Disclaimer: Los personajes de Hetalia le pertenecen a Hidekaz Himaruya.
UN REGALO PARA EL JEFE
—¡Bastardo español! —el pequeño Romano se tambaleaba bajo el peso del cubo lleno de agua que llevaba hacia la casa—. ¡Espero que para cuando llegue tengas preparada la comida! ¡Tengo hambre!
El niño dejó el cubo en la cocina, pero no obtuvo ninguna respuesta del español. Enfadado, lo buscó por toda la casa, intentando no pisarse el bajo de los pantalones, que le quedaban algo grandes. Al pasar por delante de la habitación de España, lo vio. Estaba profundamente dormido en su cama, destapado y con la camiseta subida, dejándole al descubierto todo el pecho y la tripa. El pequeño Lovino entró, arrastró una silla hasta la cama y se subió. Se quedó mirando a Antonio durante un ratito, y entonces se sonrojó.
—Bastardo...¿no ves que así vas a coger frío? -pasó de la silla a la cama, cogió las mantas y se las echó encima a Antonio, tapándole hasta el cuello. Se preparó para bajar, pero algo le detuvo.
—Lovi... —murmuró el español en sueños. Aquello bastó para hacer que el italiano perdiera totalmente el control de su cuerpo, y gateando, se acostó al lado de España, y también se tapó.
—Eres un tonto —dijo, y le dio un suave besito en la mejilla. Se separó, sonrojadísimo, y se enroscó, agarrando con sus manitas el brazo de Antonio, hundiendo su cara en él y cerrando los ojos. Se quedó dormido al poco rato. Cuando una hora después se despertó España, lo vio a su lado, chupándose inconscientemente un pulgar, y por poco le dio un ataque de hemorragia nasal. Fue retirando poquito a poquito el brazo, para que el italiano no se despertara, y cuando no tuvo nada a lo que agarrarse, sus brazos cayeron en la cama. Lovino se removió un poco y gruñó en sueños. España, derretido, le acarició suavemente el pelo y le dio un beso en la frente.
—Duerme, mi pequeño Romano. La comida estará hecha cuando despiertes— le susurró.
