Preguntas.
Capítulo I.
- Me estoy aburriendo muchísimo – Decía Malfoy en su gran mansión - ¡Y
acabo de empezar las vacaciones! – exclamó más enfadado al darse cuenta
de ese pequeño detalle.
Hace un mes que acabó su sexto año en Hogwarts, y aún se le presentaban dos largos, aburridos y solitarios meses de vacaciones.
Su padre estaba en Azkaban, y su madre.... No sabía mucho ella, desde que fue a recogerlo a la estación al acabar el curso. Se pasaba todo el día fuera de casa y cuando iba estaba unos cinco minutos.
Desde que encerraron a su padre, su madre se comportaba de esa manera... un tanto extraña. Un día intentó preguntarle, pero simplemente le dio un beso en la frente, le sonrió y se fue.
- Necesito hacer algo ¡ya! – volvió a decir enfadado. – Me largo – gritó
tras unos momentos.
- ¿Amo? – preguntó uno de los elfos.
- ¿Qué? – dijo mientras se ponía de pie y se dirigía a la chimenea.
- ¿Vendrá hoy a cenar? – preguntó un poco tímido.
- No lo sé. Da igual, si tengo hambre comeré lo que sea en la cocina. -
dicho esto cogió unos cuántos polvos flu, y volvió a decir – Al callejón
Diagón.
Tras unos minutos de dar vueltas y de recuperar la compostura (los polvos flu, eran rápidos, pero mareaban mucho), se fue a dar una vuelta.
Después de una hora, la idea de dar una vuelta y salir de su casa no le resultaba tan buena. Vale, sí, ahora estaba rodeado de mucha gente pero la sensación de soledad era la misma, incluso peor.
Pero de repente dejó de caminar, había visto algo que le iba a alegrar el día.
- La Weasley – dijo mientras se le dibujaba una sonrisa cínica en su
rostro – Al final, puede que mejore el día – y empezó a seguirla.
Mientras Ginny iba sin darse cuenta de nada. Acababa de salir de la tienda de sus hermanos, la habían contratado para trabajar todos los días de las vacaciones (a petición de Ginny).
¿La razón? Muy sencilla....Ron. No la dejaba en paz, se había convertido en una pesadilla.
Sus padres no estaban en casa debido a la Orden del Fénix, así que los dejaron solos en La Madriguera, y a Ron como el encargado. Pero tan sólo tres días de mandato... Ginny no le aguataba. Era peor que su madre.
Limpiaban la casa dos o tres veces al día, la comida era horrible (por que ninguno sabía cocinar), y limpiar la cocina era aún peor. Cuando se sentaba cinco minutos a descansar, llegaba Ron y le decía que había muchísimas cosas por hacer, y le mandaba algo que ya habían hecho.
Así que, aprovechando el sábado que toda la familia fue a comer, decidió pedirles trabajo a sus hermanos, ya que sabía que Lee estaría de baja unos cuántos meses tras un "accidente" en la tienda (los gemelos no quisieron comentar en que estaban trabajando).
Los gemelos aceptaron encantados. No les gustaba nada estar atendiendo al público, lo que les chiflaba era estar en el almacén inventando nuevos productos, y como Lee no podía, la idea de Ginny les resultó genial. Aunque Ron se quejó un poco, la verdad es que muchísimo.
Hoy no era su día libre, pero Fred le había pedido que se fuera antes, ya que iban a realizar unas pruebas. Habían comprado unas bombas fétidas muggles, y querían "mejorarlas". Por esa razón tenía la tarde liebre y decidió dar una vuelta por el callejón.
Cualquier cosa mejor que llegar antes a casa y ver como Ron, le ordenaba limpiar algo. Además quería comprarse algo, hacía unos días que acababa su primer sueldo y le hacía mucha ilusión comprarse algo bonito.
Se quedó mirando un escaparate, y vio un vestido precioso de raso con un buen escote y la espalda al aire de color perla.
- Seguramente te quedaría muy bien, pero dudo mucho que puedas pagar un
vestido así – le dijo una voz masculina detrás de ella. Retiró la mirada
del vestido y buscó el reflejo de la persona que le hablaba, viendo a
Malfoy.
- Te sorprendería lo rápido que cambian las circunstancias de las
personas en poco tiempo – dijo sin darse la vuelta.
- Dudo que hayan cambiado tanto – dijo con su tono frío.
- ¿Qué te apuestas? – dijo Ginny, sorprendiéndose así misma. Normalmente
era muy prudente, y solía pensar mucho antes de decir las cosas, por si
metía la pata, pero con Malfoy era distinto, cosa que le venía a la
cabeza, cosa que le decía.
- Mmm... - dijo haciendo que pensaba. Mientras Ginny se daba la vuelta- Si
no te puedes comprar el vestido, te pobrarás todos los vestidos que yo
quiera, haciéndome un pase particular en mi casa.
- ¿Y si me lo puedo pagar? – dijo muy segura.
- ¡Ja! – soltó rápido – No sé, tú me dirás.
Ginny dudó un poco, había cobrado, pero el que no viniera el precio del
vestido le preocupaba. Aún así, decidió seguir.
- Pues si yo gano... me pagarás los vestidos que me iba a probar.
- Bufff – resopló Malfoy – No pienso regalarte vestidos caros.
- Y yo no pienso probarme vestidos "escandalosos".
- Grr – gruñó.
- Ya sabes.... Si quieres seguir adelante....
- Claro que sí – dijo ofendido – nunca me rajo.
- Si sigues adelante, lo que debemos hacer es elegir entre los dos los
vestidos.
- Me parece bien
- De acuerdo – y estiró la mano para sellar el trato. Draco la miró
extrañado, pero taras dudar unos segundos estrechó su mano.
- Adelante, quiere deleitarme con mi desfile ya.
- No estés tan seguro – Se soltaron de la mano y entraron en la tienda.
Capítulo I.
- Me estoy aburriendo muchísimo – Decía Malfoy en su gran mansión - ¡Y
acabo de empezar las vacaciones! – exclamó más enfadado al darse cuenta
de ese pequeño detalle.
Hace un mes que acabó su sexto año en Hogwarts, y aún se le presentaban dos largos, aburridos y solitarios meses de vacaciones.
Su padre estaba en Azkaban, y su madre.... No sabía mucho ella, desde que fue a recogerlo a la estación al acabar el curso. Se pasaba todo el día fuera de casa y cuando iba estaba unos cinco minutos.
Desde que encerraron a su padre, su madre se comportaba de esa manera... un tanto extraña. Un día intentó preguntarle, pero simplemente le dio un beso en la frente, le sonrió y se fue.
- Necesito hacer algo ¡ya! – volvió a decir enfadado. – Me largo – gritó
tras unos momentos.
- ¿Amo? – preguntó uno de los elfos.
- ¿Qué? – dijo mientras se ponía de pie y se dirigía a la chimenea.
- ¿Vendrá hoy a cenar? – preguntó un poco tímido.
- No lo sé. Da igual, si tengo hambre comeré lo que sea en la cocina. -
dicho esto cogió unos cuántos polvos flu, y volvió a decir – Al callejón
Diagón.
Tras unos minutos de dar vueltas y de recuperar la compostura (los polvos flu, eran rápidos, pero mareaban mucho), se fue a dar una vuelta.
Después de una hora, la idea de dar una vuelta y salir de su casa no le resultaba tan buena. Vale, sí, ahora estaba rodeado de mucha gente pero la sensación de soledad era la misma, incluso peor.
Pero de repente dejó de caminar, había visto algo que le iba a alegrar el día.
- La Weasley – dijo mientras se le dibujaba una sonrisa cínica en su
rostro – Al final, puede que mejore el día – y empezó a seguirla.
Mientras Ginny iba sin darse cuenta de nada. Acababa de salir de la tienda de sus hermanos, la habían contratado para trabajar todos los días de las vacaciones (a petición de Ginny).
¿La razón? Muy sencilla....Ron. No la dejaba en paz, se había convertido en una pesadilla.
Sus padres no estaban en casa debido a la Orden del Fénix, así que los dejaron solos en La Madriguera, y a Ron como el encargado. Pero tan sólo tres días de mandato... Ginny no le aguataba. Era peor que su madre.
Limpiaban la casa dos o tres veces al día, la comida era horrible (por que ninguno sabía cocinar), y limpiar la cocina era aún peor. Cuando se sentaba cinco minutos a descansar, llegaba Ron y le decía que había muchísimas cosas por hacer, y le mandaba algo que ya habían hecho.
Así que, aprovechando el sábado que toda la familia fue a comer, decidió pedirles trabajo a sus hermanos, ya que sabía que Lee estaría de baja unos cuántos meses tras un "accidente" en la tienda (los gemelos no quisieron comentar en que estaban trabajando).
Los gemelos aceptaron encantados. No les gustaba nada estar atendiendo al público, lo que les chiflaba era estar en el almacén inventando nuevos productos, y como Lee no podía, la idea de Ginny les resultó genial. Aunque Ron se quejó un poco, la verdad es que muchísimo.
Hoy no era su día libre, pero Fred le había pedido que se fuera antes, ya que iban a realizar unas pruebas. Habían comprado unas bombas fétidas muggles, y querían "mejorarlas". Por esa razón tenía la tarde liebre y decidió dar una vuelta por el callejón.
Cualquier cosa mejor que llegar antes a casa y ver como Ron, le ordenaba limpiar algo. Además quería comprarse algo, hacía unos días que acababa su primer sueldo y le hacía mucha ilusión comprarse algo bonito.
Se quedó mirando un escaparate, y vio un vestido precioso de raso con un buen escote y la espalda al aire de color perla.
- Seguramente te quedaría muy bien, pero dudo mucho que puedas pagar un
vestido así – le dijo una voz masculina detrás de ella. Retiró la mirada
del vestido y buscó el reflejo de la persona que le hablaba, viendo a
Malfoy.
- Te sorprendería lo rápido que cambian las circunstancias de las
personas en poco tiempo – dijo sin darse la vuelta.
- Dudo que hayan cambiado tanto – dijo con su tono frío.
- ¿Qué te apuestas? – dijo Ginny, sorprendiéndose así misma. Normalmente
era muy prudente, y solía pensar mucho antes de decir las cosas, por si
metía la pata, pero con Malfoy era distinto, cosa que le venía a la
cabeza, cosa que le decía.
- Mmm... - dijo haciendo que pensaba. Mientras Ginny se daba la vuelta- Si
no te puedes comprar el vestido, te pobrarás todos los vestidos que yo
quiera, haciéndome un pase particular en mi casa.
- ¿Y si me lo puedo pagar? – dijo muy segura.
- ¡Ja! – soltó rápido – No sé, tú me dirás.
Ginny dudó un poco, había cobrado, pero el que no viniera el precio del
vestido le preocupaba. Aún así, decidió seguir.
- Pues si yo gano... me pagarás los vestidos que me iba a probar.
- Bufff – resopló Malfoy – No pienso regalarte vestidos caros.
- Y yo no pienso probarme vestidos "escandalosos".
- Grr – gruñó.
- Ya sabes.... Si quieres seguir adelante....
- Claro que sí – dijo ofendido – nunca me rajo.
- Si sigues adelante, lo que debemos hacer es elegir entre los dos los
vestidos.
- Me parece bien
- De acuerdo – y estiró la mano para sellar el trato. Draco la miró
extrañado, pero taras dudar unos segundos estrechó su mano.
- Adelante, quiere deleitarme con mi desfile ya.
- No estés tan seguro – Se soltaron de la mano y entraron en la tienda.
