¡Vamos a pervertirlo!, primera parte (Stevidot x Jaspis) (AU)
- ¡Mmm, hermanita! Cada vez sabes más rica - dijo la pequeña rubia, dando un beso en los labios de la hermosa muchacha delgada que la tenía entre sus brazos.
- Y tú cada vez me comes mejor, amorcito - dijo Lapis correspondiendo al beso de su preciosa hermana menor.
Descansaban una en los brazos de la otra, reponiéndose del pesado orgasmo que acababan de tener después de estimularse mutuamente con sus bocas.
Mientras se recuperaban, las chicas comenzaron a platicar.
- ¿Y qué dice tu noviecito, ese tal Steven?
- ¡No es mi noviecito! - Se defendió la rubia, pero no pudo evitar ponerse roja.
- ¿De verdad? -dijo Lapis, encantada de ver que incluso los pechos de su hermanita se ponían de un agradable color sonrosado - ¿Y entonces, por qué se puso usted tan roja, señorita Peri?
- Bueno... No puedo negar que me gusta. Me gusta mucho, pero nada mas. Ya me propuso que fuera su novia, y le dije que lo iba a pensar. Pero le voy a decir que no. El es demasiado... Inocente.
- ¡Ah, bueno! Pero tú sabes que eso tiene remedio, hermanita. Tú dile que sí, tráelo un día para la casa, y vas a ver lo que queda de su inocencia -dijo Lapis con una sonrisa lasciva.
Peridot se puso todavía más roja.
- Pero... Tú sabes que no tengo mucha experiencia con los hombres, Lapis -susurró la muchachita, apenada.
A lapis de dió un ataque de risa.
- ¡No es gracioso! -repuso Peridot, enfurruñada y cruzándose de brazos.
Lapis la trajo contra sí y la besó varias veces en el rostro. ¡Le producía tanta ternura ver a su hermanita tan molesta!
- ¡Vamos, Peri! Sabes muy bien que te conozco por todos tus rincones. Tu himen está desgarrado. Algo tienes que saber. Tienes que haberte acostado con un hombre.
Peridot estaba cada vez más apenada, y en verdad no sabía por qué. Ella y Lapis no tenían secretos... Excepto ese.
- Pude rompérmelo haciendo ejercicio, ¿sabes?
Lapis se rio con ganas.
- ¡Por favor, Peri! Eres tan floja, que con muchos trabajos levantas tus propios calzones sucios. Ya dime, ¿quién fue el afortunado que se comió por completo a mi preciosa hermanita?
Peridot había ocultado su rostro entre los senos de Lapis. Sin separarse de ellos, le dijo con voz ahogada.
- Tú sabes...
- ¡¿Quéee?! ¡Yo no sé absolutamen... ¡Oh!
Lapis sonrió. ¡Aquel desgraciado iba a acabar con todas las mujeres de su familia!
- ¿De verdad fue él, Peri?
La muchachita asintió, sin despegarse todavía del pecho de su hermana mayor.
- ¡Vaya con el tío Marty, un día nos lo van a llevar a a cárcel por pervertido! -dijo Lapis, divertida. Tomó el rostro de su hermanita y la hizo colocarse completamente sobre ella. La besó tierna y delicadamente en los labios, y la acurrucó contra sí -. Estuviste en las mejores manos, Peri. ¿Y dices que no tienes experiencia?
- Es que solamente fue una vez, Lapis -confesó Peridot-. Recuerda que se tuvo que ir a aquel viaje. Y no lo hemos vuelto a ver desde entonces.
- Mmhh...
Lapis se quedó pensando. En su mente tomo forma una idea perversa. Hacía tiempo que no disfrutaba de los placeres que solamente un miembro masculino vivo y real podía proporcionar.
- Peri, tú no eres celosa, ¿verdad?
- Creo que no -respondió ella, sorprendida-. ¿Por qué lo preguntas, Lapis? ¿Qué es lo que estás tramando?
- Nada. Me preguntaba solamente si quieres asegurarte de que tu Steven pierda completamente toooda su inocencia.
- ¡Uy! -repuso Peridot, interesada a pesar de ella misma-. Suena interesante. ¿Qué tienes en mente?
Cuchicheando, casi como si tuviera miedo de que las descubrieran, Lapis le explicó su idea. Peridot se estremeció. Tal como lo había descrito Lapis, sonaba muy, pero muy excitante.
- Está hecho, hermanita. Este mismo fin de semana lo traeré a la casa. ¿En qué momento vas a intervenir?
- Cuando las cosas empiecen a ponerse interesantes. ¡No olvides dejar la puerta entreabierta!
- Así lo haré, hermanita. ¡Uy! Tan solo de pensarlo se me pone la piel de gallina.
- La piel no sé -dijo Lapis. Pero tus pezoncitos se pusieron muy duros, justo como me gustan-. dijo Lapis, e inmediatamente atrajo a su hermanita para comenzar a succionarlos con maestría y delicadeza; utilizando levemente sus dientes, y luego metiendo todo lo que pudo abarcar con su boca.
Peridot la apretaba contra sí, gimiendo de placer. Le encantaba lo que su hermana mayor le hacía, pero desde que su tío Marty le hizo el amor, añoraba sentir nuevamente un pene bien cobijado en su intimidad. Si Steven iba a aprender a hacerle todo lo que su hermana le hacía, y además la iba a penetrar; sin duda valía la pena compartirlo con Lapis.
La muchacha con el cabello teñido de azul se separó solo un momento de los pechos de su hermana para decirle:
- ¡Ay, hermanita! Qué agasajo se va a dar el tal Steven contigo. Creo que tus senos ya son más grandes que los míos.
La colocó suavemente sobre la cama y le dio un beso bien plantado en el pezón. Justo antes de meterlo de nuevo en su boca, miró a los ojos de su hermanita para decirle con picardía.
- Quizá deba llamar también a Jasper. Tú sabes, se trata de que Steven quede muy bien entrenado...
- ¡N-no! -dijo Peridot, estremeciéndose de placer. Los dedos de su hermana empezaba a trabajar delicadamente el clítoris y los labios de su vulva-. Creo que sería demasiado... Lo... ¡Mfff! asustaríamos...
- Cómo tú quieras, hermanita -dijo Lapis, mientras su lengua descendía lentamente, pintando con su saliva el maravilloso vientre de Peridot-. Seremos solo nosotras dos. Ese niño nos va a agradecer por toda la eternidad.
Steven estaba tan feliz como nervioso, mientras tocaba a la puerta de la casa de su novia. Apenas podía creer su buena suerte. ¡Peridot, la muchachita más hermosa del octavo grado le había dicho que sí!
La verdad, estaba un poco intimidado por ella, incluso ahora. Peridot no solamente era hermosa. A pesar de su escasa estatura, tenía un cuerpo maravilloso y perfectamente proporcionado. Era una presa muy codiciada por varios chicos mayores, pero jamás se supo que tuviera novio. Y debido a eso, muchos decían que era lesbiana, y que seguramente no le gustaban para nada los hombres.
Ahora Steven estaba seguro de que aquello no era cierto. Peridot lo había besado desde el primer día, y sabía muy bien que jamás olvidaría aquel primer beso. La muchachita fue tan delicada y tierna, que Steven tuvo poco tiempo para ponerse nervioso. Ella le dio toda la confianza del mundo, y jamás se burló de su temor y su inexperiencia. Al tercer día, ya se estaban besando como si llevaran años haciéndolo; y Steven gozaba plenamente del contacto de su hermoso cuerpo, mientras degustaba sus labios y la tibieza de su lengua.
Peridot lo había invitado el día anterior a ver películas en su casa. Según ella, iba a estar completamente solos. Su madre estaba de viaje, y su hermana no regresaría hasta bien entrada la noche. Así que tendrían la mañana y la tarde para ellos solos. Incluso, si Steven convencía a sus padres, podrían hacer una pillamada.
La hermosa muchacha rubia fue a abrirle la puerta. Al verla, Steven sintió que se le caía la quijada al piso. Su chica llevaba puesto un top diminuto con un escote generoso que dejaba ver gran parte de sus redondeados senos. Sus shorts con dibujos de marcianitos eran tan cortos, que permitían ver una parte de sus generosos atributos traseros. Solo con verla, Steven se puso todavía más nervioso y comenzó a sentirse inquieto.
La chica lo recibió efusivamente y lo abrazó enseguida, buscando los labios de su novio. Steven la tomó por encima de la cintura, y se dio cuenta de que la muchachita estaba sudorosa y rubicunda, como si se hubiera agitado haciendo ejercicio. El aroma de su perfume era un tanto diferente al que solía llevar todos los días a la escuela; y su cabello tan cuidadosamente peinado lucía alborotado.
Se pegó completamente a él. No llevaba sostén, y Steven sintió claramente que sus pezones erectos se cavaban literalmente en su pecho, a través de la tela de su camiseta. La piel de su cintura era tan suave... Y podía sentir el contraste entre la fineza de su cintura y sus anchas caderas, que parecían pedir que posara sus manos en ellas...
Nunca se había sentido así. Era delicioso e inquietante a la vez.
- Estuve haciendo ejercicio, amor -dijo Peridot, adelantándose a sus preguntas-. Ven y siéntate aquí. ¿Me dejarías bañarme y cambiarme rápidamente?
Steven estuvo de acuerdo enseguida. En verdad, se sentía tan inquieto e intimidado que le gustaba la idea de que ella se pusiera otra ropa más discreta. Tal vez así, él pudiera controlar el leve temblor que se apoderaba de sus manos, y el penoso cosquilleo que le avisaba que su "mejor amigo" estaba comenzando a inquietarse.
- Claro, mi vida. Tómate tu tiempo y yo te espero aquí.
La muchacha le dedicó una sonrisa encantadora y se agachó para besarlo dulcemente en los labios. El beso se prolongó, con gran deleite de ambos, y ella aprovechó para sentarse a horcajadas sobre sus piernas. Se abrazaron con fuerza, y Steven volvió a sentir la turgencia de la piel de su espalda y su cintura, y el juego diestro de la lengua que exploraba delicadamente cada rincón de su boca. Sin quererlo, su pene comenzó a reaccionar, y por la posición, presionó fuertemente contra la cálida entrepierna de la muchacha.
Steven se sintió apenado y quiso retirarse, pero la posición no se lo permitió. Peridot sintió inmediatamente el vigoroso miembro que se frotaba contra su intimidad; y a pesar de su poca experiencia con los hombres, su instinto femenino le dijo enseguida que aquel muchachito de baja estatura, tan tímido e inocente, tenía que estar generosamente dotado. Más que su tío Marty.
Suspiró, y se levantó para romper el contacto. Si seguía, estaba segura de que se aprovecharía de Steven en aquel momento. No deseaba correr el riesgo de asustarlo y destruir todos los cuidadosos planes que su hermana y ella concibieron para llevar al chico a las cimas más altas del placer y la lujuria, en un fin de semana que jamás olvidaría.
- Ahora vengo, mi amor. Ponte cómodo mientras me esperas. Puedes encender la televisión, si quieres.
- Gracias, corazón. Aquí te espero.
Peridot le dirigió una provocativa mirada, y caminó por el pasillo hasta perderse en uno de los cuartos laterales.
Steven suspiró. Estaba tan nervioso y estimulado que decidió encender la televisión para tranquilizarse un poco. Pero su tranquilidad duró tan solo un parpadeo, porque la televisión transmitía las eróticas imágenes de una pareja que hacía el amor apasionadamente. Los primeros planos presentaban al hombre besando los senos de la mujer. Luego ella, lo empujaba sobre la cama y, sin más preámbulos, tomaba el turgente miembro del muchacho para llevarlo a su boca y estimularlo lenta y deliciosamente.
Steven no podía apartar su mirada de la pantalla. Sabía que estaba en casa de su novia, y que era de lo más impropio que se pusiera a ver pornografía en la sala. Estuvo a punto de apagar la televisión, pero cuando vio que la muchacha de la pantalla abandonaba su trabajo bucal solamente para subir y empalarse en el vigoroso miembro, desaparecieron sus prejuicios y precauciones. Involuntariamente, comenzó a tocar su miembro por encima del pantalón, y solo se interrumpió cuando un grito de consternación lo llamó desde el otro lado del pasillo.
- ¡Steven! ¡Ven aquí, por favor!
Todavía nervioso y con una media erección, Steven caminó hacia el cuarto de donde provenía la voz de Peridot. La puerta estaba entreabierta...
