¡Hola! Les traigo una nueva historia. Espero que este primer capítulo les guste.

Sé que "Corazón de Cristal" no está terminada y que le falta mucho aún, pero tenía esta idea y no podía dejar de transcribirla.

¡Ojalá sea de su agrado!

Ann.

Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no me pertenecen.

Capítulo 1:

Almuerzo familiar.

El delicioso olor de la comida recién hecha inundaba cada esquina de la casa, el tintinear de platos, cubiertos y vasos indicaba que no faltaba mucho para poder sentarse a la mesa a disfrutar de los exquisitos manjares que tendría el placer de degustar.

Un momento, ¿A quién quería engañar? Ni comida deliciosa, ni placer de ningún tipo. Odiaba estar en ese lugar, detestaba con el alma cada pequeño sonido que le quitase su paz mental, cada partícula de aire que correspondía a esa casa le ponía los nervios de punta.

Se lo había prometido a ella misma muchas veces. «No volverás a La Madriguera. No volverás a La Madriguera. No volverás a La Madriguera» Pero no. Ahí estaba, ayudando a Molly a colocar la mesa para que la familia entera se sentase a comer.

"¿Necesitas ayuda, Mione?" Le preguntó una voz que podría reconocer hasta en sueños, y que últimamente la venía fastidiando bastante.

Hermione desvió su vista a Ginny, quien estaba sentada en una de las sillas de la mesa, acariciando su enorme barriga de casi nueve meses de embarazo.

"¡Oh, no, Ginny, cariño! Recuerda que tú no puedes hacer nada. No quiero que mi nieta nazca antes de tiempo por algún esfuerzo que realices" Respondió por ella Molly, quien estaba volcando los fideos en una fuente llena de salsa. "Hermione puede hacer eso, ya que..." Y dejó la frase sin terminar, llena de intenciones.

Hermione puede hacer eso ya que... no está esperando un hijo. ¿No? ¡Maldita Molly! Como la detestaba. ¿Cuándo entendería que ella no era la típica mujer que se quedaba en casa a criar hijos y a engordar como una vaca?

El momento de la comida no fue más agradable. Hermione comía más por obligación que por gusto. Cada pedazo de alimento le parecía trapo, cada trago de jugo o agua le parecía hiel.

"Vamosh Mione debesh coer másh" Le decía su amado esposo devorando una pierna de pollo y metiendo cucharadas de puré en la boca. Já, amado, sí claro.

"Gracias Ron, con esto estoy bien" Dijo sin ninguna emoción, revolviendo su comida, sin ánimo alguno de llevarse nada a la boca luego de haber visto comer a su marido. La sola idea de volver a mirarlo le producía náuseas.

"Claro, cuando uno quiere mantener la figura..." Y ahí estaba Molly de vuelta. ¡Gorda pelirroja insoportable!

La castaña llevó una mano hasta el dije del collar que tenía en el cuello y jugó con él, como siempre cuando estaba nerviosa.

"Yo cgeo que la figuga no debe impogtag cuando una tiene un debeg que cumplig como esposa" Escuchó que murmuraba Fleur a Bill. Estúpida francesita falsa. ¿Qué tenía que ver la figura?

"No es por mantener la figura, Sra. Weasley" Dijo ácida la castaña. "Me molesta el estómago, creo que la cena de anoche me ha caído mal" No estaba mintiendo, esta vez realmente no lo hacía, pero no era que la cena le había caído mal. El ambiente de esa casa le había caído mal. Las personas de esa casa le habían caído mal. ¡Las decisiones que había tomado en su vida le habían caído mal! ¡Casarse con el idiota de Ron le había caído mal!

"Es una rara coincidencia que todos los sábados la cena te haga daño" Le dijo directamente Angelina, cruzando miradas con George.

Decidió no seguirle el juego, ya conocía a la morena. Estrujaba cada vez con más fuerza el dije entre sus dedos.

"Tal vez al fin esté embarazada" Murmuró Audrey a Percy, quien asintió con la cabeza y le lanzó una mirada acusadora. ¿Quién rayos se creía?

¿Embarazada? Ni en sus mejores sueños. Para estar embarazada una necesitaba tener sexo, y eso era lo que ella no tenía. ¡Al ménos no con Ron!

"¿Estás embarazada, Mione?" Ahí la pregunta que siempre desencadenaba lo mismo, desde hace 9 malditos años.

"No, Sr. Weasley, no estoy embarazada" Y ahí le seguían suspiros de resignación, bufidos de indignación, y luego venía el ya famoso...

"¡¿Es que acaso esperan a que me muera?!" Y las lágrimas fingidas de su queridísima suegra. "¡Ya deberían encargar un hijo! ¡Sois los únicos que aún no me dais nietos!"

¿Crookshanks no valía como nieto? No. Nadie lo aguantaba, solamente ella.

Todos los fines de semana era la misma cosa. Había escuchado la misma cantaleta desde el primer día de haber vuelto de su luna de miel, después de casarse con Ron. Corrección. Después de haber cometido el mayor error de su vida.

"Mamá" Dijo su pelirrojo esposo, tragando dificultosamente. "Debes entender, lo hemos estado intentando constantemente"

Meeec. Tremenda mentira. ¿Cuándo había sido la última vez que lo habían intentado? Seis meses atrás. Pero ella bien que se había encargado de que no pudiese embarazarse. Lo que ménos necesitaba era un pelirrojo más en su vida, por más hijo que fuese. ¡Odiaba a los niños Weasley! Eran tan...Weasley.

"Se casaron incluso antes que Harry y yo, y ya véis que nosotros vamos por el tercero" Se quejó Ginny. "Lleváis casados más de diez años y no tenéis ni un solo hijo ¡Por Merlín!".

Error. Nueve años. Nueve largos, tediosos y odiosos años de casados.

Era cierto que el primer año de matrimonio lo que más quería era un hijo, pensaba que tal vez con eso se solucionaría su infelicidad, pero nunca se dió la oportunidad. Se habían hecho todos los chequeos médicos correspondientes, mágicos y muggles. El problema no eran ellos, era simplemente la casualidad.

Ron nunca estaba en casa. Los primeros tiempos había sido por su reclutamiento como auror. Y los años que le siguieron por el trabajo de auror en sí.

Hasta que sucedió lo del accidente, tres años atrás.

Un día, mientras estaba en su oficina, en el Ministerio, el Ministro la llamó para informarle que Ron había tenido un accidente. Un dragón causando estragos en un pequeño pueblito. Mientras trataban de aturdirlo, el animal volteó y con su cola tiró una gran construcción de concreto que fue a caer sobre el pelirrojo, haciendo que perdiese la pierna izquierda.

Muchos tratamientos, mucho dinero gastado y una pierna ortopédica mágica después, al mago le otorgaron la jubilación, que fue lo que llevó a convertir la vida de Hermione en un infierno.

Ron ya no trabajaba, aunque seguía cobrando el salario, que dicho sea de paso de nada le servía a ella. El muchacho se pasaba el día entero sentado en el sillón viendo partidos de quidditch por el televisor mágico, maldito invento de George para su tienda. El dinero que ganaba mensualmente se lo gastaba en entradas para el quidditch accesorios referentes al quidditch, comida chatarra y mucha cerveza. Era realmente patético.

Por lo que todos los gastos de la casa le correspondían a ella.

Cada vez que llegaba del trabajo le tocaba hacer todo, la cena, la limpieza, lavar las ropas, planchar, ordenar ¡Todo! No tenía un solo instante de paz.

Los libros habían quedado en casi quinto o sexto lugar en su vida, todos los primeros lugares lo ocupaban atender a Ron, las responsabilidades de la casa, las del trabajo, alimentar a Ron y ordenar los desastres de Ron.

No sabía cuándo el amor hacia el pelirrojo se le había terminado. Tal vez tres o cuatro meses después de que él le haya pedido matrimonio. Sí, tal vez en esa época.

La guerra acababa de terminar y no pasó ni una semana para se lo propusiera. Ella creía estar profundamente enamorada del idiota, por lo que sin dudar había aceptado casarse con él. Soñando en que sería la vida ideal.

No podía haber estado más alejada de la realidad.

Habían esperado un año, por haber vuelto a Hogwarts a cursar el séptimo año. En ese tiempo ella se dió cuenta de que él no era el hombre de su vida ni lo sería. Pero de todos modos siguió con la farsa por que pensaba que cambiaría. Se había casado más por obligación que por gusto.

Salieron del colegio y un mes después ya estaba en su luna de miel, porque Ron no estaba dispuesto a esperar los tres años más que ella le pedía para casarse. "Te amo más que a nada, Mione, es por eso que quiero que seas mi esposa lo antes posible. Tu lugar es a mi lado" Le había dicho él. Y ella, por imbécil, había aceptado.

Había sido la tonta más grande del universo al pensar que Ron cambiaría, que dejaría de pensar solamente en comida y quidditch. No, Ron no cambió, en cambio ella se fue volviendo más y más amarga con el tiempo.

Estudiar y estar casada no había sido mucho problema los primeros tres años. Ron casi no estaba y las veces que iba a casa -los fines de semana- se quedaba por dos días y luego volvía a la Academia.

Ella en cambio, estudiaba leyes mágicas en la más prestigiosa universidad de Inglaterra y se volcaba totalmente a sus estudios. De lunes a viernes se quedaba en el campus de la universidad, y tal como el pelirrojo, iba a casa los fines de semana.

Podía decir que esos años había sido feliz solamente los días de semana.

La relación con Ron fue estropeándose al punto de que ella deseaba con toda su alma que no llegasen los fines de semana para no verlo. Debía haber renunciado en aquel momento, al darse cuenta que todo lo que podía haber entre ellos se rompió. Que ella era demasiada mujer para el pelirrojo.

Debía haberse divorciado, pero no tuvo el valor suficiente. «Tal vez con la convivencia todo cambie» Se había dicho a sí misma. Pero no. Nada cambió para bien, empeoró.

Solamente encontraba defectos en él. La manera de hablar, la forma de comer, y por sobre todo su enfermiza obsesión con el quidditch.

No tenía un tema de conversación fuera del dichoso jueguito. No podía dejar de pensar en nada que no fuera una escoba y las pelotas estúpidas. ¿Nunca entendería que ella odiaba el quidditch? Y si es que hablaba de otra cosa era de su trabajo, pero sólo de él. Unica y exclusivamente de él. Jamás un "¿Y a tí cómo te ha ido?"

El cuarto, quinto y sexto año de matrimonio fueron más problemáticos aún. Cada uno consiguió un empleo y se veían más a menudo. Tenía sexo de 6 minutos dos veces por semana, eso si contaba los minutos desde que se desvestía. Estaba sexualmente atrofiada y los únicos orgasmos que llegaba a sentir eran aquellos que ella misma se regalaba, sola en el baño.

No se separó en aquel momento porque sus padres habían fallecido en un accidente de tránsito y estaba tan deprimida que su matrimonio le importaba poco y nada. Para ella era como si el pelirrojo no existiera.

Cuando estaban atravesando el séptimo año fue que ocurrió la mayor tragedia de su vida.

Con el accidente de Ron y su eterna estadía en la casa, ella se volvió un elfo doméstico. Tanta fue su frustración que empezó a quedarse más tiempo de lo necesario en el trabajo, por más que no tuviese nada que hacer, por más que no fuera un día laborable, ella estaba ahí sí o sí, porque disfrutaba muchísimo más de la paz de su oficina que estar en su casa.

De eso ya habían pasado dos años y medio y ella no dejaba a Ron solamente por lástima.

"No la atosigues Ginny" La voz de su mejor amigo la sacó de su ensimismamiento.

"Pero Harry, a ver, dime tú ¿Cómo es que una pareja se pasa casi diez años sin tener hijos?" Ese era Charlie.

No podían ser más insoportables sólo por falta de tiempo.

Desde que se había casado, las cosas con los Weasley se habían enfriado de una manera increíble. Ella ya no los sentía como la familia de antes, sino que ahora eran el tumor que tenía que cargar, junto con Ron.

Molly había pegado el grito al cielo y no le había hablado durante tres meses cuando se enteró que ella iría a la universidad. "¿Leyes mágicas? Esas son cosas de hombres, Hermione. El lugar de las mujeres es en la casa, esperando al marido" Se lo decía cada vez que tenía oportunidad.

Los hermanos eran un tema aparte. Invadiendo su casa como si fuera la suya ¿Cómo es que no se daban cuenta que su casa no era La Madriguera? Y cada vez que iban era ella quien tenía que ocuparse de limpiar y dejar todo en orden de vuelta.

Las cuñadas podía decirse que eran arpías que creían que su vida era abierta al público, incluyendo obviamente a Ginny. Se metían en cada detalle y opinaban hasta del último de sus cabellos. ¡Las detestaba! Y sus hijos, uno peor que el otro. No entendían de paz ni decencia.

Quizás el único al que toleraba era a Arthur, y a Harry.

"Ya estoy harta Ron" Molly lo dijo con fuerza en la voz. "Contadme de una vez cuál es el problema entre vosotros"

"No hay ningún problema, verdad Mione?" El pelirrojo la miró y le sonrió.

"Ninguno" Dijo ella sin mirar a nadie y con la cara más agria que un limón.

¿Ninguno? ¿Ningún problema? ¡Existían todos los problemas del universo! Que Ron no quisiese verlo era otra cosa.

"¡Voy a morir sin ver a un hijito de mi Ronnie!" Exclamó teatralmente la mujer. Hermione no sabía cuándo es que dejó de creer en las actuaciones de Molly. Pero estaba segura que si ahora mismo le daba un infarto a la mujer, a ella le daría un ataque de risa.

"Oh, Mione, mira como has puesto a mamá" Murmuró Ron.

¿Perdón? ¿Ella había puesto así a esa vieja bruja? ¿Es que Ron tenía estiércol en el cerebro? La furia comenzó a crecer dentro de ella, como sucedía en cada maldito domingo familiar. Pero esta vez unas terribles náuseas hicieron que tuviera que taparse la boca para no vomitar sobre la mesa.

La sola idea de que eso pudiera ocurrir le generó náuseas más fuertes.

Se levantó de un salto de la mesa y corrió al baño, apenas pudo llegar a la taza y echó todo lo poco que tenía en el estómago. Maldita suerte, esta vez los pelirrojos la estaban enfermando de verdad.

Cuando salió del baño se encontró con la mayoría de los Weasley esperándola afuera.

"¿Te encuentras bien, cariño?" Preguntó dulcemente Ron.

No Ronald, no me encuentro bien. Tengo náuseas y ganas de asesinar comadrejas. "No fue nada, no te preocupes, estoy bien".

Quiso dar unos pasos pero un fuerte mareo la azotó y se tambaleó. Ron tuvo que sostenerla en brazos para que no se cayese al piso.

"¡Nauseas y mareos! Eso es estupendo" Murmuró Molly quien le traía un té.

Cuando el olor del líquido caliente llegó a sus fosas nasales, lo apartó de un manotazo y se tapó la nariz. Era asqueroso.

"¡Mione! Es tu té preferido. De manzana y canela" Le dijo Ginny oliéndolo.

"Cgeo que es hoga de un chequeo, Mione" Dijo alegremente Fleur.

¿Un chequeo? ¿Un chequeo de qué? No iría a San Mungo por una simple indigestión. Aunque pensándolo bien, cualquier excusa sería buena para salir de allí.

"¡Sí, sí, sí!" Aplaudió infantilmente Ginny. "Mamá haz los honores" Pidió a la bruja.

Molly se acercó a ella con la cara de mayor felicidad del mundo. "Oh, Hermione, nunca me equivoco con estos hechizos. Siempre que los hago resultan positivos" ¿De qué rayos hablaba?

La castaña enarcó las cejas y los miró. "¿Qué se supone que...?"

"Vamos a ver si estás embarazada, al fin" Le dijo Angelina.

¿De nuevo con el temita? Está bien. Que hagan todos los malditos chequeos. ¡Embarazada las pelotas!

Asintió con la cabeza con resignación. Todos los Weasley, entiéndase to-dos, estaban rodeándola. Molly sacó su varita y una sonrisa aún más grande se formó en su rostro a medida que se acercaba a ella y hacía que se pusiese de pie.

Ron miraba sin emoción la escena. Sabía que era imposible que su mujer estuviese embarazada.

"Diagnostum Generalis" Murmuró Molly con la varita apuntándole a la cabeza.

El hechizo reveló que tenía migraña. ¡Genial! Como si no estuviese enterada ya. La varita siguió bajando sin encontrar nada anormal. Hasta que llegó al estómago. Nada. Bastante raro, pues algo malo debía tener si acababa de vomitar todo su almuerzo.

Finalmente la varita de la bruja se posó en su vientre. Ahogó una exclamación cuando empezó a iluminarse de una luz muy dorada y Molly chillaba de la emoción. La luz rápidamente se volvió celeste y se desvaneció tan rápido como apareció.

Gritos de emoción llenaron la sala. Ella estaba en shock. Molly la abrazó fuertemente, los hermanos abrazaron a Ron, del cual aún no podía ver la expresión. Ginny se le lanzó encima con todo y panza. "¡Felicidades!" Era todo lo que podía escucharse en la sala.

Hermione se quedó estática. Al fin pudo cruzar miradas con Ron, quien tenía una cara de sorpresa, pánico e ira, de la cual se hubiera reído si estaban en otra situación.

Oh por Merlín santísimo. Estaba embarazada. Y el niño no era de Ron. Se llevó una vez más la mano al dije del cuello, tendría un hijo...de él.

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