Disclaimer: Nada del potterverso me pertenece, todo es de propiedad de J. K. Rowling
Esta historia participa en el reto "El dinosaurio" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
El microcuento que me ha tocado:
El lobo siempre será el malo, si siempre escuchamos a Caperucita. - Roberto Bernandez
AVISO SPOILER HARRY POTTER Y EL LEGADO MALDITO
Al contrario de lo que la gente pensaba, Voldemort sí que tenía sentimientos, y este hecho fue una sorpresa para el mismo.
Tras su fallido intento de atrapar a Harry la víspera de su cumpleaños se le ocurrió la idea de perpetuar su legado sólo por si acaso. Inmediatamente recurrió a su esbirro más leal: Bellatrix Lestrange.
Bella era una mujer talentosa, fuerte y poseía unas bonitas facciones, pero lo más importante, era una pura sangre.
Aunque un embarazo a su edad y su estilo de vida sería un tanto arriesgado la mortifago decidió complacer a su amo y señor, nada la honraría más que ser la madre del futuro descendiente de su amo.
Tras unos pocos intentos consiguieron concebir al pequeño ser, el día en el que Voldemort se enteró de la noticia algo que creía muerto latió aceleradamente. Los pocos sentimientos que habían sobrevivido a todo el caos, torturas, asesinatos y desgarros varios estaban asomando tímidamente.
Una pequeña parte de él no sólo deseaba proteger a su hijo, si no también a la mujer que le ayudó en aquella empresa. Voldemort empezó a ser más suave con Bella, trataba de mantenerla siempre cerca suyo, en sus regaños era misericordioso y en sus órdenes era amable. Aquello no podía llamarse amor pero si que había algo de gratitud y afecto en todos sus tratos.
Bellatrix por su parte había prácticamente engullido toda clase de libros sobre embarazos, cuidados y crianza de los hijos. Jamás había tenido uno y nunca se había siquiera planteado la posibilidad así que se ponía al día con todo lo que podía. Tenía claro que no iba a ser una madre blanda, su hijo y el de Voldemort sería entrenado desde los pañales y sería un digno sucesor de su Imperio, si es que algún día su amo dejara de existir.
El día en el que se enteró de que el trío de oro y compañía habían escapado de la Malfoy Manor casi recuerda lo que era tener un corazón completo.
No por el hecho de que su némesis haya escapado por centésima vez, si no porque había tenido lugar una pequeña batalla, su preocupación por su hijo y Bella lo confundían y enfurecían a la par. Se sentía débil y enfermo, esos sentimientos no eran suyos, no formaban parte de su naturaleza, se extendían por todo su pecho y no lo dejaban respirar. Escondió su preocupación en su ira y aquel día casi pierden al bebé debido al castigo que recibió Bellatrix.
Aquella madrugada no pudo concentrarse en sus planes, saber que había sido el causante de tantos daños y heridas que ahora recorrían la piel de la madre de su hijo mermaban sus sentidos y el remordimiento, redescubierto después de tantos años, salió a flote pero su orgullo le prohibió atender a Bella.
Voldemort siempre había estado seguro de que tendría un hijo, pero justo esa mañana le dieron la noticia de que sería una niña. Un sentimiento completamente diferente a todos los demás emergió desde la oscuridad. La ternura por una pequeña criatura fémina no nata lo embargó. Sería una preciosa niña pero eso no le impediría convertirse en una poderosa mujer.
La víspera al ataque a Hogwarts Bella dió a luz.
Voldemort estuvo todo ese tiempo ausente y cuando se reunió con la mortífaga para conocer a su hija, sintió como los restos de sus sentimientos por fin emergian. Unas inexplicables ganas de proteger a la criatura se instalaron en su pecho y se prometió vencer la guerra para poder dejarle un imperio a su hija.
