Disclaimer: El universo de Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling y de la Warner (Bros). La trama es mía, no robes, no lo publiques en ningún otro sitio sin mi permiso expreso. No escribo con ánimo de lucro.
N/A: Fue Stalin quién me impulsó a escribir esto hoy, pese a que ya hacía tiempo que lo llevaba pensando. Stalin y ese cinismo suyo, la facilidad con la que fue capaz de decir que un muerto es una tragedia, pero un millón de muertes son simple estadística. Así que, allá vamos. En honor a los caídos.
SANGRE DE HÉROES
Fabian y Gideon Prewett tienen el pelo rojo y los ojos azules. Una sonrisa devastadora, de esas que son sólo juerga y alguna que otra broma, con hoyuelos en los que bailan las pecas que cualquier Weasley que se precie tiene en cantidades exorbitantes.
Son hermanos. Gemelos, mellizos, nunca he tenido muy claro lo que diferencia ambos términos, pero lo que sí que sé es que son idénticos. Clavados, que dicen. Calcados.
Cierto es que eso es tan sólo en el aspecto físico, que en lo que concierne a la manera de ser, a las ovejas que tienen que contar para dormirse o a la de burradas que hay que decirles para conseguir una sonrisa suya, son muy diferentes. Cierto es que Gideon es el responsable y Fabian el más volátil de ambos, que a Gideon le gusta la música y Fabian no la aguanta, sea cual sea. Cierto es que son hermanos y se quieren, que luchan el uno por el otro, que luchan, ambos, por su hermana Molly, quién va a tener un hijo. Por su tierra y por sus gentes, por las sonrisas y las palabras de bienvenida cuando llegas a casa, cansado de ver tanta muerte.
Pero eso, los mortífagos no lo sabían. Nunca les llegó a interesar, si tenemos que hablar con la verdad. Para los mortífagos eran, simplemente, dos traidores más que peleaban mejor de lo normal. Dos víctimas potenciales, dos objetivos que la Guerra había marcado, que el dedo estilizado de su señor había señalado.
Ellos no sabían que uno tenía más pecas que el otro, que la pierna de Gideon hacía tiempo que tenía una cicatriz que la atravesaba de punta a punta. No sabían que luchaban por amor, por ellos y por los demás. No sabían que Fabian llevaba un reloj en el bolsillo al que siempre se le acababa la cuerda, más abollado de lo que se podría imaginar nunca.
Pero si se sabían las palabras malditas -Avada Kedavra-, si sabían sesgar una vida con la varita como guadaña. Si sabían salir corriendo después, dejando a los muertos con los otros muertos y sus respectivos relojes.
Pero, sobre todo, nunca llegaron a saber que cuando a Molly se le informó de que la sangre de sus hermanos -sangre de héroes- tiñó el pavimento de una calle sin nombre, esta apretó los labios, cerró los ojos y abrió las manos para recibir un reloj abollado.
Nunca supieron que, más de veinte años después, el reloj volvió a ponerse en marcha a manos de otro héroe, y que esta vez su sangre no teñiría nada más que sus propias venas.
