Notas: Inspirado en la canción de Mecano "Me Cuesta Tanto Olvidarte". No es un song fic. Esto tiene algo de slash (relación chico/chico). Es Harry/Draco.
Prólogo
"Olvidarte me cuesta tanto
olvidar quince mil encantos es
mucha sensatez"
-- Mecano
Draco Malfoy tiene manos únicas.
Desde la forma cómo toma su navaja de afeitar, hasta la manera cómo puede prescindir de palabras para ordenar lo que sea, Draco ha llegado al punto en que se ha mudado a sus extremidades y se ha convertido en sus manos. Era inevitable que después de años de práctica en las artes manuales y, naturalmente, en las artes perversas, Draco se vuelva el más diestro -y siniestro- en los terrenos de Hogwarts.
Acaba de entrar por la puerta. Hoy no está usando el brazalete, debe ser que ya está aprendiendo a estar sin él. No vacila y se dirige directamente a donde lo esperan sus jugadores de Quidditch. Les está recordando la estrategia que tienen planeada para la partida de mañana. No se escucha lo que dice, pero eso no tiene relevancia. Sus manos lo dicen todo. Ahí se elevan, forman figuras, se hablan la una a la otra, se riñen, y al fin se dejan caer a los lados de su cadera, como para recuperar fuerzas para la siguiente sesión. Snape irrumpe en la clase y comienza Pociones.
A Draco le toca presentar hoy. Sus instrumentos están acomodados en orden sobre el escritorio de Snape. Camina al frente y una vez allí le dirige la mirada a cada miembro de la clase hasta que todos quedan en silencio. Draco tiene un talento genuino para atraer la mirada de quien quiere. Mientras sus manos bailan al compás de sus palabras, y la Proyectora muestra las imágenes que son parte de la presentación, Draco sostiene la atención leal de cada estudiante, y en ese momento Draco los ha adueñado. Para bien o para mal, todos están a su favor.
Él no aprovecha la ventaja. Nunca lo hace. Se limita a continuar la función. Una vez que los humos han llenado de olores el lugar y la peltre burbujea con colores vivos, Draco se toma la solución de un solo trago. Pronto sus cabellos comienzan ha despegarse de su cabeza, su cadena de plata se levanta de a pocos, luego su cuerpo pierde peso, sus brazos se elevan hasta extenderse hacia los lados y al fin sus pies despegan del piso. La Poción Anti-Gravedad. Draco está levitando. La Proyectora comienza a emitir una luz blanca que se intensifica hasta radiar desde atrás de Draco. Su figura se oscurece, pero está rodeado de un halo angelical. Sus manos, casi inmóviles, hablando en susurros, son lo que más impresiona. Draco tiene puesta una sonrisa de satisfacción. Aunque Draco lo haya negado más de una vez, él nació para ser admirado.
Los efectos de la poción se desvanecen y Draco aterriza con suavidad. Los aplausos lo acompañan desde que recoge sus pertenencias hasta que llega a su escritorio a sentarse. Snape ya ha comenzado a alardear de su estudiante preferido, y Draco lo escucha con fingido interés.
Hay una cualidad en sus ojos que indican que a pesar del éxito que acaba de tener, aún no está completamente satisfecho. Un aire de tristeza se ha esparcido por todo su cuerpo hasta sus manos. Realmente debe estar afligido. Sin previo aviso levanta la cara y dirige su mirada hacia la mía.
Lo quedo mirando unos segundos y trato de controlar el calor que se ha originado en la boca del estómago y comienza su invasión por el resto del cuerpo, llegando hasta las orejas que ya deben estar rojas. Luego bajo la mirada, arrepentido de haberme dejado llevar a pesar de todo.
Saco el pergamino del bolsillo donde siempre lo guardo, y al final de la aún corta lista de Cosas Para Olvidar escribo: "Sus manos." ¿Si Draco tuviera un lista de Cosas Para Olvidar, estaría ya escrito "Sus ojos"? Era algo que Draco miraba a menudo en mí, así como yo las manos en él. Una vez, adormecido a mi lado, me dijo que el que Harry Potter lleve el color de Slytherin en sus ojos mostraba lo perfecto que eramos el uno para el otro. Yo también lo creí.
Me cuesta olvidarte, Draco. Me cuesta tanto olvidarte.
En el Capítulo Uno, Harry recuerda cómo todo comenzó con Draco.
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