NA. Bienvenidos a este humilde fanfic. Soy hp_931 y puede que a la gente más antigua de por aquí le suene mucho este fic. Tiene una larga historia así que os la resumiré un poco… hace tiempo comencé a escribir un fic sobre mi pareja favorita de Ruroni Kenshin Sano/Meg, llegué a publicar cuatro capítulos pero la inspiración desapareció para no volver… hace un tiempo paseando por fanfiction lo encontré y lo borré al ver la cantidad de faltas de ortografía y la mala redacción que este tenía.
Pero cuando lo comencé a releer, no sé cómo, mi inspiración volvió de una manera increíble y mis dedos empezaron a escribir lo que hoy público. Tomé los primeros dos capítulos (los cuales son casi idénticos) pero reestructuré todo lo demás y así nació el nuevo Como buenos vecinos.
Solamente decir que espero que os guste y lo disfrutéis como yo he disfrutado escribiéndolo, el fic está ya terminado (he tomado la decisión de no publicar nada sin que esté terminado totalmente, pues yo se la rabia que da engancharte a una historia y que esta quede incompleta) Iré publicando una vez a la semana, son 15 capítulos más el epílogo.
Bueno, dejo ya de decir cosas y os dejo para que podáis leer, muchas gracias por entrar a verlo.
Nos leemos pronto. Hp_931
Disclaimer: Los personajes de Ruroni Kenshin no me pertenecen, son obra del maestro Nobuhiro Watsuki
Capítulo 1
Tori-atama
La primavera en Tokio es una de las mejores cosas con las que tus ojos pueden deleitarse. Los cerezos en flor adornan las calles, jóvenes colegiales caminan por las aceras con sus nuevos e impecables uniformes, los comerciantes ofertan sus mejores mercancías desde las puertas de sus negocios y el ánimo de la gente cambia, todo el mundo camina con una sonrisa en la cara, aunque tengan mucho trabajo que hacer o hayan de entregar un informe a última hora, todos los ciudadanos notan ese ambiente especial.
Todos excepto un chico que camina cansado por las liosas calles del barrio de Shinjuku, llevaba una mochila sobre su hombro izquierdo y un casco colgando de su brazo derecho y con mucho esfuerzo arrastraba una vieja moto que, al parecer, se había quedado sin gasolina, sobre esta se encontraba una pequeña maleta. Sanosuke Sagara estaba cansado y de muy mal humor, llevaba cuatro horas dando vueltas por aquel maldito barrio sin conseguir localizar su objetivo y la moto pesaba demasiado como para continuar tirando de ella, había mucha gente por la calle y los miles de carteles luminosos que decoraban los edificios lo estaban volviendo loco. Ya se lo había advertido su abuelo, pero él prefirió hacer el viaje desde Nagano con su vieja Honda, que perteneció al propio Doctor Gensai, que al ver la ilusión con la que la miraba su nieto desde que era muy pequeño decidió regalársela cuando cumplió los 15 años. Sanosuke recibió la moto como un gran tesoro, aunque estaba rota, el joven de ojos ambarinos trabajo en ella la mayor parte de su adolescencia. Por tanto esa moto era un tesoro para él y ahora que se había mudado a Tokio no podía dejarla en Nagano por nada del mundo.
El joven cansado estacionó la motocicleta en un parque de la zona residencial y se sentó en un banco cercano pasándose la mano por la cara, la cual ya estaba sudada, Sanosuke se quitó la cinta roja que llevaba en la frente y se echó hacia atrás estirando los brazos en el respaldo del banco, estaba cansado y tenía hambre, entonces recordó que su abuelo le había preparado comida para el camino y sin perder ni un segundo el castaño abrió su mochila descubriendo un pequeño bento, lo abrió emocionado y tomó los palillos:
- ¡Que aproveche!- Exclamó para, acto seguido, devorar la comida que le había cocinado su abuelo.
Cualquiera que lo viera pensaría lo mismo, se notaba a la legua que se trataba de un joven nuevo en la ciudad y poco acostumbrado a ella; no se equivocaban mucho. Sanosuke había conseguido aprobar al fin el examen de admisión en una de las universidades de Shinjuku para estudiar ingeniería mecánica, era el tercer año que se presentaba y debía aprobar. Sus amigos ya lo habían hecho y él se sentía rezagado del resto, cuando lo volvían a ver en verano solo traían buenas historias sobre la universidad y sobre Tokio. Pero para él nada era bueno, todas las calles parecían iguales, había demasiada gente y el tráfico era insufrible. Pero ya no había vuelta atrás lo había decidido y le había costado mucho conseguirlo, por lo que no iba a rendirse tan fácilmente.
Con las fuerzas renovadas y una sonrisa en su rostro Sanosuke guardó su bento de nuevo en la mochila, colocó su cinta roja en su sitio y cuando estaba dispuesto a volver a tomar su moto un coche pasó como un rayo junto al joven castaño, con tan mala suerte de pisar un enorme charco de agua que lo empapó de arriba abajo. Esa fue la gota que colmó el vaso.
- EH TÚ ¿ES QUE ESTÁS LOCO?- gritó Sanosuke con fuerza, realmente no le gustaba la ciudad. Lo que no esperaba es que el dueño del coche bajara para encararlo, y mucho menos que fuera una apuesta joven. El castaño tragó saliva al ver a la chica, su cabello era negro y largo hasta la mitad de la espalda, llevaba una falda negra y ajustada que le llegaba por encima de las rodillas y una elegante blusa, usaba carmín rojo y sus ojos se ocultaban tras unas enormes gafas de sol.
- No creo que haya empeorado tu situación- Su voz era muy fina, pero se veía un deje de arrogancia en ella. Cuando Sano salió de su trance se dio cuenta de lo que le había dicho y volvió a hablar.
- ¿Cómo puedes ir diciéndole esas cosas a la gente que te encuentras? Te recuerdo que es TÚ culpa el que yo esté empapado- La chica lo miraba como si la cosa no fuese con ella.
- No sé qué hago perdiendo el tiempo con un pueblerino como tú- Eso lo dijo más para sí misma, pero el joven de Nagano lo escuchó perfectamente, eso avivó su mal humor.
- ¿Sabes cómo llamamos en mi ciudad a la gente como tú?- Sanosuke la señaló con el dedo y el volumen de su voz iba en aumento- ¡KITSUNE!- Aquello pareció alterar a la arrogante chica pues se quitó las gafas de sol mostrando sus ojos marrones que destilaban rabia.
- ¿Cómo me has llamado?- Preguntó convenciéndose a sí misma de que aquello solo había sido producto de su imaginación.
- Kitsune- Esta vez el castaño rebajó el volumen de su voz y una sonrisa triunfal se dibujó en su cara, eso al parecer lo empeoró.
- Más te vale no volver a encontrarte conmigo si no quieres acabar algo más que mojado- Y rápidamente volvió a adentrarse en su coche negro.
- ¡MIRA COMO TIEMPLO!- Sanosuke volvió a gritar mientras que el coche arrancaba e intentaba pisar de nuevo el charco de agua, pero el cinturón negro de kárate de Sano permitió que este lo esquivara con facilidad, esta vez no lo había sorprendido desprevenido- Definitivamente odio Tokio- Y con resignación y totalmente mojado volvió a emprender la marcha en busca de la calle donde se encontraba su nueva vivienda.
No tardó mucho en volver a perderse y se echó las manos a la cabeza despeinándose aún más de lo que estaba, pero ese movimiento de desesperación pareció llamar la atención de alguien.
- ¿Se encuentra bien señor?- Sano se quitó las manos de los ojos para encontrarse con una joven chica que lo miraba curiosa con sus enormes ojos verdes, su pelo negro azabache estaba trenzado, llevaba el uniforme de preparatoria y una mochila sobre su hombro.
- Perdón- contestó sonrojado, al parecer no era muy normal lo que estaba haciendo- Solamente me he perdido y estoy un poco desesperado.
- Si quiere puedo ayudarle ¡Conozco Tokio como la palma de mi mano! Líneas de metro, autobuses, tren…- la colegiala hablaba rápidamente mientras contaba con los dedos todos los medios de transporte de la ciudad- ¿A dónde quieres ir?
- Estoy buscando los apartamentos Himura, un bloque de edificios bastante viejo por lo que me han contado- describió Sanosuke, dándole un pequeño papel a la chica que lo escrutaba con atención.
- Señor… el edificio Himura está justo ahí- Dijo mientras señalaba un viejo y destartalado edificio que se encontraba justo detrás del castaño. La joven soltó una pequeña risa mientras observaba a Sano soltar maldiciones al edificio- Veo que es nuevo en la ciudad- este dejó de soltar groserías para mirar a la colegiala un poco sonrojado.
- Bueno la verdad es que sí, vengo de Nagano y es una ciudad mucho más pequeña comparado con esto. Por cierto no me llames señor aún no soy tan viejo, mi nombre es Sanosuke Sagara- La chica hizo una reverencia saludándolo.
- Mi nombre es Misao Saito ¿Así que vives aquí?
- A partir de ahora sí- Dijo mientras aparcaba la moto en un lado donde no molestara y tomaba su maleta.
- ¡Vaya casualidad!- exclamó- Mi hermana vive justo al lado- Y señaló el edificio que se encontraba justo al lado de su destartalado inmueble, el cual no tenía ni punto de comparación, una serie de lujosos apartamentos hacían ver a su nuevo hogar como una cuadra, Sanosuke tragó saliva, esa chica y su hermana parecían ser de muy buena familia.
- Es un edificio bonito…- Misao rio ante el comentario.
- Tendrá la misma edad que tú y estudia medicina en el colegio médico de mujeres ¡Está en tercero!, A mí aún me queda un año de preparatoria, ¡pero este es el más difícil! Pues tengo que estudiar mucho para poder aprobar los exámenes de acceso- Misao hablaba muy rápido y sin pausas, en un momento le contó a Sanosuke que solamente eran dos hermanas y que su padre era Hajime Saito, un importante cirujano del uno de los hospitales más prestigiosos de Tokio, he ahí porque le sonaba tanto el apellido al joven castaño, su abuelo también estaba en el mundo de la medicina y no conocerlo era casi imposible. También le contó que ella quería estudiar ciencias del deporte y que Megumi (que así se llamaba su hermana) se había ido de casa para poder vivir de una manera más independiente. Sano invitó a un refresco a Misao, pues la veía tan emocionada contándole su vida que le cayó bien desde el primer momento. Fue la primera persona en la ciudad que no lo miraba raro y que le hablaba normal y eso fue una brisa de aire fresco para el castaño, este también le contaba cosas sobre él, su moto, su perro llamado Notaro, sobre Nagano y sus hermanos pequeños, Yahiko, Suzume y Ayame.
- ¿Y tus padres?- Esa pregunta hizo que la cara de Sanosuke cambiara totalmente, su expresión se volvió de tristeza. Misao se dio cuenta al instante y estuvo a punto de decir que no importaba, pero el joven castaño se le adelantó.
- Murieron hace cuatro años en un accidente de tráfico, ellos también eran médicos ¿Sabes?- justo en ese momento Sanosuke miró a Misao con una dulce sonrisa, aunque en sus ojos se reflejaban una tristeza increíble.
- Lo siento mucho…- susurró- No lo sabía, siento haberte sacado este tema.
- No te preocupes- El joven karateka se echó hacia atrás, estaban sentados en unos destartalados bancos de madera junto a la vieja residencia que se había convertido en su nuevo hogar- Me gusta acordarme de ellos, yo por lo menos puedo… sin embargo Suzume solamente tenía un año cuando ocurrió todo y solo los conoce por las fotos. Esa es la razón por la que estamos viviendo con nuestro abuelo- Misao bajó la mirada para observar la lata de refresco que llevaba en sus manos y la apretó un poco. Justo entonces un móvil sonó. Sanosuke dio un salto al comprobar que se trataba del suyo- ¿Diga?- Preguntó cuándo descolgó el aparato.
- ¿Aún no te has instalado?-Misao pudo escuchar la voz al otro lado de la línea.
- ¡Abuelo! ¿Cómo lo sabes?- Sanosuke estaba sorprendido.
- No lo sabía, lo sospechaba y ahora lo he comprobado. ¿Te has perdido?- Sano se ruborizó.
- No abuelo, no me he perdido, estoy en la puerta de los apartamentos, solamente me he entretenido un poco nada más- La joven que estaba a su lado no pudo evitar soltar una pequeña sonrisa, aquel joven era sin duda alguien interesante, parecía un niño, pero un adulto a la vez y eso lo dejó intrigada y le recordó a cierta persona.
- ¡Mi hermana!- Gritó de repente, Sano que seguía hablando por teléfono calló.
- ¿Con quién estás Sano?- Preguntó la voz al otro lado de la línea.
- Lo siento Sanosuke mi hermana estará preocupada ¡Había quedado con ella para cenar!- Y acto seguido la pequeña uniformada salió corriendo hacia el lujoso edificio, a medio camino paró y se dio la vuelta para saludar al joven- ¡Un día de estos te la presentaré!- Gritó mientras desaparecía por el portal.
- ¿Hola? ¿Sano?
- Perdona abuelo solo era una joven simpática que me ha ayudado a encontrar el edificio- Contestó cansado.
- Te recuerdo que estás allí para estudiar no para ligar- Sanosuke no puedo evitar soltar una carcajada.
- Tranquilo abuelo, está en preparatoria. Mañana hablamos- Y colgó antes de que replicara nada. Se levantó del banco y se terminó lo que le quedaba de refresco y se disponía a ir hacia su nueva casa cuando un timbre de bicicleta lo sorprendió. Un joven pelirrojo iba tranquilamente montado en ella, llevaba una carpeta en una mano y con la otra sujetaba el manillar.
- ¡Sanosuke! Veo que ya has llegado- Dijo, un aire de nostalgia recorrió al castaño al ver a su viejo amigo.
- ¡Kenshin!- Este se bajó de la bicicleta y la dejó justo al lado de la vieja Honda.
- Bienvenido a Tokio amigo
Tenía el pelo largo recogido en una coleta baja, era mucho más bajo que Sanosuke y una amable sonrisa adornaba su cara, vestía unos jeans y un jersey morado. Él era Kenshin Himura y cualquiera que lo viera pensaría que es un simple estudiante universitario sin nada especial, pero en realidad era el único heredero del imperio hotelero Himura. Seijuro Hiko era un visionario que invirtió todo el dinero que habían ganado sus padres con el alquiler de apartamentos y poco a poco fue ganando tanta reputación que seguidamente, en muy pocos años, ya era propietario de varios hoteles en Tokio, Osaka, Kioto y varias posadas en Nagano. He ahí como se conocieron estos dos chicos, Kenshin era un niño solitario, su padre viajaba mucho a lo largo de todo el país y, a causa del fallecimiento de su madre, Kenshin lo acompañaba allá a donde fuera. Cuando llegó a Nagano su padre estaba comenzando a abrir sus primeras posadas de lujo de aguas termales en aquella encantadora región montañosa y debido al tiempo que estarían allí Seijuro escolarizó a su hijo en uno de los colegios de la ciudad y entonces fue cuando se conocieron. Sanosuke era un joven extraño, llevaba una cinta roja en la cabeza, estaba usando la parte de arriba del kimono de kárate y en su boca masticaba un tallo de alguna planta. Aunque resultara extraño aquellos dos niños tan diferentes entre sí se hicieron grandes amigos en poco tiempo, hasta que el padre de Kenshin decidió volver a Tokio cuando estos estaban a punto de comenzar la preparatoria. Pero todos los veranos el joven pelirrojo iba a Nagano para disfrutar con sus viejos amigos.
- ¿Qué te parece el edificio?- Sano no respondió al instante e hizo una mueca con la boca.
- Para ser el propietario de hoteles de lujo y apartamentos de alquiler, me esperaba algo más…- El pelirrojo sonrió ante el comentario, su cara mostraba una inmensa tranquilidad y bondad.
- Ya sabes que mi familia empezó alquilando estos apartamentos, les tengo mucho cariño, aparte es lo más barato que he podido dejarte. Tokio es una ciudad muy cara ¿Lo sabías?
- Pues una reforma no le vendría nada mal- Sanosuke miraba el edificio con recelo.
- ¡Seremos vecinos! ¿Qué más quieres?- Kenshin no parecía encontrarle ninguna pega.
- La verdad si yo fuera tú no viviría precisamente aquí- El pelirrojo volvió a reír.
- Anda ven entra conmigo te mostraré tu apartamento ¡Verás que no está tan mal!
Ambos jóvenes entraron en el edificio, los apartamentos eran totalmente independientes y las puertas se encontraban en un largo pasillo al aire libre, el apartamento de Sanosuke estaba en el segundo piso al final del pasillo, muy pegado al lujoso edificio. Entraron y fue cuando Sano se dio cuenta de que no estaba tan mal, el suelo era de tatami verde y tenía una cocina independiente, un cuarto de baño con una bañera pequeña y un salón muy amplio. Las paredes eran de un tono pastel que hacía la estancia bastante acogedora. El punto malo que le vio el castaño fue la ventana, cuando se asomó comprobó que estaba justo enfrente de la del segundo piso del edificio de al lado, se distanciaban unos escasos dos metros.
- ¿Qué te parece?- Preguntó Kenshin emocionado- Tienes cuarto de baño propio, por lo que no tendrás que ir a los baños públicos, por el momento te subiré un futón para que duermas esta noche.
- Gracias Kenshin- Su amigo tenía razón él no tenía suficiente dinero para aspirar a algo mejor y gracias a Kenshin tenía alojamiento en Tokio por mucho menos que lo que solían pedir por casas similares o peores a esa.
- Todo sea por un amigo- Le dio una palmada en el hombro y dejó las llaves sobre una pequeña mesa en el salón- En un rato te subiré el futón, ya sabes que yo estoy en el piso de abajo. En el 1-1.
Una vez solo, Sanosuke dejó su mochila en el suelo y el casco sobre un pequeño recibidor de la entrada, el salón estaba totalmente equipado, una pequeña mesa, un mueble con muchos cajones y un televisor en una esquina de la estancia ¿Qué más necesitaba? Se sentó en el suelo y comenzó a deshacer su equipaje, lo primero que sacó fue un antiguo portarretratos en el que se podía ver claramente una familia, específicamente la familia del castaño. Un Sanosuke más joven junto un hombre con una ligera barba sonreían de pie, sentada junto al hombre una hermosa mujer son una cara que rebosaba felicidad, en su regazo un bebé que no superaría el mes de vida y junto a ella un niño y una niña con grandes sonrisas en sus rostros. Aquella fue la última fotografía de familia que tenía con sus padres, con el corazón encogido Sanosuke la colocó en un mueble que había en un lado de la estancia. El castaño siguió con su instalación en el piso, Kenshin ya le había subido el futón y un plato de comida caliente que él mismo había preparado. Se había hecho bastante tarde y Sanosuke, tras apagar la televisión cansinamente se dispuso a irse a dormir, se quitó la camiseta dejando su torso al aire y justo en ese momento miró por la ventana, una luz se había encendido y podía distinguir la figura de una chica, Sano se sonrojó al instante pues esta parecía dispuesta a hacer lo mismo que él, quitase la blusa blanca que llevaba puesta. Entonces pasó algo inesperado, las miradas de ambos jóvenes se encontraron y, desgraciadamente, se reconocieron al instante.
- ¡Tú!
- ¡Tú!
