You will belong to Me
Todo había sido muy confuso al principio, muy al comienzo había sido refrescantemente misterioso, luego, cuando supo que los mensajes de amor le pertenecían a su amiga, simplemete quiso ignorarlos. Pero había algo en ellos que le hablaba de sentimientos muy profundos y complejos.
~ Complejo... - murmuró la chica rubia en medio del silencio de la habitación.
El aire acondicionado susurraba en medio de la penumbra, abrió los ojos clavándolos en el techo, ese techo tan ajeno al suyo.
Suspiró, fue entonces cuando todo se volvió raro entre ellas, un juguetéo bizarro y riesgoso y sobre todo secreto y prohibido.
Y así, como quien no quiere la cosa, siguieron en secreto aquellos mensajes cada vez más largos, cada vez más intensos, cada vez mas profundos y románticos, Sandra sabía bien lo que Birch podía hacer en el papel en blanco, pero su poesía y sobre todo, su ardiente erotismo la derretía.
Era algo tan intenso como prohibido, tan secreto como paradojico, mientras por fuera se expresaban cierta cordialidad hostíl, por lo bajo ambas se consumían por estar juntas.
Pero aquello, desde el punto de vista de Sandra se saldría de aquello, aunque lo deseaba aun con mas intensidad que Birch, cada vez se volvía mas dificil fingir su habitual frialdad, si algo no ocurría enloquecería.
Y pasó, antes de darse crenta, había cercado en un solar solitario a su amiga amantísima y, por fin, sin mas palabras en medio, la besó con el amor que la consumía.
Unos segundos de angustia la carcomieron mientras intentabar aumentar la profundidad de aquel beso en principio tan delicado, pero, cuando la castaña separó los labios dejandola entrar, Sandra sintió un furioso volcan erupcionar en su interior, aquella fuerza descomunal desbordada amenazaba con tragarsela.
Se separó jadeando y con los ojos ardiendole de su amiga, ésta, docil y jadeante gatita friolera se acurrucó entre sus brazos con mimosa emoción.
~ Pensé que no te gustaba... Que gusto saber que sí. - le susurró abrazada a ella.
Y durante horas estuvieron ocultas, solas las dos, abrazadas, solo disfrutando de su mutua compañía.
~ ¿Sabes? Deberiamos tener una pijamada. - le murmuró Birch con visible insinuación.
Sonrió, de eso un par de días, ahora, Ambas yacían abrazadas en la recámara de su amiga, desnudas bajo las cálidas sábanas, un morboso instinto exhibicionista la hizo notar las muchas miradas que la contemplaban desde las paredes, pósters, dibujos y cuadros las miraban con gesto congelado, la rubia sonrió estrechando el delicado cuerpecito que recién habría cubierto de besos antes de verse presa bajo el ímpetu desatado.
~ ¿Hay algo que lamentes? - murmuró Birch alzando el rostro y mirándola a los ojos.
~ Sí, lamento que haya sido tan placentero... - le susurró con voz conmovedora y dulce. - Porque después de algo tan maravilloso, ya no podemos seguir ocultandonos más.
La pequeña volvió a recostarse de costado sobre los pechos de la rubia, ésta clavó su vista de nuevo en el techo.
~ Unos días más... Quiero que nos descubran, si no, no quiero gritarlo... Así podremos tener pijamadas tanto como querámos.
Sandra reflexionó aquello, luego, sonrió ampliamente estrechando más a su princesa.
No hubo palabras, ambas habían llegado a un acuerdo, y ahora, la sed de amor, de violencia y de ternura de Sandra había cobrado nuevos bríos, e imperiosa exigía atención, ahora fue la rubia quien naufragó en el océano del cuerpo de la pequeña, luego, exhausta y jadeando por oxígeno, sintió los brazos de su mística sirena llevarla con dulzura hasta las costas del orgasmo.
