Aclaración: Nada es mio todo es de la Gran Meyer y la autora, que dire al final .!
Bueno volvi con una adaptacion que no pude evitar, porque cada vez que la veia solo pensaba en Ed/Be
Espero que la disfruten, como la hize yo..!
Disfruten xD
Agosto
—¡Por supuesto que no sobornamos a Edward para que se casara contigo! —dijo Renee Dwyer tajantemente—. Aunque tengo que admitir que hubo cierto incentivo económico.
—Dios mío —Bella se alejó asqueada de su madre. Aunque madre e hija nunca habían estado particularmente unidas, fue la primera persona a la que recurrió en aquel momento de necesidad. Pero en lugar de simpatizar con ella, Reneé, inconscientemente, había puesto la guinda al pastel. Ahora Bella ya no podía quedarse con Edward.
—Querida, tienes que entender que Edward Cullen no es como otros hombres. No se puede amasar una fortuna multimillonaria sin tener un lado despiadado, y tu marido es ante todo un hombre de negocios.
—Lo sé —murmuró Bella en tono de aburrimiento. No necesitaba que nadie le recordara la dedicación de Edward trabajo, pero estaría dispuesta a aguantar los interminables viajes y las largas horas que pasaba encerrado en su estudio si pensara que había alguna esperanza de que la amara.
—El problema contigo, Bella, es que eres una romántica. Puede que Edward tenga una aventura con su asistente personal, pero tú eres su esposa, y es del interés de todos que lo sigas siendo. Un embarazo puede crear gran tensión en un matrimonio —añadió — mirando el abdomen hinchado de Bella—, y para ser sincera, creo que tu marido es un hombre extremadamente viril. Una vez que el bebé haya nacido, todo volverá a la normalidad, ya lo verás.
Tras asegurar a su madre que no haría nada precipitado, se marchó. Mientras atravesaba el concurrido brezal, lleno de niños y familias aprovechando el sol de los últimos días de verano, observó a un hombre y un niño haciendo volar una corneta. Gimió como un animal dolorido, y se cubrió la boca con la mano, como para que el sonido volviera al lugar del que había salido. No podía venirse abajo ahora, en aquel lugar, pero al darse cuenta de que su hijo nunca disfrutaría de un juego tan inocente con su padre, le fallaron las piernas y tuvo que sentarse en un banco.
Poco después de la boda, se había dado cuenta de que su papel en la vida de Edward prácticamente se reducía al dormitorio. La feroz atracción sexual que habían sentido desde que se conocieron era su única forma de comunicación. Sin la pasión que sentía el uno por el otro, no tenían nada. ¿Cuánto tiempo había durado su aventura con su asistente personal?, se preguntaba. Rosalie Hale llevaba años trabajando para él, y desde el principio había aprovechado toda oportunidad para resaltar la relación tan especial que había entre Edward y ella. No era sólo un miembro más de su plantilla, sino la viuda de su hermano. Bella había intentado reprimir sus celos ante el patente afecto entre ambos, pero ahora que tenía pruebas irrefutables de que Rosalie era la amante de Edward, la sensación de traición era insoportable.
En su desesperación, pensó que podía cerrar los ojos ante las infidelidades de su marido y quedarse por el bien del bebé que llevaba en sus entrañas. Pero Edward no quería a su hijo más de lo que la quería a ella. Su mirada de horror cuando le comunicó el embarazo aún la perseguía, y su frialdad hacia ella desde entonces, sólo reforzaba su convicción de que él creía que su matrimonio había sido un error. La ilusión que sintió cuando la ecografía reveló que esperaba un niño fue eclipsada por la tristeza que sintió al no estar Edward con ella. Tenía que reconocer amargamente que, de todo el dolor que Edward le había causado, ése había sido el peor. No se molesto en pasarse por el hospital para ver la imagen borrosa de su hijo, y ella tuvo que enfrentarse a la desesperante realidad de que no le importaba. Decirle que lo que esperaba era un niño no cambiaría para nada su actitud. Parecía distanciarse más cada día que pasaba, y su indiferencia la atormentaba.
Sería mejor que se marchara ahora, antes de que naciera su hijo, y criarle sola antes que dejar que sufriera al ver que su padre tenía un trozo de hielo por corazón. Bella sabía que dejarlo le rompería el corazón, pero quedarse con él la mataría. Con un sollozo, se dirigió a la carretera.
—¿Adónde, querida? —le preguntó el taxista alegremente cuando se montó en el taxi. Por unas décimas de segundo dudó, con la dirección de la casa de Edwrad en Chelsea en la punta de la lengua.
¿Debía darle otra oportunidad? ¿Habría una explicación racional por la que había pasado la noche en que llegaba de Australia con Rosalie, en lugar de volver a casa con ella? Pero no podía deshacerse de las imágenes de Ed haciendo el amor con aquella bella asistente, y una sensación de desesperación se apoderé de ella. «Afróntalo, se ha acabado», se dijo mordiéndose el labio inferior hasta hacerlo sangrar. Ed no la amaba y, para ser justos, nunca lo había pretendido. La revelación de su madre sobre que la proposición de Edward había sido sólo parte de una astuta estrategia económica tan sólo corroboraba ese hecho. Ella le amaba, quizás demasiado. Él era su vida, su razón de existir. Pero ahora tenía una nueva razón, recordó al sentir la patada del bebé en el vientre. Levantando la barbilla, le dio al taxista la dirección del piso de su amiga Alice.
