ESTA ES UNA HISTORIA MUY BUENA QUE LEI UN DIA ES UNA ADAPTACION DE LA HISTORIA DE PENNY JORDAN CON LOS PERSONAJES DE STEPHANIE MEYER POR LO QUE NADA ES MIO SOLO LA PASION POR LEER NOS VEMOS
ESTO ES UNA PEQUEÑA RESEÑA DE LA HISTORIA:
Título de la novela: El Deseo No Muere (1987)
Título Original: Desire never change (1986)
Editorial: Harlequin Ibérica
Sello / Colección: Bianca 287
Género: Contemporáneo
ESTA HISTORIA TIENE LENGUAJE ADULTO EN ALGUNOS CASOS ABSTENERSE DE LEER A LAS PERSONAS SENCIBLES
Protagonistas: Edward Cullen y Isabella Swan
Argumento:
A pesar del tiempo transcurrido, Bella no podía olvidar la
humillación de que había sido objeto cinco años atrás,
cuando Edward Cullen la había rechazado.
Había transcurrido mucho tiempo, pero las heridas no
estaban curadas por completo. Ella no amaba a Edward,
pero el recuerdo de su rechazo la había convertido en una
persona triste y amargada... El odio era el único
sentimiento que podía albergar su corazón.
Penny Jordan – El Deseo No Muere
Capítulo 1
—Bella... ¿Estás segura de que estarás bien?—¡Oh, papá! ¡Claro que sí!
Un ligero rubor se extendió por la piel de Bella. Una piel fina y blanca que contrastaba con su larga cabellera color Chocolate. Sus ojos eran de tono usualmente chocolate, pero cambiaban de color de acuerdo con su estado de ánimo. En ese instante, sus ojos tenían tonalidades violetas, indicando la impaciencia de la joven por su padre. Ella trataba de darle confianza y él se preocupaba por su bienestar. Bella había vuelto de Escocia apenas hacía tres meses y se daba cuenta de que su padre estaba desconcertado por su transformación. Bella había dejado de ser una muchacha y se mostraba como una espléndida mujer de rara y exótica belleza.
Su padre se mostró preocupado cuando Bella le anunció que ella y Jacob deseaban comprometerse; argumentó que ella apenas si tenía dieciocho años de edad y que aún no sabía nada de la vida. Bella
respondió, a su vez, que su propia madre la había dado a luz a los diecinueve años, y la cara de su padre se ensombreció cuando ella mencionó ese hecho. Hacía diez años de la muerte de su madre y del pequeño que debió nacer. Pero Sir Charles Swan no había intentado casarse otra vez.
Cuando contrajo matrimonio con Rene Dwayer, no era sino un pobre terrateniente de las tierras altas de Escocia. Ahora era un rico negociante de enorme prestigio. Era el propietario de la Dwayer Oil Company llamada así en honor de la madre de Bella, que explotaba grandes yacimientos petroleros en el Mar del Norte. Por otra parte, Sir Charles nunca lo mencionaba, pero vigilaba celosamente el porvenir de Bella, su única hija.
Sir Charles no pudo reprimir un hondo suspiro al contemplar a Bella.
Hacía seis semanas, en Navidad, él tuvo que marcharse al Medio Oriente por negocios. Bella tuvo que pasar la temporada con la familia de una amiga de la escuela en Jersey. Allí, conoció a Jacob Black, con quien salía a menudo y del que acabó enamorándose. Por su parte, Sir Charles y su posible yerno no se conocían aún. Jacob trabajaba en negocios hoteleros y tenía algo que atender en Jersey, pero él y Bella habían vuelto a reunirse durante la Semana Santa y, como resultado de ese encuentro, ella había vuelto a casa llevando orgullosa un anillo de compromiso.
La joven hubiera querido casarse cuanto antes, pero su padre había impuesto como condición que ella cumpliera los diecinueve años de edad.
Los dos sabían que eso era sólo para poner a prueba la veracidad de su amor. Bella condescendió porque estaba segura de su amor por Jacob,y de ser correspondida. Pero también sabía que su padre no aprobaba su compromiso, él olvidaba lo que era tener dieciocho años y estar enamorada. Para Bella no existía otro presente ni otro futuro que no fuera Jacob.
Antes de conocer a Jacob, ella era sólo una adolescente embebida en los estudios. Sólo había conocido a alguno que otro muchacho a través de sus amigas y compañeras de escuela. Jacob era tan distinto a todo lo que Bella sabía de los hombres, que la joven estaba sorprendida de que a sus veinticuatro años de edad él supiera tanto de tantas cosas. Sobre todo, cómo hacerla vibrar de ternura con sus caricias y sus besos. No habían hecho el amor aún. Ambos esperarían hasta estar formalmente casados. Mas a pesar de la comprensión mutua ella anhelaba con pasión sentirse plenamente en sus brazos.
Para poder casarse, faltaban aún nueve meses, y corrían el riesgo de que Jacob fuera trasladado fuera de Jersey por la empresa. Desde que se habían conocido, él siempre le había hablado de sus planes. Jacob quería tener su propio hotel de lujo, a ser posible en el Caribe. Algo así como un nuevo Edén. Aunque claro, Jacob reconocía abiertamente que ello le llevaría años de trabajo duro y constante. No importaba. Bella le escuchaba siempre fascinada por el matiz de madurez que él imprimía a su vida. Le hacía sentirse adulta y lista para vivir. Mientras tanto, Jacob ya llevaba trabajando en los hoteles de la compañía bastante tiempo. En Jersey llevaba ya casi dos años. Y él esperaba con justicia una pronta promoción.
—Imagínatelo tan sólo. Comenzaríamos vida de casados en Barbados.
Jacob le comentaba eso como una esperanza, pero también como algo posible. Bella lo escuchaba gozosa, mas después, al reflexionar, había sentido preocupación y pena porque el vivir en Barbados la separaría totalmente de su padre a quien apenas si estaba comenzando a conocer.
Y aún más, al regresar a casa, lo primero que le había dicho su padre fue que quería que trabajara con él como su secretaria de relaciones públicas.
Los negocios de su padre le imponían el viajar constantemente. Bella podría ayudarlo. De hecho, no sólo tenía el talento necesario, sino que eso era lo que él esperaba de ella. Mientras tanto, la joven vivía con su padre en la residencia de Aberdeen, su hogar, al lado del ama de llaves, la señora Clearwather, a quien Bella estimaba sinceramente.
—Bien, apenas tengo tiempo para coger el avión— musitó Bella a su padre—. Es mejor que me marche y... papá, no te preocupes. Ten la seguridad de que jacob y yo nos amamos. Todo saldrá bien.
Se abrazaron y ella besó su rostro con ternura.
Sir Charles trató de sonreír para darle confianza a su hija. El hombre se preguntaba cuál sería la reacción de la joven si se enterara de que había mandado que hicieran una investigación sobre su prometido. Las pesquisas no arrojaron nada escabroso o siniestro de Jacob Black. Él no tenía más que su salario. Pero en el pasado de Sir Charles Swan también había habido momentos semejantes. Sobre todo al inicio de su matrimonio. Ahora, el hombre se podría dar el lujo de sostener a una docena de yernos para su hija, su única heredera. Sir Charles, meditabundo, se acercó a la barra del aeropuerto para mirar a la muchacha ascender al avión a lo lejos. Se podría decir, por su porte, que había mucho de celta en ella y, a la vez mucho de los Swan, una
especie de aura mística capaz de soportar cualquier prueba de carácter.
Quizás eso era lo mejor de ella, su sentido de la determinación y del valor.
Por ello, su padre sabía muy bien que no podría detenerla ni hacerla cambiar de opinión.
Ya instalada en el avión, Bella trató de pensar en Jacob y no en los presentimientos sombríos de su propio padre. Pero la mente de la joven se dirigió hacia el porvenir. Jacob se mortificaría al saber que no podría casarse de inmediato como lo tenían planeado. Pero ella estaba disgustada también. Jacob la convenció de que urgiera a su padre a cambiar de opinión, pero ambos habían presentido que eso no sería posible. Una de las facetas de la personalidad de Jacob que más estimaba Bella, era su comprensión.
—Es natural que tu padre recele de mí. Lo normal es que trate de
conservarte a su lado— le había dicho Jacob con una sonrisa de
condescendencia—. En ese sentido, puedo ser generoso con tu padre. Él tiene que dejarte ir y yo te tendré para toda la vida.
Oh, el bienamado y generoso Jacob. Bella cerró los ojos y se reclinó en el asiento tratando de visualizarlo en su mente. Lo veía sonreír con su pelo rizado y su cuerpo musculoso. No era tan alto como su padre, pero era mucho más fuerte físicamente.
—El problema contigo es que nunca haces lo suficiente por ti misma.
Siempre colocas a alguien delante de ti— le dijo Alice, su amiga íntima,cuando se dio cuenta de que Bella titubeaba ante la proposición de compromiso de Jacob, después de que ella los presentara.
Tal vez era verdad. Pero lo cierto era que Bella estaba aún demasiado indecisa por la influencia que Jacob tenía sobre ella. Él era el primer hombre que había conocido. Le hubiera gustado en ese momento poseer la seguridad y la confianza en sí misma que comunicaba Jessica Stanley, la recepcionista del hotel que llevaba Jacob en Jersey. Jessica era alta y rubia, sofisticada y elegante, con el tipo de figura que hace que los hombres se encandilen mirándola. Bella presentía que Jessica la despreciaba, pero no sabía por qué. Cuando se lo confesó a Jacob con timidez, él rió.
—Jessica es una mujer, Bella. A ella sólo le interesan los hombres. Está celosa de ti y de tu juventud.
¡Claro! Una devoradora de hombres, tal y como la había descrito Lauren.
Pero era la primera vez que se sentía rechazada.
El vuelo a Jersey fue breve. Bella bajó del avión envuelta en el nuevo brillo del sol de julio. Esperaba encontrar a Jacob, pero no había señales de él. La joven recogió su equipaje y fue a coger un taxi, pero justo en el instante de salir del aeropuerto, un coche deportivo se acercó velozmente haciendo chirriar las llantas.
Jessica Stanley descendió del automóvil segura de sí misma, vestida con pantalones cortos y una blusa más que reveladora. Bella sintió que se hundía. Jessica venía a buscarla sin duda, y al parecer tenía prisa.
—Hola, Bella; vine a buscarte porque Jacob me lo pidió. Pero no hay maleteros cerca de aquí, así que tendrás que llevar tu equipaje tú misma.
Yo ya he hecho mi parte. ¿Un nuevo guardarropa para sorprender a
Jacob? ¿Es que no te han dicho que lo único que necesitas para
comprometer a un hombre es lo que la naturaleza te dio?
Bueno, aunque en tu caso creo que la naturaleza fue algo mezquina. La intensa mirada azul de Jessica recorrió el cuerpo de Bella como si observara un animal. Ella no dijo nada pero estaba furiosa. Cogió el equipaje con firmeza y comenzó a caminar con él hacia el coche, Jessica la siguió con una sonrisa burlona.
El viaje al hotel fue incómodo. Bella estaba molesta porque Jacob había enviado a Jessica a sabiendas de que ellas no congeniaban en sentido alguno. El camino no era apto para conducir a alta velocidad. Era demasiado estrecho e inseguro. Pero Jessica insistió en conducir por encima del límite de velocidad. A cada momento, Bella tenía que aferrarse al asiento cuando Jessica tomaba velozmente una curva.
Anhelaba ya divisar el Hotel Hermitage y su playa privada.
—No me digas que estás asustada— le expresó Jessica con sarcasmo—.
Pobre de ti, niña; ¿cómo vas a poder retener a Jacob si te asustas con un poco de peligro?
Bella no respondió. Estaba demasiado furiosa como para poder
dominarse y decir algo sensato.
«Nunca hables al calor de las emociones y menos de la ira», recordó las palabras de su padre. «Es algo común en los Swan el ser temperamentales. Y ya en el pasado nuestro clan ha tenido que pagar caro el haberse dejado llevar por sus emociones en lugar de reflexionar. Siempre que te enfades, cuenta hasta diez y procura meditar cómo vas a reaccionar y qué es lo que vas a responder».
Era un buen consejo. Bella trataba de seguirlo, y ahora, en lugar de prestar atención a los desafíos iracundos de una mujer celosa, trató de concentrarse en Jacob, negándole a Jessica la oportunidad de regocijarse al saber que su conducta la impresionaba.
El aparcamiento del hotel estaba lleno, señal de que el negocio marchaba bien. Bella bajó del coche y se dirigió a la puerta principal mirando alrededor al penetrar en recinto. La isla de Jersey era pequeña y el Hotel Hermitage era el más prestigioso allí, a pesar de que era pequeño.
Pero había varias hectáreas de terreno alrededor, además de tres playas privadas. En Semana Santa, Jacob le comentó que, de ser suyo el negocio, él utilizaría las tierras alrededor para construir bungalows de lujo semejantes a los usados en el Caribe. Bella aplaudió la idea.
Jessica y ella estaban ahora en el área de las piscinas. Alrededor, no se escuchaban sino risas, gritos y el ruido de los movimientos del agua.
—Aquí está la llave de tu habitación— le anunció Jessica sin mayor cortesía
—. No tienes que hacer trámites en la recepción. Ya lo hice yo por indicaciones de Jacob. Mandaré a alguien a llevar tus cosas.
Bella no respondió, pero estaba segura de que su equipaje no llegaría a su cuarto hasta que Jessica lo decidiera. Entonces fue a la recepción y anunció a Jessica que se registraría como huésped. El hotel era caro, pero su padre le había dado suficiente dinero. Y todavía le quedaba suficiente como para pagar la habitación y no meter a Jacob en problemas. Esto invirtió los papeles y modificó la actitud de Jessica. La joven debía ser tratada ahora por la mujer como una huésped ante una empleada, y no como una persona non grata. Bella indicó al maletero que trajera su equipaje y dijo con firmeza a Jessica:
—Dígame por favor, dónde puedo encontrar a Jacob. Necesito hacerle saber que ya estoy aquí.
Jessica notó el cambio de actitud y respondió fríamente, con las reservas de quien ya ha sido advertida.
—Debe estar en su hora de descanso; los huéspedes no tienen acceso a las oficinas. Déjame tu recado y yo haré qué se lo den apenas esté él disponible.
Bella comprendió que no podía argumentar ante una mujer demente por los celos. No contestó y cogiendo su llave, se dirigió a su habitación.
Había mucha gente esperando el ascensor. Entre todos, destacaba un hombre alto, musculoso y bronceado, enfundado en un traje de baño que antes fue de un tono azul y que ahora, por la exposición al sol y al agua, era de color gris. Bella no pudo menos de sonrojarse al notar que un enorme manto de vello oscuro cubría el pecho y los brazos del hombre; tenía un tipo muy sensual.
Ya dentro del ascensor, ella y el hombre quedaron muy cerca y apretados. Bella se estremeció al sentirse físicamente inferior a la masculinidad del desconocido. Sin embargo, le pareció que él estaba algo melancólico. Si ella no lo hubiera mirado, él no se habría percatado de su existencia. Bella se sintió defraudada por su escaso atractivo ante la indolencia del hombre.
La joven supo en ese momento, sin embargo, que éste era el tipo de hombres que posee ese sexto sentido que le indica con precisión cuándo y cómo le requiere sexualmente una mujer. Bella imaginó que Jessica se sentiría fascinada con tal espécimen. Es decir, el macho dominante.
El ascensor se detuvo y la puerta se abrió en el piso de la habitación de Bella. La joven sintió alivio al separarse de la imponencia del hombre y de la atmósfera de tentación sexual que lo rodeaba. No tuvo necesidad de volver la vista para darse cuenta de que el hombre iba detrás de ella por el estrecho corredor. Bella encontró su habitación y trató de introducir la llave para abrir la puerta, pero temblorosa, dejó caer el llavero, sumergida en una especie de sopor. De repente, sintió los dedos del hombre recorrer su cabellera y buscar el punto sensible de excitación detrás de su oído. La joven se volvió a mirarlo y sus ojos se tornaron de un color violeta oscuro.
El hombre la atrajo hacia sí y sus labios comenzaron a explorar la curva de su boca. Bella sintió que la tensión se convertía en deseo, en una intensa necesidad. Sin embargo, se repuso y alcanzó a expresar con voz temblorosa:
¿Qué... qué es lo que se supone que está usted haciendo?
— Sólo me aseguro de si tienes agua en los oídos— dijo él mascullando la respuesta—.
No sé quién es el torpe que te deja andar sola por aquí pequeña, pero estoy seguro de que no debes preocuparte.
Para alivio de Bella, el hombre deshizo el abrazo y dejó sus oídos en paz. Se sentía encendida de deseo. De inmediato, se volvió y abrió su cuarto cerrando la puerta tras de sí con seguro, y entonces trató de relajarse, tendiéndose en la cama y dejando escapar el temblor. ¡Había podido ser violada en ese momento! Jacob se había sorprendido cuando ella le dijo que era virgen, porque le admiraba tal hecho a su edad.
Afirmaba que el sexo se disfrutaba más cuando se tenía como compañera a alguien con experiencia. Pero cuando él notó que Bella no estaba de acuerdo, la abrazó con ternura y la acarició de tal forma que hizo desaparecer sus preocupaciones. Sin embargo, la incertidumbre acerca de su propio potencial sexual quedó latente allí dentro de Bella. Siempre pensó que su esposo tomaría su virginidad como un tesoro, como un regalo muy especial. Y no como Jacob, que consideraba esa circunstancia como una molestia.
Ahora, en la soledad de su dormitorio, las dudas comenzaban a
obsesionarla, ¡Incluso cualquier extraño podía notar que ella carecía de toda experiencia! «Agua detrás de los oídos», le había dicho él con sarcasmo. Y en ese momento, por alguna extraña razón, en todo lo que podía concentrarse Bella era en la mirada fascinante de color verde jade del extraño, en su rostro afilado y atractivo, en su cabellera color cobre, espesa y rebelde. Por alguna rara circunstancia, Bella encontraba mucho más atractivo y masculino al extraño que a Jacob. Y sabía que el
fundamento de esa atracción era la sexualidad.
Bella comenzó a suspirar y prefirió incorporarse del lecho y comenzar a caminar por la habitación para despejar su mente. Se asomó a la ventana y observó los jardines del hotel y, más allá, el tono casi turquesa del mar. Era un perfecto día de verano en Inglaterra, en la singular isla de Jersey.
Se sentía nerviosa aún, cogió el auricular del teléfono y pidió al servicio una taza de té, preguntándose cuándo iba a llegar su equipaje. Cuando el té llegó y su equipaje no, Bella decidió llamar a la recepción. Se alegró al oír que no era Jessica quien contestaba. No deseaba volver a hablar con ella. La joven que la suplía era mucho más cortés y prometió que mandaría su equipaje de inmediato. Bella entonces preguntó si podría hablar de alguna manera con Jacob.
—No estoy segura, señorita— le dijo la joven—. El señor Black debe estar muy ocupado en su oficina en este momento.
Al colgar el auricular, recordó que Jacob le había prometido tomar unas vacaciones y aprovechar su estancia en el hotel para conversar y hacer planes. Bella, de repente, deseó que estuviera allí ya. Quería ser abrazada, acariciada y besada; que todos sus temores y preocupaciones se esfumaran para siempre; olvidar la intensa sensación de masculinidad agresiva del extraño de fascinantes ojos. Deseaba volver a ser la Bella que había planeado ser durante su estancia allí.
Cuando por fin llegó su equipaje, Bella se dedicó a deshacerlo con cuidado. Luego se desvistió y se duchó. Eligió una falda color verde limón y una blusa entallada en tono blanco para vestir. De repente, no supo si esperar a Jacob encerrada en el dormitorio o arriesgarse a salir a convivir con los otros huéspedes y... toparse acaso con el extraño otra vez. Mientras lo pensaba decidió tomar otra taza de té. Alguien llamó a la
puerta.
—Soy yo querida—oyó la voz familiar de Jacob.
Bella corrió hacia la puerta, la abrió y se arrojó encima de Jacob con los brazos abiertos.
—¡Jacob! ¡Oh Jacob!
—Sí, querida; soy yo. Jacob— exclamó él riendo—. Pero déjame entrar antes de que alguien me vea. Se supone que debo estar trabajando, ¿sabes?
—Oh, Jacob, esperaba verte en el aeropuerto.
Estaban ya dentro del dormitorio, pero él no hizo intento alguno por abrazarla o besarla.
—¡Vamos, querida, no te lamentes!
De repente, Bella se sintió infeliz y comenzó a llorar como un bebé. Él notó su desesperación y, con impaciencia, se acercó a consolarla.
—Querida, perdóname, soy un tonto, pero comprende, estoy muy ocupado, trabajo horas extras y estoy casi exhausto. Debí trabajar más para ganarme unos días de descanso y estar contigo.
Bella reprimió el deseo de decirle a la cara que casi había sido violada por un extraño, pero que se sintió fascinada ante tal hecho; extrañaba a un hombre a quien jamás había visto, porque en pocos minutos la había hecho más feliz que Jacob. Él la atrajo hacía sí y comenzó a besarla y acariciarla, pero la joven, extrañamente, se sentía distante y lejana.
¡Claro! él estaba cansado y prefería este tipo de caricias fugaces y bobas a tratar de hacerle el amor en ese instante. De una forma traicionera que le sorprendió a ella misma, Bella comenzó a pensar en aquel hombre con tal intensidad que pronto empezó a imaginar que el extraño era Jacob.
Se sentía firme y segura, adulta y madura, se sentía mujer.
—Oh, está bien, querida, creo que...—dijo él con suavidad, separándose de ella—. Tal vez sea mejor que descanses y que hablemos a la hora de la cena.
—¿Hasta la cena? ¿Estás seguro?
—¡Oh no! ¡Qué torpe soy! Lo siento querida, no podremos cenar juntos hoy. Tengo que cenar con el dueño del negocio. Lo mejor será que trates de divertirte, te acuestes temprano. Mañana haremos planes...
Jacob la besó en la frente y se retiró, cerrando la puerta de la
habitación. Bella quedó atónita. ¿Qué hacer? Era aún temprano. Decidió salir y dar un paseo para meditar. Ya eran demasiadas emociones para un rato tan breve, y quería cualquier cosa menos estar allí, encerrada y obsesionada con pensamientos infantiles.
Al bajar, advirtió que el hotel ya estaba semi desierto. Todo el mundo estaba cenando. En la piscina, sólo encontró a un hombre que nadaba con decisión y vigor. A la distancia, Bella lo reconoció. Era el extraño. Rápidamente decidió tratar de pasar inadvertida y cruzó el área con rapidez y sigilo. En un par de minutos, se halló en los jardines del hotel, fuera del alcance del desconocido. No podría resistir un segundo intento de seducción ese día.
Mientras caminaba con parsimonia, Bella comenzó a pensar en Jacob y en lo insatisfactorio de su encuentro de esa tarde. Estaba confundida. Sentía una urgencia semejante a la pasión que experimentara en la Semana Santa con Jacob. Pero no encontraba explicación suficiente para admitir el autocontrol de él. Ella estaba ansiosa. Quería casarse con él en ese momento y no nueve meses después. Le rebelaba y enardecía la idea. Para su padre, era muy fácil entender que ellos tendrían toda la vida por delante. Pero el sentimiento íntimo de deseo hacía que los siguientes nueve meses le parecieran una eternidad. Sabía también que, después de estas vacaciones, no vería a Jacob hasta la siguiente Navidad. Él le había prometido pedir unas vacaciones e ir a Aberdeen por un mes. A la joven le inquietaba ya la reunión de los dos hombres más importantes en su vida; esperaba que congeniaran sin mayores preámbulos.
Estaba segura que Jacob iría predispuesto a hacer lo imposible para ganarse el afecto de Sir Charles. A pesar de que su padre imponía la espera, Jacob no estaba disgustado con él. No había protestado en lo más mínimo. Jacob admitía comprender el punto de vista de su padre.
Sin embargo, se daba cuenta de que su padre no delataba entusiasmo alguno por su compromiso o por su boda. Además, Bella vislumbraba cierta tensión en el tono de voz de Sir Charles cuando mencionaba a Jacob.
La joven paseó y meditó por espacio de una hora. El crepúsculo bello y vivido de Jersey le hizo recordar que la isla se encontraba muy al sur de Aberdeen. Allá, en su hogar, las noches seguían iluminadas un rato más durante todo el verano e incluso buena parte del otoño.
Al entrar en el recibidor, se topó de frente con Jessica, acompañada por un hombre conocido. Era el extraño, que llevaba un traje formal para la cena.
Él se dio cuenta de la presencia de Bella y trató de evitar el escrutinio de la mirada de la joven. Al acercarse Bella, se despidió de Jessica y, con pasos largos y flexibles se dirigió al comedor. Jessica lo miró alejarse con una enorme excitación.
—Eso es lo que yo llamo un hombre— exclamó Jessica como si quisiera ser escuchada por el extraño, mientras Bella se acercaba.
—¿Ah sí?— musitó Bella con fingida indiferencia.
Sí, muchacha. Por supuesto que tú no tienes ni la más remota idea de lo que estoy diciendo, pero ese hombre puede hacer que lo persigas ansiosa toda una vida.
—¿Oh? ¿Es alguien... especial? ¿Está hospedado aquí?
—Sí, es un huésped distinguido. Se llama Edward Cullen. Es fotógrafo de alta moda. Lleva aquí tres semanas trabajando, si es que se puede llamar «trabajo» a pasarse el tiempo admirando chicas bellas en bikini.
—Ah...
—Y, niña, si él me fotografiara, me quitaría todo lo que llevara puesto para arrojarme a sus brazos. Es todo un hombre, alguien muy experimentado, ¿sabes? Se dicen muchas cosas acerca de sus romances.
Su chica actual no está ya aquí. Regresó con las demás modelos a
Londres. Y a él lo persiguen las mujeres. Pero no muestra preferencia por ninguna. Y claro, él no se fijaría en alguien como tú. Sólo le interesan las mujeres bellas y experimentadas, ¿me entiendes? A él no le conmueven las niñas vírgenes como tú, sobre todo si tienen tu edad.
—Bueno, al menos Jacob no piensa así y va a casarse conmigo.
—¿Estás segura? Del dicho al hecho... Ya te has dado cuenta. Ni siquiera fue por ti al aeropuerto. ¿Ya te hizo el amor? ¿Es eso todo lo que hay entre vosotros? ¿Palabras y una sortija?
Jessica se echó a reír y Bella se marchó. Estaba furiosa al ver con qué facilidad una persona como Jessica podía adivinar sus pensamientos más profundos. Pero, ¿acaso no tenía razón? Jacob no demostraba desearla lo suficiente. Y ella anhelaba que la tocara, la besara, que la poseyera.
Jacob respetaba demasiado su inexperiencia y su virginidad. Bella se dio cuenta de que la ansiedad la estaba consumiendo otra vez. Debía contenerse. Se detuvo y comenzó a respirar con profundidad mientras contaba y contaba. Se calmó y comenzó a pensar de forma distinta. Por supuesto que Jacob la respetaba. Pero si actuaba de esa manera era porque la amaba y se lo demostraba así. Ya habría tiempo para que la poseyera a plenitud. Jessica con su sarcasmo estaba equivocada. El amor entre Jacob y ella era para toda la vida.
Bella entró en su dormitorio y puso el cerrojo de la puerta. No quería mayores provocaciones. Fue a la ventana y se asomó a los jardines. En Aberdeen, su padre estaría cenando en ese momento, rodeado de sus socios. El fin de semana, se iría a pescar con sus amigos. A Sir Charles le fascinaba la pesca. Bella suspiró. Si al menos su padre se hubiera vuelto a casar... A la joven le encantaría que él estuviera acompañado, además de que tendría, tal vez, hermanas o hermanos. Pero siempre que Bella tocaba el tema del matrimonio su padre le daba una y otra vez el mismo argumento: su madre significó demasiado para él. No podría reemplazarla con ninguna otra mujer. Por eso Bella no dudaba de que su padre decía la verdad; pero no creía, en cambio, que entendiera su pasión por Jacob.
—Lo entiendo todo muy bien, mi pequeña. Sé muy bien lo que es estar enamorado a tu edad. Y también lo impetuosas que son las jóvenes actualmente. Ya sabes que tu madre y yo nos casamos cuando ella tenía tu edad y que tú naciste diez meses después. Quizá pudiste nacer antes que nos casáramos. Pero una cosa debe preceder a la otra. Hay un cierto orden que seguir en cuestiones que nunca cambiarán. La pasión y el deseo son humanos, mi pequeña. No pienses que, por ser tu padre y no tu madre, no te comprendo. Sé muy bien cómo te sientes. Por eso me
preocupo por ti. Pero dudo mucho de que me presiones más de lo que Rene y yo presionamos a su padre. Estoy seguro de que no vendrás a casa siendo una madre soltera. No espero que me des un nieto sin casarte antes.
Bella recordaba muy bien las palabras de Sir Charles. Y se guiaba por ellas. Pese a todo lo que ella protestaba ante su padre, Sir Charles sabía que su hija y Jacob no eran amantes. Y sin embargo, a través de sus confesiones, Bella sabía que él y su madre no habían esperado a estar casados para consumar su amor. En tal ejemplo ella tenía también su oportunidad. Y siguiendo con ese tren de pensamientos se daba cuenta de
que ella y Jacob debían hablar, porque ella no estaba dispuesta a permanecer consumiéndose de deseo sin hacer nada. Hablarían por iniciativa de ella en la próxima ocasión que se reunieran. Mañana. O tal vez ahora, después de que él acabara de cenar con sus jefes.
Ella sabía que estaba prohibido ir a su habitación. Pero sabía donde estaba; podría escabullirse sin que nadie lo notase. Y entonces su presencia allí, en su cama, precipitaría que esa «molestia» que Jacob hacía notar con respecto a su virginidad, desapareciera por iniciativa de ambos. Bella comenzó a estremecerse ante la idea. La sangre se agolpaba en sus venas, era algo humano. Al fin y al cabo ya era toda una mujer.
¡Jacob! El solo nombre de su amado le provocaba pensamientos de ansiedad. Bella se durmió pronunciando su nombre. Pero no veía su rostro. De nuevo, traicioneramente, toda su compulsión iba dirigida hacia otra faz y otro cuerpo. Los del extraño que había intentado seducirla y que con facilidad había podido realizar el cambio que Bella anhelaba urgentemente: pasar de adolescente a mujer. «¡Oh no!»,alcanzó a pensar Bella en su sueño febril y agitado, aunque sabía que la excitación del sueño de ser poseída por el extraño la fascinaba. Ese sueño oscuro era la verdad cruda de su pasión.
BUENO CHICAS PERDON LA TARDANZA HE ESTADO UN POCO AUSENTE ME CAMBIE DE TRABAJO POR LO QUE TENGO DIFERENTE HORARIO Y NO ME DAN LOS TIEMPOS HOY VENGO CON ESTA NUEVA HISTORIA YA QUE NO PUEDO TRABAJAR YA QUE TUVE UN ACCIDENTE Y ESTOY LESIONADA DE UNA PIERNA POR LO QUE NO PUEDO IR A TRABAJAR ESPERO LES GUSTE , A MI ME ENCANTO CUANDO LO LEI BESOS
LORE SWAN CULLEN
