Un fic de esos que se me ocurren cuando no tengo demasiado que hacer. Espero que lo disfruten y si no, pueden mandarme a bailar en el infierno y ahorcarme.
DEJEN REVIEW
ADVERTENCIA: SEXO HOMOSEXUAL, ESCENAS EXPLÍCITAS. (SHERLOCK/JOHN) si no te gusta no leas.
EMOCIONES:
CAPÍTULO 1
AMOR
-¡YO NO TENGO AMIGOS!-.
Las palabras retumbaban en la cabeza de John. El tono con las que se repetían era cada vez más hostil, frío y cínico. El ex militar no lo soportaba; sin embargo no podía dejar de pensar en ello. Sherlock había ido demasiado lejos esta vez.
Y no sabía por qué, de todas las personas que pudieron haberlo despreciado de mil maneras, aquella declaración de apatía por su amistad era la que más le dolía.
Salió del hotel donde se estaban quedando, cerca de Baskerville. Necesitaba despejar la mente. El corazón le latía demasiado acelerado, y el aire que respiraba dentro de la sala común del lugar, a pesar de ser un bonito sitio acogedor iluminado por la chimenea, lo estaba asfixiando.
John pasó una mano entre sus cortos cabellos rubios, y después frotó su rostro, como si así pudiera despejar las ideas. De nada sirvió.
Respirando entrecortadamente, al admirar el cielo estrellado abriendo sus brazos a lo largo del horizonte frente a él, decidió ir a estirar un poco las piernas, a aclarar los pensamientos que iban y venían en su cabeza.
Necesitaba calmar el dolor, y responder la pregunta ¿Por qué le había afectado las palabras de Sherlock?
Sus antiguas novias incluso lo habían abofeteado, llamado indolente, y gritado miles de improperios. Pero eran las palabras de su amigo las que le atravesaron el corazón, reparó mientras cruzaba el campo abierto, hundiendo sus pasos en el húmedo pasto.
No necesitaba más Sherlock por esa noche.
Avanzaba a paso lento, disfrutando del campo y del pintoresco pueblo, de casas pequeñas, luces taciturnas y jardines bordeados de zarzas. Era un paisaje propicio para disfrutar de la tranquilidad.
Flotaba con cada paso que avanzaba, el aroma a hierba y lluvia logró tranquilizarlo, incluso haciendo que John olvidase el temor que le recorrió el cuerpo esa noche en la hondonada. Cansado decidió sentarse en una de las mesas que había fuera del hotel donde se estaba quedando con Sherlock. Levantó la vista al cielo poblado de estrellas. Una sonrisa involuntaria apareció en su rostro.
No sabía por qué sonreía. Solo lo hacía. A veces su amigo era capaz de sacarlo de sus casillas, pero esa suave curva en sus labios se debía a que era el mismo Sherlock quién lo había devuelto a la vida. Desde que regresó de Afganistán se había sentido fuera del mundo, y gracias a Sherlock volvía a ser parte de él.
Quizá esa era la respuesta a por qué lo lastimaron las palabras de Sherlock. Lo quería demasiado, quizá no solo como amigo, sino como algo más...
Respiró profundo, dispuesto a regresar dentro, cuando escuchó unas risas alegres viniendo desde un costado de la calle. La imagen de lo único que faltaba en su vida apareció frente a sus ojos. Amor. Una joven pareja iba abrazada calle abajo. Él la había cubierto a ella con su chaqueta; la joven le sonreía, repartiendo fugaces besos en su cuello, ya que era mucho más bajita que él.
John volvió a su asiento mientras la pareja entraba en el hotel. Eran, seguramente, otros huéspedes.
Suspiró. En definitiva quería algún día poder tener una relación estable, una persona a quién amar sin importar qué suceda. Pensó en Sherlock, sus labios recorriendo su piel, sus cuerpos rozándose. Detuvo su mente al sentir un placentero calor recorrerle el cuerpo.
Las palabras de Sherlock volvieron a su cabeza. Dos frases, que le dieron un vuelvo a su corazón.
'Me considero casado con mi trabajo'
'¡YO NO TENGO AMIGOS!'
Frases que le anunciaban la imposibilidad de Sherlock de amar a alguien.
Un dolor de cabeza se aproximaba, así que sin más se puso de pie para volver dentro. El frío empezaba a calarle los huesos y la bruma en el campo anunciaba que muy pronto llovería. Tenía el cuerpo muy cansado. Quería dormir, para al día siguiente continuar con el extraño caso de Baskerville.
Al entrar en el hotel vio como mucha gente aun cenaba en el comedor, pero no tenía hambre. Así que prefirió dirigirse directo a la habitación. Al encontrarse en las escaleras con uno de los dueños del restaurante, este le dirigió una sonrisa amistosa, que molestó a John.
¡¿Por qué la gente suponía que Sherlock y él eran pareja?! Pensó, exaltado. Le fastidiaba que esa idea, en realidad, fuese imposible. Amaba a Sherlock, pero él no le era reciproco.
Sacudió la cabeza para apartar los pensamientos. No podía continuar dándole vueltas a aquellas ideas. Sherlock era un asexual declarado. Sería estúpido sentir algo por él, decidió el ex militar, ingresando abruptamente en la habitación.
Todo estaba a oscuras. Solo un pequeño rayo de luna ingresaba por la cuadrada ventana, abriéndose paso entre las cortinas. Una de las camas estaba ocupada, y esto extrañó al doctor. Aguzando la mirada se dio cuenta de que era Sherlock, hecho un ovillo, cubierto hasta el cuello con las mantas.
-Debe estar cansado- murmuró, sin ponerle más atención.
Caminó hacia el baño, tomando de paso una toalla que había en su maleta deshecha sobre su cama. Entró, cerró la puerta y encendió la luz. Con una mano abrió el agua de la ducha, dejándola correr. Pero mientras esperaba a que el vapor cundiera el baño, se quitó la ropa y dio una mirada al espejo sobre el lavamanos.
Ya no tenía caso negarlo. Una parte muy sentimental de sí desearía tener a Sherlock justo en ese momento, besándole en el cuello, abrazándolo por la cintura, y pegando su tibio cuerpo en la fría piel de él.
Cerró los ojos, permitiendo que un suspiro escapara de entre sus labios.
Ingresó en el agua, sintiendo el calor de esta, pero no abrió los ojos, todavía imaginaba. Alucinaba con Sherlock recorriendo las manos en su pecho, y besándolo fogosamente; después con sus rizos húmedos y aquellos labios en forma de corazón que iban descendiendo hasta su ombligo, y más abajo.
John gimió, tan fuerte que esperó Sherlock no lo haya escuchado desde la habitación. Al abrir los párpados, vio en su entrepierna que tenía una muy grande erección; con su amigo del otro lado, tan cerca y tan lejos a la vez, sería difícil terminar aquello sin hacer un solo ruido.
Prefirió cerrar el agua, y cambiarla por una ducha bien helada, que quitara de su mente todo pensamiento sobre Sherlock. Necesitaba arrancar a Sherlock de una vez por todas de sus pensamientos.
Entre quejidos debido a la temperatura del agua terminó de ducharse. Salió, tiritando, pues el ambiente ya helaba por sí solo. Se secó con su toalla, y la envolvió en su cintura.
Todavía el nudo en su garganta le impedía respirar bien. El recordar las hirientes palabas del detective esa noche, lo mataba.
Regresó a la habitación, buscando entre sus cosas un pantalón de algodón, y una camisa vieja. Sin dirigir su mirada a Sherlock, se vistió, y tumbó su cuerpo en la angosta cama que rechinaba como los chillidos de un animal.
Cerró los ojos, dispuesto a obligarse a dormir.
Pero en medio del silencio que cundía en la habitación un chirrido, un temblor de la madera leve, imperceptible, aunque presente: llamó su atención. Era como un animal aterrorizado tiritando en una de las camas.
Giró su cabeza, buscando la razón para del ruidillo, entonces se percató en el cuerpo de Sherlock, quién no solo estaba hecho un ovillo y acurrucado en la otra cama cubierto hasta el cuello con la manta, en posición fetal. Sino que temblaba y….por increíble que parezca, dejaba escapar sollozos.
En un impulso que no supo de donde vino John saltó de su cama. Los sollozos de Sherlock se detuvieron al instante, y su temblor cesó casi por completo. La mano de John tocó su hombro; el de cabello rizado se tensó.
-Sherlock- lo llamó el rubio.
El nombrado giró lentamente. La expresión dibujada en su rostro encogió el corazón de John. La piel pálida de sus mejillas estaba perlada por las lágrimas, sus labios en forma de corazón semi abiertos, temblando. Sus ojos brillosos debido al llanto. Y la respiración le salía en temblorosos jadeos.
-Sherlock ¿Qué ocurre?-.
-Es culpa de esa cosa, John- declaró el detective-¡DE ESE MALDITO SABUESO DE LA HONDONADA!- gritó sacudiéndose.
John sabía que tenía que apoyarlo. Por lo tanto se sentó en el borde de la cama, sin retirar su mano del hombro tembloroso del detective. Sherlock se irguió, sentándose en la cama y abrazando sus piernas con ambos brazos.
-Ey- John lo abrazó por los hombros, pegándolo a su pecho-…tranquilo.- le susurró, como a un niño asustado.-Estás asustado, está bien-.
-No estoy asustado- afirmó Sherlock, categórico. John parpadeó varias veces, mirándolo directo a los ojos-Bueno…sí, pero no del todo.- balbuceó el detective, y John no pudo creer que estuviera tan sensible aquella noche. Sherlock jamás titubeaba o dudaba, y allí estaba de pronto, sin poder explicar lo que le ocurría-Es decir cuando un sentimiento se desata en mi…es como que…todo- intentó explicar pero volvió a dejar caer su cabeza en el pecho de John.
-¿Cómo si sufrieras un efecto tardío?- propuso el rubio.
-Exacto. Como si todas mis emociones estuvieran acumulándose durante mucho tiempo, y de pronto al encontrar la mínima excusa ¡explotaran!- gruñó el detective, propinando una patada a las cobijas.
-¿Y cuáles son todas esas emociones?- John frunció el entrecejo, expectante.
-En su mayoría miedo. Porque siempre en los casos creo que lo tengo pero mi cerebro lo bloquea- Sherlock se removió incomodo, pero quería hablar, lo necesitaba la presión en su cabeza disminuía al hacerlo-También está… creo que compasión. Y remordimiento…Pero hay algo que no comprendo…-
-¿Qué cosa?-.
-Estaba intranquilo, luego te escuché llegar- el detective volteó a ver a John.-Al escucharte algo comenzó a pasarme- dijo, severamente preocupado.-Fue como si estuviera por tener un infarto, pero al mismo tiempo me causaba un cosquilleo en el estómago, y sentí que mi cara ardía. ¡Puedo jurar que mi piel estaba roja aun cuando todo estaba oscuro!- exclamó, como un niño que habla de un fenómeno increíble.
John rio, incapaz de creer que Sherlock en realidad se pusiera nervioso con él cerca.
-Y…y ahora que estás más cerca…creo que- Sherlock volvió a temblar-esto- indicó hacia su entrepierna, donde un bulto empezaba a despertar.
John jadeó, apartándose. No incómodo, sino sintiendo una mescla de emoción y adrenalina fluir en su cuerpo.
-¡No sé qué me ocurre!.-exclamó Sherlock, desesperado.
-Sherlock.-habló John, tratando de calmar su propio pulso-¿Estás seguro de que eso-señaló a la entrepierna del de cabellos rizados-es por mí?-.
Sherlock asintió. John se inclinó sobre él, e inseguro pero decidido, posó una mano en la mejilla del detective. La otra fue a parar en esa maraña de cabellos rizados.
-Creo que sé cómo hacer algo al respecto-susurró al oído de Sherlock, sintiendo como se estremecía.
-Hazlo- pidió Sherlock.
-Pero no garantizo que no vuelva a suceder- advirtió el doctor.
-Entonces podrías ayudarme cada que ocurra…-empezó Sherlock, pero ni bien hubo terminado y John ya se había abalanzado sobre él, besándolo con devoción, acariciando sus rizos, moviendo labios sobre labios, percibiendo como pronto Sherlock empezaba a contribuirle el beso.-Estas diciendo que lo que debemos hacer- inquirió Sherlock.
-Sherlock. Mírame- pidió John, separándose de sus labios, pero manteniéndose cerca.-¿Alguna vez has amado a alguien? Sabes lo que es enamorarse.- susurró sobre la boca del detective.
-Supongo que Irene Adler estaba sintiendo eso por mí, así que he visto una emoción semejante en ella…-respondió pero su voz fue gradualmente apagándose.-¡John!-exclamó, tan extasiado como cuando resolvía un caso importante- John, ya sé lo que me ocurre- lo tomó por las muñecas y lo tiró a un costado de la cama, quedando sobre el doctor.
-¿Qué?- preguntó John, divertido.
Los ojos de Sherlock brillaron al ver la sonrisa de John.
-John Watson, creo que me enamoré de ti, pero no entiendo por qué…te…-musitó, sin poder decirlo.
John acercó sus labios al oído de Sherlock.
-Dilo.
-Te deseo- suspiró el detective moviendo sus caderas sobre las de John y sintiendo sus erecciones rozarse. Gimió-Te deseo- repitió, esta vez también besándolo, introduciendo la lengua en la boca de John, encontrándose con la de este, empezando una batalla en la que perdió deliberadamente.
Fue el turno de John de tomar el control. Pues con la lengua de Sherlock acariciando la suya, tuvo la oportunidad de agarrar sus caderas con ambas manos, girar en la cama, quedando él entre las piernas del detective.
Empezó con un movimiento brusco, sensual, y desesperantemente placentero.
Sherlock arqueó la espalda, rompiendo el beso, que pronto recuperó para descender repartiendo mordidas por el cuello de John. Las caderas del médico empezaron a moverse más rápido sobre las de Sherlock; entre gemidos el detective había atrapado el cuerpo de John con sus piernas.
Era Sherlock quién más se movía, frenético contra las caderas de John, provocando que el doctor gimiera.
Fue cuando los dedos de los pies de Sherlock se encogieron y gimió con sus hinchados labios abiertos separándose de la boca del doctor, que John lo empujó lejos. No quería que eso terminara todavía.
-¿Q…qué haces?- jadeó Sherlock, viendo temeroso, como John se apartaba.
-¿Quieres hacerlo?.- preguntó el doctor tomando a Sherlock por el mentón y disfrutando de ver sus labios rojos vibrando gracias a la respiración entrecortada del detective.
-¿Qué si quiero que me folles?- inquirió Sherlock, colocando nervioso las manos en el borde del pantalón de John, deshaciéndolo para descubrir que no traía ropa interior.
-No- negó John al ver la mano de Sherlock ir hasta su propio pantalón-¿Quiénes…-musitó en tono ronco, besando el cuello pálido del detective-…que te haga el amor?-.
Sherlock gimió al escuchar esto ya que al mismo tiempo las manos de John se aventuraron debajo de su camisa, pellizcando sus duros pezones. El doctor movió los pulgares en círculos sobre los pezones de Sherlock mientras movía sus caderas sobre la erección todavía cubierta del pelinegro.
-¡John!- el alarido de placer de Sherlock, volvió loco a John-Hazme el amor- suplicaba. John le arrancó el pijama superior-¡Por favor!- el detective levantó sus caderas, para que el médico pudiera retirar ambos: pantalones y ropa interior.
John rodeó la palpitante erección de Sherlock empezando un ritmo desesperante pero delicioso, el pelinegro parecía morir de placer.
Dando besos por toda su piel de alabastro, admirando el rubor en su rostro, la forma en la que esos deliciosos labios se abrían al jadear su nombre, y deleitándose con la mirada del cuerpo delgado, y sudoroso sobre las arrugadas sábanas, John llegó hasta el erecto falo del detective, donde, tímido, dio un primer lametón.
Sherlock apretó las sábanas entre sus manos, gritando incoherencias.
John empezó a lamer la punta, después recorrió con su lengua toda la extensión, y cuando Sherlock creyó que no podía haber cosa más deliciosa sintió como el doctor a la vez que se introducía todo el miembro duro a la boca, enterraba un índice en la estreches del detective.
-Jo…John-. Sherlock temblaba, gemía y hacía un esfuerzo sobrehumano para durar más tiempo-¡John!- pero cuando los ahora dos dedos del médico rozaron un punto de placer en su interior, se corrió en la boca de John, gritando con su voz gruesa, mordiendo su labio inferior, y temblando en espasmos de placer total.
John lamió la semilla de Sherlock que se escurría por sus labios, y mientras el detective recuperaba el aliento, besó su ombligo, volviendo a ascender. Lamió sus pezones, su cuello, finalmente devorando su boca.
-¡Oh, Dios, eso ha sido!- exclamó Sherlock, aun temblando a causa del éxtasis alcanzado.
-Y aún no ha terminado- dijo John, abrazando a Sherlock por la cintura y empezando un nuevo vaivén de sus caderas.
-¡OH!-. Sherlock apenas si podía hablar, sentía que se volvería loco después de aquello.
Gritó. Seguro en todo el hotel habrían escuchado su voz gruesa cantar el nombre de John, pero de todas formas lo hizo. En especial cuando el médico, aferrándolo por la cintura, lo obligó a levantarse, quedando él debajo y Sherlock a horcajadas sobre sus caderas.
Sherlock, desesperado, con una nueva erección creciendo en su entrepierna y el falo tieso de John justo bajo su entrada intentó auto penetrarse, moviéndose bruscamente. Pero las manos de John lo sujetaron por las nalgas, impidiéndoselo.
-John, por favor- Sherlock nunca suplicaba, pero John era siempre la excepción a todas sus reglas.-Te necesito, te quiero dentro. ¡Métemelo, por favor!- rogaba.
-Sherlock, te desgarrarás, se paciente, amor- pidió, tomando su mano, besando sus nudillos, y también acariciando su mejilla.
Sherlock se mordió los labios al sentir la punta del miembro de John en su entada, gimió, y John no pudo resistirlo más. Dado a que ya lo había preparado y estaba tan excitado, el rubio tomó la caderas de Sherlock; despacio, deteniendo los arranques frenéticos de Sherlock, lo penetró duro, pero lento.
Al llegar a lo más profundo del detective, este dejó escapar un suspiro contenido. Fue el turno de John de gemir.
-Mue…muévete-pidió Sherlock, su rostro demostraba algo de dolor, pero el placer lo superaba.
John no esperó que se lo repitiera, lo hizo, y dando un grito Sherlock se desplomó sobre su cuerpo, besándolo desesperadamente, mientras movía sus caderas para empalarse el miembro del doctor, y sentirlo chocando contra su próstata.
Con un brazo John abrazó a Sherlock, gimiendo en su oído, y acariciando de vez en cuando sus rizos, su espalda nívea, o su perfecto culo redondo que no dejaba de moverse. Con la otra mano envolvió la erección del detective, marcando un ritmo al compás con el cual se enterraba en la estreches de Sherlock.
Las embestidas cada vez eran más aceleradas. El calor se reunía en la parte baja del abdomen de John y al sentirlo iba propinando más y más golpes a la próstata del detective.
Sherlock mordió el hombro de John, echó la cabeza para atrás, y arqueando la espalda de manera exquisita, mordió su labio inferior, corriéndose en el abdomen de John. El médico no tardó en correrse en su interior.
Exhaustos, rozaron sus labios, sin poder aun hablar. El miembro flácido de John se retiró de la entrada de Sherlock, y el detective extendió sus piernas, sin retirare de encima de su amante.
-Eso ha sido…- dijo Sherlock, pero no podía describirlo con otra palabra más que- Te amo.
John sonrió, incrédulo y completamente feliz.
-También te amo- afirmó, acurrucando la cabeza del detective en su pecho.-Pero dime ¿No tienes amigos?-
-Debo admitirlo: Lestrade, la Señora Hudson, Molly; son algo así como amigos- contestó Sherlock. John lo miró, herido.
-¿Y yo?- se atrevió a preguntar, con miedo de escuchar la respuesta.
-Si fueras solo mi amigo, no me habrías hecho el amor como hoy, John Watson.- declaró el pelinegro, irguiéndose sobre John, y con un rayo de luna iluminando su rostro, dibujando una sonrisa sincera.
-Eres perfecto- murmuró John, acariciando los pies de Sherlock con los suyos.
Después de una buena sesión de besos, ambos quedaron dormidos, enredados en el cuerpo del otro, respirando acompasadamente.
Al día siguiente John despertó solo, en la cama de Sherlock. Con el cuerpo doliéndole, tomó sus pantalones del suelo y se encaminó hacia el baño de dónde provenía el murmullo del agua corriendo. Ingresó, encontrando a Sherlock bajo la regadera, en medio de todo el vapor, con el cuerpo desnudo cubierto de jabón. Sintió un tirón en su entrepierna. Sin pensarlo, bajó sus pantalones, e ingresó rodeando al detective por la cintura, besando su espalda.
Sherlock volteó, sonriendo pícaro. Rodeó a John por el cuello, y en un parpadeo estaban bajo la ducha, Sherlock con las piernas en la cintura de John, recargando la espalda en la pared, y John arremetiendo en embestidas sensuales que volvían loco al detective.
Al bajar a desayunar el par de recepcionistas les dedicaron una mirada cómplice.
-Las camas rechinan mucho ¿No es verdad?-preguntó el uno. John asintió, ruborizándose. Sherlock sonrió con autosuficiencia.
Mientras bebían algo de café y hablaban sobre el caso, una pareja de mediana edad, hablaban sobre la indecencia de ciertos "enamorados" al momento de perturbar la calma de otros. Esta vez fue el turno de Sherlock de ruborizarse hasta el cuello. John rio.
Pero, lo que más llamó su atención, fue cuando la joven pareja que John había visto el otro día, pasó por su lado y la chica les giñó un ojo.
-Definitivamente todo el hotel se ha enterado de lo de anoche- comentó John, bebiendo un sorbo de café.
-Espera a esta noche- dijo Sherlock, abalanzándose sobre la mesa para susurrar al oído de John- Se enterarán desde aquí hasta Londres-.
Bueeeno, el siguiente es capítulo es Celos; y después según se me vaya ocurriendo.
N.A: Todos los capítulos suceden durante el caso de Baskerville.
DEJEN REVIEEEWS…
