Me gustan las historias completas, así que si lees está no la encontraras un día a medias. Tengo un lema, y ese es Todo o Nada. Así de simple, léeme hoy para continuarme mañana...
- Alexia, América y Cloe - dijo Naruto, mientras Sasuke pasaba por la vieja granja victoriana.
- ¿Eh?
- Alexia, América y Cloe. Los nombres de las chicas que se van a mudar – Naruto inclinó su cabeza hacia la granja, sus manos estaban ocupadas con una silla plegable - Son las sobrinas de la Sra. Petrova. ¿No te acuerdas que te dije que iban a vivir con ella?
- Vagamente - dijo Sasuke, reajustando el peso del telescopio que llevaban mientras subían la colina. Habló rápidamente, por lo que Naruto supo que tenía vergüenza.
- Son nombres bonitos - dijo Naruto - Y deben ser chicas muy dulces, porque es lo que dijo la Sra. Petrova.
- La Sra. Petrova está loca.
- Solo es excéntrica. Y ayer me dijo que sus sobrinas son hermosas. Quiero decir, seguro que tiene prejuicios y todo eso, pero fue muy clara. Cada una de ellas es hermosa, de una forma totalmente diferente.
- Entonces deberían irse a California - Sasuke dijo con un tono casi inaudible - Deberían estar posando para Vogue. ¿Dónde quieres que ponga esto? - añadió al llegar a la cima de la colina.
- Justo aquí - Naruto puso la silla en el suelo. Apartó algo de mugre con su pie para que el telescopio tuviera un apoyo firme. Entonces dijo casualmente:
- Sabes, pensé que quizás podríamos venir aquí mañana para presentarnos, ya sabes…
- ¿Puedes dejarlo ya? - Sasuke dijo tenso - Puedo organizar mi propia vida. Si quiero conocer a una chica, la conoceré. No necesito ayuda.
- Vale, vale. No necesitas ayuda. Ten cuidado con ese objetivo…
- Y además, ¿Qué les voy a decir? - Dijo Sasuke, ahora en racha - Bienvenidas a Konoha, donde no pasa nada nunca. Donde hay más coyotes que personas. Donde si quieres algo realmente excitante puedes ir a la ciudad para ver las carreras de ratones el sábado por la noche en el bar Gold Creek…
- Vale, vale - Naruto suspiró. Miró a su hermano mayor, hermanos no de sangre... pero hermanos a fin de cuentas, quien en ese momento estaba siendo iluminado por los últimos rayos de sol. Al verlo, pensarías que nunca ha estado enfermo en toda su vida. Su cabello era tan negro y brillante al igual que el de su madre, sus ojos eran tan negros tambien. Tenía la misma sana palidez que ella; el mismo color en sus mejillas. Al contrario de los Uzumaki.
Pero cuando era un bebe, había sido pequeño y raquítico, y casi cada aliento había sido un desafío. Su asma había sido tan malo que había pasado casi todo su segundo año bajo una tienda de campaña de oxígeno, peleando para seguir con vida. Naruto, un año y medio menor, se había preguntado cada día si su hermano regresaría a casa algún día.
Le cambió, estar solo en esa tienda donde incluso su madre no podía tocarle. Cuando salió era tímido y siempre estaba colgando del brazo de su madre. Y durante años no había sido capaz de hacer ningún deporte como los otros niños. Eso fue hace mucho tiempo – Sasuke iba a empezar el instituto este año – pero todavía era tímido. Y cuando se ponía a la defensiva, se ponía muy agresivo.
Nauto deseaba que una de las chicas nuevas fuera buena para él, le sacara fuera, le diera confianza. Quizás podría arreglarlo de alguna manera…
- ¿En qué estás pensando? - Sasuke preguntó con sospechas.
Naruto notó que lo estaba mirando.
- En lo buena que va a ser esta noche - dijo tontamente - Agosto es el mejor mes para ver estrellas; el aire es tan cálido y tranquilo. Hey, ahí está la primera estrella, puedes pedir un deseo.
Señaló un punto de luz sobre el horizonte. Funcionó. Sasuke se distrajo y miró también.
Naruto miró la parte trasera de su oscura cabeza. Si sirviera de algo, pediría algo de romance para ti, pensó. Lo desearía para mí mismo, también, ¿Pero de qué serviría? No hay nadie por aquí para ser romántico.
Ninguna de las chicas de la escuela – excepto quizás Sakura Haruno – comprendía por qué le interesaba la astronomía, al igual que a Sasuke, o lo que sentía por las estrellas. Durante casi todo el tiempo a Sasuke no le importaba – pero a veces sentía un ligero dolor en el pecho. Un deseo de… compartirlo. Si hubiera pedido un deseo, hubiera sido eso, tener a alguien con quien compartir la noche.
Oh, bueno. Eso no le ayudaba a superarlo. Y además, aunque no quería decírselo a Naruto, lo que estaban viendo era Júpiter y no una estrella.
Sasuke sacudió la cabeza mientras se iba por el camino que iba entre matojos y cicutas. Debería haberse disculpado con Naruto por marcharse así – no le gustaba ser antipático con él. De hecho, él era la única persona con la que siempre trataba de ser decente.
¿Pero porqué estaba tratando de juntarle con alguien? Hasta el punto de pedirle deseos a las estrellas. Y realmente Sasuke no había pedido un deseo. Pensó, que si iba a pedir un deseo, cosa que no iba a hacer porque era estúpido, sería para que sucediera algo excitante por aquí.
Algo salvaje, Sasuke pensó – y sintió un escalofrío mientras bajaba la colina en la creciente oscuridad.
Cloe miró al quieto y brillante punto de luz que estaba sobre el horizonte. Era un planeta, lo sabía. Las dos últimas noches lo había visto moverse cruzando el cielo, junto dos pequeños puntos que debían ser sus lunas. De donde ella venía, nadie tenía la costumbre de pedirle deseos a las estrellas, pero este planeta parecía como un amigo – un viajero, igual que ella. Mientras Cloe lo miraba, sintió una especie de concentración de esperanza aumentar en ella. Casi un deseo.
Cloe tenía que admitir que no iban hacia un comienzo muy prometedor. El aire de la noche estaba demasiado tranquilo; no se escuchaba un solo sonido. Estaba cansada y preocupada y empezaba a tener mucha, mucha hambre.
Cloe se giró para mirar a sus hermanas.
- Bueno, ¿Dónde está?
- No lo sé - Alexia dijo con su tono más amable - Sé paciente.
- Bueno, quizás deberíamos escanear los alrededores para encontrarla.
- No - dijo Alexia - De ninguna manera. Recuerda lo que decidimos.
- Seguramente se habrá olvidado de que veníamos - America dijo - Te dije que estaba poniéndose senil.
- No digas cosas así. No es de buena educación - dijo Alexia, todavía amable, pero entre dientes.
Alexia siempre era amable cuando podía sobrellevarlo. Tenía diecinueve, era alta, delgada y majestuosa. Tenía ojos de color canela y pelo castaño que le caía formando ondas.
America tenía diecisiete y tenía el pelo del color del oro que sobresalía hacia atrás como las alas de un pájaro. Sus ojos eran de color ámbar y nunca era amable.
Cloe era la más joven, acababa de cumplir dieciséis, y no se parecía nada a sus hermanas. Tenía un pelo rubio platino, que normalmente usaba para esconderse detrás de él, y ojos verdes. La gente decía que parecía tranquila, pero nunca lo estaba. Normalmente estaba excitada locamente o ansiosa y confusa.
Ahora mismo estaba ansiosa. Estaba preocupada por su maltrecha y antigua maleta de cuero. No podía oír nada en su interior.
- ¿Hey, porque no se adelantan un poco para ver si se acerca?
Sus hermanas la miraron. Había pocas cosas en las que coincidían Alexia y America, pero Cloe era una de ellas. Podía ver que estaban a punto de aliarse contra ella.
- ¿Y ahora qué? - dijo America, mostrando los dientes brevemente.
Y Alexia dijo:
- Planeas algo. ¿Qué es, Cloe?
Cloe suavizó sus pensamientos y su cara y las miró cándidamente. O eso esperaba.
Le devolvieron la mirada durante unos pocos minutos, después se miraron una a otra, dándose por vencidas.
- Vamos a andar, lo sabes - America le dijo a Alexia.
- Hay cosas peores que andar - dijo Alexia. Apartó un mechó de color castaño de su frente y miró alrededor de la estación de autobuses, que consistía en una cabina de tres paredes de cristal y un banco de madera - Ojala hubiera un teléfono.
- Bueno, no lo hay. Y estamos a treinta kilómetros de Konoha - America dijo, con sus dorados ojos brillando con alegría - Deberíamos dejar aquí nuestras maletas.
Cloe se alarmó.
- No, no. Tengo todos mis… toda mi ropa aquí dentro. Venga, treinta kilómetros no es tanto - Con una mano cogió la jaula del gato, estaba hecha a mano, con cartones y cables, y con la otra cogió la maleta. Anduvo un rato hasta que escuchó el crujir de la grava detrás de ella. La estaban siguiendo: Alexia suspirando tranquilamente, America tosiendo ligeramente, con su pelo brillando como el oro bajo la luz de las estrellas.
La carretera estaba oscura y desértica. Pero no silenciosa del todo, había decenas de pequeños ruidos, uniéndose en uno armonizando la noche. Hubiera sido agradable, de no ser por que la maleta de Cloe se hacía más pesada con cada paso, y tenía más hambre de la que había tenido nunca. Sabía que no debía decírselo a Alexia, pero le hacía sentirse confusa y débil.
Justo cuando estaba empezando a pensar que debería dejar la maleta en el suelo y descansar, escuchó un nuevo sonido
Era un coche, venía detrás de ellas. El motor sonaba tan fuerte que pareció tardar mucho tiempo en acercarse a ellas, pero cuando pasó, Cloe vio que el coche iba muy rápido. Entonces hubo un crujido de gravilla y el coche se detuvo. Retrocedió y Cloe vio a un chico que le miraba por la ventanilla.
Había otro chico en el asiento del pasajero. Cloe les miró curiosa.
Parecían tener la edad de Alexia, y estaban muy bronceados. El que estaba conduciendo tenía el pelo rubio y parecía como si no se hubiera lavado en mucho tiempo. El otro tenía el pelo castaño. Llevaba un abrigo sin camiseta debajo. Tenía un palillo en la boca.
Ambos miraron a Cloe, con tanta curiosidad como ella. Entonces la ventanilla del conductor se deslizó hacia abajo. Cloe estaba fascinada de lo rápido que iba.
- ¿Necesitan que las llevemos? - Dijo el conductor, con una extraña sonrisa. Sus dientes brillaban en contraste con su piel.
Cloe miró a Alexia y a America, que se estaban acercando. America no dijo nada, pero miró al coche a través de sus largas pestañas. Los ojos marrones de Alexia estaban muy calientes.
- Claro que sí - Dijo, sonriendo. Después, dudando - Pero vamos a la granja Petrova, quizás no pillen el camino…
- Oh, hey. Conozco el lugar. No está muy lejos - Dijo el del abrigo a través del palillo - De todas formas, lo que sea por una dama - Dijo, con lo que parecía un intento de galantería. Abrió su puerta y salió del coche - Una de ustedes puede sentarse delante, y yo puedo sentarme con las otras dos detrás. Qué suerte tengo, ¿eh? - le dijo al conductor.
- Que suerte - Dijo el conductor, sonriendo ampliamente. Abrió su puerta también - Ve y pon la jaula del gato delante, las maletas van al maletero - Dijo.
Alexia le sonrió a Cloe, y Cloe supo lo que estaba pensando. ¿Me pregunto si será todo el mundo así de amable? Pusieron sus cosas dentro y luego entraron al coche, Cloe se sentó delante. Alexia y America detrás, con el tipo del abrigo. Un minuto más tarde volaban sobre la carreta a gran velocidad, cosa que le encantó a Cloe, con la grava crujiendo bajo las ruedas.
- Soy Vic - Dijo el conductor.
- Yo Todd - Dijo el del abrigo.
Alexia dijo:
- Yo soy Alexia, y esta es America. Y la de adelante es Cloe.
- ¿Son amigas?
- Somos hermanas - Dijo Cloe.
- No parecen hermanas.
- Todo el mundo dice eso - Cloe se refería a todo el mundo desde que se habían escapado. En casa, todo el mundo sabía que eran hermanas, así que nadie lo decía.
- ¿Qué estaban haciendo fuera tan tarde? - Preguntó Vic - No es un buen lugar para chicas simpáticas.
- No somos simpáticas - Dijo America ausente.
- Tratamos de serlo - Dijo Alexia reprobándola entre dientes. Hacia Vic, dijo - Estábamos esperando a nuestra tía Opal, nos iba a recoger en la parada de autobús, pero no ha venido. Vamos a vivir en la granja Petrova.
- ¿La vieja Petrova es su tía? - Dijo Todd, quitándose el palillo - ¿Esa vieja loca? - Vic se giró para mirarlea y ambos rieron y sacudieron la cabeza.
Cloe apartó la vista de Vic. Miró la jaula del gato, escuchando los pequeños gruñidos que querían decir que Tiggy estaba despierto.
Se sentía algo… incómoda. Sentía algo. Aunque estos tipos parecían amables, había algo bajo la superficie. Pero estaba demasiado dormida – y demasiado mareada de hambre – para saber exactamente lo que era.
Alexia todavía parecía amable y compuesta, pero America miraba la puerta del coche que estaba a su lado pensativa. Cloe sabía que estaba buscando un manillar. Pero no había.
- Que pena - Dijo Vic - Este coche es un montón de basura. Ni siquiera se pueden abrir las puertas traseras desde dentro.
Cogió a Cloe del brazo tan fuerte que casi podía sentir la presión sobre el hueso.
- Ahora, chicas, van a ser amables y nadie saldrá herido.
Parecieron ir en coche un largo rato hasta que Vic habló de nuevo.
- ¿Han estado alguna vez en Oregón?
Cloe parpadeó y murmuró una negativa.
- Tiene algunos solitarios lugares - Dijo Vic - Aquí, por ejemplo. Konoha era una ciudad con oro, pero cuando se terminó y el tren dejó de parar, se murió. Ahora está volviendo a ser salvaje.
Su tono era significativo, pero Cloe no comprendió lo que trataba de decir.
- Pero sí parece tranquila - Dijo Alexia educadamente desde el asiento trasero.
Vic soltó un breve gruñido.
- Sí, bueno, tranquila no es exactamente lo que quería decir. Me refiero, mira esta carretera. Esas granjas están muy alejadas, ¿Verdad? Si gritas, no habrá nadie para oírte.
Cloe parpadeó. Qué cosa tan extraña para decir. Alexia, todavía educadamente dando conversación dijo:
- Bueno, tú y Todd sí.
- Quiero decir, nadie más - Vic dijo y Cloe podía sentir su impaciencia. Había estado conduciendo más y más lentamente. Ahora llevó el coche a un lado de la carretera y se detuvo. Aparcando.
- No hay nadie para escucharlas - Aclaró, girándose para mirar al asiento trasero. Cloe miró también y vio a Todd sonriendo, una amplia sonrisa con los dientes cerrados sobre el palillo.
- Así es - Dijo Todd - Estan aquí solas con nosotros, así que será mejor que nos hagan caso, ¿Verdad?
Cloe vio que estaba sujetando a Alexia con una mano y la muñeca de America con la otra.
