Categoría M

Género: Humor | Drama | Romance.

Protagonista(s): Tōshirō Hitsugaya. | Momo Hinamori. – No obstante, hay una relativa participación de otros personajes.

Pareja(s): el tema argumental de la historia se enfoca exclusivamente en el HitsuHina. Sin embargo, hay insinuaciones de otras parejas (Por ejemplo, GinRan).


ADVERTENCIAS: Lemon (Es decir, escenarios de SEXO EXPLÍCITO durante la historia) / Universo Alterno / OoC (Fuera del personaje es algo inevitable pero intentaré que no exista mucho) / Contenido adulto, erótico e insinuante durante la historia / Fic corto (No creo que llegue a diez capítulos, y mi meta es hacer la historia lo más breve posible).


Eternamente Maid
Por: ChibiFjola.

[*]

[*]

[*]

CAPÍTULO 1

[*]

[*]

[*]

¡Ha! ¡Mhn! —

En una habitación a oscuras, apenas iluminada por la luz pálida de la luna que se infiltraba por las cortinas traslucidas de la ventana. Había una pareja que en la privacidad que les brindaba las paredes del dormitorio estaban al borde de la locura…

Escuchándose de fondo gemidos y jadeos acompañados del incesante crujido de la cama.

¡Haaa…! —Entre los lienzos de seda del lecho se asomo una mujer de cabello azabache al reincorporarse, enderezando su espalda al mismo tiempo que las sabanas se deslizaban por su cuerpo… exhibiendo su desnudes parcial y que debajo de ella yacía otro cuerpo.

¡Diablos…! —Masculló roncamente el acompañante de ella, sosteniendo las caderas femeninas que se alzaban para luego bajar con la ayuda de él. Uniendo sus cuerpos en el adictivo vaivén.

No… n-no puedo más… —Farfullo la joven con traviesas lágrimas escapando de su control, deslizándose por sus sonrojadas mejillas y su larga melena azabache se pegaba a su cuerpo a causa de la transpiración.

¡…Sólo un poco más! —

Ella cabeceo en negativa a su pedido, apoyando sus manos a los costados de la cabeza de él y agarrando entre sus dedos las fundas del colchón. — ¡Hitsugaya-kun! —Exclamó en un ahogado gemido, cerrando con fuerza los ojos en el instante que una explosión placentera se esparció por cada parte de su figura estremeciéndola de la cabeza a los pies.

Una dulce sensación liberadora… que no pudo disfrutar en su totalidad porque él intercambio de posiciones en un ágil y, sin mucho esfuerzo, movimiento. Estando ahora ella abajo y su pareja encima, embistiéndola sin piedad.

M-Momo… —

La aludida en medio del delirio cruzo su mirada castaña con la turquesa, apreciando en medio de su intima conversación visual que él muy pronto iba a llegar a su límite. Ella tan sólo lo trajo consigo en un tierno abrazo, enredando entre sus finos dedos la rebelde cabellera blanquecina y uniendo sus bocas en un apasionado beso…

Silenciando un gemido de éxtasis cuando juntos nuevamente tocaron el nirvana.

Él cedió al peso de su cuerpo ya que sus brazos perdieron fuerza para sostenerse, dejando caer su propio peso en la menuda figura que yacía abajo… y a la que aún estaba unida en cuerpo. Así que en un aliento de energía deslizó sus manos hasta la espalda femenina para después ejercer un poco de fuerza, trayéndola consigo en el proceso para que se sentara en la cama… o en el caso de ella sobre su regazo.

Después de unos segundos en estar abrazados, acompasando los latidos acelerados de sus corazones. Ella sin deshacer el abrazo, se separó un poco para verlo tímidamente a los ojos, adornando en sus mejillas un suave sonrojo y una dulce sonrisa dibujada en sus labios rojizos al estar resentidos por las largas sesiones de besos.

Momo sintió como él con cierta ternura apartaba un travieso mechón azabache que se interponía en sus ojos, situando el rebelde rizo detrás de la oreja y permitiendo así que los ojos turquesas admiraran sin ninguna mesura el rostro femenino.

¿Qué voy hacer contigo…? —Dijo Hitsugaya con una imperceptible sonrisa de satisfacción y un tenue sonrojo en sus mejillas mientras que situaba su mano en el rostro de ella y con su pulgar acariciaba los rojizos e hinchados labios, sacándole suaves suspiros que lo tentaron a quererla besar. —…En verdad estoy totalmente rendido ante ti.

Ella manifestó sorpresa al mismo tiempo que su sonrojo adquiría una tonalidad más escarlata y su expresión se desfiguraba en una infantil mueca avergonzada. — Pues ya somos dos —Depositó un casto beso en el pulgar de él que rozaba persistentemente en sus labios y luego ladeo la cabeza para darle cortos y húmedos besos en la palma de la mano, incitando a su pareja con esa simple acción a que despierte el deseo. —…Ahora entiendes mejor mi situación.

Hitsugaya sonrió ladinamente por su revelación, sabiendo ella por medio de ese gesto travieso que seguramente inmortalizaba el pasado.

Y es que si a ella le fueran dicho que iba a enamorarse perdidamente de un niño malcriado con unos caprichos excéntricos;…se habría negado rotundamente a creerlo, así como de cumplirlo obstinadamente…

Pero que va, la carne fue mucho más débil…

.

~ Doce años atrás ~

.

En una parte de los suburbios de la ciudad Seireitei, ambientada las construcciones del estilo victoriano. Un mercadeo sin escrúpulos se estaba efectuando, los compradores eran mayormente nobles o aquel que estuviera interesado observaba la hilera conformada de personas con grilletes y en nefastas condiciones.

Entre esas personas había una joven que no se le calculaba más de trece años, su mirada castaña yacía perdida en sus pies callosos y sucios… al igual que sus ropas que se conformaban de unos harapos mugrientos que a penas y alcanzaban a cubrirla del frío de otoño, aproximándose muy pronto el invierno.

Su cabello azabache que caía por sus hombros estaba hecho un desastre, estando lodoso y enmarañado. Su piel nívea había perdido el brillo y suavidad que la caracterizaban ante las horribles condiciones que ha estado. Sin comida, agua y encerrada en una jaula apartada con otras jóvenes de su misma edad o incluso menores que ella para venderlas al mejor postor…

No sabía si sentirse en ese aspecto afortunada o asqueada, ya que a diferencia de otras chicas encerradas en otras jaulas, no había tenido que sufrir los abusos de los vendedores gracias a su condición virginal. Un estado que según ellos la hacía más "valiosa" para la venta.

Un mes.

Sólo en un mes en esta caravana de esclavos había llegado en semejante estado.

Sí ella dijera ahora que su estirpe era de nobles se reirían en su cara y todo porque… lo perdió todo. Un hogar, una familia, dignidad… todo.

Estaba sola contra esté mundo.

Su padre había hecho una mala inversión o mejor dicho, un inofensivo juego de apuestas, que concluyó con perder una relativa cantidad de riquezas y entre esas fueron reliquias de la familia que han estado por generaciones. En busca de recuperarlas con desesperación su progenitor hizo negocios de sospechosa naturaleza que resulto ser una estafa, posteriormente no tardaron en caer en la bancarrota y con ellas las deudas…

Para vivir de las apariencias, su padre y su madre se colmaron de deudas pidiendo prestado… sólo para no perder la casa. Eventualmente entre esas cargas sucedió lo que más temían, la mansión principal de la familia estaba a punto de embargarla por lo que en medidas desesperadas, decisiones desesperadas ¿No?

Por lo que optaron por preservar a uña y diente una casa arcaica, un bien inmueble… que a ella, a su propia hija, sangre de su sangre. Vendiéndola sin reparo alguno por algo de dinero y un trozo de pan viejo.

¿Eso fue todo lo que valió para ellos?

Jamás fue una niña caprichosa y despilfarradora. Cumpliendo obedientemente todas sus obligaciones como una buena hija de estirpe noble, esforzándose en su aprendizaje para ser una dama de alta cuña que los enorgullezca.

¿Y qué recibió a cambio?

Fue abandonada a su suerte como si no valiera más que una baratija ¿Eso fue todo esté tiempo? Una herramienta que en el momento oportuno, la usaran para sus propios fines sin valerse de sus sentimientos o integridad física.

¿Dónde quedaron los principios?

¿Dónde quedó el amor a la familia?

¿Dónde quedó la justicia?

…Se sentía tan dolida y traicionada que empezó a preguntarse si se lo merecía o si dios la había abandonado.

— ¡Oh, pero que lindura~!

Súbitamente Momo sintió como fue tomada del mentón y obligada a alzar el rostro para cruzarse con el rostro de una chica… ¿O era un chico?, en fin, digamos que era un "Ella" que no se le calculaba más de quince años. De ojos claros, tez blanca, labios carnosos y pintados de un suave tono cereza, cabello azabache largo que caía por sus hombros con la peculiaridad de recoger parte de su cabellera por arriba de su cabeza que cae en dos mechones a los costados. Su vestuario delataba su status que era de la alta sociedad al usar un inmaculado abrigo de color blanco que se amarra en la cintura (literalmente inexistente ya que no poseía curvas) y caía la falda en forma acampanada. Combinándolo con unas medias pantis oscuras que le llegaban a medio muslo y unas zapatillas que hacían juego con su vestuario.

— Esté mes tienen buena mercancía —Dijo una atractiva mujer de cabello negro que parecía ser acompañante de la joven andrógina; a uno de los vendedores. — ¿Y qué harás Giselle?

La aludida sonrió de una manera que le causo escalofríos a Momo.

— Pues no hay duda Bambietta que me gusta —Soltó una risa mórbida y enigmáticamente sádica. —…Sé ve como una fina muñeca ¡La quiero~!

— No es que me queje pero… ¿Tan pronto quieres otra? ¿Qué paso con la anterior? —Cuestionó otro de los vendedores que recibió en reprimenda un codazo de su colega.

Giselle Gewelle tan sólo sonrió enigmáticamente, aparentando inocencia en su gesto… que pronto fue entendido por los comerciantes que tragaron en seco. En cambio Momo sintió que si se iba con esta joven… seguramente no volverá a ver la luz del día con un final amargo.

— Y-Ya veo… en verdad los nobles de hoy en día son demasiado crueles —Insinuó intimidado el comerciante quien en primer lugar le hizo la pregunta, pronto recibió un codazo de su colega para que formalizara el negocio con Bambietta Basterbine que iba a pagar por la esclava.

En ese instante, cuando todos estaban distraídos, Giselle se percató que cuando libero de su agarre a la jovencita que capturo su atención; su semblante se había vuelto lúgubre, pudiendo admirar como sus ojos castaños se habían tornado de un intenso color azabache. La joven quinceañera sonrió mórbida y se inclino lo suficiente para ver el rostro de la ojicastaña…

— Ey, entusiásmate… —Se inclinó para susurrarle en la oreja. — Como mi nueva muñeca jugaremos un montón… y yo veré el interesante desenlacé de cómo te romperás ¿No salimos todos ganando, huh?

La menor de las azabaches se estremeció mientras que su visión, que se mantenía centrada en sus pies sucios, se volvía borrosa amenazando que lloraría. Muy diferente de Giselle que vio fascinada como el frágil y pueril cuerpo femenino se estremecía.

— Oh… sí sigues así de adorable, no podre contenerme ¿Sabes? —Le insinuó sádicamente, asomándose un rubor en sus mejillas y un destello febril vislumbrándose en sus ojos azules. Posteriormente le dio un lametón a la oreja de Momo que se removió incomoda. Tan sólo eso hizo ya que estaba cansada, sin fuerzas para nada… y no le ayudaba el pesado grillete que estaba atado a su tobillo que limitaba sus movimientos.

¿Así será? Yo… moriré sin ser recordada, ¿una existencia insignificante?, pensaba angustiada Momo con el alma por los suelos. Padre, madre, dios… ¿Para eso nací?, cerró los ojos con fuerzas en un intento de menguar el escozor. ¿Por qué? ¿Por qué no hay nadie…?

— ¿Cuánto por la chica?

Todos centraron su atención en la voz profunda y agradable, evidentemente masculina. Hallando a un hombre de larga cabellera de color blanco, ojos café, tez pálida y de aspecto un tanto anémico pero imponente. Siendo evidente que no era un sujeto ordinario, no sólo porque su porte solemne lo delataba sino también sus ropas que a simple vista demostraban ser de la calidad más fina y costosa en el mercado.

— ¿Ukitake? —Reconoció un tercer vendedor que se mantenía ajeno a los otros dos que atendían a Bambietta y Giselle que son miembros de la noble familia Wandenreich, primos cercanos de la aristócrata familia Quincy.

— Hola Amagai —Saludó cortésmente Ukitake. — ¿Y bien, qué me dices por la jovencita de allá?

Amagai Syūsuke a simple vista se veía como un hombre sencillo y simpático de tez bronceada, ojos castaños, sonrisa afable, de alta estatura, complexión fornida, cabello rebelde de color azul añil. Incluso estaba mejor vestido que los otros dos vendedores… lo cual era entendible ya que en primer lugar Amagai era el dueño del negocio.

Todos enfocaron su mirada hacía donde observaba con tanta fijeza el peliblanco, una cuestión que causo la indignación de Giselle mientras que Momo salió de su letargo y no podía creer que aquel hombre estuviera interesada en comprarla…

— ¡Ella ya es mía!

— Es cierto, ya quedo apartada para ellas… —Intervino uno de los dos vendedores que atendía a las Wendenreich.

— ¿Por cuánto?

— ¿Ah?

— Por cuánto pagaron las señoritas, yo pagaré el doble por la niña.

Bambietta al ver que los vendedores que la atendían reconsideraban la tentadora oferta, enfureció. — ¡Ni se les ocurra timarnos! O verán de lo que soy capaz —Amenazó, intimidando a los comerciantes a excepción de Amagai que se vio sobreactuado su gesto de acobardamiento.

El peliblanco suspiró disimuladamente, sabiendo en el fondo que los miembros del clan Wendenreich eran un verdadero dolor de cabeza. Peor que los propios Quincy.

— Pago el triple entonces.

— Hecho.

— ¡¿QUÉ?!

— ¡Jefe!

Syūsuke les dedico una mirada fulminante a sus subordinados que se amedrentaron, posteriormente se dirigió a las dos mujeres. — Mis Ladys, lo lamento, pero esto es un mercado bastante demandado por lo que venderemos la mercancía al mejor postor —Le explicó frescamente, exasperando a ambas. Especialmente a Giselle que empezó a encariñarse con su nuevo juguete que parecía prometedor. — A menos… que quieran ofrecer más. Claro. ¿Y bien?

Bambietta miró a Gewelle en espera de su veredicto pero a cambio tan sólo obtuvo fue un despectivo chasquido con la lengua. Un gesto suficiente para saber que declinaba la compra, ambas mujeres se fueron no sin antes Giselle amenazar a Ukitake que le haría pagar el frustrarle sus planes y luego los ojos azules le dieron una furtiva mirada a la que estuvo a punto de ser su esclava.

Amagai silbó, atrayendo la atención de Jūshirō que se mantuvo serio pero calmado hasta asegurarse que las Wendenreich se habían marchado. — Más vale que te cuides la espalda, ellas al igual que el resto de su familia tienen fama de ser sanguinarios.

— Lo mismo podría decirte ¿No?, tengo entendido que son clientes muy frecuentes en tu negocio.

El peliazul se encogió de hombros, totalmente despreocupado. — Lo dudo. Pero tomaré el riesgo —Viró su rostro hacía sus subordinados. — Chicos, prepárenle la carga a nuestro cliente.

Los vendedores pronto acataron la orden, yendo hacía la adolescente para quitarle los grilletes que conectaban con los demás esclavos. Por el lado de Momo… aún no salía de la sorpresa que sus plegarias se cumplieron… o al menos tenía la esperanza que fue así ya que no sabe que le deparara la vida ahora con esté hombre.

— ¿Eso estuvo cerca, no?

Los ojos castaños se abrieron desmesuradamente de la sorpresa en el instante cuando se cruzo con los ojos cafés del peliblanco, escuchándolo decir esas palabras y acompañado de esa gentil sonrisa…

¿Acaso él…?

Momo deseo fuertemente que aquel hombre sea la luz que tanto buscaba desde que se sumergió en esté horrible abismo.

.

~ ((«».«»)) ~

.

— ¡Ya llegué…!

En una enorme mansión que se ubica a las afueras de Seireitei poseedor de grandes hectáreas a su disposición de anaranjado follaje; Momo y Ukitake ingresaba, siendo pronto recibidos por los sirvientes que ayudaban al peliblanco a despojarlo de la pesada gabardina que usa para protegerse del frío de otoño.

— Ukitake-sama…

El aludido salió de sus reflexiones para ver como las criadas veían con una gota de sudor en sus cabezas la disputa de Kiyone Kotetsu y a Sentarō Kotsubaki que eran los que poseían el mayor cargo en la servidumbre. Siendo juntos "los mayordomos" de la casa y sobre todo, los sirvientes personales de Jūshirō Ukitake el cabecilla de la familia.

— Oi, chicos…

Pero ese dúo no oía el llamado de su señor al estar discutiendo arduamente quien guardaba la gabardina en el armario. El peliblanco miró preocupado la prenda que parecía empezar a rasgarse con el tironeo que hacía Kiyone y Kotsubaki.

Ukitake destetaba alzar la voz, así que como método idóneo para darle fin a la discusión comenzó hacer el ademan de que tosía mientras que se cubría la boca. Y automáticamente el dúo de mayordomos detuvo en seco su disputa para centrarla en su señor.

— ¡Ukitake-sama ¿Se encuentra bien?!

— Sí, estoy bien —Alegó el peliblanco, sintiéndose en el fondo culpable por usar tan desconsiderada práctica pero era un modo efectivo y rápido para que ese par se detenga. — Ahora lo mejor es que se comporten, tenemos visitas.

— ¿Visitas?

Fue en ese instante que todos se percataron de la presencia que se hallaba detrás de la prominente estatura del peliblanco, siendo una niña que no se le calculaba más de trece años la cual veía embelesada el interior de la casa. Ignorante de que era el nuevo centro de atención de los adultos.

Kotsubaki y Kotetsu al admirar las prendas de la menor más la marca enrojecida de un tono violáceo en su tobillo izquierdo, una agridulce sonrisa se formó en sus labios. Captando rápidamente que su señor Ukitake seguramente encontró a esta joven siendo vendida o algo similar, y como el peliblanco no puede tolerar que un niño sea amedrentado no dudo en involucrarse para ayudarlo.

Era muy común en Jūshirō que adoraba a los niños y jóvenes.

Siempre con ese sentimiento paternal de proteger.

— ¡Oi, oi, pequeña~! —Saludaron el dúo al unisonó, sobresaltando a Momo que rápidamente se ocultó detrás de la estatura de 1,87cm del peliblanco.

— ¡Mira lo que hicisteis Kotsubaki! La asustasteis —Le rezongó Kiyone e inculpándolo, haciendo que el aludido se enfadara… por lo que no tardó en objetar. Abriendo paso a una nueva disputa.

Ukitake suspiró al ver que sus subordinados volvían a sumergirse en sus jaleos. Así que resignado comenzó a caminar con la joven de trece años pisándole prácticamente los talones. Provocando que esa acción de la pequeña le enterneciera, ya que la jovencita le recordó un escenario de que ella era un polluelo y él la gallina al que seguía.

…Y para ser exactos esa jovencita no era tan diferente de un polluelo, se veía tan frágil igual que uno como también adorable a pesar de su aspecto desaliñado. Pero lo más cautivador eran esos grandes ojos castaños que vislumbraba con facilidad una genuina inocencia…

Ni siquiera su sobrino con once años poseía semejante mirada.

— De ahora en adelante aquí vivirás ¿De acuerdo? —Ella asintió en modo de respuesta. Ukitake se detuvo en seco pensativo y observándola. — No hablas mucho ¿No? —Momo bajo la cabeza con un semblante taciturno. — ¿Puedes hablar? —La azabache cabeceo en afirmativo, eso fue un alivio para él. — Está bien si no quieres hacerlo ahora pero… ¿Podrías decirme tu nombre?

Después de unos segundos que reino un silencio sepulcral, la adolescente asintió. Alzando la mirada con un débil destello de determinación y estrujando sus manos a la altura de su pecho…

Y justo en el momento que sus labios magullados se despegaron para hablar…— ¡Ukitakeeee~!

El peliblanco dejo caer sus hombros en derrota, se volteo para ver como por el corredor se aproximaba su sobrina política. Prima cercana de la familia paterna de su sobrino. Ella vestía una camisa blanca y desabotonada, mostrando el valle de su exuberante pechonalidad y encima, como prenda inferior, una falda que se usa a la altura de la cintura y cae hasta por sus tobillos de color rojo Valentín. Combinándolo con unas zapatillas oscuras de tacón alto.

— Matsumoto ¿Qué ocurre?

Admirando como la despampanante mujer que no le calculaba más de diecinueve años le hacía un sumiso puchero. — El capitán es lo que sucede, otra vez volvió ahuyentar a otra sirvienta —Él suspiró pesadamente al oír aquellas palabras. — Sí sigue así no habrá más personal que desee cuidarlo… o trabajar aquí.

— Intentaré hablar con él… Otra vez —Indicó resignado. — ¿Algo más?

— Sí. Syunsui Kyōraku le hizo una llamada, pero como no estaba pidió que se la devolviera lo más pronto posible.

Se mostró preocupado. — ¿Ocurrió algo?

Cabeceo en negativa. — Nop. Aunque me aseguró que… ¿Huh? —Rangiku se percato de la tercera personita quien al verse pillada su presencia, se ocultó detrás de Ukitake. La rubia no tardo en inclinarse para toparse con la azabache y posteriormente su mirada azulada se cruzó con la castaña. — ¿Oh, tenemos una nueva…?

Repentinamente ambas se quedaron mirando fijamente para la extrañeza del peliblanco. Su pariente no consanguínea miraba con ojos curiosos a la pequeña mientras que está miraba a la rubia con ojos interesados pero tímidos.

— ¡OMG! —Exclamó de improvisto Matsumoto, sobresaltando tanto a la adolescente como a él. — ¡Tú cabello es un desastre y tu ropa…! ¡Hay que arreglarlo! —Tomó la mano de la azabache, empezando a tirar al sentido contrario del camino. En otras palabras, de donde venían hace unos momentos Jūshirō y Momo.

— ¡E-Espera Mat…!

La ojiazul se volteo para guiñarle el ojo a su "Tío". — Cuando hayamos terminado, la llevaré contigo. No te preocupes, yo me encargaré y tú ve a resolver esos pendientes que ya te dije.

Sin más que decir Rangiku se retiró con la pelinegra, llevándola prácticamente arrastras a vaya a saber dónde.

.

~ ((«».«»)) ~

.

— ¡Listo~! —Corroboró la atractiva rubia, alejándose y situando unos largos mechones azabaches sobre la peinadora, pisados con las grandes tijeras que sostenía en su otra mano. — ¿Y bien? ¿Qué te parece?

En el momento que Rangiku se hizo a un lado, permitiéndole que se vea reflejada en el espejo de la peinadora. Pudo apreciar su rostro, algo que desde hace mucho tiempo no hacía…

Se veía tan distinta y a la vez… similar a aquellos días pero esto último sabía que era una mentira. Su mentalidad ingenua de antes ya no es la misma, en especial después de la traición de sus padres de venderla como esclava…

Si su propia familia, sangre de su sangre, le demostró cruelmente que no podía confiar en los suyos ¿Entonces en qué o quién podía fiarse? Se sentía ahora tan perdida, el simple hecho de socializar le era complicado… una cuestión que en su infancia era algo tan natural de su persona.

Ya no… es lo mismo., Se dijo con pesar en sus pensamientos Momo, estrujando sus manos sobre su regazo y bajando la mirada hacia el suelo al no poder tolerar más el ver su reflejo. Ignorante de que una mirada gatuna de color azul celeste la observaban en silencio. No sé… que pensar…

Porque ya le es difícil abrirse a otros.

…Aún si el Señor Ukitake que demostraba en todas sus acciones ser una buena persona o a la hermosa mujer rubia que su actitud enérgica y vivaz le despertaba simpatía…

Se abstenía de comunicarse con ellos.

— ¡A-Ah! —Momo se sobresaltó al sentir unas manos situarse en sus hombros, por reflejo centró su mirada en el espejo para ver que en algún momento Rangiku se coloco a sus espaldas. Ahora viéndose ambas en el espejo.

— Parece ser que has pasado un difícil momento… —Le sonrió cálidamente a través del espejo. — Pero no tienes de que preocuparte. La gente que está aquí es justo como tú.

— ¿Ah?

— Ya te darás cuenta —Le aseguró divertida y con cierto aire misterioso. Apartándose de ella para encaminarse hacia un baúl donde sacó varias prendas. — ¡Bien~! ahora a vestirte.

Se volteo un poco en su asiento para ver como la joven mujer sostenía entre sus dedos un vestido blanco con detalles de encaje en rosa pastel. No era una prenda ostentosa y elaborada pero de acuerdo a su status, en que ahora está por debajo de los nobles, iba de acuerdo con su persona.

Luego de unos minutos más, ellas descendían del tercer piso al segundo de la mansión para ir a la oficina de Ukitake. En el recorrido Matsumoto le explicaba cómo estaba distribuida la casa y entre otras cosas que la mayor parte aseguraba internamente Momo que no recordaría sino después de una larga estadía…

— ¡Oh, Capitaaaán~!

Momo miró distraídamente a quien saludaba efusivamente Rangiku, ya que durante el camino la rubia demostró ser muy abierta y cercana, conociendo a todo el mundo (Incluida la servidumbre). En consecuencia, esta vez al advertir a la nueva presencia no pudo evitar sentir la adolescente genuina curiosidad. Admirando con fijeza al niño que no le calculaba más de once años… como si quisiera gravar permanentemente su apariencia en su retina.

Y es que el infante poseía un aspecto que manifestaba por donde lo viera que él era fuera de este mundo con: su rebelde cabello corto con flequillo por arriba de los ojos, revelando su frente, es de un inmaculado y puro color blanco. Despertándole unas ganas de acariciarlo ya que sospechaba que era muy sedoso al tacto.; sus rasgos faciales sin magulladura alguna eran obviamente infantiles pero revelaban cierta indiferencia y dureza, aún así eso no entorpecía su atractivo varonil que ya se manifestaba a prematura edad.; sus ojos eran grandes de un exótico color turquesa que te observaban con una indiferencia implacable que a cualquiera intimidarían… pero por alguna razón ella quería descifrar que reflejaba esa aparente frialdad.; su tez era tersa y blanca de un suave bronceado que resaltaba aún más el color de sus ojos así como también la blancura de su cabello.

En cuanto a su vestimenta era un elegante traje masculino del que tan sólo llevaba puesto: una camisa blanca de manga larga y del cuello tenía anudado perfectamente una corbata de color azul añil.; encima usaba un chaleco en la que las solapas del cuello eran negras, el resto de la prenda poseía un sutil estampado de color gris oscuro y negro.; en la prenda inferior usaba unos pantaloncillos negros que le llegaban por arriba de la rodillas, acompañado de unas medias oscuras por debajo de las rodillas con unos lustrosos zapatos del mismo color. Revelando el atuendo su status que era bastante alto al igual que el de Ukitake. Deduciendo la adolescente que tal vez sea el hijo del amable hombre por su cabello blanco y ese aire solemne que los acompaña a ambos en su perfil.

— ¿Quién es la que va contigo, Matsumoto?

Momo no pudo contener su sorpresa al oír su voz, un tanto áspera pero firme y agradable de escuchar al ser aterciopelada. Eso sin olvidar que su modo de hablar era limpio, sin error alguno en su pronunciación y sin ningún acento infantil ¿En verdad era un niño de once años?

— Oh. Ella es una nueva recluta de Ukitake para la servidumbre…

— ¡Ja! —Exclamó él despectivo con una sonrisa burlona. — ¿Tan desesperado está él que ha empezado a alistar mocosas? Y creí haberlo visto todo…

— ¡Oye no seas descortés! —Le reprochó infantilmente pero el peliblanco la ignoró, afianzando la molestia de la atractiva rubia. Muy diferente de la adolescente que no sabía que pensar de semejante escenario, ya que a pesar de que discutían… no podía obviar ese aire humorístico entre ellos. — ¡Grrrr! Pues ya que lo mencionas, Ukitake no tendría que hacerlo si cierto malcriado no fuera un mini-ogro cascarrabias.

El niño mostró su descontento cuando oyó el insultante diminutivo que uso su prima.

— ¡Favor que les estoy haciendo! Ya que en primer lugar esas criadas son unas haraganas como tú.

Matsumoto hizo una exclamación de impresión mientras que llevaba una mano a su pecho, un gesto que afianzaba su expresión de fingida ofensa por el comentario.

— ¡Cómo te atreves! Después que me tomo las molestias de que recibas el día con un colorido desayuno.

El semblante de él se volvió amargo ante tal revelación. — Eso explica el desagradable sabor.

Rangiku hinchó los mofletes en claro enfado. — ¡Uy, pero que grosero! —Tomó de la mano a Momo y comenzó a tirar de ella para retomar su recorrido. No sin antes agregar audazmente: — ¡Bien! Pues quédese chiquitito por siempre.

— ¡¿QUÉ?!

La rubia al escuchar la exclamación de enojo a sus espaldas, no pudo seguir fingiendo su expresión de molestia. Empezando a reír por lo bajo, totalmente entretenida de fastidiar a su huraño primito. Mientras que Momo viró su rostro un poco para ver de reojo hacia atrás, hallando para su sorpresa que él la miraba fijamente… ¿A ella? ¿Por qué?

¿Ah?, parpadeo confundida la adolescente. Sus ojos…, se sentía incapaz de apartar su mirada de la turquesa… hasta que lo perdió de vista, volviendo a centrar su mirada al frente del camino. Aunque un tanto pensativa y extrañada. No lo entiendo… sus ojos me arrastraban ¿Por qué?, frunció el ceño, mostrando una mueca infantilmente de insatisfacción y confusión.

En verdad… no lo entiendo.

.

~ ((«».«»)) ~

.

En un amplio y lujoso despacho de la mansión estaba Ukitake que recientemente había terminado de hablar por teléfono con su mejor amigo Kyōraku. Se conocen desde niños así que se podría decir que son amigos de la infancia, unidos por ser los estudiantes más cercanos del maestro Shigekuni Yamamoto Genryūsai.

Un hombre que podrías describirlo fácilmente como "Imperturbable y como un inamovible pivote". Su maestro fue una persona sabia, estricta, respetable y… una figura prácticamente paterna durante la infancia de ambos, en especial para Kyōraku que su padre falleció durante su pre-adolescencia.

¿…Cuántos años han pasado desde aquellos días?

Treinta ocho años., Se dijo meditabundo, inmortalizando parte de su infancia y adolescencia… donde en aquel entonces todo era más sencillo. No es que se queje de haberse hecho cargo de la familia a temprana edad, cuidando de sus siete hermanos menores… pero para un joven de dieciocho años no fue un trabajo muy fácil de asimilar o… llevar en sus hombros.

…Pero eso es una larga historia con sus altos y bajos que prefiere obviar. En especial cuando tiene actualmente varios asuntos de las que debe responsabilizarse como el negocio familiar o criar adecuadamente a su sobrino que en vez de tener el alma de un niño… tiene la de un viejo por lo cascarrabias que es. Eso sin agregar lo inteligente, autosuficiente e independiente que es.

Además…, se decía en sus pensamientos recordando a la nueva huésped de la casa. La jovencita que salvó de las garras de Giselle Gewelle que tiene fama de ser sádica como el resto de los miembros de la familia Wendenreich. Si esa joven fuera sido comprada por Giselle, seguramente ella habría…

— ¡Ukitakeeeee~!

El aludido salió de sus reflexiones súbitamente ante la irrupción a su oficina, enderezándose en su asiento para ver a Rangiku entrar y a…

Alto. ¿Esa era la misma jovencita que trajo consigo a casa?

Momo ahora totalmente aseada y arreglada, poseía una imagen mucho más atractiva, adorable y… aristócrata: su cabello azabache ahora lo tenía suelto, por arriba de los hombros sin alcanzar a rozarlos y la mayor parte de su flequillo lo tenía peinado del lado derecho. Revelando que su cabellera era brillante y sedosa, además que tiene la característica de que dependiendo del grado de luminosidad del ambiente se puede ver algunos reflejos castaños o violáceos en su corta melena.; su tez era blanca casi pálida si no fuera por el imperceptible tono melocotón en ella. Insinuando a simple vista que su piel era suave al tacto.

En cuanto a su vestimenta costaba de: un sencillo vestido de un rosa pálido, mangas cortas un tanto abultadas y con un pronunciado escote más no revelaba nada escandaloso ya que debajo del vestido lleva puesto una camisa blanca de mangas largas, totalmente abotonada hasta el cuello y en él estaba anudado perfectamente un listón rosa de una tonalidad rojiza. La falda del vestido caía de manera acampanada y por arriba de las rodillas, revelando sus piernas que usaba unas pantis blancas con unas zapatillas rojas de correa al estilo Mary Jane.

— ¿Y bien, qué te parece?

Jūshirō no podía salir de su sorpresa y fascinación pero al mismo tiempo… algo no cuadraba.

Ella no se veía como una sirvienta.

La delataba su buena postura, el modo de caminar que aunque eran a pasos tímidos… no entorpecía la elegancia al hacerlo. Todo en ella gritaba nobleza y encanto. Ahora la verdadera pregunta es ¿Cómo fue a parar en una venta de esclavos?

Se levantó de su asiento y se acerco a ellas. Admirando más de cerca a la azabache que se encogió de hombros, ruborizándose al ser el repentino centro de atención. — ¡Oh~! Hicisteis un buen trabajo Matsumoto —La rubia se mostró complacida, dándole un vistazo a la adolescente y corroborando que en verdad el cambio de imagen fue radical pero con excelentes resultados. — ¿Y qué te parece a ti, te gusta?

Momo asintió tímidamente. Ukitake le sonrió para después inclinarse un poco y tomar entre sus dedos un rizo de la corta melena azabache. — Y veo que se lo cortasteis ¿Pero no crees que te excedisteis? Digo, ella se ve bien pero…

— No fui de la idea —Aclaró Rangiku, tomando por sorpresa al peliblanco como en busca de cerciorarse cruzó su mirada con la castaña. Leyendo con facilidad que ese fue el deseo de la adolescente…

Sonrió. — Entiendo —Enderezó su espalda y retomo su personalidad animosa. — ¡Bueno~! Ya es hora de almorzar, así que vayamos a comer. Espero que tengas apetito —Le dijo esto último a Momo que tan sólo se abstuvo de sonreírle modestamente.

.

~ ((«».«»)) ~

.

— ¡~Aaaaff!

Un suspiró femenino rompió con la tranquilidad y silencio de la habitación. La segunda presencia al escucharlo viró su rostro dónde provino, hallando a una despampanante mujer rubia de larga melena rebelde; acostada boca abajo cuan larga que es en el sillón y abrazando entre sus brazos un cojín donde apoyaba su mentón.

Ella usaba un vestido negro, ceñido al cuerpo que le llegaba por arriba de los tobillos, era de tirantes ligeramente gruesos sin mangas con un escote recatado pero eso no disimulaba su exuberante pechonalidad, estaba descalza pero usaba unas medias de red y como accesorio usaba unos guantes del mismo color del vestido que le llegan por arriba de la muñeca, teniendo al borde de la prenda un detalle de bordado. Además, en su cuello usaba un largo collar de perlas que caía por su escote y una gargantilla de tela de color negro que tenía un bordado similar al de los guantes más unas esmeraldas cortadas en forma de hexágono situadas en una hilera.

— ¡~Aaaaff!

La segunda presencia que había retomado su lectura, volvió a ver a la mujer… pero ahora con el ceño fruncido. Luego de transcurrir unos minutos más, ella volvió suspirar lo cual exaspero a su acompañante.

— ¡Matsumoto!

La aludida centro su mirada al lado derecho de su persona para ver a su primo sentado en un sillón individual de cuero, mirándole irritado.

— ¿Qué pasa…?

— ¿Y todavía lo preguntas? —Rezongó, pidiendo internamente paciencia. — Si no tienes nada más que hacer, ¿Puedes irte a otra parte?

— ¿Por qué?

— ¡Me desconcentras! Intento leer ¿Sabes?

— ¿Solamente por esa razón quieres que vaya a otro lado? —Preguntó aburrida, sin ganas de darle el gusto porque en primer lugar estaba muy cómoda.

El niño mostró su descontento, cerró el libro a sabiendas que su prima no le daría el gusto. — ¿Y se puede saber porqué tantos suspiros?

— ¿Está preocupado, capitán? —Cuestionó con un aire divertido y pícaro.

— No, no lo estoy. Pero es molesto escuchar tus quejidos.

Rangiku tan sólo sonrió, sin sentirse por esta vez ofendida. Sabía en el fondo que bajo esa calma, frialdad e inteligencia, su primo estaba preocupada por ella… tan sólo que él muy terco no quiere admitirlo ni demostrarlo abiertamente.

— ¿Recuerda a la chica nueva? —Él cabeceo distraídamente mientras que apoyaba elegantemente el peso de su cabeza en su mano, observando sin objetivo alguno un punto de la habitación. — Ya ha pasado varios días y ella sigue sin animarse a hablar.

— ¿No será muda? —Insinuó, restándole importancia.

Cabeceo en negativa, incorporándose del sillón al sentir que se sofocaba y… es que haber sido dotada de una buena delantera no significa que sólo tenga ventajas. También tiene sus desventajas.

— Ella le dijo a Ukitake que es capaz de hablar, incluso cuando estuvo a punto de hacerlo… —Guardo silencio, por lo que no tardo en recibir la apremiante mirada turquesa. Así que un tanto apenada, sacó juguetonamente la lengua para decir: — Yo los interrumpí sin querer…

— Típico de ti.

— ¡Oiga, yo que iba a saber! —Se excusó, haciendo un puchero infantil.

— Sí, bueno… en todo caso ¿Cuál es el problema?

— Es que… siento que ella aún no ha superado lo que sea que le haya pasado.

— Bueno… —Se levanto de su asiento, acercándose a uno de los ventanales de la habitación. Admirando a través del vidrio el cielo nocturno que de vez en cuando veía algunas nubes parpadear una luz blanca… señal que llovería. Algo muy común en principio de invierno. — Es obvio que no podrá seguir adelante… si no le pone fin aquello de lo que le atormente.

Rangiku se carcajeo, atrayendo la atención del niño que la miró molesto y a la defensiva exclamó un "¿Qué?".

—Ay capitán… aquí el desafío no es seguir adelante.

— ¿Entonces? —Cuestionó impertinente.

Ella oculto su mirada bajo su flequillo, dibujándose una débil sonrisa que tan sólo expresaba melancolía. — Momo ya está al tanto que como sobreviviente tiene que seguir con su vida —Su sonrisa se borró y su semblante se volvió lúgubre al perderse en algún recuerdo que su primo ignoraba. — Lo aterrador para ella… no es el sentir el dolor sino saber que no puedas volver a la felicidad que solías tener(1).

Él se mostró sorprendido por sus palabras, ya que tenían un significado oculto y es que parecía ser mucho más personal…

Lo sabía por ver que un aura lúgubre emanaba de su prima, a pesar que no alcanzaba verle el rostro porque su rebelde melena lo cubría. Desconociendo en esos instantes que rayos pasaba por la mente de ella o cual era su estado de ánimo.

— ¿Matsumoto?

La aludida alzó su rostro, revelando un semblante totalmente risueño y enérgico. — ¡Booo~! ¿Se preocupo por mí? —Se carcajeó ladinamente, encrespando al menor que en verdad se había preocupado. — ¡Awww! No creí que fuera tan estimada…

— ¡CLARO QUE NO! —Objeto testarudamente… aunque el ligero sonrojo en sus mejillas lo delataba.

Pero Rangiku tan sólo se rió con mayor fuerza, totalmente recreada… lo cual no tardo en provocar que el menor le lanzara un cojín desde su posición para callarla.

— Oh no, capitán. Eso sí que no… —Le decía juguetonamente amenazante, estrujando uno de los cojines del sofá. — Usted acaba de cavar su tumba, ¡Esto es guerra! —Le lanzó el cojín, siendo fácilmente esquivado por él que soltó un despectivo "Ja".

— Pues si esa es tu puntería, ya creo saber cómo acabará… ¡Ow!

Sin advertencia el peliblanco sintió como un cojín se estampo en su rostro, cuando cayó la almohada por fuerza de gravedad. Revelo que su nariz estaba tiernamente enrojecida y su cabello se había despeinado.

— ¡Yuju~! Rangiku uno. Mini-ogro cero —Celebró arrogante. — ¿Decía usted…?

— ¡Grrrr! ¡Ya verás…! —Tomo otro cojín, preparándose para lanzárselo al igual que su prima que se levanto de su asiento para ocultarse detrás de uno de los sillones. — ¡Esto es guerra!

…Y eventualmente ambos entraron en una guerra de almohadas donde acabo como vencedor el astuto niño. Sin embargo, la verdadera vencedora fue Matsumoto ya que sacar el "niño interior" de Tōshirō… y que disfrute de su edad más tierna, no es tarea fácil.

Él siempre actúa controlado y como un adulto lo cual exaspera a Rangiku porque en parte entiende que esa actitud se deba que su primo no ha tenido una vida sencilla como algunos supones.

Jamás pudo conocer a sus padres, ya que fallecieron en un trágico accidente.

Es discriminado por los demás debido a su apariencia, por lo que no tiene una vida social estable. Ya que él se niega a estudiar fuera de casa, por lo que recibe sus enseñanzas por algunos profesores de confianza de Ukitake y el mismo Ukitake.

…Y vive con el constante estrés de perder a los únicos familiares que le quedan que son su Tío Jūshirō más su persona.

En otras palabras, Tōshirō es un niño que ha cargado con una profunda soledad… llegando al punto de que se ha resignado al rechazo de los demás, manifestándolo en su comportamiento malcriado y autosuficiente…

Un mecanismo de defensa.

Algo lógico ya que… antes de que lo alejen y lo rechace ¿Por qué no hacerlo primero?

Era mejor, más fácil y eficaz. Pero tenía el efecto contraproducente de tan sólo aumentar el dolor, confusión y soledad de su alma.

…Siendo la prueba de ello que él ya ni sepa como sonreír o expresar sus sentimientos apropiadamente.

Pero…

Si tan sólo existiese alguien que lo aceptase.

De seguro…

Esa persona podrá sanar su dolor.

[*]

[*]

[*]


FIN DEL CAPÍTULO 1.


****Aclaraciones del Capítulo:

(1) Lo aterrador para ella… no es el sentir el dolor sino saber que no puedas volver a la felicidad que solías tener. No sé si me dé a explicar en esta parte pero por precaución, aclaró:

En primer lugar, me inspiré de la frase citada en la caratula del Volumen 46 del manga de BLEACH (Qué contienen desde el capítulo 396 al 404). Donde aparece en la caratula Matsumoto y citó: "No es aterrador conocer el dolor. Aterrador es saber que no puedes regresar a la felicidad que solías tener". Yo por mi parte, lo modifique un poco y quise referirme a que Rangiku le manifiesta a Hitsugaya que el verdadero temor de Momo es no volver a experimentar la felicidad e incluso hasta olvidar dicho sentimiento.

¿La solución a ese temor? Bueno… eso lo sabrán más adelante.


Nota de ChibiFjola: Sé que ni debería estar subiendo otra historia de HitsuHina, cuando ni siquiera he actualizado las otras... pero es que está historia me tiene enganchada. No se me quitaba de la mente por lo que decidí subirla, espero que les guste y comenten muuucho...!

Recuerden lectores la ecuación:

Escritor(a) Contento(a) = Actualizaciones rápidas.

¿Muy sencilla, no? xD.

Sobre los que están esperando las actualizaciones de las otras historias HitsuHina, no se preocupen, la próxima vez lo haré. Me he tardado ya que tengo unos contratiempos de creatividad pero nada grave.