Te perdono la vida… recuérdalo.
Hermione y Draco
Había fuego por todo el lugar. Humaredas se extendían señalizando una salida difícil de encontrar. Una muchacha de largos cabellos castaños corría a una velocidad trepidante, internándose en el oscuro bosque.
Desde allí, podía observar como sus dos mejores amigos avanzaban delante de ella, con las varitas alzadas, entre los aullidos que rodeaban el lugar.
Tan sólo chillidos se escuchaban allí, entre maldiciones imperdonables, lucecillas que prendían de numerosas varitas y sangre. Sangre por todas partes. El colegio Hogwarts de magia y hechicería había sido incendiado a pesar de todos sus hechizos protectores. Los mortífagos lo habían invadido todo, esperando en la salida a los asustados alumnos. Muchos habían quedado atrapados en el interior del castillo, ardiendo entre las anaranjadas llamas. Los que habían conseguido salir con vida de allí, ahora se internaban en el bosque, perseguidos por divertidos mortífagos que parecían disfrutar terriblemente aquella escalofriante noche. La noche de la muerte.
Hermione corría todo lo que podía, intentando alcanzar a sus amigos. De pronto, se tropezó con una pequeña rama que se interpuso en su camino. Dolorida aterrizó sobre el suelo del bosque, observando como ellos se perdían entre la oscuridad de la noche. Lagrimas inundaban sus ojos. Lagrimas que pedían justicia a gritos.
-¡Harry! –Gritó, sintiendo como un ardor recorría su pierna. No había sido una simple caída. Le dolía muchísimo. -¡Ron! ¡Harry! –Chilló.
Pero sus llamadas no se escuchaban entre el estrépito que recorría el bosque. Los aullidos de la gente inundaban el lugar. Las maldiciones que escapaban de numerosas varitas. Las batallas que allí se llevaban a cabo.
Sin saber qué hacer, cuando los muchachos desaparecieron de allí, Hermione se acurrucó sobre el tronco de un árbol. Sabía que iba a morir. Tenía la clara sensación de que no saldría viva de allí. El frío mordía su piel y, en cierto modo era agradable, pues necesitaba sentir algo para saber que seguía viva. El viento soplaba fuertemente sobre su rostro, despeinando su ondulado cabello, como si de olas del océano se tratase.
Nunca supo cuanto tiempo estuvo allí: tirada en el suelo, entre el frío del invierno y la hojarasca del bosque. Se perdía entre la oscuridad como una fantasmal sombra. Tenía miedo y, por primera vez, no le importaba reconocer sus debilidades. Pensaba una y otra vez en la cantidad de gente que habría muerto en el interior del castillo a causa de las llamas. Los alumnos fallecidos en el bosque, en manos de los mortífagos. Su mundo. Todo su mundo hecho pedazos.
De pronto dejó de pensar. Escuchó atentamente: Un caballo rechinó en la oscuridad. Pisadas del animal acercándose hacia ella. Hermione alzó la vista dudosa. Una sombra negra, montada en un caballo del mismo color, se encontraba frente a ella, mirándola expectante. La varita en alto y aquellos ropajes le indicó que se trataba de un mortífago. Hermione respiró con dificultad, asustada.
El mortífago bajó del animal. La capucha negra cubría su rostro, pero un brillo grisáceo podía observarse a distancia. Se acercó lentamente hacia la muchacha, con la varita en alto. Hermione esperó su muerte.
-¿Quién eres? –Consiguió preguntar la chica, tímidamente, aun a sabiendas de que se trataba de un mortífago.
El encapuchado levantó la varita que pareció temblar entre sus pálidas manos. Repentinamente volvió a bajar al arma y se la guardó en uno de los bolsillos de su túnica.
-¿Granger? –Preguntó en un susurro mientras se arrodillaba frente a ella.
Hermione intentó decir algo pero no consiguió articular palabra alguna. Se había quedado muda. Reconocer la voz del muchacho que se encontraba frente a ella pareció despertarla de un largo sueño.
¡No podía ser! ¡Sólo tenía diecisiete años! ¡Lo que sus amigos siempre habían sospechado era, finalmente, totalmente cierto!
El chico continuaba arrodillado frente a ella. Hermione respiró con dificultad intentando controlar el miedo. Sabía lo mucho que él la odiaba, no sabía de lo que podía ser capaz en aquellos momentos.
Él se quitó lentamente la capucha, dejando ver a un chico joven y expectante. Le caían mechones rubios por la frente, más unos eléctricos ojos grises relucían bajo la luz de la luna.
-No puedo hacerlo. –Dijo, sin darse cuenta en voz alta.
Hermione lo miraba sorprendida.
-No puedo…
Hermione dejó caer unas lágrimas y, sorprendentemente, Malfoy acarició su rostro con delicadeza; como disfrutando del último segundo de la chica. Se levantó sereno, con la capucha bajada, dejando ver sus finos labios.
-Lo siento, Granger. Tengo que hacerlo. –Dijo, sosteniendo firmemente su varita. –Sólo quiero que sepas que… nunca quise hacerte daño. –Su mano temblaba ligeramente.
Finalmente bajó la varita, enfadado. De pronto escuchó como otros jinetes se acercaban al lugar.
-"Te perdono la vida… recuérdalo." Aléjate de este lugar. –Murmuró mientras de nuevo montaba en su caballo y se colocaba la negra capucha.
La boca de Hermione se abrió, preparada para contestar algo, pero de ella sólo salió aire. No podía hablar, estaba demasiado asustada como para hacerlo. En silencio observó como Draco Malfoy cogía las riendas de su caballo y se alejaba del lugar.
-¿Hay alguien por ahí? –Preguntó uno de los jinetes que se habían acercado.
-Nada. Por esta parte está todo limpio. –Contestó el rubio seguro de sus palabras.
-Bien. Repasaremos el bosque por el este. –Acentuó su mortífago compañero.
El paso de los caballos se alejó. Se alejó junto con la agitada respiración de Hermione. Poco a poco la muchacha consiguió calmarse. Cuando se dio cuenta de que su pierna sangraba se quitó la chaqueta he hizo un nudo con ella alrededor de su extremidad. El tiempo pasó y el peligro se perdió entre la oscuridad. Ella se levantó, como pudo, y comenzó a caminar en dirección opuesta. Buscando a alguien que pudiese ayudarla. Intentando encontrar algún lugar seguro.
El castillo aun podía observarse a lo lejos. Llamas anaranjadas y rojizas se perdían entre la profundidad. Un humo negro recorría los alrededores tragándose todas las almas que a su paso encontraba. El fuego continuaba haciendo acto de presencia en Hogwarts.
"Nadie olvidaría la tragedia que aquella noche se vivió en el mundo mágico. Jamás aquellas almas quedarían olvidadas en el recuerdo. Tras años de nostalgia cada momento, cada segundo vivido tanto dentro del castillo como fuera, quedó preso en el interior de todos los que allí se encontraron en su día. Luchando por la igualdad. Luchando por lo que creían era justo. Luchando por la vida, por la luz, la esperanza y la libertad."
