Sentirte cerca


Su jadeo sonó desesperado del otro lado de la línea. Era así desde el último tiempo, en que la distancia se notaba más, y las ganas de tocarlo también.

Porque eso era lo que pasaba cuando tu pareja vivía al otro lado del mundo y podías verlo en contadas oportunidades; se caía en medidas desesperadas.

—¿Yuuri? —oyó el llamado de su pareja—, ¿sigues ahí?

Inspiró profundamente y volvió a llevar su mano hacia su erección, ya humedecida por el líquido pre seminal.

—¿Te he dicho que hables?

Debía mantenerse en su papel.

―Te tardas mucho ―oyó que reprochaba―. ¡Quiero que me lo metas ya!

La manera en que lo dijo casi hizo que se corriera. Yuuri volvió a inspirar, mientras mantenía su mano izquierda sobre su erección, sin realizar movimiento alguno.

El problema era que él también; deseaba meter su miembro en aquel agujero preparado y perderse en la sensación de ser prisionero de sus paredes.

―No te preocupes, cariño, eso es lo que haré. No podrás entrenar por una semana ―dijo con una voz tan ronca que hasta a él lo sorprendió―. Ponte en cuatro.

Nunca sabría si Viktor habría obedecido su mandato, pero él así se lo imaginó. Tan solo visualizar la rosada entrada de su pareja hacía que un espasmo de placer lo recorriera.

―Dime, Viktor, ¿te estás tocando para mí?

Del otro lado de la línea un jadeo se dejó escuchar.

―Buen chico. ―Su mano volvió a moverse de manera rítmica sobre su erección―. ¿Sientes cómo te lleno?

Viktor también estaba en su límite.

―Te siento, Yuuri ―escuchó la voz ronca de su pareja―. Te siento tan dentro que creo que me vas a partir en dos.

Por toda respuesta, Yuuri emitió un gemido enloquecido, aumentando el ritmo de su mano, que de pronto ya no era suficiente.

―Eres tan estrecho, mi amor ―murmuró sintiéndose vulnerable, saliéndose ya completamente del papel que había decidido tomar.

Solo oyó una risa que terminó convirtiéndose en un jadeo, indicándole que Viktor, al igual que él, ya estaba al borde.

Yuuri entrecerró los ojos, ya ocupando ambas manos para masturbarse, mientras el teléfono yacía olvidado a un lado de su rostro.

―¡Yuuri, bebé, estoy a punto! Lléname con tu leche.

Ese ya era su límite.

Yuuri apretó los dientes mientras su mano subía y bajaba, en rápidos movimientos que ya lo estaban enloqueciendo.

―Córrete para mí, Viktor ―pidió con avidez.

Y eso fue suficiente, alcanzó a escuchar un gemido descontrolado, que de pronto se mezcló con el suyo propio. Y se dejó llevar, sin importarle el ruido que provocaba.

Manchó sus manos con aquel líquido espeso y se quedó ahí por un momento, con los ojos cerrados, sintiendo aún su cabeza un poco abombada.

Unos minutos más tarde, volvió a escuchar la voz de Viktor por el altavoz.

―Deseo tanto que estés aquí.

Yuuri apretó la mandíbula, frustrado de pronto.

―Debo irme ―musitó.

Y pese a aquella cortante respuesta, Viktor sabía que Yuuri se sentía de la misma forma.