Publicado: 23/2/2014
Editado: 22/4/2018
Ejem, ejem.
Había pasado tres años.
Tres largos años desde que ella se marchó de su lado. Tres años desde que se la quitaron. ¡Cuánto la echaba de menos! Su dulce rostro, sus hermosos ojos, su largo y sedoso cabello, sus finos labios... Toda ella. Deseaba con toda su alma tenerla a su lado, estrecharla entre sus brazos y no volverla a soltar más, sber que estaba segura en sus brazos. Deseaba volver a tener esas charlas con ella, sus peleas e incluso echada de menos sus "siéntate"...
—Oye, ¡espera!, un momento. ¿Qué diablos significa que echo de menos sus siéntate?
—Sshh, cállate. No interrumpas.
—¡Pero...!
—¡SSSHHH!
Como iba diciendo. ¿Quién era esa chiquilla que lo había cambiado tanto? ¿Por qué tras derrotar a Naraku y a la Perla de Shikon y él aclarar sus sentimiento, la habían apartado de su lado? ¿No había sufrido ya bastante? Desde chico había sido discriminado por humanos y demonios. Sin embargo, fue encontrarla a ella... La primera persona (después de su madre) que lo había querido tal y como era. Esa chica única que lo había aguantado todo su genio, sus niñerías, sus celos, las peleas, los enfados... Todo por su culpa, por lo ciego que había estado. Por lo tonto que había sido eligiendo el camino equivocado. No dejaba de reprocharse que podía haberse ahorrado tanto sufrimiento si no hubiera sido tan cabezota... nada de eso habría pasado... Ese cabeza dura que...
—¡Vale! Ya lo han cogido, ¿no crees?
No está mal decirlo de más, InuYasha, pero sigamos. El chico en su sufrimiento, por la ausencia de su amada, como rutina se dirigía al pozo donde todo había empezado (y terminado). Iba allí cada tres días y se quedaba mirándolo fijamente mientras en su mente se reprochaba lo estúpido que había sido y le pedía a Kami-sama que la trajera de vuelta (un deseo egoísta, según él)...
—Aww, ¿de verdad hacías eso? Es muy dulce de tu parte.
—¡A este ritmo no terminamos!
—Vale, vale...
Pero ahora contaremos el día que se cumplió el deseo del chico...
—¡Espera!
—¡¿Y ahora qué?!
—¿Por qué tiene que contarlo ella?
—Por que te recuerdo que los demás salimos. ¿O estaban tan embobado viendo a la señorita que no te diste cuenta de nuestra presencia?
—... Pero aún así. No quiero que lo cuente la vieja.
—¿Cómo me has llamado?
—La verdad, vieja. Ya tienes tus añitos.
—Niña, por favor...
—Inuyasha, siéntate.
¡PLAF!
—Mierda...
—¡Os recuerdo que queda un día!
—Ya lo sabemos, enano. No hace falta que lo digas.
—¡Pues vamos!
—Sí, sí...
—¿Pero va a leer ella?
—Kag...
—¡Recibido, sigue leyendo!
—Así me gusta.
Lo que iba diciendo... Ese era un día más de los tantos que había en verano: caluroso y pesado. El cielo estaba despejado y se podía escuchar el trinar de los pájaros que piaban alegremente, como si estuvieran anunciando que algo bueno se acercaba. Nuestros protagonistas estaban cerca de la casa del monje y la exterminadora. Los casados, Sango y Miroku, se encontraban tendiendo la ropa mientras el joven Shippo estaba jugando con su trompo. Por otro lado, el medio demonio InuYasha, nervioso, veía (o mejor dicho sentía) como las gemelas hijas del matrimonio amigo, jugaban con él a estirarle de sus orejitas.
Todo el mundo pensaba que ese sería un día como cualquier otro, ¿que nuevo vendría?
—Chicas, dejen a pobre InuYasha. Lo estáis agobiando un poco— pidió Miroku con una sábana entre sus manos, mirando al par de torbellinos que tenía como hijas.
—Inu...—empezó una.
—¡Yasha!— terminó su hermana junto con otro tirón de oreja.
—¡Alto! Así no es, Hanura. Tienes que tirarle más fuerte a InuYasha.
—Vaaale
—¡Ay, ay, ay! ¡Tan fuerte no!
—Muy bien, sigamos.
—Maldito Shippo...
En ese momento, en ese preciso momento, el medio demonio InuYasha captó un tenue aroma en el aire. En seguida lo reconoció, pues sabía que jamás se le olvidaría, pero una parte de su mente (la que lo había asumido) no podía creérselo. ¿Era verdad o tan solo una invención de su mente?
De un salto se levantó y cogiendo a las gemelas cada una de brazo, se las lanzó al demonio zorro.
—Vayan a molestar a...
—¡Paren de nuevo! ¡Un momento!
—¿Y ahora qué?
—InuYasha, de nuevo lo estás haciendo mal. ¡Tienes que estar mas ansioso! ¡Estas a punto de ver de nuevo a Kagome! Recuerda como te sentiste en ese instante. Muéstrate un poco más conmocionado. Ah, e incrédulo también.
—¡Keh! ¿Y qué crees que hago, enano?
—¡Pues hazlo mejor, vamos! Recuerda, InuYasha, ansioso e incrédulo.
—¡Qué sí!
—Pues vayan a molestar a Shippo
Y sin decir nada más se dio la vuelta y se marchó, dejando a su espalda las quejas del pequeño junto a las carcajadas de las gemelas.
No sabía si había perdido la cabeza o no, pero estaba dispuesto a averiguarlo.
Con el rumbo fijo al pozo que tan familiar se le hacía corrió a la máxima velocidad que pudo. Al llegar, deslumbró el claro y poco a poco fue disminuyendo el paso hasta quedarse a unos metros del poso. Se lo quedó mirando.
De ahí venía ese aroma. Ese que se le había quedado grabado en el corazón, que siempre había conseguido tranquilizarlo y con el que había soñado todas la noches.
Con nerviosismo y sin saber que se encontraría, se acercó hasta poder asomarse y ver el fondo (sucio, oscuro y húmedo), y estiró la mano. Pasaron los segundos y cuando estaba por apartar la manos con una profunda sensación de dolor, sintió algo... sintió algo...
Ejem...
Iba a apartar la mano cuando...
¡¿Qué pasa ahora?!
—No lo sé. ¿No debería tener ahora la entrada triunfal la señorita?
—¿Dónde está?
—¡¿Qué?! ¡¿No está contigo, Sango?!
—Uhm, no. Hace un momento dijo que iría a arreglarse para cuando le tocara y ahora que lo dices, todavía no ha vuelto...
—¡¿Ahora te das cuenta?!
—¡Estupendo, ahora no está la protagonista! ¿Cómo va a poder salir al final bien?
—Shippo, no te preocupes. Iremos a buscarla y la traeremos.
—Pero... pero... tenemos que seguir ensayando, no podemos dejarlo ahora. ¡Ya sé! Necesito a una Kagome. ¿Algún voluntario?
—No podemos, todos actuamos en la obra con otro papel...
—Yo puedo.
—...
—...
—...
—...
—¡Estúpido lobo sarnoso, ¿qué haces aquí?! ¡Fuera!
—Tranquilízate, perro, solo venía de visita y me encuentro esto. Yo tan solo digo que si necesitáis ayuda, yo puedo hacer de Kagome. Me ofrezco voluntario.
—¡¿Tú?! ¡JÁ!
—Claro, solo me tienes que dejar una peluca y ya soy ella. Seguro que seré una Kagome fabulosa. No por nada ella iba a ser mi mujer...
—¡Cállate, estúpido! ¡Y no sonrías así, porque no pienso hacer esto contigo! ¡Qué te quede claro!
—Vamos, sé que lo estás deseando...
—¡¿Quieres pelear?! ¡Porque en cualquier momento puedo destrozarte con mi espada!
—Hacéis buena pareja...
¡POM!
—¡¿Por qué me pegas, bruto?! ¡Yo lo decía para la escena!
—¡No pienso hacerlo con él! ¡Ni hablar! ¡Yo no debería si quiera hacer aceptado hacer esto!
—Me rompes el corazón, pulgoso...
—InuYasha, si queremos hacerlo bien necesitamos a una Kagome. Sin ella ésto no se puede hacer. Es la protagonista. Así que vamos a hacer una cosa: por ahora aceptaremos la ayuda de Kouga y mientras, Kirara la buscará, ¿vale?
—¡Qué no pienso hacer esta escena con el lobo sarnoso! ¡Ni loco!
—Por mi no hay problema.
—Entonces decidido. Sango, cariño, corre a por la peluca de la señorita.
—¡Voy!
—¡¿Es qué nadie me escucha, maldita sea?! ¿Qué pensáis? ¿Qué le hablo a los árboles? ¡No-voy-a-hacerlo!
—Miroku, ¿cómo es que tenemos una peliuca de Kagome? ¿Y qué es una peliuca?
—Una peluca, Shippo, es pelo que te lo puedes poner en la cabeza y parece de verdad.
—Aquí está, toma.
—¡¿ESO ES PELO DE KAGOME?!
—Lo dudo, Shippo, tranquilízate. Según ella, ese pelo es artificial. Se ha echo por las persona.
—Ufff, menos mal. No me extrañaría que si fuera de ella se quedara calva y por eso no quisiera salir ahora.
—Bueno, chicos, ¿seguimos?
—Sí, ¿dónde me tengo que poner? Auch, se me enreda el pelo, aunque como pensé me queda fabuloso. ¿Tendrá Kagome por aquí uno de sus extraños espejos?
—Métete en el pozo, joven Kouga, y cuando InuYasha extienda la mano cuenta 4 segundo y después se la coges. Cuando te suba tienes que mirarlo con cara enamorada y decir "InuYasha, lo siento, ¿me estabas esperando?". Es fácil. ¿Lo has entendido?
—"InuYasha, lo siento, ¿me estabas esperando?", enamorado. Vale, sí, creo que ya sé que hacer.
—¡Qué yo no puedo hacerlo mirando al sarnoso! ¡Es imposible! ¡¿Nadie me escucha?!
—Ay, InuYasha, pues imagínate la cara de la señorita y ya está. Venga, continuemos. ¡Acción!
—¡Aagggg!
Tras esta breve interrupción, seguiré con la historia.
Con nerviosismo y sin saber que se encontraría, se acercó hasta poder asomarse y ver el fondo (sucio, oscuro y húmedo), y estiró la mano. Pasaron los segundos y cuando estaba por apartar la manos con una profunda sensación de dolor, sintió algo, algo sólido que le agarraba.
Sin poder creérselo, alzó la mano y para su sorpresa, apareció el rostro de su amada Kagome, la cual acabó apoyándose en los bordes del pozo.
Ambos se miraron a los ojos, la conmoción brillando en sus miradas durante unos segundos. ¿Era verdad lo que estaba pasando? ¿Después de tanto tiempo anhelándolo... ella había vuelto?
Entonces, la dulce voz de Kagome fue escuchada por su amado. Esa voz...
—InuaYasha, lo siento, ¿me estabas esperando?—susurró y en sus labios se formó una pequeña sonri...
—¡NO, NO! ¡Es imposible! ¡No puedo concentrarme mientras el lobo pone una voz de pito! ¡Renuncio!
—¡Tengo que ser Kagome, estúpido, y ella es una chica!
—¡Vaya, ¿te has dado cuenta tú solito, lobito?! ¡Todo un logro!
—¡¿Qué estás insinuando?! ¡Te decía que si ella es una chica, su voz tiene que ser aguda, ¿qué quieres que haga entonces?!
—¡No puedo concentrarme contigo haciendo de Kagome! ¡Y mucho menos después voy a abrazarte!
—Vaya, y yo que me había quedado con las ganas... Aunque mejor, no quiero que me pegues las pulgas ni la rabia.
—¡Serás...! ¡Te vas a enterar!
—¡Oh, InuYasha, no me ataques! ¡Protégeme!
—¡QUE DEJES DE PONER ESA VOZ TONTA Y QUÍTATE ESO DE LA CABEZA!
—Excelencia, creo que esto se está descontrolando un poco...
—¡Ya estooooooy, chicos! ¡Siento el haberme entretenido!
—¡Kagome! Menos mal que ya estás aquí.
—Lo siento, lo siento. Una de las aldeanas me entretuvo y no sabía como escapar... ¿Qué ha pasado con InuYasha? ¿Por qué está peleando?
—¡VUELVE AQUÍ Y NO HUYAS!
—¡Kagome, hermosa, qué bueno verte!
—¿Kouga? ¿Eres tú? ¿Qué haces con una peluca?
—Eeeh, bueno...
—¡Aléjate de ella, maldito seas!
—¿Qué pasa, Kouga? ¿Muy macho para dar ideas pero después cuando Kagome te pilla te da vergüenza? Jajajajajaja
—¡Cállate, enano!
—Me suena esa frase...
—Esa peluca... ¿se parece a mi pelo?
—Uhm, bueno, ya que está todo arreglado será mejor que me vaya. Kagome, como siempre ha sido un placer volver a verte. Estás igual de hermosa y resplandeciente que la primera vez que te vi. ¡Ya nos veremos, querida!
—¡ESPERA, NO HUYAS LOBO QUE TENEMOS UNA PELEA PENDIENTE!
—¿Kouga... se ha llevado la peluca, excelencia?
—Creo que sí...
—Venga, niños, será mejor que sigamos o si no, no dará tiempo al final.
—¡Ay, si, es verdad! ¿Por os habéis quedado? Me pongo en posición.
—En este momento salías del pozo para volver a ver a InuaYasha.
—¡Esa es mi parte favorita! ¡Venga, vamos!
—A este paso no la hacemos... pero bueno, ¡acción!
—¡Cállate enano!
Ains, volvemos a donde estábamos.
InuYasha estiró la mano. Pasaron los segundos y cuando estaba por apartar la manos sintió algo, algo sólido que le agarraba.
Sin poder creérselo, alzó la mano y para su sorpresa, apareció el rostro de su amada Kagome, la cual acabó apoyándose en los bordes del pozo.
Ambos se miraron a los ojos, la conmoción brillando en sus miradas durante unos segundos. ¿Era verdad lo que estaba pasando? ¿Después de tanto tiempo anhelándolo... ella había vuelto?
Entonces, la dulce voz de Kagome fue escuchada por su amado. Esa voz...
—InuaYasha, lo siento, ¿me estabas esperando?—susurró y en sus labios se formó una pequeña sonrisa.
El medio demonio la miró por unos segundos embelesado todavía dudando de su mente, cuando algo en él hizo click y necesitando más, cogió a la joven y la abrazó, sin querer soltarla jamás, sintiendo su cuerpo demasiado real para ser una alucinación. .
—Kago... ¡Tonta! ¿Qué has estado haciendo?— le reprochó con cariño. Se quedaron unos segundos abrazados, sintiéndose el uno a otro, después de tres laaargos años. Ambos estaban todavía sorprendidos, pero mas que eso, felices...¡volvían a estar juntos! ¡Ya nada los separaría!
De pronto, escucharon unos pasos corriendo y tras eso el grito de sus amigos.
—Kagome—gritó Shippo.
—¡Kagome!— secundó Sango.
—Cuánto tiempo, señorita Kagome—exclamó Miroku.
Kagome se dio la vuelta y, sin separarse del todo de su amado, sonrió muuuuy feliz.
—¡Miroku! ¡Sango! ¡Shippo!
Vio frente a ella otra de las imágenes que había estado soñando durante la separación. Sus amigos. El pequeño Shippo, al que quería como un hijo, había crecido. Sus amigos, Sango y Miroku, al final habían superado sus redecillas y estaban juntos, y Miroku tenías sus hijos.
Y junto a ella, tenía a medio demonio.
Un pensamiento se colocó en su mente.
"¡He regresado!"
Por fin, la sacerdotisa había vuelto tras la derrota de Naraku para ser feliz junto con sus seres felices.
—¡Si, si, si, si! ¡Por fin nos ha salido!
—Uff, tienes razón, Shippo, ya era hora...
—¿Creéis que nos saldrá bien en la representación de mañana?
-No te preocupes, Sango, nos ha salido genial.
—Por supuesto, Miroku...
—¡Oye, ¿no piensas lo mismo, InuYasha?!
—¡Keh!
—Ya verás mañana, a los aldeanos les encantará nuestra historia, InuYasha.
—Chicos...
—¿Si, anciana Kaede?
—Aquí en el guión pone que falta una cosa más.
—¿Eh? ¿El qué?... ¡Ah, ya, es verdad! ¡Chicos queda el final, no hemos terminados!
—¿De verdad tenemos que decirlo, Kagome?
—Si! Así que cuando cuente tres, ¿vale? Una... Dos... ¡Tres!
¡TODOS FUERON FELICES Y COMIENRON PERDICES!
—¿A qué sabe una perdiz?
Dando una vueltecita por mis historias, decidí que ya era hora de hacerle un repaso de alguna de ellas.
He intentado mejorarla, pero que continuase esa marca de humor que quise plasmarle cuando la escribí: Esa imagen de Kouga saliendo del pozo en vez nuestra Kagome. ¿Qué hubiera pasado sí...? Y salió esto.
¿Qué es os parece?
