Jaja, mi.... Segundo fic en realidad de [H]ouse.M.D. Se me ocurrió ayer, y hoy lo escribí, espero que les guste.
N.A: Los personajes de estaserieno me pertenecen.
entender el fic se sugiere haberse visto el final de la quinta temporada de House.-
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
House M.D – Jugando con el médico-
Caso 1: "El blanco hedor de la confianza"
"…A veces me equivoco. Tengo un don para la observación, para entender a la gente y las situaciones, pero a veces me equivoco."-House "Alone" 4 temporada-
Blanco. Todo blanco, las paredes blancas, el piso banco, las sabanas blancas… Todo sin sentido, todo tan… sin nada, irónicamente…
Eso le molestaba.
Con su bastón en la mano derecha dio tres golpecitos distraídos en el suelo de dicha habitación con el único propósito de volver más loco al loco o, simplemente, sacarlo a él de quicio. No tenía sentido, ni propósito; de pura casualidad servía como jaula para la persona que se encontraba dentro, en este caso: él.
¿Cuánto tiempo más se iba a quedar allí? Lo desconocía. Hacía exactamente tres semanas que Wilson lo había despedido con una silenciosa mirada triste, mientras lo veía subir las escaleras del psiquiátrico Mayfield para perderse tras sus puertas acristaladas.
¿Por qué estaba allí? Pues…
- ¿Cómo te sientes? – Soltó una voz tranquila de mujer, justo detrás de él.
Suspiró.
Ahí estaba la respuesta.
- Bien, sin contar el hecho de que estoy hablando con una persona que no debería estar aquí… - Soltó con un dejo notable de sarcasmo.
Su único consuelo era que al menos no estaba solo, pero esa falta de soledad indicaba que el problema no se había marchado.
- Oh, hoy te vez de mejor humor… - Soltó una risita satisfecha.
La perra despiadada, o como Wilson solía llamarla: Amber, le sonreía mostrando sus perfectos dientes blancos, mientras su cabellera rojiza se mecía con sus leves movimientos de cabeza.
Bueno, había lidiado con ella desde hacía casi cinco semanas, pero el factor que lo hizo meterse de cabeza a ese psiquiátrico era aún peor.
Cerró los ojos y volvió a abrirlos, impotente, y allí lo vió.
Sentado en una esquina de la habitación estaba él, con su piel morena y su delantal blanco que lo identificaba como médico. El niño negro en una familia de blancos, como se había denominado a si mismo una vez: Kutner.
- ¿Tú también? – Preguntó mirando al techo con la ilusión de escaparse por el, hasta incluso con deseo de morirse para no tener que lidiar con aquél dúo de personas muertas. Irónico ¿Verdad?
- No. Morirse no es una opción. Sabes que no tiene lógica… - Le dijo Amber, quien se acurrucó cerca de él, recostada en la cama en la que el mejor médico del Princenton Plainsboro –Y seguramente, del mundo también- estaba sentado.
- Tienes razón – Bien. Acababa de darle la razón a una ilusión mental de su cerebro. ¡Ja! No estaba loco. No… Para nada.
- No estas loco – Sonrió Kutner desde la esquina.
- Entonces explícame porque los sigo viendo – Ladró el aludido de ojos azules.
- No lo sabemos porque tú no lo sabes… - Le dijeron los dos al mismo tiempo, aún sonrientes. Lo ponía enfermo tanto buen humor por parte de ellos.
- Tienes razón – Volvió a decir y otra vez cayó en el paradigma de tener que lidiar con aquellas dos personas muertas y darles la razón porque… Simplemente, la tenían. Pero todo paradigma tenía una solución. Ahora ¿Cual era la suya?
Cansado, con los ojos hinchados e inyectados en sangre debido a sus noches en vela, comenzó a dar vueltas por la habitación de seis por seis, ya asqueado de ver tanto blanco.
¡Que alguien viniera a rescatarlo! Era oficial, estaba desesperado, MUY desesperado. El médico que estaba a su cargo no hacía más que venir, mirarlo e irse sin decir palabra. ¡Pero si no mejoraba ni un poquito! Al contrario ¡ESTABA PEOR!
Descargó un golpe con su bastón en el suelo y este sonó hueco.
- Tranquilo, duerme… - Oyó a la perra despiadada. House ya no se atrevía ni a mirarla, ya que le daba una horrible sensación de vértigo.
- Sabes perfectamente que no puedo dormir – Soltó cortante.
Cierto, muy cierto.
Sus noches de insomnio volvieron otra vez después de la noche con su jefa, la decana Lisa Cuddy, con quien supuestamente se había acostado, hasta que descubrió -tarde- que no había sido así.
La mujer de cabello negro azabache lo observó impotente a través de un cristal espejado. Lo notaba ido, angustiado y por si fuera poco, enfadado y desecho. No pudo evitar sentir pena por él. Su amigo, y también amigo del paciente, el oncólogo James Wilson, se paró a su lado con semblante triste.
- El médico dice que no hay mejoras… - Ni él se lo podía creer. El gran Gregory House, el médico y persona con más sentido del racionalismo del mundo, con un añadido de sarcasmo y una pierna doliente incluidos, ahora estaba alucinando con una persona muerta… - Necesita tiempo - … Nada más y nada menos que con su novia muerta.
- Y nosotros necesitamos un médico capacitado para que sea el jefe del departamento de diagnósticos… - Cada palabra se le clavó en el pecho como un puñal. ¿Remplazar a su mejor médico? Por más imbecil e insolente que llegase a ser, jamás se le habría cruzado por la cabeza despedirlo. Jamás de los jamases hasta que llegó el día, hacía exactamente tres semanas, en el que él mismo se dio cuenta de que no estaba en sus cabales.
- ¿Ya has elegido? – Le preguntó Wilson notablemente incómodo. Semejante tema del que estaban discutiendo justo delante de su amigo, quien no paraba de dar vueltas en la habitación.
Cuddy soltó un suspiro al recordar los curriculums dentro de las carpetas de un color rojo tinto que se encontraban en el despacho de su oficina.
- No aún no… - Y miró a Wilson con seriedad – Sabes que por mí no lo haría… -
- Tienes que hacer, por el bien de todos… - Soltó el oncólogo como para calmarla, pero algo en su interior le susurraba que a cierta personita de ojos azules y un bastón en la mano derecha, no le haría la más mínima de las gracias.
Sin visitas, sin compañía más que la de los dos médicos muertos a su lado prácticamente las veinticuatro horas de los casi 21 malditos días que se había pasado allí adentro. ¿Dónde diablos estaban Wilson y Cuddy? Bueno, al menos Wilson. Después de lo que le dijo a Cuddy, estaba seguro de que esta no querría verlo ni en figurita por un buen tiempo…
- ¡Olvídate de Cuddy y concéntrate en salir de aquí! – Le dijo Amber algo molesta. El médico oji-azul la oyó levantarse de la cama.
- ¿Por qué? ¿Qué pasa con ella? – Preguntó mirando perdidamente una pared.
La decana de medicina se llevó una sorpresa al ver que el médico los estaba mirando fijamente a los dos. O al menos eso parecía.
- Oye Wilson, House nos está mirando –
- Imposible – Soltó el oncólogo – En este tipo de habitaciones, estando dentro, no te das cuenta de que hay una ventana hacía el exterior. La mirada perdida y vidriosa de su amigo lo hizo estremecerse.
- ¿Qué tal si….? – Comenzó Cuddy pero se silenció a media frase. Mirando hacía los costados y acercándose un poco más a Wilson le susurró - ¿Qué tal si House ya está bien? ¿O si se está dando un caso de mala praxis? –
Wilson, por un momento, pareció alegrarse ante la presencia de esas irónicamente buenas posibilidades.
- No, no es nada – Soltó Amber encogiéndose de hombros. Kutner se acomodó un poco en su sitio. Incómodo ante la situación.
Gregory House, como buen observador que era, no pasó por alto aquél detalle.
- ¿Qué pasa con Cuddy? – Resaltó cada palabra.
Ninguno de los dos respondió. El médico se giró para mirarlos, haciendo rebotar un poco su bastón, repentinamente pensativo.
- Hay que ir a hablar con el médico – Soltó Cuddy decidida. Wilson la miró incrédulo. Acababa de volver de una charla con este.
- No entiendo… - Expresó su duda.
- Que nos deje entrar así aprovechamos para hacerle un chequeo por nosotros mismos –
- Me temo que eso será imposible – Se sintió mal por pincharle el globo a ña decana. Él también quería entrar para hablar con House, pero solo que la mejoría de éste sería su llave para hacerlo.
House cojeó hacía Amber y la miró fijamente.
- ¿Qué haces? – Soltó ella con algo de incredulidad.
- ¿Por qué me temes? – Articuló el médico aún en su papel de meticuloso observador – Nunca me tuviste miedo, siempre, viva o muerta, estabas ahí para fastidiarme… - Hubo un momento de silencio corto en que la pelirroja se quedó tiesa observándolo - … O para resaltarme ciertas cosas –
Wilson y Cuddy observaron con incertidumbre los movimientos del médico de ojos azules y comentarios afilados. Lo vieron jugar ausente con su bastón, lo que indicaba que estaba pensativo, hasta que de repente, tras hacerlo dar dos vueltas con su mano derecha lo clavó con fuerza en la pared.
Cuddy se asustó.
- ¿Qué está haciendo? – Se preguntó Wilson.
Amber, con los ojos y boca abiertos formando una mueca de pánico miró el bastón hundido en la pared a escasos centímetros de su cabeza
- ¿Qué haces? –
- Nada, solo estoy aburrido – Sacó el bastón de la pared y volvió a hacerlo rebotar contra el suelo. Notó que Kutner se había levantado y lo miraba expectante. - ¿Qué? – Soltó áspero como siempre. Pero el médico indio no respondió.
- Wilson… - Soltó la decana bastante alarmada. House parecía estar gritándole a alguien.
- Vete y distrae al médico – Le indicó el oncólogo. – A ver si logras conseguir que deje entrar, aunque sea, a uno de nosotros – La mujer obedeció y salió caminando lo más rápido que su falda apretada se lo permitió
Wilson observó a House y metió una mano en el bolsillo interior de su abrigo.
No, no y no. Esa fue la respuesta que obtuvo la decana de medicina, quien le enseñó hasta sus credenciales al médico que estaba a cargo de House. Tras veinte minutos de discusión con el hombre que iba y venía de un sitio a otro, la mujer desistió de sus intentos, ya maldiciéndolo mentalmente y, de casualidad, conteniéndose verbalmente.
- ¡Pero si es igual o peor de terco que House! – Protestó mientras se acercaba a Wilson. El oncólogo la observó en silencio, adivinando cual había sido la respuesta.
- ¿Nada? –
- No – Bufó sulfurada - ¡Ni siquiera se lo pensó dos segundos! –
- ¿Qué te dijo? – Cuddy lo taladró con la mirada – Además de ese no rotundo – Agregó algo intimidado.
- Que la patología de House era compleja –
- ¿No le dijiste que eres la decana del Princenton? –
- ¿Tú crees que me escuchó? – Sacudió la cabeza con enfado - ¡Le mostré todas las credenciales habidas y por haber y no me ha dejado ni decirle hola! –
Wilson negó con la cabeza. Las cosas se ponían difíciles. Para colmo de males, el móvil de Cuddy sonó y la mujer se alarmó al enterarse de que Rachel, su hija adoptiva, había tenido problemas.
Salió afuera dejando a Wilson solo nuevamente.
El oncólogo sacó un pequeño papel de su bolsillo y con un bolígrafo garabateó con prisas unas pocas palabras. Finalmente, procurando que nadie lo viera, deslizó el papelito por debajo de la puerta que daba a la habitación de House y golpeó dos veces para captar su atención. Luego, se dirigió al sitio en el que se podía ver al médico cojo, ahora paciente, y observó como se acercaba a la puerta, miraba hacía abajo y, agachándose con dificultad, tomaba el papel y lo leía rápidamente.
- Eso es lo único que puedo hacer, amigo mío… - Le dijo y se dirigió a la salida, en donde Cuddy seguía hablando por su móvil.
