Hi everyone! Ya estoy de vuelta…más o menos… todavía estoy con exámenes pero A-chan no paraba de insistirme en que suba lo que llevo hasta ahora de la nueva historia… y aquí está. Todavía me quedan varias cosas que "pulir", por lo que puede que haga algunos cambios en este capítulo conforme avance la historia (si los hago ya os avisare =D)
Como siempre, acepto cualquier tipo de críticas y si no os gusta os doy permiso para pedirle a España algunos tomates y lanzármelos TT^TT
Y lo más importante, doy un millón de gracias a A-chan ya que me ha aconsejado en muchas cosas y me ha aclarado las dudas que me iban surgiendo mientras escribía.
Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen (ya que si lo fuesen Alfred y Arthur serían pareja oficial) solo hago esto por y para divertir.
Aviso: Los personajes han cambiado un poco, Arthur habla más formal y es más caballeroso con la gente (excepto con Alfred, como no).
o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o
Llamé a la puerta del dormitorio varias veces antes de entrar. La habitación estaba tenuemente iluminada por velas pero, a pesar de la poca luz, pude encontrar fácilmente a mi compañero de piso.
Siempre estaba en el mismo sitio, sentado en un sillón cerca de la ventana, fumando una pipa y leyendo el periódico con cara aburrida. Me acerqué a la ventana para abrir las cortinas y así iluminar algo la sala, pero el tiempo no era muy oportuno… casi nunca era oportuno. Para un día al mes que hubiese sol, el resto eran días nublados o con lluvia, aunque no es de extrañar si uno vive en Londres.
-¿Qué haces?- me preguntó sin levantar la vista del periódico.
-Abrir para que entre más luz y así evitar que te quedes ciego.
Me acerqué por detrás para ojear el periódico. En las noticias anunciaban como una banda de traficantes de opio había sido capturada con éxito la pasada noche por el Scotland Yard.
Mi compañero pasó la hoja como si nada y siguió hojeando las páginas en busca de algo.
-¿Ya estás buscando nuevos casos?
-Para qué sino me he comprado el periódico- respondió sarcásticamente.
Para ser sincero nunca hubiese imaginado tener un compañero de piso tan… peculiar. A pesar de que a primera vista parece una persona completamente normal; no muy alto, delgado, piel pálida y con un carácter más o menos desagradable, tiene una mente brillante y muy observadora. Nos conocimos a través de un amigo común, Kiku. Yo buscaba desesperadamente un sitio para vivir en Londres, ya que mi economía no me permitía comprar una casa y él conocía a alguien que estaba buscando un "compañero de piso" debido a que el alquiler no lo podía pagar solo, por lo que nos presentó.
Y aquí estoy, viviendo en Baker Street nº221 B junto a Arthur Kirkland, también conocido como Sherlock Holmes y… mi amor no correspondido.
Lo primero que me cautivó fueron sus ojos, brillantes y de color verde esmeralda que observaban todo con precisión e interés. Pero, cuando de verdad me fijé en él fue en el caso del "Estudio En Escarlata"; sus observaciones meticulosas, su descripción del supuesto asesino, su estrategia para atraer al criminal, sus deducciones de lo ocurrido… Todas y cada una de sus acciones me atraían como un imán, y antes de que me diese cuenta, ya me había enamorado.
-Nada interesante en el periódico- lo arrojó lejos enfadado- No he tenido un caso interesante en meses, ¡meses! Alfred ¿tú sabes cuantos días tiene un mes? Puede contener 30 o 31 según de qué mes se trate, pero si hablamos de Febrero serían 28 días o 29, por lo que si contamos…
-Sí lo sé- dije sin prestarle ninguna atención. Ya había soltado varias veces esa charla en las últimas semanas- y ¿qué hay del caso de tráfico de opio? Fue bastante reñido atraparlos.
-Hubiese sido más rápido si no tuviésemos como policías a unos incompetentes como ellos, y si encima les dirige ese tal Ludwing…
-Pues mira que guardas bien tus apariencias cuando estas con ellos…
-Alfred, un caballero siempre tiene que guardar las apariencias, pero ese no es el punto, sino consigo un caso interesante pronto, me pego un tiro.
-¡¿Qué? No lo dirás en serio ¿verdad? ¿Quién me ayudará a pagar el alquiler si tú mueres? Sin mencionar que me metería en problemas si encuentran tu cadáver aquí…
Arthur me lanzó una mirada asesina mientras yo me reía por lo bajo, era muy fácil hacerle enfadar y, para qué engañarnos, me encantaba hacerle rabiar.
Se levantó y cogió el montón de cartas que había recibido ese día.
-Aburrida, aburrida, aburrida, muy aburrida, extremadamente aburrida- mientras decía eso, arrojaba una por una a la papelera sin molestarse en abrirlas.
-¿Cómo sabes si son aburridas si no las abres y las lees?
-Mi querido Alfred, solo me hace falta el nombre de la persona para saber qué quieren. Cogió una carta de la basura, miró el nombre y me la entregó.
-Esta mujer, Anna Johnson ha perdido su anillo de compromiso o, mejor dicho, se lo han robado. ¿Quién fue? Muy fácil, su marido lo vendió el otro día para emborracharse.
Abrí la carta y leí. En efecto, lo escribía una mujer pidiendo que buscase su anillo perdido.
-La carta escrita por Mark Owen- dijo mientras leía el nombre y me la entregaba- explica que su mujer hace varios días que no vuelve a casa desde que se fue a comprar.
Abrí el sobre con dicho nombre y leí.
-¿Y qué crees que ha pasado con ella? ¿La han secuestrado?
-Si se puede llamar secuestro cuando uno se va por voluntad propia con otra persona, entonces sí.
-¿Qué quieres decir?
- Pues que ahora mismo estará disfrutando del sol y las playas españolas de la mano de su cocinero y actual amante- dio una calada a su pipa.- ¿Me crees ahora cuando digo que son aburridas?
A pesar de ser un detective privado, Arthur tiene la costumbre de solo aceptar aquellos casos que despiertan su interés, por lo que la gran mayoría terminan inevitablemente en la basura.
Bajé a la cocina a prepararme algo. En estos meses era casi imposible mantener una conversación agradable con él, ya que solo hablaba de las diferentes formas de suicidarse si no le daban pronto un caso de su agrado. Nada más salir me encontré un sobre en el suelo delante de la entrada que antes no estaba, lo cogí y empecé a observarlo. No tenía remitente ni nada que pudiese identificar quien lo mandaba, solo había un sello dorado que cerraba dicho sobre.
Nunca había visto ese símbolo antes, parecía una flor dorada de muchos pétalos, pero eso no me decía nada. Subí lentamente mientras seguía observando aquella extraña carta anónima. Llamé a la puerta la cual me contestó una voz de forma seca.
-Estoy ocupado.
Abrí sin hacerle caso. Llamaba a la puerta por simple inercia además, ya me conocía sus "estoy ocupado". La habitación volvía a estar en penumbra, había cerrado de nuevo las cortinas, y se estaba paseando por la habitación mientras murmuraba fórmulas químicas complejas.
-Ha llegado otra carta.
-Ya sabes dónde está la papelera.
-Pero ésta es diferente, no lleva remitente solo un simple sello de una flor dorada.
Paró de repente y le enseñé la carta, antes de darme cuenta me la había quitado de las manos y abría bruscamente una de las cortinas mientras miraba el sello fijamente. Sus ojos verdes se iluminaron de la emoción y una chispa de entendimiento cruzó su mirada.
-Alfred ¿sabes quién manda esta carta?
-No, como ya te he dicho es anónima.
-Yo no diría que es totalmente anónima, no te fijes en cosas elementales Alfred, obsérvala bien, ¿qué ves?
-Una flor dorada con 1…2…16 pétalos.
-Sí, y ¿qué nos quiere decir la flor?
"¿Eh? ¿Ahora los sellos de flores hablan? Creo que Arthur debería dormir más"
-Erm… yo no escucho nada…
-No me refiero a eso, sino al significado de la flor. Su nombre en latín es Chrysanthemum también denominada crisantemo que en tu país es conocida como…
-La flor de la alegría- respondí de inmediato. -En Chicago es la flor oficial.
-Muy bien- me alagó- pero eso no es todo. Es una flor que crece en Noviembre y tiene varios usos medicinales y también es un excelente insecticida.
-Pero ¿qué tiene que ver todo eso con el remitente? ¿El que nos envía la carta es un botánico?
-Tranquilo, todavía no hemos acabado. El crisantemo es original de China, pero fue introducida más tarde en Japón, más o menos en el siglo VIII, el emperador de Japón quedó tan maravillado con esa flor que decidió adoptarla como sello Imperial. Además, y esto es lo más importante, Chrysanthemum en japonés se escribe Kiku- terminó su discurso dando una profunda calada a su pipa.
-¿Kiku? ¿Te refieres a nuestro amigo japonés?
-Ese mismo. Pero… todavía no consigo identificar de donde provienen estas manchas.
-Oh, eso fue de mi hamburguesa, perdona.
-Hambur… ¿qué?
-Hamburguesa. Cuando viajé a Estados Unidos el año pasado, unos amigos me enseñaron esta comida, y la verdad es que está buenísima, ¿quieres que te prepare una?
-Mmm, no gracias.
Volvió a centrar su mirada en la carta. Empecé a ponerme nervioso sin motivo aparente, pero me resultaba raro que Kiku le enviase una carta en vez de visitarle personalmente como hacía de vez en cuando.
Arthur cogió un abrecartas y cortó limpiamente la parte de arriba. Sacó el contenido y leyó:
Estimado Arthur Kirkland-san: 10 de Octubre de 1885
Me gustaría invitar a su amigo Alfred-san y a usted a la cena que tengo organizada para el 12 de Octubre en mi casa de Edwardes Square.
Firmado: _
No había firma. Dobló la carta cuidadosamente y volvió a meterla en el sobre.
-¿Qué día es hoy?
-Doce de Octubre, ¿Por qué lo preguntas?
-Alfred prepárate, porque esta noche tenemos fiesta- me dijo con un brillo en los ojos.
Arthur, para mi sorpresa, estuvo callado gran parte del tiempo que tomó hasta llegar a Edwardes Square. Normalmente estaba muy animado cuando llegaban esta clase de invitaciones, no solo porque habría mujeres y alcohol gratis sino porque las fiestas eran una gran fuente de información…según él; pero el único sonido que se escuchaba era el trotar de los caballos del carruaje y la de alguna que otra conversación trivial de las cuales solo obtenía monosílabos de su parte.
-Arthur ¿te pasa algo?
-¿Eh?- apartó la vista de la ventana y me miró perdido.
-Que si te pasa algo… te noto muy distraído desde que salimos.
-Am… perdona es que estoy un poco cansado, no he dormido muy bien estos días…
-Ya veo- respondí no muy convencido- por cierto hay una cosa que me ha estado rondando por la cabeza… ¿porqué Kiku mandó la carta de forma anónima? Era solo la invitación a una fiesta, no veo necesario tanto secretismo…
-Bueno, últimamente le ha dado por hacerme enigmas a ver si soy capaz de resolverlos, pero todavía le queda mucho camino si cree que con esos puzzles para principiantes va a engañar al GRAN Sherlock Holmes- respondió con aires de superioridad.
-Definitivamente lo de "gran" te pega bastante.
-Por supuesto, eso ni lo dudes… espe... ¿Qué estas insinuando?
-¿Pues a qué va a ser? A tus GRANdes y enormes cejas.
-¡Mis cejas son perfectas!
-Sí, perfectamente monstruosas hahahaha.
-Shut up!
-Oye Artie ¿algún día me dejaras un pelo de tus cejas? Seguro que mirándolas por un microscopio podríamos hacer un gran avance en la medicina o… ¡algo mejor! puede que descubramos nuevas formas de vida en ellas ¡hahaha!
-Alfred F. Jones ¡acabas de firmar tu sentencia de muerte!- grito mientras se lanzaba directo a asfixiarme, movimiento que esquivé rápidamente.
-Todos sabemos que la verdad duele, pero tampoco hace falta ponerse así- no paraba de reírme, era tan fácil sacarle de sus casillas.
-Bloody git! Cuando te coja no dirás lo mismo… ¡porque estarás muerto!- volvió a abalanzarse sobre mí, hecho una furia.
Después de varios minutos esquivando a duras penas, Arthur consiguió coger el cuello de mi camisa celebrándolo con un "I catch you, holy shit!" y se enrolló el resto del camino con una explicación muy detallada de lo dolorosa y lenta que iba a ser mi muerte en esos instantes. El carruaje se detuvo con un relinche de los caballos, pero él seguía inmerso en sus maquiavélicos pensamientos.
-Mmm me alegro que pienses en mi muerte como una forma de autosatisfacción pero creo que deberías soltarme.
-Já ¿te has arrepentido?
-Sinceramente no, pero ya hemos llegado y no es muy caballeroso hacerse esperar.
-¿Quéééé?- rápidamente soltó mi camisa y empezó a arreglarse sus ropas y cabellos como pudo.
-Artie no hace falta que te arregles más, estás muy bien ahora mismo- le susurré al oído.
-¡I…idiot! no te acerques tanto- desvió la mirada y se dispuso a abrir la puerta del carruaje- y también deja de llamarme así, es vergonzoso…- no me miró a la cara pero pude ver que tenía las orejas rojas como un tomate.
Nada más salir un olor a humedad, tierra mojada y césped recién cortado nos recibió. No pude evitar soltar un silbido de admiración, las calles de Edwardes Square eran más sorprendentes de lo que había imaginado, casas gigantescas con jardines aún más gigantescos se extendían a lo largo de una calle que no parecía tener fin. Sin lugar a dudas un sitio ideal para gente adinerada.
Una sirvienta nos abrió la puerta que separaba la calle del jardín privado de Kiku. Conforme avanzábamos por un camino de piedras pude admirar una gran variedad de árboles y plantas de diferentes tamaños y colores. El aroma que se respiraba en el ambiente, más que agobiante, era relajante a pesar de estar rodeado por diferentes tipos de fragancias. En uno de los laterales del jardín se podía observar un lago con carpas anaranjadas y blanquecinas que sorteaban las raíces de los nenúfares que descansaban sobre la superficie del agua.
El jardín me había dejado con la boca abierta y cuando entré en la mansión descubrí que aún podía abrirla más. El suelo estaba recubierto de madera tan lisa y brillante que podías apreciar tu cara si te fijabas bien. Los muebles eran de estilo japonés dándole un toque tradicional a la vez que lujoso y las paredes estaban decoradas con cuadros y pinturas de paisajes que seguramente representarían sitios de Japón. En el centro de la estancia había unas enormes escaleras de roble que daban al segundo piso.
Otro de los sirvientes de acercó y cogió nuestras chaquetas haciendo una pequeña reverencia.
-Señor Holmes, Watson, síganme por favor, les llevaré donde están los demás invitados- dijo la sirvienta mientras abría una de las puertas laterales.
La puerta desembocaba a una enorme sala completamente iluminada por lámparas de cristal que colgaban elegantemente del techo y lanzaban destellos de colores según el ángulo con que se observaban, manjares de todo tipo estaban esparcidos por mesas de pino y manteles blancos sin ninguna arruga ni mancha, una pequeña orquesta tocaba de fondo para darle un ambiente más formal a la fiesta. Pero lo que más me llamó la atención no fue eso, sino el hecho de que…
-Solo hay hombres- murmuró decepcionado Arthur.
Paseé la mirada por la sala. Hombres de diferentes nacionalidades discutian asuntos políticos, hobbies y cosas triviales, pero ni el rastro de una mujer.
Un muchacho moreno de ojos verdes oscuros se acercó a nosotros.
-Arthur, Alfred, bienvenidos, habéis llegado pronto. Espero que el viaje no haya sido muy duro.
-No, que va Heracles, gracias por preguntar- dije dándole la mano.
Arthur también se la estrechó, pero su mirada estaba recorriendo la sala buscando algo.
-Heracles, no quiero ser maleducado pero me ha resultado raro que sea usted el que nos reciba en vez de Kiku, ¿hay algún motivo para su ausencia?- preguntó extrañado.
-¡Ah! Sí, perdona, es que su salud es muy delicada en estos momentos, por lo que ha decidido quedarse en su habitación.
-Ahora que lo dices es cierto… ¿sería un inconveniente que fuésemos a saludarle?
-Ninguno, seguidme.
Dicho esto, se dirigió a las grandes escaleras de la entrada y subió al piso de arriba seguido por nosotros. El segundo piso estaba formado por dos pasillos horizontales cubiertos por una alfombra de terciopelo color granate y con bordados dorados que resaltaba aún más el color madera del suelo. Las paredes blancas estaban decoradas por más cuadros japoneses y otros objetos que no pude identificar.
-"Sin duda ama su tierra"- pensé.
Se dirigió al pasillo izquierdo y se paró delante de una puerta que golpeó dos veces.
-Kiku; Arthur y Alfred han venido a verte- dijo delante de ésta sin abrirla.
-Haz que pasen- se oyó una voz ronca desde el otro lado.
Abrió la puerta con cuidado, la habitación estaba totalmente en penumbra, solo iluminada ahora por la luz del pasillo. Por lo poco que pude apreciar, la sala era de estilo japonés antiguo y había un gran futón en el centro. Dentro de él, se encontraba Kiku que se estaba incorporando lentamente.
-Vaya a llegado pronto Arthur-san- saludó con voz ronca.
-Nunca me perdería una fiesta organizada por usted- añadió con una sonrisa.
-Alfred-san- me saludó con una inclinación de cabeza.
-¿Cómo te encuentras? Veo que tiene la voz tomada ¿Le ha visto algún médico?- pregunté preocupado. A pesar de que no nos habíamos visto desde hace tiempo, Kiku era un amigo muy preciado.
-Sí, no se preocupe, los médicos me han dicho que solo necesito un poco de reposo- tosió un poco- como veis no puedo hablar muy bien, pero me alegro que os hayáis tomado las molestias de pasar a verme.
-No hay problema- añadió Arthur- en ese caso le dejaremos descansar.
-Disfrutad de la fiesta.
Heracles volvió a cerrar con cuidado la puerta. Bajamos de nuevo al salón principal.
-Hay una cosa que todavía no entiendo, si Kiku está enfermo ¿por qué molestarse en hacer una fiesta?
-Llevaba desde principios de Octubre organizándola y ya había enviado las invitaciones por lo que, a pesar de su delicada salud, quiso continuarla.
-¿Delicada salud? No sabía nada de eso- miré acusadamente a Arthur.
-Estabas tan absorto con tu trabajo en el hospital que no me escuchaste cuando te lo dije- se excuso.
-Ya… y ¿qué le pasa?
-Todavía no lo sabemos, los médicos están haciéndole pruebas para saber qué clase de enfermedad es, pero no nos han dicho los resultados todavía- la mirada de Heracles se entristeció.
-Bu-bueno ahora lo que tenéis que hacer vosotros dos es tomaros las cosas con calma- dije rápidamente al ver que me metí en un tema un poco delicado.
Heracles me sonrió tristemente, luego de hablar un rato más con él, se marchó a recibir a los invitados que llegaban. El olor a comida empezó a abrirme el apetito y me dirigí a una de las mesas. Mientras elegía que coger, alguien se acercó por detrás.
-Oh la la pero a quién tenemos aquí, si es el famoso Arthur acompañado de le petit Alfred.
-Para ti es Sherlock Holmes, Francis- dijo Arthur secamente y sin ningún tipo de caballerosidad.
-Pardon mesier- respondió en tono burlón- y a ¿qué debemos tú visita? Que yo sepa no eres un miembro de la alta sociedad para estar aquí.
-Já, y ¿tú sí? Que yo sepa eres solo un detective, a no, espera, ERAS un detective- recalcó.
-Es cierto, lo era, pero ahora soy el encargado del buffet de esta fiesta, Kiku me lo pidió expresamente, y lo veo normal, la comida inglesa no tiene nada que hacer frente a la francesa.
-Ya me parecía raro que no hubiese nada comestible en las mesas.
Me fui alejando lentamente de esos dos. Cuando empiezan a discutir lo mejor es mantenerse lejos, y eso lo aprendí a base de varios golpes que me había llevado al intentar separarlos en más de una ocasión.
Mi disimulada escapada fue interrumpida por un grito y el sonido de algo romperse. Busqué el causante de esa voz pero todos en la sala parecían igual de extrañados que yo. Por su parte, Arthur salía corriendo hacia la entrada principal, sin pensármelo le seguí. En la entrada le perdí de vista, busqué por los alrededores y vi que una de las puertas estaba abierta de par en par. Me asomé y por cómo era la sala supe que estaba en la biblioteca. Enormes estanterías llenas de libros cubrían las paredes, un globo terráqueo antiguo decoraba el centro de la sala y al fondo se podía ver una mesa situada enfrente de un ventanal abarrotada de libros, manuscritos y papeles desordenados. Arthur estaba situado junto al sillón que presidía la mesa sujetando a una sirvienta desmayada. Lo miraba fijamente, con expresión fría en el rostro. Me situé a su lado y no pude evitar lanzar un grito ahogado. Varios de los invitados empezaron a entrar en la sala curiosos de ver lo que pasaba.
Me acerqué al cuerpo y me dispuse a tomarle el pulso, primero en la muñeca, y luego en el cuello.
Nada.
Me separé lentamente, cerrando fuertemente los ojos y apretando mis puños.
-Alfred…
-Está muerto Arthur… Kiku… está muerto- dije firmemente.
o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o
A las fans de Kiku: No me odiéis, no me odiéis, no me odiéis! onegai... =(
Por ahora solo llevo escrito eso y lo siento, pero no sé cuando voy a subir la siguiente parte U.u seguiré escribiendo en mis ratos libres como hasta ahora… sobre todo lo he subido para saber que opináis y si vale la pena seguir escribiendo o mandarlo directo a la papelera con las "cartas aburridas"… vosotras diréis…
Todavía se me hace raro que Alfred sepa de medicina… quien lo pensara jajajaja
Un saludo y gracias por vuestros reviews en las anteriores historias! Se agradecen muchísimo, de verdad! =D
