Era una puta que se vendía al mejor postor, no vendía su cuerpo pero sí su vida que defendía con su alma, es decir, con su espada a la diestra y un cuchillo escondido en la siniestra, lobo precavido vale por dos.

Menudo y hábil espadachín, mirada serena y labios sonrientes, podía pasar de cordero a lobo en cuestión de segundos y conforme la situación lo requiriera: un español de la época, en pocas palabras.

No parecía muy lince, pero cualquiera que le conociera sabía que el hombre poseía una labia como la zorra de la fábula conbinada con una fisonomía adiestrada para encantar hombres y mujeres y así obtener los beneficios necesarios: un pilluelo donjuán consumado, si se nos permite la expresión.

En una presentación formal se llamaba Sr. Antonio Fernández Carriedo a vuestro servicio blablabla; entre amigos era Toño o Capitán dependiendo quién le hablara; para todo Madrid, donde vivimos en ese momento, alguaciles, ladrones, salteadores, prostitutas, niños, espadachines a sueldo como él... repito, para todo Madrid y adonde sus rumores llegaran; era el Capitán Carriedo ya que Capitán Fernández era menos sonoro y temible: Capitán Carriedo, a fin de cuentas.

Me llamo Lovino Vargas, entré al servicio del Capitán Carriedo porque mi madre nos buscó a mi hermano y a mi asilo con él al morir mi padre tras una riña, le dieron un arcabuzazo. Digo que entré a su servicio porque lo conocí mejor algún tiempo después, en ese hombre no podía usar aquello de la primera impresión es la que cuenta. No íbamos para ser su servidumbre, creíamos que sería una experiencia aristocrática para nuestras jóvenes vidas, no nos imaginábamos que sería una carrera de sálvese quien pueda y el que no pueda es hombre muerto.
Sin duda los mejores años de mi vida.

Me enamoré de él en cuanto le vi, era un hombre guapo y encantador además de físicamente privilegiado. Si no fuera porque me consideraba su propio hijo, por las circunstancias o por lo que me enteré después, que les relataré en esta historia; no me hubiera importado la excomunión por estar a su lado como pareja con la bendición a regañadientes de Dios. Fue mi primer amor, que dicen nunca se olvida. Todo a su tiempo, va bene?

Mi padre y el capitán habían peleado juntos en una escaramuza contra los holandeses, se hicieron muy amigos o eso creo porque no cualquiera recibe a los hijos de un muerto después de perder contacto con el cadáver que en vida fuera un amigo. Y menos en esa época donde sobrevivir era el pan nuestro de cada día.

Cuando murió nuestro señor padre mi hermano y yo temimos por nuestro porvenir, no veíamos un futuro prometedor con nuestra madre y sus otras hijas que nos odiaban, a mí por ser hombre, a mi hermano por ser más guapo que ellas. Feliciano Vargas, ese es mi hermano.

Chico más joven que yo no por mucho, más expresivo que yo y con creces, era una mujercita de lo guapo que era. Mi padre decía que tenía 2 hijos: un caballero a toda ley y una dama que traspasaba las leyes al entrar al baño de hombres y mear de pie como ellos, la naturaleza tiene sus curiosidades.

A Feliciano nunca le molestó que lo comparáramos con una mujer, a decir verdad un tiempo vivimos de su físico, no lo prostituíamos, nunca lo pudimos convencer; pero bastaba buscarle un ajuar completo de dama clase media o pobre para que algún caballero se apiadara de la señorita y le comprara cosas... no nos contó si había ocurrido algo más con los "clientes", tampoco nos interesaba saberlo; lo que queríamos era ver el botín que su apariencia conseguía, la mayoría de las veces las ganancias eran buenas.
Toda la familia comía y eso era suficiente.

Llegamos a Madrid a eso de las 9 de la mañana muertos de frío, vagamos por un rato intentando dar con la casa del capitán, nadie nos dio razón de ella al parecer no entendían el concepto de "casa del capitán", más tarde comprendimos que el capitán no tenía sitio fijo, deambulaba como lobo sin rumbo, siempre al tanto de sus presas, preparado a atacar, sobreviviendo. Lo encuentran en aquel tugurio apestoso de Nina pero espérenlo sentados el capitán llega pero nadie sabe cuándo, nos había dicho un anciano soldado jubilado que dejó la dentadura en algún lado y el cabello en el otro sombrero.

Nos sentamos enfrente a la taberna de Nina del lado del sol, uno frente al otro cuidándonos las espaldas. Feliciano dijo su frase favorita Tengo hambre Lovino. Revisé entre las cosas que habíamos traído, le di un bizcocho duro y agua, el vino nos lo acabamos hace kilómetros. Yo tomé un mendrugo de pan y agua. Un festín para 2 foráneos con apenas 3 reales para ambos.

Por el recodo de la calle caminaba un hombre, caminar tranquilo, lento y seguro, moreno de piel y cabello, continente algo sombrío, misterioso, y mirada limpia, expresiva. Clara. Verde, como el destello del mar al atardecer. Aunque mostrara dureza total o extrema alegría sus ojos lo delataban, poseía esa mirada sincera que te mete en problemas si también tu semblante dice la verdad, pero como ya dije, el hombre sabía administrar sus expresiones, no había que fiarse mucho de ese continente traidor.

Caminó directo a nosotros, conforme se fue acercando me deslumbró cada vez más, repito que me enamoré de él, era tan guapo. Si tan sólo hubiera sido mujer. El tiempo me deparaba tenerlo no como amante tal vez pero si como padre y amigo intimo incluso ahora que recuerdo mis andanzas con el capitán, siento lo mismo que aquella vez y sonrío como estúpido. Mi actual vida no sería tan buena sin ayuda del Capitán Carriedo.

Llegaba por ese recodo de calle, directo a nosotros, continente calmado y mirada efusiva, parece que nos parecemos a nuestro padre pues el hombre lo primero que dijo fue Hermanos Vargas, helos aquí. O la memoria del capitán era buena o nuestro padre era un bocazas o no habían perdido contacto en mucho tiempo como creímos, puesto que después de esa bienvenida nos levantamos y continuó diciendo Chico con belleza de mujer, tú debes ser Feliciano, entonces tu eres Lovino, el muchacho cara malhora y corazón de pan tierno nos extrañó tan detallada descripción, sonreímos entre molestos y burlones no todos los días los desconocidos nos recibían con detalles personales.

Feliciano se acerco al capitán e intentó abrazarlo, se contuvo a un gesto del hombre que lo retribuyó con una sincera sonrisa. Yo sólo le tendí la mano, él la estrechó y me tomó los hombros, me miró fijo sin perder detalle, me escudriñaba. Gusto en conocerlos -dijo haciendo una mueca burlona- Ahora nos acomodaremos para su estadía conmigo. Tú -señaló a mi hermano- serás mi ama de llaves y dama de compañía cuando sea necesario, necesitamos todas nuestras armas para sobrevivir, ¿entendido?

El tono en que lo dijo era una orden amigable que te impedía decir que no, el hombre sabía mandar. Feliciano contestó que sí, lo haría cuando se lo indicaran y bajó a la taberna a por algo para hacer la comida. Lo que en ese momento y a lo largo de esta historia les contaré conocimos como "la casa del capitán", merced a sus buenas relaciones, estaba arriba de la taberna de Nina, con cama, baño, acceso a la puerta de la cocina y de la dueña o alguna de sus hijas... o hijos.

Calle Infierno, número ilegible, vecindario en un rincón de Madrid.

Y tú -me dijo dándome la espalda- serás mi paje, pero cambia esa cara y ese humor tuyo. Me encargaré de la educación de ambos, su manutención y demás básicos, de lo otro se encargan ustedes, ¿está claro? Me inmuté un poco, respondí dudoso pero claro: No lo haré, no venimos a trabajar.

El capitán sonrió y contuvo una carcajada, parecía que esperaba esa respuesta, se acercó a mí, sacó un cuchillo pequeño y lo acercó a mi rostro. Eres digno hijo de tu padre -dijo- si te viera se enorgullecería. Jugaba con el cuchillo demasiado cerca de mis venas. Tú y tu hermano -continuó- se parecen a él, pero tu tienes su temple. Verás Lovino, no seré su niñera, los cuidaré lo que pueda; al igual que yo, necesitan sobrevivir, espero que no sean tan imbéciles para dejarse matar al primer encuentro -tomó el cuchillo y se cortó un poco haciendo salir un hilillo de sangre- la sangre y las agallas -me tocó la entrepierna, agarrando mis agallas- son lo más valioso de los hombres -giro el cuchillo tomándolo por la cuchilla, me lo ofrecía- ¿crees que puedan sobrevivir?

Dudé un segundo pero lo tomé dispuesto a demostrarle de lo que era capaz. No somos tontos capitán, -logré articular- no moriremos antes que usted, se lo aseguro -ahora yo sonreí burlón- El capitán se serenó, su mirada delataba el orgullo paternal que sentía. Muy bien chico, -se dio la vuelta- ahora has tu trabajo, búscame ropa o algo limpio y prepárame un baño voy a dormir, quiero todo listo en media hora. Suerte.

Quedé atónito, ¿cómo me podía mandar con tanta familiaridad? Pensé replicarle cuando noté el rastro del hilillo de sangre, recordé aquella charada de sobrevivir, además aún tenía el cuchillo en mi mano ¿qué haría el capitán si no le obedecía?... no era tan curioso como para querer saberlo, aunque una idea sí me hacía y no era algo que mi sangre o mis agallas quisieran con ansias. Decidí resignarme y hacer lo que me ordenaba, me dí cuenta que era muy temprano para que alguien durmiera un poco. ¿Por qué tiene sueño? -grité desde un rincón, buscando remedos de ropa para el capitán- Acabo de salir de prisión, necesito recuperar fuerzas.
Tiré lo que traía en brazos al escuchar esa respuesta, ¿en prisión? ¿por qué?
Madre ¿a dónde nos habías mandado?


Vale, vale... hasta que me decidí a hacer algo de más de un capítulo, estoy tan orgulloso de mi mismo~ Planeado para mínimo 5 capitulos... será largo, lo sé
Este fic está basado -quisiera que en una historia real, pero NO ¬¬- en mi libro del momento: El capitán Alatriste de Arturo Pérez-Reverte. Si lo leen entenderán que hay SpUk implicito y bastante material para fangirlear hetaliosamente :3 ... eso o en verdad estoy mal de la cabeza. Bien, me baso en ese libro pero mi versión es yaoi/hetalia. Espero que les guste.

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