Disclaimer: Los personajes no son míos... pero la trama si es mía, aunque esta historia esta hecha sin fines de lucro
¿Qué les puedo decir?... La imaginación... tenía que escribirlo, si no la inspiración se iba, y pues... la idea era interesante... claro, no será un fic corto, así que...
¡Espero que les guste!
La princesa del castillo de oro
Cap. 1
- ¡Señor! – gritó un anciano
- ¿Qué pasa Mioga? – pregunta el joven rey y capitán de la embarcación a su vasallo
- ¡Ahí está la isla! – le dice dándole su catalejo para que pudiera ver a la lejanía un gran pedazo de Tierra cubierta por palmeras y árboles frutales con una gran montaña, y en la cima se hacía visible un castillo dorado… hecho enteramente de oro
"Por fin llegamos… Serás mía… Kagome de Aragón" pensó el capitán
Era el año 1854, En un pequeño pueblo, más bien, reino, un rey llamado Inu no Taisho de Coventree se encontraba pensativo, su hora de muerte estaba cerca, su fallecida esposa no le podría ayudar a encontrar una solución sobre como dejar a su pequeño hijo, Inuyasha, de tan solo 10 años. Nadie se podía hacer cargo de él, a menos que sea su fiel sirviente Mioga. Aquel hombre desde que tuvo conciencia lo acompañó, a pesar de su avanzada edad de 90 años seguía más sano que él que tenía unos 64 años y ya se retorcía en su lecho.
- ¡Mioga! – lo llamó. Entre ellos había confianza, tantas guerras, algunas matanzas, pero su fiel sirviente siempre estuvo a su lado, apoyándolo en lo que necesitara, no como otros que quisieron embaucarlo.
- Si mi señor – el viejito caminaba de lo más normal, era aún un joven según él como para estar pensando en enfermedades y andar con bastones.
- Quiero que instruyas a mi hijo en todo lo que se refiere a mi reino, no quiero que toque nada de mi tesoro hasta que sea mayor de edad y tenga un corazón tan noble como el tuyo o el mío.
- No diga esas cosas señor, usted ha sido el rey más justo que hemos tenido en años, no se preocupe, yo le enseñaré todo lo que necesita saber – lo tranquiliza el señor bajito y algo rechoncho, de cabello blanco, pero no se asemejaba al plateado brillante de su amo y señor
- Muy bien, enséñale todos los aposentos en este castillo para que lo conozca mejor, pero no te olvides, no le muestres la habitación en donde se encuentra el retrato maldito, ¿de acuerdo?
- Como usted diga señor - prometió
Con ese último mandato, el distinguido y sociable señor se fue derechito al cielo, a donde van los que caminaron derechito por la tierra.
Después del entierro del rey al que acudieron todos los habitantes de aquel reino, el fiel Mioga, acompañó al joven Inuyasha a todas sus clases, las de etiqueta, invasión, geografía, ajedrez, manejo de armas, minué, danza, etc. Le enseño -tal y como dijo el difunto rey- todas las habitaciones existentes en aquel castillo, menos aquel en donde estaba aquel cuadro.
Inuyasha creció siendo como su padre, siendo un gran rey y gobernante. Pero había un problema, durante los 9 años más de estancia con el viejo Mioga desde que su padre murió, se dio cuenta que él pasaba al lado de una puerta que nunca se abría, ni por él, ni por otro sirviente, así que se decidió enfrentarlo, quería saber qué era lo que ahí escondían.
- ¡Mioga! – llamó el rey Inuyasha de Coventree
- ¿Qué pasó amo Inuyasha? – preguntó el anciano al verlo parado al frente de la puerta marrón de tamaño mediano.
- Quiero que abras esa puerta inmediatamente – ordenó
- Disculpe señor Inuyasha, pero le prometí al gran Inu no Taisho que no le mostraría ese lugar por nada del mundo – le reveló el anciano
- Yo soy el rey ahora y te lo estoy ordenando, además, me voy a quedar aquí parado hasta que esa puerta se abra y no me importa que me vuelva viejo y mis huesos estén en descomposición, yo no me muevo de aquí – respondió, al parecer se encaprichó con abrir ese pedazo de madera forjada
- Esta bien señor, pero recuerde que es mi responsabilidad su bienestar, así que por favor, mantenga la compostura después de ver lo que hay allí – le advirtió
- Bien, bien, ábrela de una buena vez – dijo impaciente
El viejo Mioga decidió no resistirse más y sacó el manojo de llaves con un profundo suspiro, esperando que no le pase nada a su señor al ver la pintura que se hallaba allí.
La puerta por fin se abrió y Mioga trató de ocultar el cuadro con su cuerpo, pero fue en vano, el joven rey vio allí el retrato de una mujer muy hermosa con un cabello color negro azabache lacio con ondas en las puntas y un vestido rojo que se acentuaba a su escultural cuerpo. Sus ojos chocolate eran expresivos y los labios rojos y carnosos daban el impulso de besarla aunque fuera una simple pintura, todo alrededor de aquella muchacha era de oro, hasta el marco de la pintura.
El rey cayó desmayado, no podía creer lo que había visto allí, aquella mujer era una visión, el retrato mismo parecía tener vida
El viejo Mioga se asustó cuando vio a su rey en el piso, pensó que se iba a morir cuando lo vio allí tirado, inmediatamente lo llevó a sus aposentos, le dio un poco de vino y este volvió en sí
- Tranquilícese señor – dijo al ver al joven Inuyasha despertar de golpe y sentándose de la misma manera
- Dime Mioga, ¿quién es esa bella joven? – preguntó Inuyasha
- Ella es Kagome de Aragón, la princesa del castillo de oro – le reveló con tranquilidad – su padre no quería que le revelase su existencia, porque ya sabía que habría una gran posibilidad de que se encaprichase con ella
- No te preocupes Mioga, lo que me acaba de suceder fue amor a primera vista – respondió con sinceridad – yo nunca tendría a alguien a mi lado por esas absurdas razones
- Pero es difícil conquistar a esa señorita – dice con algo de miedo
- ¿Por qué Mioga? – pregunta algo confundido, siempre le consiguen mujeres para que él las tome por esposa, pero el gran Inuyasha se mantiene firme ante su negativa, hasta que encuentre a la que de verdad se mereciera ese lugar, pero ahora que la encontró, tiene que renunciar a ella, aunque nunca la haya conocido en persona
- Ese cuadro es maldito, o mejor dicho la chica ahí está maldita. Hace mucho tiempo, una bruja llamada Irasue, la hechizó, impidiendo que ella creciera y que no pudiera salir de aquel castillo en el que actualmente habita, ya que si ella no vive entre el oro se muere.
- ¿Por qué?
- Ella era algo codiciosa, esa bruja quiso averiguar a cuanto llegaba aquel sentimiento por el dinero. Le ofreció montones de oro, a cambio de entregar a sus padres. Ella los entregó y la bruja cumplió su prometido, le dio los montones de oro, pero antes de ello la llevó a una isla en medio del océano Atlántico. Allí le obsequió algunos sirvientes y un castillo de oro, muebles de oro, todo del mismo material, hasta varios de sus vestidos eran de oro. Pero ella no quería eso, quería estar en su reino –claro con sus riquezas- y con los habitantes de aquel lugar, pero que podía hacer, hizo un trato con esa bruja. Quiso idear una forma de atraer a alguien que la pueda salvar de aquello, y le pidió a una de sus sirvientas que la pintaran. Luego, aquellos dibujos los colocó en unos pequeños botecitos y estos llegaron a diferentes lugares. Uno de ellos llegó hasta aquí, lo encontró su padre a la edad de 25 años. Gracias a Dios, llegó a sus oídos que Aldebor del Valle un gran aventurero, encontró otra de las pinturas y se encaminó hacia ese lugar, pero al pisar el suelo del castillo, inmediatamente este se volvió de oro, como una estatua. Por ello este cuadro lo conservaron aquí para que usted no la pudiera ver y no pudiera sucumbir a sus encantos, claro, a tu padre no le pasó nada porque tenía a tu madre, la señora Isayoi Greethall y la amaba mucho.
- Con esa historia, me dieron más ganas de verla, conocerla en persona – dijo animado el rey
- ¡Pero señor, se convertirá en oro con solo pisar la entrada! – trató de persuadirlo
- Averiguaré una forma de verla sin tener que entrar y ella sin que tener que salir – pensó por un momento – Mioga, alista un barco para llegar hasta allí…
- Si usted así lo pide, lo haré, aunque no estoy seguro de lo que va a hacer… aun así, iré con usted para salvaguardar su vida mi señor
- Si lo quieres así, puedes hacer maletas, iremos a por Kagome de Aragón.
Así es como llegamos al principio de la historia. El joven Inuyasha de Coventree se embarcó hacia su destino… el próximo amor de su vida, una vez que Mioga localizó la isla, le informó a Inuyasha sobre la llegada a este.
Encallaron su barco entre una parte rocosa de la isla que quedaba de espaldas al castillo de oro.
La construcción era realmente sorprendente. Tal y como le había dicho Mioga, este era de oro puro, con algunos tallados antiguos. Parecía uno de esos castillos sacados de los cuentos de hadas que le leía algunas veces su madre cuando estaba vivita y coleando. Por fuera tenía detalles que parecían tallados a mano en los muros. Los marcos de las ventanas que allí había, eran de oro, labrados en forma de cadeneta, lo que le daba un estilo algo moderno para la época. Pero en vez de tener cortinas doradas, las tenían blancas, y en la cima de aquel palacio, una bandera con el símbolo del lugar al que pertenecía la princesa que yacía ahí.
- Bueno Mioga, solo me queda ir hacia mi futuro
- Señor aún estamos a tiempo para dar un paso atrás e irnos de este lugar antes de que usted también caiga en la trampa y se convierta en oro- trató de nuevo de persuadirlo de su decisión
No se percató de que su amo y señor se encontraba a varios metros de él, se había ido corriendo ya que no quería escuchar la perorata que su fiel sirviente estaría dispuesto a darle. Pero no era justo, todos querían verlo feliz, y la única manera de serlo, -según él- sería casándose con aquella hermosa joven.
De tanto acordarse de aquella nívea piel que mantenía la chica en aquel retrato, se tropezó con las raíces de un árbol, y calló inconsciente al piso, luego de darse un gran golpe contra uno del troco del mismo.
Les gusto? Sí? No?
Díganmelo con un review, así sabré si quieren que continue
BYE
By: valeaome
