del armario que estaba solo a unos pasos del casillero de Arnold, un chico respondía una llamada.

—¿Entonces, estás seguro de que aún no se han dado cuenta?

—Noventa y nueve por ciento seguro, señor.

—¿Y el otro uno por ciento?

—Creo que Mantecado ya empieza a sospechar.

—No es tan denso, como decían los fundadores —comentó la voz desde el teléfono.

—Si. Al parecer sus hormonas están más despiertas que él.

—No podemos permitirlo...

Continuará…

NA2: Nos leemos en tres días mas. :)

Saludos,

Miyasa.