Capítulo 1
LA VIDA TRAS LOS MUROS
Llevaba más de dos meses en Mayfield y el tratamiento empezaba a surtir efecto. Habían sido muchas horas de terapia y psicoanálisis, muchas noches en vela y muchas pruebas con distintos medicamentos, pero al fin los médicos parecían haber dado con la horma del zapato de su enfermedad.
Casi estaba desintoxicado y Amber llevaba como una semana sin aparecer. Había alucinado con ella con regularidad desde el día de su ingreso. Siempre aparecía en el momento más inoportuno e intentaba torturarlo de alguna manera. Pero ahora parecía haberse ido para siempre. No la iba a extrañar.
Tras realizar una serie de tests con uno de los psiquiatras se dirigió a su dormitorio, que por ser de pago era individual. Abrió la puerta y allí estaba ella. Se había recostado en su cama y se cubría con la sábana de lino. Iba desnuda, podía apreciarlo por debajo de la tela.
-Eres una alucinación-dijo sin apartar la mirada de su jefa.
-Pues claro que soy una alucinación. ¿Crees que ella vendría aquí y se metería en tu cama?
House agachó la vista. Estaba muy guapa y era increiblemente real. Sólo había alucinado con ella una vez y aquello fue el desencadenante de todo lo demás. Antes sólo se le aparecía Amber y esto lo aterrorizaba en cierta manera, pero ver a Cuddy le provocó un auténtico ataque de pánico. Amber estaba muerta y por lo tanto era consciente de que estaba sufriendo una crisis cuando la veía. Pero Cuddy era harina de otro costal. Ella estaba viva y cuando comprendió que no podía distinguir la realidad de lo imaginario decidió por fin dar el gran paso. Lo hizo sobre todo por ella. Tuvo miedo de hacerle daño mientras sufría algún delirio.
Y ahora estaba en aquel maldito hospital. Rodeado de locos y de retrasados mentales. De médicos que a veces le trataban como si fuese un imbécil. Pero estaba a punto de dejar atrás todo eso, de salir de allí. Hasta hacía un momento estaba seguro de haberse curado por completo. Y ahora Cuddy estaba en su cama. Tal y como lo había soñado tantas veces.
House apretó con fuerza el par de pastillas que tenía en su mano. Era la hora de tomárselas. Miró a Cuddy.
-¿Estás seguro de lo que vas a hacer? Si eliges las pastillas entonces desapareceré, al menos de momento. O para siempre, ¿quién sabe?
-No te necesito para nada.
-No me necesitas porque crees que al salir la tendrás a ella. Pero, ¿quién te lo garantiza? Nunca ha sido nada tuyo, excepto tu jefa.
-Es mi amiga.
-Sí, pero no una gran amiga como lo es Wilson. Sabes que te teme, que se muere de miedo de sólo pensar en tener una relación contigo. ¿Por qué tendría que cambiar todo ahora? ¿Crees que caerá en tus brazos en cuanto salgas de aquí? Por favor House, la conoces desde hace veinte años. Si no habéis tenido ya una relación es porque nunca la vais a tener.
El médico la miraba perplejo. Aquel espectro le estaba gritando a la cara lo que él no se atrevía a decirse a sí mismo. Se había ilusionado demasiado con la idea de salir de Mayfield e ir directamente a la casa de ella, a pedirle perdón por tantas cosas y a rogarle que le diese una oportunidad. Estaba seguro de que ella también sentía algo. Pero ahora empezaba a dudar.
La mujer se movió hacia la derecha, dejando un espacio en la cama que golpeó suavemente con la mano, llamándolo.
-Ven aquí. No soy ella, lo sé, pero esta noche podemos imaginar lo que queramos. Olvídate de que no soy real y así podrás tenerla.
El médico se sentó en la cama y alargó la mano hasta alcanzar aquella cara que tantas noches le había quitado el sueño. Después acercó su boca a la suya pero antes se detuvo a aspirar su aroma. Su aroma. Era Cuddy, ahora estaba seguro. En aquel momento no le importó estar alucinando. Es más, deseó que aquello se prolongase para siempre. No quería curarse.
Su mano izquierda atrajo la cara de la mujer a la suya. La besó. La derecha dejó caer las pastillas en el cubo de la basura.
