En primer lugar este fic salió de un rol que hicimos juntas Suzume y yo, cuenta la historia de cómo Gen y Angeal deciden viajar a Midgar y convertirse en SOLDADOS. Espero que lo disfrutéis y que me dejéis reviews.
Disclaimer: estos personajes no meb pertenecen, sólo los tomo prestados para esta historia.
Inur
Recuerdos
Banora, único lugar donde crecen las llamadas Bobozanas, un pequeño pueblo rural perdido de la mano de dios. Las pequeñas casitas se apostaban alrededor de la plaza central, donde solían ir los niños a jugar por las tardes, y los alrededores. A las afueras, se extendía un extenso terreno cercado y, en el centro, una gran mansión. Todos los alrededores del pueblo eran campos donde la gente cultivaba.
Una tarde de verano, en la ya nombrada plaza, se podía ver a dos muchachos jugando; bueno, uno, el otro sólo miraba. El que jugaba era un chico pelirrojo, que llevaba ropa cara y de buen gusto. Su balón estaba nuevo, recién comprado y no era de los que se solían ver por un pueblecito como ese. El otro era un muchacho moreno, de ojos azules y aspecto de campesino, que se había sentado en un banco a tomar un descanso y bebía de una botella de agua.
- ¿Qué te pasa Angeal? pareces cansado- dijo el pelirrojo.
Angeal sonrió. Génesis no era de los que mostraban interés por los demás. Al menos no dejaba ver que lo hacía. Pero sabía que, aunque continuara jugando indolentemente con su balón, había estado pendiente de él y de sus pocas ganas de moverse desde el principio.
- Estoy algo cansado. Llevo todo el día trabajando ¿sabes Génesis?- dijo Angeal con un suspiro. Él, al contrario que su amigo, se pasaba la mañana y, a veces parte de la tarde trabajando, pero aún así el dinero no le sobraba; mientras que su amigo vivía en una gran mansión y tenía todo lo que quería.
En efecto, Angeal y su madre vivían en una de las decenas de casitas que se apilaban en torno a la plaza central. En una circunstancia normal Gillian no le hubiera pedido a Angeal que la ayudase, le hubiera gustado más verlo jugar todo el día con Génesis, pero esa no era una circunstancia normal, el padre del joven estaba enfermo y necesitaban todo el dinero posible para pagar los gastos médicos; por eso, desde hacía unos meses, Angeal trabajaba día y noche.
- Pues duerme- rió Génesis, lanzando su balón contra un árbol, lo que le hizo rebotar y dar un golpe a su dueño.
- Vaya, gracias por tu comprensión- se rió también él, dando un trago.
- Me aburro– confesó Génesis, sentándose a su lado con la pelota y hurgando en la mochila que se había traído. Sacó dos bobozanas, como se llamaba cariñosamente a las manzanas de Banora- ¿Quieres?
Angeal asintió con la cabeza. Sintió una punzada de culpabilidad al dar el primer mordisco. No se lo habría dicho jamás a Génesis, pero, cuando la comida escaseaba en su casa, no tenía otro remedio que robar a los vecinos.
Aunque jamás a su amigo.
Durante un rato ninguno dijo nada, se dedicaron a comer sus respectivas manzanas. Una vez hubieron terminado, los dos chicos charlaron un rato más, mientras Génesis hacía girar su balón en las manos. De esa forma estuvieron un rato, hasta que el sol se puso rojo, entonces Génesis decidió que era hora de volver a casa y, juntos se encaminaron hacia la casa de Angeal, pues pillaba más cerca.
Angeal caminó al lado de Génesis, que daba patadas a su pelota. No dijeron ni una palabra, hasta que se acercaron a la casa del primero. Entonces, Génesis dio una patada demasiado fuerte y la pelota acabó en las piernas de Angeal.
- ¿Me la pasas?- preguntó Génesis. Angeal ocultó una sonrisa y se la devolvió pero, como por casualidad, la pelota regresó a sus pies. Oyó mascullar a su amigo algo de mala puntería.
Unos minutos después se pasaban la pelota sin fingir, riéndose e intentando no destrozar las plantas. En varias ocasiones, Génesis se tuvo que apartar del camino del balón, Angeal le daba con demasiada fuerza; hasta que al final Génesis recibió un balonazo y cayó de espaldas al suelo.
- Af, ¡menuda fuerza Angeal!- confesó Génesis, tras caer al suelo, entre unos matorrales, a un lado de la casa de su amigo.
- Tienes que mejorar tus reflejos - sonrió Angeal- Venga Gen, yo te ayudaré; Angeal cogió la pelota y se la mostró. Justo en ese momento, a su espalda, la puerta de la casa se abría y Gillian aparecía en el vano.
- Hola, mamá- sonrió Angeal.
- ¿Jugando a la pelota?- respondió ella, también con una sonrisa.
- Sí... bueno...- Angeal miró a Génesis. Sabía que su amigo tenía muchísimo orgullo y que, si se daba la situación, reconocería públicamente que era amigo de un chico pobre. Pero si no... ¿Debería comerse el marrón?
Génesis se acercó a ellos y los miró, indeciso. Por un lado angeal era su amigo, pero... por otro... al final se decidió y caminó hasta Angeal y le quitó la pelota de las manos y con voz grave dijo:
- ¿Que se supone que estás haciendo con esto?
A Angeal se le oscureció el gesto cuando oyó a su amigo decir eso. La sonrisa de Gillian vaciló.
- Nada... Sólo lo había visto tirado en el suelo- respondió, volviendo la cara a otro lado.
Génesis dudó unos segundos, pero se dio la vuelta y se marchó sin decir nada. Angeal contempló su espalda hasta que lo perdió de vista. Después se metió en su casa, con un gesto impenetrable.
- No ha sido muy amable que digamos- dijo la mujer cerrando la puerta- Angeal ¿que ha pasado?
- Nada- respondió él, sentándose a la mesa, donde Gillian había servido unos platos con sopa. Igual que el día anterior y el anterior. Por lo menos esa vez tenían pan.
Angeal pensó en la bobozana, que le había quitado buena parte del hambre, con resentimiento. Génesis era un buen chico, aunque quisiera fingir que no. Y entendía que le diera corte que la gente supiera que jugaba con un pobretón como él. Pero su brusco rechazo le había hecho daño).
xxxx
Génesis se tumbó en la cama. Una suave y mullida cama, igual que el resto de su mobiliario, una mesa llena de papeles, una gran estantería llena de juguetes caros, una alfombra... sí, el tenía todo lo que quería, pero... había algo que Angeal tenía y el no, tenía una familia que lo quería mucho y que, llegado el momento, lo darían todo por él, su dinero... todo lo que tenían; Génesis no sentía eso con su familia.
Miró el balón, el culpable de todo aquello, todavía sucio de las patadas y de rodar por el suelo, una punzada de dolor le atravesó el pecho, había sido demasiado... duro, borde, un imbécil, y le había echo daño a su mejor amigo.
Se dio la vuelta y y cerró los ojos, pero no logró conciliar el sueño, no dejaba de rememorar una y otra vez los acontecimientos de esa tarde. Dio vueltas por la casa, se tomó un refresco, asaltó la nevera... pero nada funcionaba, los recuerdos seguían ahí.
Salió a la calle, quizás un poco de aire puro le ayudase a despejarse un poco. Caminaba sin rumbo fijo, sólo caminaba en la oscuridad.
XXXXX
Ya estaba bien entrada la mañana. Génesis estaba sentado en un banco de la plaza, cerca de la casa de su amigo; tenía su pelota en las manos, iba a disculparse con Angeal y a regalarle el balón como prueba de amistad o, por lo menos, eso pensaba hacer.
Suspiró y se puso en pie, llevaba allí varias horas, pero, cada vez que lo tenía más o menos claro, otro pensamiento le cruzaba la cabeza y se ponía a dar vueltas por la plaza.
- ¿Qué pensará la gente de Angeal si lo ven con mi balón y... de mi...?
En esto estaba cuando de un camino lateral surgieron voces, se trataba de tres adolescentes que venían de trabajar.
- Anda, hola señorito- dijo uno de los chicos; era un joven de pielm bronceada del sol y cabello negro, estaba bastante fuerte.
- ¿Nos inclinamos para dejarle pasar?- otro hizo la parodia de una reverencia. Este era un muchacho un poco más joven, como de la edad de Génesis, de cabello castaño y ojos grises. Estaba un poco más delgado que su compañero, pero también estaba en forma.
- Ah, hola- respondió Génesis sin mucho interés mientras seguía su camino- no tengo tiempo para hablar con vosotros.
- Ah, ¿para jugar a la pelotita?- el primero le dio un codazo a uno de sus amigos, riéndose por lo bajo- Vaya, tiene pinta de ser cara. Seguro que ha costado mucho.
- ¿Y sabes chutar? Si quieres te enseñamos- dijo el tercero de los chicos, este más bien parecía un esqueleto andante, pues se le marcaban las costillas a través de la camiseta; tenía el cabello rubio y ojos negros, que desentonaban un poco en el conjunto de la cara.
- Primero tendrías que saber cómo manejar los pies- Génesis les miró de arriba a bajo con una sonrisa maliciosa- Y para eso necesitarías cerebro.
Los chicos se miraron entre si.
- ¿Te crees el no va más porque tu familia es rica?- dijo otro de ellos
Génesis no se molestó en contestarles y siguió caminando, como si fueran invisibles.
- Ignorar a los demás cuando te hablan es de muy mala educación, pero claro, a ti te lo consienten todo… ¿no?- dijo el segundo.
- Baja a la tierra, este no es sitio para los niños mimados como tú, es un pueblo de gente trabajadora como nosotros- añadió otro.
Génesis se volvió lentamente, con una sonrisa petulante.
- Por supuesto, la gente como vosotros trabaja para las personas como yo- les contestó.
- ¿Como?- uno de ellos se adelantó- yo no te daría ni la hora, mocoso arrogante- le arrancó el balón de las manos y lo tiró a los pies de su compañero.
- Um, mira que cosa, sería una pena que se rompiese, ¿VERDAD?- rió el esqueleto.
- Sí- dijo el primero- según lo que dices, como yo he trabajado para pagarlo también es mío- lo tiró al suelo y empezó a darle patadas, con rabia contenida, aplastándolo con todas sus fuerzas.
Génesis sintió ganas de tirarse a por su balón, pero apretó los puños, escondiendo su ira, y dibujó una sonrisa..
- Quedáoslo. Puedo tener muchos más.
Entonces Génesis vio las estrellas.
El joven se lo había lanzado a la cara. Génesis cayó al suelo tapándose la nariz con las manos, sin respiración.
- Um, se te manchó la ropita ¿qué harás, irás llorando a tu mamá rica?- se burló el tercero, el esqueleto.
Se acercaron y lo rodearon, con sonrisas en la cara
Génesis se puso en guardia, tenso, con el corazón latiendo a mil por hora. ¿De verdad se había metido en un lío así? Si al menos hubiera estado Angeal...
- "¡No!"- pensó- "No puedo depender de él siempre".
Y se abalanzó contra uno de los chicos.
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Angeal volvió del trabajo, agotado, magullado y sediento... Se le había hecho interminable la mañana y, para colmo casi no le había dado tiempo a hacer ni la mitad de lo que quería hacer; suspiró, tenía arañazos y cortes en las manos y quemaduras en el cuello, estaba agotado y sólo deseaba llegar a casa para descansar, pero sus pasos se desviaron, llevados por la costumbre, hacia la plaza. Cuando se quiso dar cuenta ya estaba plantado donde siempre. Se regañó a sí mismo, porque no quería ver a Génesis. No tan pronto. Todavía le hacía daño su actitud. Era su amigo, ¿no se merecía que delante de su madre se comportara como tal? Dio un rodeo para no tener que atravesar la plaza y vio, a la entrada del pueblo, las figuras de unos compañeros.
- ¿Qué pasa chicos?- sonrió jovial.
Los tres se volvieron y lo miraron.
- ¿Qué tal Angeal?- preguntó el segundo.
- Cansado, hoy... - entonces vio lo que había a sus pies y se quedó sin palabras.
Génesis estaba en el suelo, totalmente cubierto de barro, tenía un ojo morado y un hilo de sangre le caía de la boca. Estaba tumbado boca abajo.
- ¿Que ha... que habéis...? ¡Génesis!- El chico se movió un poco al oír su nombre, pero sólo se le escapó un gemido de dolor que arrancó carcajadas a los demás chicos. Angeal, horrorizado, les apartó de un empujón y se arrodilló a su lado.
- ¡Génesis! ¿¡Por qué le habéis hecho esto!?
Los tres le miraron
- ¿Pero que te pasa? Él se lo ha buscado- respondió el primero.
Angeal los miró con rabia.
- ¡Es más pequeño que vosotros y sois tres contra uno!- dijo, furioso.
- Uf ¿pero por que te enfadas? Ya te dije que el se lo buscó, intentó pegarnos- explicó el tercero.
Angeal torció el gesto.
- Seguís siendo tres contra uno. Sois unos cobardes.
Génesis volvió a gemir y algunas lágrimas le cayeron por la cara.
Angeal los ignoró y pasó los brazos por la espalda y debajo de las piernas de su amigo, levantándolo. Estaba sorprendentemente flaco para su edad. Pensó en llevarlo a su mansión, pero quedaba a las afueras del pueblo, así que se encaminó hacia su propia casa.
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Al abrir la puerta, Gillian no pudo evitar soltar una exclamación de sorpresa al verlo.
- An-Angeal... ¿que ha pasado?
- Luego te lo explico - respondió, yendo lentamente hacia su cama, con cuidado de no hacer movimientos bruscos, y depositando allí a su amigo.
Gillian trajo agua y un trapo que empapó y pasó por la frente del chico. Mientras tanto, Angeal le examinó las heridas. Por suerte, no parecía que tuviera nada roto; Génesis gimió.
Gillian, con delicadeza, le alzó la cabeza y le puso un vaso de agua en los labios, derramándola suavemente. Genesis abrió los labios, bebió un poco, se atragantó, volvió a beber y luego tosió. Ella lo tumbó de nuevo.
- No te preocupes, se pondrá bien - calmó a su hijo -. Pero si no se despierta en un rato, debería ir a avisar a sus padres.
- Yo me quedaré con el- dijo el chico.
Se quedó a su lado cuando su madre se marchó, observando los moretones con una sensación de enfado. ¿Cómo se habían atrevido a meterse con él?
De repente Génesis comenzó a moverse y abrió los ojos, desconcertado.
- ¿D-dónde...?
- En mi casa- respondió Angeal
Génesis parpadeó e intentó levantar un brazo, pero soltó una exclamación de dolor.
- No deberías moverte- le aconsejó su amigo
Génesis dejó caer el brazo y se quedó mirando el techo durante un buen rato.
- Lo de ayer... Lo siento.
- Ya, entiendo que... espero que esto te haya servido de lección, no puedes ir por ahí con esa actitud de niño rico. Un día pueden matarte.
Génesis arrugó la nariz y abrió la boca para replicar. Pero se lo pensó y pegó los labios. Se giró para darle la espalda.
- Estoy algo cansado...
Angeal no dijo nada, esa vez había tenido suerte, pero...
- Gracias- murmuró Génesis, tan bajito que no supo si Angeal le había oído. Angeal sonrió.
Esa misma noche los sirvientes de la familia de Génesis fueron a buscarlo para llevarlo a su casa. A Angeal le dio mucha pena que los padres de su amigo ni si quiera se hubieran molestado en ir en persona y le molestó aún más que no les dieran ni las gracias por cuidar del chico. Angeal les explicó lo sucedido pero ellos no dijeron nada al respecto, se limitaron a asentir y a decir que se ocuparían de ello, pero sabía que no se lo tomarían muy enserio. O, en todo caso le culparían a él.
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A la mañana siguiente, Angeal se detuvo delante de los tres chicos, camino del trabajo.
- ¿Sabéis que Génesis está en cama y casi no puede moverse?
- No me digas... ¿Y no se lo merece?- dijo el segundo, con burla.
Angeal frunció el ceño.
- Puede, pero... no de esa forma- respondió.
- Bien, perdónanos la vida - ironizó otro - por haberle dado una lección.
- No os volváis a acercar a él, ¿entendido? Es mi amigo- dijo Angeal con un tono que le habría helado la sangre a cualquiera.
- ¿Amigo?- repitió el tercero-. ¿De verdad te crees que alguien como él puede ver a alguien como tú así? ¿Cómo un "amigo"?
- Pues sí.
Los otros pusieron los ojos en blanco y se rieron.
- Ya. Claro. Súper amigos.
- No lo entenderíais - Angeal se encogió de hombros, pero luego los miró seriamente-. Lo que sí quiero que entendáis es que como le volváis a poner un dedo encima...- hizo crujir los puños. Los chicos rieron de nuevo.
- Oh, que miedo- se burló uno.
Angeal no cayó en la provocación. No en una tan baja. Se dio la vuelta y se marchó. Ya había dicho todo lo que tenía que decir.
XXXXX
Tras el día de trabajo, Angeal regresó a su casa y se detuvo al pasar frente a la mansión de su amigo, tenía ganas de verlo, pero... Una mujer salió de la casa y se dirigió a él.
- ¿Eres Angeal?
- Sí.
- El señorito Génesis me dijo que le buscase. Al parecer desea hablar con usted- dijo la mujer, muy cortésmente.
Angeal entró en la casa, guiado por la sirviente, y se quedó boquiabierto. Jamás había visto tantas cosas juntas, ni había esperado ver un salón tan espacioso, con sillas tan caras, una televisión tan amplia ni alfombras por el suelo que estuvieran tan limpias.
Subieron unas escaleras y atravesaron un pasillo.
- Es al fondo, lo siento, no puedo seguir, me pidió intimidad- y tras una inclinación de cabeza se marchó.
Angeal vaciló un segundo, pero terminó entrando en el cuarto de su amigo. Era muy grande, de color rojo claro, con algunos pósters en las paredes y un gran ventanal; el chico estaba tumbado en la cama, tenía un libro en las manos que al ver a su amigo, tiró al suelo. Tenía algunos vendajes y un ojo rodeado por un moratón.
Trató de levantarse, pero no pudo hacerlo. Angeal se acercó a él y su amigo lo miró: Génesis le indicó que se sentara, una vez los dos estuvieron cómodos empezó la conversación.
- ¿Qué querías?- preguntó Angeal.
- Lo... siento- respondió Génesis- Angeal sonrió- me comporté como un… No quise…
- Lo sé- declaró Angeal- espero que después de esto..- Genesis asintió levemente con la cabeza- Bueno... la próxima vez... lo haremos mejor- tras este vino un largo silencio, roto de nuevo por Génesis.
- Angeal, creo que este no es lugar para mí.
- ¿A qué te refieres?
- Con todo esto lo he visto claro, no puedo quedarme en el pueblo. Me marcharé a otra ciudad, a algún lugar donde no me conozcan. Me marcharé a Midgar, intentaré alistarme en SOLDADO y empezar una nueva vida.
Angeal se quedó un momento pensativo.
- Eso suena bien Gen. Sólo hay un problema. No puedes ir solo, a saber en qué tipo de líos te puedes meter.
- ¿Qué insinúas?
- ¿No está claro?- Angeal le dio una palmada en el hombro a su amigo- Pues que me voy contigo, claro.
Génesis lo miró.
- ¿Y tus padres?- preguntó el pelirrojo ¿Qué crees que dirán.
- Lo entenderán.
Durante un rato hablaron sobre lo que harían una vez allí y sobre algunas otras cosas.
- Pero… no tenemos dinero -para llegar a Migdgar.
- No te preocupes. Mis padres nos lo DARÁN- lo último lo dijo más para si mismo que para su amigo. Como tratando de convencerse de ello.
- Eso estaría bien. Bueno, pues nada, hablaré con mi madre, cuando ya lo tengamos todo hecho, hablaremos de cuando ponemos en marcha nuestro plan.
Durante el camino a casa, Angeal reflexionó sobre cómo explicarle a su madre lo que planeaba hacer. Al final optó por hacerlo directamente.
Pero, al contrario de lo que el chico se había imaginado, la madre acogió esta idea con aparente alegría y le instó a perseguir sus sueños.
- Sabía que este día llegaría- dijo Gillian para si misma- siempre lo supe, su destino está en Shinra.
Y de esta forma, Angeal y Génesis terminaron dirigiendo sus pasos hasta la Capital, a Shinra y a SOLDADO.
Espero que os haya gustado esta historia. Era un poco larga y pesada de xcorregir, pero aquí está ppor fin. Dejar reviews y contadme vuestras impresiones. Un saludo.
