"REPO! THE GENETIC OPERA" NO ME PERTENECE. ES UNA PELÍCULA DE DARREN LYNN BOUSMAN.
Amber abrió la puerta del almacén y entró seguida de sus guardaespaldas. No se detuvo a mirar los miles y miles de frascos que contenían órganos frescos, que llenaban el espacio; ni prestó atención a lo que le dijo Pavi, sentado en un montón de cajas. Ni siquiera desvió la atención hacia Luigi, que había acorralado a una gentern en un rincón del almacén y se dedicaba a violarla salvajemente mientras la apuñalaba una, y otra, y otra vez en el pecho, divirtiéndose con sus gritos desgarradores, ante la indiferencia de las demás genterns y Pavi.
- ¡Así aprenderás, puta!-gritó su hermano, aumentando la violencia con que la penetraba.
Dejando escapar un suspiro, cruzó la habitación.
- El rubio te sienta fatal-observó Pavi, soltando una risita.
- Métete en tus asuntos-espetó Amber, sin dejar de caminar.
- ¿Qué pasa? ¿Hace mucho que no te chutas y ya te pones agresiva?-rió Pavi, saltando del lugar donde estaba sentado y acercándose a ella con una sonrisa que delataba su cara robada.
Amber soltó un gruñido y le apartó de su camino con un empujón. Pavi soltó una risita y dejó que se fuera por la puerta de atrás del almacén. Desvió la mirada hacia Luigi, que se había puesto en pie y se dedicaba a limpiar la sangre su cuchillo, murmurando insultos hacia la gentern. Ésta había muerto, y hacerlo con un cadáver que no podía arañarle, gritar ni llorar no tenía ni pizca de gracia para él.
El viento helado de la calle sacudió a Amber al abrir la puerta. Tal y como estaba previsto, ahí estaba el ladrón de tumbas, esperándola apoyado en una pared de ladrillos, bajo la luz de una farola.
- ¿Lo traes?-preguntó Amber, avanzando hacia él.
- Muy bonito eso de quedar por aquí, para que me pillen los soldados, sí, señor...-murmuró el ladrón de tumbas con una sonrisita. Pero no estaba divertido en absoluto-. Si me llegan a ejecutar, tú...
- ¿Lo traes?-repitió Amber en un tono de voz más agresivo.
El ladrón de tumbas rebuscó en los bolsillos de su pesado abrigo y, finalmente, sacó una ampolla llena de un líquido azul cuyo brillo destacaba en la oscuridad. El Zydrate.
Amber se abalanzó sobre él, pero el ladrón de tumbas, sonriendo, lo apartó del alcance de su mano. Suspirando, Amber sacó de su bolsillo unas cuantas monedas, se las dio de mala gana, y alargó de nuevo la mano para coger la ampolla. Pero el ladrón de tumbas se la escondió esta vez a su espalda.
- No me toques las narices si sabes lo que te conviene-gruñó Amber.
Y, para añadirle énfasis a su amenaza, sus guardaespaldas dieron un paso adelante, amenazadoramente. El ladrón de tumbas los miró durante un momento, pero, sin borrar su expresión insolente, desvió la mirada de nuevo hacia Amber.
Sacó la ampolla de detrás de su espalda y, acariciando con ella el pecho y las mejillas de Amber, sonrió. Podía notar cómo su piel comenzaba a temblar al sentir el Zydrate en su piel, cómo su piel se erizaba con el contacto de la ampolla, la expresión de su cara, que rozaba el orgasmo...
Divertido, se acercó a ella clavando sus uñas en su cintura y le susurró al oído:
- No sabes cómo me gusta tenerte como una marioneta entre mis manos, muñeca...
FIN
