GUERRA
-¡Yu-Hon bastardo! – gritó Mundok a la vez que abría la puerta con tanto ímpetu que esta golpeó fuertemente contra la pared.
Las numerosas personas que había dentro de la amplia sala, principalmente oficiales y soldados del ejército, se sobresaltaron y miraron rápidamente en la dirección del estruendo. Sin embargo Yu-Hon no reaccionó visiblemente a la impetuosa entrada del actual general de la Tribu del Viento, siguiendo su tarea de mover algunos peones sobre el gran mapa que había extendido sobre la mesa del centro de la sala con el mismo porte serio que era habitual en él.
-¿Qué demonios ha hecho, Lord Yu-Hon? – le preguntó Mundok aún alzando la voz y acercándose dando pasos claramente amenazantes hasta quedar en frente del aludido, estando solo separados por la mesa que se interponía entre ambos.
Yu-Hon movió otro par de peones sobre el mapa, sin siquiera molestarse en alzar la mirada hacia el hombre iracundo que estaba frente a él, para luego decir con tono tranquilo y autoritario:
-Todos fuera. Rápido.
El resto de hombres de la sala, que estaban conteniendo el aliento sintiéndose claramente intimidados por el aura amenazante del general de la Tribu del Viento, se apresuraron en obedecerle sin rechistar y cerraron la puerta detrás de ellos, dejando a los dos hombres completamente a solas en un denso silencio que se podría cortar con un cuchillo. La tensión casi hacía que el aire chispeara, pero el príncipe siguió con su porte sereno e indiferente mientras miraba el mapa, aún sin alzar la mirada hacia el recién llegado.
-Dese prisa en decir lo que tenga que decir, Lord Mundok – le dijo con un ligero tono de hastío y el ceño fruncido por estar concentrado en su tarea -. Como puede ver, estoy ocupado…
El anciano le interrumpió golpeando fuertemente las palmas de las manos contra la superficie de la mesa, provocando que los peones que había sobre ella se tambalearan y varios se cayeran.
Yu-Hon finalmente alzo la mirada para encontrarse con el único ojo sano de Mundok ardiendo de ira, pero se limitó a sostenerle la mirada serenamente, sin mostrar signos de sentirse intimidado o inquieto por ello.
-¿Qué demonios ha pasado en esta aldea y las colindantes mientras yo y mis hombres creábamos la distracción que usted había solicitado en el extremo opuesto de la frontera, Lord Yu-Hon? – le preguntó el anciano con un forzado tono neutro, claramente conteniéndose para no volver a gritar.
-Hemos ganado este territorio para nuestra causa, por supuesto – le respondió tranquilamente, como si se tratara de una obviedad.
-¿Y para eso era necesario asesinarles a todos? – inquirió apretando las manos que aún tenía sobre la mesa para formar puños.
-Trataron de resistirse y lucharon contra nosotros, a pesar de que sabían que era una batalla perdida. Ellos mismos se lo buscaron, se lo merecían – le dijo totalmente convencido.
-¿También las mujeres y los niños? – señaló Mundok con tono contenido, apretando fuertemente la mandíbula y claramente con su autocontrol pendiendo de un hilo.
-Un enemigo es un enemigo. Sin importar la edad o el género – declaró fríamente -. ¿Acaso se está ablandando con la edad, Lord Mundok?
El general de la tribu del Viento golpeó la mesa con los puños con tanta fuerza que la partió, con una oscura aura de ira a su alrededor. La única reacción que mostró el otro hombre a su arrebato fue un ligero parpadeo.
-De sobra sabéis que nunca he concordado con vuestros métodos en el campo de batalla, Lord Yu-Hon, pero esto ya ha ido demasiado lejos – le dijo con una mirada asesina -. Esta vez no miraré hacia otro lado. No hay manera de que acepte esto sin más.
-Le aconsejo que cuide sus palabras, Lord Mundok – le advirtió con una mirada oscura a la vez que daba un paso al frente, sin importarle pisar la mesa rota que había entre ellos y romperla aún más -. En vez de revelaros contra mí, deberíais estarme agradecido. Gracias a mi pericia en el campo de batalla los territorios de la tribu del Viento no están haciendo más que aumentar.
-¿A qué precio? ¿La sangre de cuánta gente inocente está siendo derramada en esta guerra sin sentido?
-No hagáis que me repita – espetó tajante -. Ellos son enemigos. No merecen piedad ninguna. Si les hubiera perdonado la vida, no tardarían en aprovechar la menor oportunidad para volver a alzarse contra nosotros. Es mejor arrancar todas las malas hierbas de raíz para dejar el terreno libre y volver a plantar cultivos productivos y sanos. ¿O acaso me equivoco?
-¿Estáis equiparando una cosecha de trigo con la vida de cientos, no, miles de personas? Estáis loco – espetó el anciano de forma despectiva para luego darle la espalda -. Se acabó. No consentiré que la Tribu del Viento se involucre más en esto. Nos retiramos – declaró firmemente a la vez que comenzaba a caminar con grandes zancadas hacia la puerta.
La máscara serena del príncipe por fin se quebró para mostrar una mueca de ira y se abalanzó hacia delante para agarrar fuertemente el hombro del anciano para impedir su avance.
-¡¿Quién te crees que eres para darme la espalda y desafiarme?! – gritó Yu-Hon, pareciendo completamente fuera de sí.
Esta vez fue Mundok el que mantuvo la fachada de serenidad, zafándose de su agarre y girando la cabeza para mirarle por encima del hombro con su ojo sano.
-Soy Son Mundok. General de la Tribu del Viento, héroe de guerra por la gracia de su majestad el Rey Joo-Nam, y he decidido que yo y mis hombres nos retiraremos definitivamente de esta guerra – le respondió determinado.
-Pues yo soy el General de la Tribu del Cielo, príncipe heredero y por tanto tu futuro Rey – le dijo con un tono frío y afilado como un cuchillo -. Y por lo tanto obedecerás mis órdenes. Te quedarás.
-Usted tendrá derecho a exigirme obediencia cuando sea coronado. Hasta entonces, el único ante el que voy a responder es su majestad Joo-Nam – declaro de forma intransigente.
-Mi padre me ha concedido autoridad para dirigir el rumbo de Kouka durante esta guerra – replicó, claramente cada vez más cabreado.
-Una guerra que usted está utilizando para justificar matanzas indiscriminadas y saciar vuestras ansias de poder – le acusó una mirada reprobatoria.
-¡Silencio! – espetó Yu-Hon con tono autoritario, pero Mundok lejos de amilanarse sacó pecho desafiante y siguió hablando como si nada.
-Yo y mi tribu aceptamos formar parte de esta guerra porque el reino de Xing estaba causando estragos en nuestro territorio. Pero Xing ya esta derrotado, la victoria es nuestra – declaró convencido.
-Mentira. Aún no están acabados – le contradijo el príncipe, frunciendo el ceño contrariado -. Esta escoria sigue resistiéndose a nosotros tercamente.
-Porque no cesáis en vuestros asedios y provocaciones – le echó en cara Mundok -. El Rey de Xing ya ha aceptado negociar la paz con Kouka. Es solo cuestión de tiempo…
-¡No quiero ninguna negociación! – espetó el príncipe a la vez que descargaba su ira pateando un gran trozo de la mesa rota -. Los "Tratados de Paz" solo son basura que en poco tiempo se convierten en papel mojado. No aceptaré otra cosa que no sea una rendición total.
-Entonces, ¿simplemente pretendéis seguir con esta matanza indiscriminada hasta que no quede nadie más en pie? – le preguntó claramente indignado.
-Pretendo que Xing deje de ser un problema para siempre, que desaparezca – le confirmó Yu-Hon seriamente como si nada ante la mirada de incredulidad del general más veterano -. Y para ello eliminaré a todos los que haga falta. No necesitamos a más gente problemática que inevitablemente se revelarán a la menor ocasión. No consentiré que haya traidores en mi Reino.
El brillo oscuro y cruel que había en los ojos del príncipe heredero rebelaban que hablaba completamente en serio, lo cual provocó un fuerte escalofrío de repulsa e ira en el general de la Tribu del Viento. Sin embargo Mundok se esforzó por recomponerse rápidamente y contradecirle.
-Kouka no es vuestro Reino. Aún no – señalo el anciano fríamente, ganándose una mirada cargada de ira del otro hombre -. Iré a informar al su majestad Joo-Nam de la situación y de lo que está aconteciendo aquí a la mayor brevedad.
-¡Maldito! – espetó Yu-Hon a la vez llevaba la mano a la empuñadura de su espada, pero antes de que le diera tiempo a desenvainarla ni siquiera un centímetro ya tenía la lanza de Mundok sobre su yugular.
-¿Está seguro de querer entrar en una batalla de fuerza conmigo? – le cuestionó el anciano con una mirada amenazante a la vez que apretaba la lanza lo justo como para provocar un ligero corte en el cuello del príncipe; ante lo cual este no pudo más que gruñir molesto, aunque aún mantenía tercamente un agarre firme sobre la empuñadura de su espada envainada -. Te faltan más de veinte años para tan siquiera acercarte a mi nivel, mocoso – declaró Mundok con voz ronca entrecerrando los ojos, dejando completamente de lado el tono respetuoso, dándole a entender que ahora estaba hablando con él de guerrero a guerrero y que no le mostraría consideración alguna aún con su título de príncipe.
Yu-Hon soltó otro gruñido de molestia, lanzándole una mirada asesina, pero no le quedó más remedio que reconocer la superioridad del guerrero veterano y resignarse alejando la mano de su espada a la vez que retrocedía un paso a regañadientes. Entonces Mundok también volvió a colocarse su lanza en la espalda y retomó lo que estaba diciendo antes como si nada.
-Una vez que su majestad Joo-Nam esté informado, aceptaré la decisión que él tome y acataré su voluntad sin rechistar. Ya sea continuar la guerra o negociar la paz. Como guerrero y General de Tribu del Viento que soy, mostraré lealtad a este país y su corona. Pero es al Rey al que le corresponde decidir sobre el futuro del Reino. Solo a él – recalcó, retándole con la mirada a contradecirle.
El príncipe apretó la mandíbula y los puños, claramente molesto y contrariado. Por un momento, Mundok creyó que iba a volver a cometer la insensatez de arremeter contra él, pero finalmente se contuvo limitándose a darle la espalda, aunque con todos los músculos aún tensos.
Mundok lo tomó como el mayor gesto de aceptación que podía recibir de su parte y también le dio la espalda para salir de la sala con paso decidido, porque ya no merecía la pena que perdiera más tiempo intentando razonar con semejante príncipe orgulloso cegado por las ansias de poder y reconocimiento.
Ciertamente el guerrero veterano temía lo que pudiera pasar con el Reino de Kouka cuando el príncipe heredero ascendiera al trono. Pero eso era algo con lo que ya trataría en su momento, por ahora confiaría en la sensatez del actual Rey Joo-Nam.
El general de la Tribu del Viento salió a la calle, e hizo una mueca de desagrado ante el panorama que quedó a su vista, aquel del que ya había sido testigo nada más regresar de su misión.
La calle estaba plagada de cadáveres de soldados, campesinos, mujeres y niños por igual. Sus rostros estaban deformados por muecas de terror y varias de las mujeres, aún muertas, se mantenían aferradas a los que seguramente hubieran sido sus hijos, en un claro y finalmente inútil intento de protegerles.
A Mundok se le subió la bilis a la boca, y tuvo que contener nuevamente el imperioso impulso que sintió de atravesar algo con su lanza, preferiblemente el pecho de Yu-Hon.
No había nada que pudiera justificar semejante matanza indiscriminada. Nada. Su honor de guerrero le exigía cobrar venganza por los inocentes caídos, aunque fueran ciudadanos de un Reino enemigo. Sin embargo consiguió controlarse gracias a la templanza que había ido cultivando a lo largo de los años y se limitó a apretar fuertemente los puños y apartar la mirada de los cuerpos para emprender su camino de vuelta hacia donde le estaban esperando sus hombres.
Su prioridad debía ser sacar a su gente de allí antes de que se vieran más involucrados en esta locura. Ahora no debía permitirse pensar en nada más. Sin embargo, según iba avanzando y se encontraba con más y más cadáveres a su paso, no pudo evitar que la culpabilidad le invadiera.
¿Cómo había podido permitir esto sucediera? Si tan solo hubiera dejado a alguno de sus hombres infiltrado entre los de Yu-Hon, podría haberse enterado de sus planes por anticipado y haber hecho algo por impedir esta masacre. Se le ocurrían tantas posibilidades, tantas cosas que podría haber hecho y que habrían evitado este desenlace. Pero el pasado ya no se podía cambiar, solo podía hacer lo posible porque su gente no se viera salpicada por esto y tomar medidas para tratar de contener al sanguinario príncipe heredero hablando con el Rey, que era el único que podía detenerle ahora mismo sin provocar una guerra civil en el reino.
Sin embargo, mientras su mirada pesarosa se volvía a dirigir una y otra vez inevitablemente hacía un nuevo cuerpo sin vida, no podía evitar pensar que desearía haber podido hacer algo más por esta gente. Lo que sea, solo algo…
Fue en ese momento, casi como si se tratara de una señal, que un extraño sonido llegó a sus oídos haciendo que detuviera sus pasos. Mundok miró a su alrededor buscando su origen. ¿Se trataba de un llanto?
Finalmente fijó su mirada en una de las cabañas por las que acababa de pasar, teniendo la certeza de que ahí se encontraba la fuente del sonido, y retrocedió sobre sus pasos inconscientemente para asomarse por la puerta entreabierta casi sin poder evitarlo.
Se trataba de la pequeña choza de una familia humilde. Apenas había muebles o pertenencias visibles. Lo más llamativo era la mesa que había en el centro de la sala principal que tenía dos platos a medio comer. Claramente los que aquí vivían se habían visto sorprendidos inesperadamente por la fatalidad que había terminado con sus vidas. Había un hombre muerto caído cerca de la puerta de entrada con una espada en su mano, claramente se había lanzado contra los que habían irrumpido en su hogar para tratar de defenderse, desgraciadamente sin éxito. También había el cuerpo de una mujer con una larga y lisa melena azabache, que parecía haber sido acorralada en la esquina del fondo de la sala y apuñalada repetidamente hasta su muerte.
El extraño sonido volvió a escucharse y esta vez Mundok tuvo la certeza de que se trataba del llanto de un bebé al ver la pequeña cuna de madera que estaba a un par de metros de distancia del cuerpo de la mujer.
El general de la Tribu del Viento tragó saliva, reuniendo su determinación para pasar cuidadosamente sobre el cuerpo del hombre y llegar hasta la cuna, pero cuando se asomó dentro de ella estaba vacía.
Él parpadeó confundido. Estaba seguro de que…
El llanto volvió a oírse a su derecha y el hombre giró su cabeza para encontrarse solo con el cadáver de la mujer de pelo azabache. Ahora que la veía más de cerca, pudo ver sus rasgos más claramente y darse cuenta de que había sido una mujer joven y seguramente muy hermosa; sin embargo todo eso quedaba arruinado ahora por su rostro mortalmente pálido contraído en una mueca de angustia, sus vidriosos ojos azules sin vida, sus mejillas manchadas de lágrimas secas y su boca entreabierta claramente en medio de un grito agónico. Mundok sufrió un escalofrío, porque solo con esa imagen quedaba claro lo mucho que había sufrido esa mujer en el momento de su muerte, pero salió de sus oscuros pensamientos cuando volvió a oír el llanto proveniente de donde estaba la mujer, aunque esta no parecía tener a ningún bebé consigo.
El general frunció el ceño, sintiéndose nuevamente confundido e intrigado, pero cuando el llanto volvió a oírse se percató de que el sonido estaba ligeramente amortiguado. Podría ser que…
Volvió a mirar fijamente a la mujer e hizo una mueca de desagrado por lo que estaba a punto de hacer. No le gustaba perturbar a los muertos, menos aún a esta mujer que parecía haber sufrido tanto; pero no le quedaba otra. Después de todo era por una buena causa.
Se acercó y se agachó en frente de la mujer, procediendo a mover su cuerpo con todo el cuidado que pudo.
-Discúlpeme – se sintió en la obligación de decir Mundok, a pesar de saber que la mujer ya no podía oírle; pero su sentimiento de culpabilidad se alivió cuando comprobó que sus sospechas eran ciertas.
Había una pequeña trampilla en el suelo, justo debajo de donde había estado agazapada antes la mujer, ahora quedaba claro que se había esforzado en ocultarla de forma totalmente intencionada.
El llanto volvió a escucharse, casi como si le estuviera apremiando, y Mundok se inclinó hacia delante para abrir la trampilla manchada de sangre.
Un pequeño bebé, que debía tener aproximadamente un año de edad, quedó a su vista. Su pequeño rostro estaba manchado de lágrimas por su llanto, pero también de gotas de sangre seca al igual que la toquilla de color crema que le cubría. Claramente se trataba de la sangre de su propia madre que se había filtrado entre las rendijas del suelo de madera. La sangre que su madre había derramado por protegerle en sus últimos momentos de vida.
Mundok se estremeció y se sintió enfermo ante esos pensamientos, pero se apresuró en coger al bebé que no paraba de llorar entre sus brazos, torpemente pero lo más cuidadosamente que pudo. Utilizó la parte de la toquilla que no estaba teñida del rojo de la sangre para limpiar lo mejor que pudo la carita del niño, porque no podía soportar verle más tiempo así. El bebé se revolvió inquieto durante todo el proceso y su llanto se intensificó, claramente sintiéndose incomodo al ser tocado por un desconocido y tratando de apartarle, pero el general no desistió en su tarea.
Fue en medio de uno de sus débiles forcejeos que el infante giró la cabeza lo suficiente como para que el cadáver de la mujer quedara a su vista. La reacción del niño fue inmediata, que redobló sus intentos de zafarse y comenzó a balbucear en medio de su llanto.
-Mamamamamama… mamama… mama… mamama… - repetía el bebé una y otra vez, extendiendo sus bracitos hacia su madre, sin ser consciente de que ella ya no respondería a sus llamados, ya nunca más podría hacerlo.
A Mundok se le encogió el corazón y casi inconscientemente acercó al niño hacia su madre, a pesar de ser consciente de que no era muy recomendable acercar a un bebé a un cadáver en estado de descomposición, aunque se tratara de su madre. Sin embargo no se arrepintió de hacerlo porque el bebé en seguida se calmó con la proximidad de su progenitora, aunque en realidad aún fuera Mundok el que le estuviera sosteniendo, y se agarró a las ropas de la mujer, sin importarle las manchas de sangre, para poco después ponerse a jugar con los largos mechones negros que caían del rostro de la mujer. El bebé parecía tan feliz y satisfecho con este simple hecho, a pesar de que el cuerpo de su madre debía estar claramente frío, comenzando a oler a putrefacción y ni siquiera se hubiera movido, que el general se sintió al borde de las lágrimas por primera vez después de mucho tiempo.
El bebé era feliz en su ignorancia, sin saber que lo que estaba a su lado ya no era más que un cuerpo vacío que había perdido su alma. Era tan cruel, tan injusto que este pequeño se fuera a ver privado de su madre a una edad tan temprana. Aunque ahora se mostrara tan feliz con su cercanía, al crecer ni siquiera la recordaría. No recordaría cómo se sentía vivir en una familia que le amaba tanto como para sacrificarse para protegerle.
Fue entonces cuando Mundok tomó una determinación. Ya sabía lo que podía hacer por esta gente, más bien lo que quería hacer.
El pequeño bebé había caído dormido con un mechón del pelo de su madre agarrado con su pequeña manita, claramente agotado después de pasarse quién sabe cuánto tiempo llorando desconsolado oculto debajo del suelo hasta que él le había encontrado. El simple hecho de pensar en la posibilidad de que alguno de los hombres de Yu-Hon le hubiera encontrado primero, hizo que el hombre apretara su agarre sobre el niño de forma protectora instintivamente. No era seguro permanecer durante más tiempo aquí.
El general le quitó cuidadosamente el mechón de pelo que tenía agarrado de la mano y le apartó de de su madre con todo el dolor de su corazón. Pero era lo correcto, porque ella ya no podría protegerle ni encargarse de él. Aún así algo se revolvió en la conciencia de Mundok, y cuando le quitó la toquilla ensangrentada al bebé dormido se sintió en la obligación de dejar la prenda encima del regazo de su madre, como si así una parte de su hijo pudiera permanecer con ella. Fue en ese momento cuando el hombre se dio cuenta de la palabra que había cuidadosamente bordada en la toquilla: "Hak".
-Perdóname por no haber podido proteger a tu madre, Hak – habló Mundok en un susurró cargado de culpa y pesar mientras miraba al bebé que no podía oírle en medio de su sueño, aunque tampoco podría haber comprendido sus palabras de haber estado despierto a tan temprana edad. Simplemente el general se sintió en la obligación de decir esas palabras en voz alta.
Mundok se levantó del suelo, teniendo cuidado de no hacer movimientos bruscos que perturbaran al bebé y luego extendió la mano hacia la cuna para agarrar una sábana y cubrir al niño con la tela blanca y limpia. Por ahora esto tendría que servir, desde luego llamaría mucho menos la atención que estando con la anterior toquilla manchada de sangre.
El general se dirigió hacia la salida de la cabaña con el bebé dormido en brazos, solo deteniéndose para mirar por encima del hombro la casa y los dos cadáveres que quedaban a sus espaldas una última vez, para luego de salir a la calle y apresurarse en salir de la aldea antes de que algún hombre de Yu-Hon se fijara en él y sobre todo en su preciada carga.
Finalmente consiguió salir de la aldea sin contratiempos y se reunió con sus hombres, los cuales no pudieron hacer nada más que mirarle completamente impactados al darse cuenta de qué era lo que el hombre anciano cargaba entre sus brazos.
-Mi general, eso es… - se atrevió a hablar uno de los confundidos soldados.
-¡No le llames "eso", animal! – le reprendió Mundok molesto alzando la voz y levantando un puño amenazante. Pero al darse cuenta de que su acción había provocado que el niño se revolviera inquieto entre sus brazos entró en pánico y se apresuró en arrullarle y acunarle torpemente para tranquilizarle hasta que se volvió a dormir profundamente.
Todos los soldados abrieron los ojos y la boca ampliamente, anonadados. Jamás se habrían llegado a imaginar la posibilidad que su imponente general pudiera cargar a un pequeño bebé tan cuidadosamente en brazos. De hecho se habrían reído si alguien ni tan siquiera lo hubiera sugerido. Pero era real y estaba ocurriendo justo en frente de sus ojos, no lo podían negar aunque pareciera inaudito.
-Discúlpeme. No pretendía ser rudo, mi general – atinó a disculparse el soldado que había hablado antes tartamudeando nervioso en medio de su incredulidad.
-Está bien – le disculpó Mundok, esta vez con un tono de voz considerablemente más bajo -. Solo ten más cuidado la próxima vez que te refieras a mi nieto.
-¡¿SU NIETO?! – exclamaron todos a la vez, totalmente impactados.
-¡Silencio! – les ordenó Mundok, consiguiendo sonar amenazador gracias a la mirada asesina que les dirigió a pesar de estar hablando en susurros -. El próximo que alce la voz tendrá que hacer el camino de vuelta a Fuuga a pie – les amenazó.
-¿Volvemos a Fuuga? ¿Qué ha pasado, mi general? – le preguntó su segundo al mando preocupado, pero obedeciendo y hablando en susurros porque sabía que el anciano nunca amenazaba en vano.
-Solo necesitáis saber que la Tribu del Viento se retira de la guerra hasta nueva orden – comenzó a explicarles Mundok en susurros que los soldados tuvieron que esforzarse en escuchar acercándose más, pero conservando totalmente su aura autoritaria a pesar de estar cargando a un bebé en brazos -. Daré orden de que todos los destacamentos de nuestro ejército retrocedan y se reagrupen en Fuuga, listos para defender a nuestro pueblo de los posibles ataques pero nada más. Mientras tanto me dirigiré al castillo Hiryuu con una pequeña escolta para informar a su majestad en persona de determinados hechos y luego recibir directamente sus órdenes – los soldados asintieron en conformidad, sabiendo que no tenía sentido preguntar los motivos de su proceder porque ya se lo habría informado si hubiera querido que lo supieran. Habían aprendido a confiar en su líder y a no cuestionarle cuando daba una orden directa y firme como esa -. Pues ya lo habéis oído. No tenemos tiempo que perder, así que disponedlo todo para nuestra marcha y enviad mensajeros que informen al resto de las tropas. Moved el culo.
Todos se pusieron firmes e hicieron un respetuoso saludo militar antes de apresurarse en realizar sus respectivas tareas o buscar instrucciones más concretas del segundo al mando. La mayoría siguieron lanzando miradas curiosas y confundidas al niño que cargaba su general, aquel al que había llamado nieto, pero fueron lo suficientemente inteligentes como para no preguntar más al respecto, cosa que su líder agradeció sinceramente.
Mundok también se apresuró en dirigirse a su caballo con el bebé llamado Hak en brazos para llevarle al que se convertiría en su nuevo hogar. Porque el anciano, a pesar de nunca haber llegado a tener interés en formar una familia, ni siquiera en casarse, había decidido que se convertiría en la nueva familia de este niño, y él era de los que seguía adelante con las decisiones que tomaba hasta las últimas consecuencias. Protegería a este pequeño con su vida y se aseguraría de que viviera una vida feliz y plena en lugar de sus padres. Aunque en realidad sabía que nunca podría llegar a suplir el vacío que estos habían dejado al morir, pondría todo su empeño en ello. No podría ser tan difícil encargarse de este mocoso, ¿no?
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Yu-hon se encontraba descargando su ira despedazando los restos de la mesa que había quedado rota en el suelo en medio de su disputa con Mundok.
Ese viejo decrépito… ¿cómo se había atrevido a cuestionarle, incluso a desafiarle? Merecía pagar por su osadía. Pero en el fondo sabía que ahora mismo no podía hacer nada contra el poder superior del guerrero veterano y los soldados que le acompañaban. A pesar de que ahora mismo les superaban en número, la Tribu del Viento era bien conocida por sus formidables luchadores. No podría retener a Mundok en contra de su voluntad sin arriesgarse a tener numerosas bajas entre sus tropas, y eso era algo que ahora mismo no se podía permitir estando en pleno frente de batalla y sin aliados. Esa certeza solo conseguía cabrearle aún más.
Sin tan solo pudiera haber mantenido a su padre al margen durante un poco más de tiempo…
Pero ya todo había terminado, sin duda el general de la Tribu del Viento cumpliría con su amenaza de informarle de todo. Aunque de ningún modo pensaba resignarse sin más sin presentar batalla. Mientras aún conservara el mando de las tropas haría todo lo que pudiera.
Necesitaba hacer algo rápido, pero que a la vez fuera grande para dar el impacto que buscaba.
Justo en el momento en el que pensaba eso pasó al lado de la ventana y quedó a su vista un cadáver que había sido decapitado, fue entonces cuando le llegó una repentina inspiración y no pudo evitar sonreír oscuramente.
Sí. Ya sabía justamente qué era lo que debía hacer.
-Disculpe, mi general – le habló un nervioso soldado a su espalda, el cual se había atrevido a asomarse por la puerta entreabierta, temiéndose lo peor al saber que el príncipe se encontraba de un pésimo humor -. Le traigo un informe.
-Pasa y habla rápido – le ordenó el príncipe autoritariamente, girándose hacia él después de que su sonrisa se borrara de su rostro para mostrar una expresión seria ante su subordinado.
-Lord Mundok y sus hombres ya han terminado con sus preparaciones, su marcha es inminente. ¿Tiene usted alguna orden para nosotros al respecto?
-No, dejad que se marchen – le respondió, agitando la mano en un gesto despectivo, como si ese tema ya no fuera merecedor de su atención -. En vez de eso tengo otra orden para vosotros.
-Sí, mi general – habló el soldado solícito haciendo un saludo militar, mostrando su disposición a obedecer sus órdenes.
-Reunid todos los carros y carretas que podáis y alineadlas en la salida de la aldea. Luego también tendréis que llevar allí todos los cadáveres – comenzó a explicarle con tono neutro.
-¿Quiere que les traslademos para darles santa sepultura, mi general? – se atrevió a aventurar el soldado, claramente confundido.
-Sí, se podría decir que les vamos a llevar a su nuevo lugar de reposo – le confirmó para luego sonreír oscuramente y añadir -: Aunque solo sus cabezas.
-¿Cómo ha dicho, mi general? – le preguntó, claramente confundido y dudando de si le había entendido bien.
-Lo que has oído – espetó el príncipe hastiado, como si estuviera perdiendo la paciencia -. Decapitadles a todos y echad sus cabezas a los carros. Las llevaremos con nosotros en nuestro próximo ataque al castillo de Xing.
El soldado palideció visiblemente, claramente horrorizado y comenzó a tartamudear.
-Mi general… eso… eso es…
-¡Y basta con el balbuceo estúpido, inútil! – le gritó Yu-Hon lanzándole una mirada severa, ante la cual su subordinado se estremeció para su gran satisfacción -. ¡Ve a trasmitir la orden que te he dado! ¡A prisa! Lo quiero todo dispuesto antes de que termine el día.
-Sí, mi general – le respondió el soldado rápidamente, claramente intimidado, antes de apresurarse en cumplir su mandato.
Yu-hon sonrió satisfecho y se volvió a girar para mirar por la ventana, aunque en realidad no se estaba fijando en lo que había en el exterior. Ya se estaba imaginando con deleite los rostros de espanto y terror de sus enemigos cuando comenzaran a ver cabezas ensangrentadas caer del cielo. Tendría que asegurarse de poder ver el espectáculo en primera fila.
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Hasta aquí este fanfic, espero que haya sido de vuestro agrado. Tenía otros fanfics que he escrito antes pendientes de revisar y publicar, pero no quería dejar pasar la oportunidad de escribir este fanfic antes de que salga el siguiente capítulo del manga de Akatsuki no Yona y revelen algo nuevo que pueda contradecir lo que he escrito en este fanfic.
La verdad es que después de las últimas revelaciones que se hicieron en el capítulo 132 sobre el padre de Soo-Won, no pude evitar lanzarme a escribir sobre esto de inmediato. Yo ya sospechaba que Yu-hon podía no ser tan bueno como lo había retratado Soo-Won, cuando habló de él diciendo que le admiraba de niño y que los demás también decían que fue un gran general. Pensaba que tenía que haber algún motivo de peso para que Il, que odiaba la guerra y las armas, le matara, si realmente resultan ser ciertas las acusaciones de Soo-Won.
Por eso, después de que se confirmara que Yu-hon hizo semejantes barbaridades en la guerra de Xing, pensé que Mundok sin duda habría estado en contra de sus métodos, el cual seguramente habría participado en la guerra al encontrarse la Tribu del Viento en la frontera con Xing. Después, todo esto se mezclo con la teoría que hay de que Hak proviene de Xing y las suposiciones que tenía sobre cómo habría podido llegar a adoptarle Mundok, y finalmente surgió este fanfic.
De modo que este fanfic relata la hipótesis que yo tengo sobre cómo podrían haberse desarrollado los acontecimientos diecisiete años atrás. Os animo a que me hagáis saber qué opináis al respecto y me dejéis vuestras propias conjeturas en vuestros comentarios.
Por último deciros que he dejado el fanfic inconcluso porque tengo pensado añadir unos extras sobre algunas interacciones que se me han ocurrido entre Mundok y Hak de bebé. Más que nada serán cosas cómicas que podrían haber ocurrido entre ellos para aligerar un poco el drama de este fanfic. Yo soy de la opinión de que después de un trago amargo hace falta un dulce jejeje.
Os animo a estar al pendiente de estos futuros extras, que trataré de publicar pronto y espero que sean de vuestro agrado, y mientras tanto podréis seguir leyendo el resto de mis traducciones y fanfics que seguiré publicando. Os adelanto que el próximo sábado se viene nuevo capítulo de "DESDE MÁS ALLÁ DEL CIELO", para los que sigan este fanfic.
Nos vemos.
