DISCLAIMER: NI los personajes, ni la historia de Lost, ni escenas, frases del guión, etc etc me pertenecen. Sólo escribo para disfrutar. Es sano para la salud mental.

NOTA AUTORA: Este relato es un AU. Inspirado en el relato anterior "Un nuevo comienzo". Tiene como protagonistas a Shannon (mi personaje favorito en la serie) y a Sayid ( a pesar de que no me gusta nada lo que están haciendo los guionistas de la serie con él), por eso he dedicido escribir este fic, aunque nadie se acuerde la bella pareja que hacían él y Shannon. También salen Boone y Claire (nunca me creí que ella estuviera enamorada de Charlie, y lo siento por los fans de esta pareja pero creo que Claire está con él por estar con alguien, como tampoco me creí la historia de Nadia y Sayid desde que salió en la serie, mucho antes de que Shannon y él fueran a buscar sogas). Bueno, que me encantan las parejas opuestas y diferentes que deben superar obstáculos, creo que son las más románticas. Como Shannon y Sayid, Ana-Lucía y Sawyer, Boone y Claire, y otras como John y Claire en Breakfast Club, Herminone y Draco en Harry Potter (ya sé, pero a mi gustan), Tariq y Lila en A Thousand Splendid Suns y Alex y Nikki en Scusa ma ti chiamo amore.

Espero que el relato os divierta. Y gracias por leérlo.

- Ya sabía que pasaría esto. ¿Es qué no puedes tener la boca cerrada ni por un segundo?

- !Oh! ¿Y tú por qué te metes dónde no te llaman? Estaban a punto de encontrar mi maleta.

- ¿Sabes qué Shannon?. Eres una desagradecida.

Boone no estaba dispuesto a continuar una de sus absurdas discusiones con Shannon. Desde que murió su padre, ella no hacía más que discutir y traer problemas a la familia, pero Boone también era consciente de la soledad tan grande que Shannon sentía, sobretodo cuando Sabrina le dijo que debía espabilarse sola.

Aquel exquisito círculo de amigos, aquellos pocos parientes tan ricos, la dejaron de lado, nadie quería saber nada de una pobretona.

Hasta cierto punto, Boone, se sentía responsable de ella; se habían criado juntos desde que él cumplió los diez años, como hermanos, a pesar de que Sabrina nunca había adoptado a la joven ni Adam al chico. Cada uno tenía su padre o su madre como único progenitor.

Ciertamente, Sabrina no aceptó a Shannon como hija, ni tan siquiera cuando tenía ocho años. Y Shannon siempre notó a faltar la figura materna, la confidencia y el abrazo cariñoso que arroparían su juventud no llegaron nunca. Lo último que Shannon recordaba era una bonita clínica privada, flores y a su padre, Adam, llorando. Sólo tenía seis años cuando Eve murió de un cáncer terminal, pero desde que cumplió cuatro, Shannon vio en primera fila el largo y doloroso proceso de las células malignas cortando a mordiscos los hilos de la tenue vida de su madre.

Habían pasado doce años desde que Adam Rutherford se casó con Sabrina Carlyle, y ahora, tras una corta y complicada estancia en Australia, Shannon regresaba a Los Ángeles arropada por Boone, su eterno salvador y enamorado.

Boone y ella habían hecho el amor, o quizás habían tenido simplemente sexo, pero para él, continuar adelante con el papel de hermanos o iniciar una relación sólo dependía de ella, su amada Shannon. Estaba dispuesto a enfrentarse a Sabrina, o al menos eso pensaba, porque con Sabrina nadie estaba seguro de nada, era una mujer fuerte, descendiente de una poderosa y rica familia, que estaba acostumbrada a conseguir todo lo que quería aunque tuviera que pasar sobre el cadáver de su propio padre. Sólo tenía un punto débil, su hijo, Boone.

Desde que salieron de la terminal tras haber tenido un percance con los policías, Boone y Shannon, no cesaron de discutir, iban tan enfrascados en sus argumentacions que sin querer, Shannon, tropezó con la maleta de un hombre que en ese momento estaba abriendo el maletero de su coche.

- ¿Pero cómo deja la maleta en mitad del camino?. - Le gritó Shannon enfadada.

- Lo siento señorita. - Contestó el hombre.

Boone se pasaba la mano por la frente, ahora no tenía ganas de hablar con nadie, estaba cansado por el largo viaje y sólo pensaba en tumbarse cómodamente en el sofá.

- ¿Se ha hecho daño?. - Preguntó el hombre.

- Pues no lo sé, pero me duele un poco la espinilla. Respondió Shannon levantando hacía atrás su larga pierna mientras pasaba su delicada mano sobre la misma.

- Permítame, soy médico., me llamo Jack , Jack Shepard.

- !Oh!. Me llamo Shannon Rutherford, y él es mi hermano, Boone.

A Boone le dolió oír la palabra "hermano", si hubiera dicho cualquier otra cosa, "amigo", "colega", lo que fuera, significaría que todavía tenía la posibilidad de iniciar algo, pero "hermano" era categórico, no había más que hablar.

El Dr. Shepard examinó la pierna de la joven; se notaba que era un hombre amable y educado pero había algo en él que denotaba tristeza de corazón.

Tras la rápida revisión, Shannon sonrió coquetamente al médico, pero al sentir la mano de Boone en su brazo presionando levemente, se despidió de él rápidamente.

- ¿Por qué has hecho eso Boone?. Seguro que podía habérmelo ligado.

Boone se paró en seco, el coche del médico ya había salido y Shannon y él ahora estaban solos en el parquing del aeropuerto.

- Oye, "hermanita". ¿Quieres ir a casa o no?

- A tú casa, si, y claro, a casa de Sabrina.

- Shannon, se que no te gusta Sabrina y también sé que tu no le gustas a ella, pero haz un esfuerzo por favor.

- ¿Por quién se supone que lo tengo que hacer? ¿Por ti?

- No lo sé. Quizás por la memoria de Adam.

Y dicho esto, Boone siguió su camino hasta el coche, empujando el carrito con las maletas de ambos. Shannon tembló al oír el nombre de su padre en boca de Boone; al menos algo bueno salió de aquel matrimonio con Sabrina, por suerte, Adam y Boone siempre se llevaron bien, y cuando estaban los tres juntos Shannon sentía que tenía una familia verdadera.

El motor arrancó suavemente, el coche circulaba con cambio automático y el volante parecía dirigirse solo, era un buen coche, moderno, caro y con una carrocería fuerte.

Pero no todo el mundo tenía el coche aparcado, y no todo el mundo tenía coche. Claire Littleton, embarazada de ocho meses caminaba pesadamente hacia la parada de los taxis, tenía dinero y una dirección, pero estaba sola completamente, y asustada. Esperaba que alguien la recogiera pero no vino nadie. Claire se sintió perdida en la inmensidad de Los Ángeles. Decidió ir a buscar un autobús, pensó que quizás el trayecto seria más distraído al ir con otras personas, además ahorraría dinero, pues los taxis eran carísimos. Tímidamentet se acercó a la cola de las personas que esperan el taxi y se dirigió a una mujer de cabellos oscuros.

- Disculpe señorita, podría decirme si hay alguna parada de autobús por aquí cerca.

- Claro, tendría que cruz….Vaya, está muy embarazada, ¿por qué no coge un taxi?

- Bueno….no tengo bastante dinero. - Mintió Claire para no tener que dar más explicaciones.

- Entonces dígame a donde va, quizás a mí no me quede lejos. - Respondió la mujer amablemente.

- Pues…yo….gracias. Por cierto, me llamo Claire Littleton. - Contestó Claire contenta por haber encontrado a alguien con quien conversar, y pensó que de alguna manera, aquella mujer desprendía un aire de seguridad envidiable.

- Ana-Lucía Cortés. - Replicó la mujer extendiéndole su mano.

Claire y Ana-Lucía estuvieron charlando animadamente durante unos cinco minutos, pero el avanzado estado de gestación de la joven empezó a molestarla, así que decidió que se sentaría en algún banco. La cola del taxi era larguísima y todavía les faltaban como mínimo, veinte minutos de espera, así que la joven decidió tomar asiento, pero los únicos bancos disponibles estaban al otro lado del carril del taxi. Ana-Lucía, por supuesto, estuvo de acuerdo en que la joven descansara un rato hasta que les tocará el turno de tomar su transporte. Entonces, Claire, avanzó hacia la parte de atrás de la cola, caminando pesadamente decidió cruzar antes de llegar al paso de peatones para llegar a los bancos cuanto antes, pero justo en aquel momento, un coche deportivo con dos personas en su interior salía del parquing y cogía velocidad para incorporarse al carril y abandonar el aeropuerto. Claire cruzaba por donde no debía, cansada y agotada por el viaje no puso atención a la bocina que sonó a sólo unos metros de su cuerpo. De pronto, notó una mano fuerte que se posaba en su cintura, y su cuerpo fue empujado hacia delante, mientras que el coche deportivo frenaba en seco tras escucharse un fuerte ruido.

Gritos y mirones; el atropello de un hombre era algo que generaba una enorme curiosidad y mucho morbo.

En el suelo, extendido sin moverse, un hombre de unos treinta y cinco años o treinta y seis años yacía inerte. Su respiración era agitada pero sus ojos estaban aún entornados. Lo último que vio fueron unas sandalias doradas bajo unas maravillosas piernas.

- ¿Cómo se llama?.

- ¿Qué?

- ¿Alguien le conoce?.

- Las constantes. Hay que tomarle el pulso. Rápido.

- Vamos al General, si a urgencias del hospital general.

- Avisa por radio.

- Aún respira. Mirale las pupilas.

- Claro, sólo ha sido un golpe pero no….no

- No está muerto. ¿Es eso lo qué quieres decir?...Espera, hay que ponerle el collarín. Cuidado.

- Sí, venga, démonos prisa. Está inconsciente.

Shannon y Boone estaban fuera del coche, apoyados en las puertas y rodeados de una multitud de curiosos. Claire por fin se había sentado en un banco, mientras Ana-Lucía acariciaba sus cabellos intentado tranquilizarla.

Boone estaba consternado, no sabía que hacer, se sentía mal, pero no fue su culpa, ni iba bebido ni llevaba una velocidad superior a la indicada, la chica embarazada apareció de la nada y el hombre se lanzó para evitar un mal mayor, aunque fue él quien recibió el golpe.

- ¿Se puede saber qué haces?.

- Esa es su bolsa, y ahí está su cartera, voy a ver que hay.

- Shannon déjalo, eso es cosa de la policía.

- Cállate Boone y vete a consolar a la rubia embarazada. - Respondió Shannon autoritariamente.

La joven se acercó a la bolsa, pero antes de cogerla uno de los paramédicos de la ambulancia se le adelantó y la llevó al vehículo. Cerró las puertas y arrancó. Un policía estaba hablando con Boone, Claire, Ana-Lucía y otros testigos, no podían imputarles nada, en todo caso Claire fue una imprudente pero Boone sólo pensaba en el hombre atropellado.

Cuando el breve interrogatorio hubo terminado, Boone se acercó al coche en compañía de Claire con quien estuvo charlando un rato bajo la atenta mirada de Shannon, a quien un policía intentaba que le prestase atención.

- ¿Quéeeeee?. ¿Pero qué haces con ella?

- Pienso llevarla donde me diga, es lo menos que puedo hacer.

- Boone, por su culpa vamos con retraso y además, mira la parte delantera del coche. !Está abollada!!

- Shannon mírala, está embarazada.

- Yo no quiero ser un problema, me voy a la parada de autobús. - Intervino Claire.

- No lo eres Claire, mi hermana y yo siempre discutimos pero el coche es mío y llevo a quien yo quiero. - Se apresuró a contestar Boone.

Los tres subieron al coche. Dejaron a Claire en una dirección del centro, la que un hombre de Australia le había dado, y continuaron hasta el barrio más caro de la ciudad.

- ¿Te has enamorado Boone?.- Preguntó Shannon con un tono de voz juguetón e infantil.

Boone no respondió, no pensaba entrar en el juego de nuevo y menos con Shannon.

- !Vale!. No respondas ahora.

Tras una pausa, Shannon continuó hablando mientras sacaba una cartera, un pasaporte y un sobre de su bolso de diseño.

- ¿Quieres saber algo?. El tío que te abolló la carrocería lleva dinero, seis mil dólares americanos. No es mucho pero servirá para pagar al mecánico.

Boone frenó en seco. Se giró para mirar a Shannon a los ojos y le respondió.

- Oye Shannon, no voy a darte el gusto de entrar en tu asqueroso juego de la sordidez. ¿De verás me crees capaz de quedarme el dinero de alguien a quien no conozco y que además está en una ambulancia camino del hospital?.

- Bueno, un pobre no lleva seis mil dólares en el bolsillo. - Contestó Shannon acariciando los billetes que sacó de la cartera del herido.

- ¿Y tú qué sabes?. Mira, ya estoy harto. Ahora me darás la cartera y ya veremos que hago con ella.

- No pienso dártela.

- Pues al menos haz algo útil en tu vida y llévala al hospital. Te dejaré en la puerta.

A pesar de las quejas de Shannon, Boone dio media vuelta con el coche y condujo hasta el hospital general de Los Ángeles. Abrió la puerta a Shannon y la obligó a bajar del coche, pero no se esperó.

- Volveré en un par de horas a recogerte. Tengo que ir a hacer un recado.

- !No puedes dejarme! !No te atrevas! !Te odio! !Te odio!. - Gritó Shannon, pero Boone ya no la oía.

Una docena de ojos la miraban fijamente con curiosidad.

Shannon, hermosa y con altos tacones, retocó su cabello en un gesto habitual en ella y caminó hacia la entrada. Se plantó delante del mostrador y sacó el pasaporte del hombre. Al fin y al cabo Boone tenía razón, como siempre, y a ella no le faltaba de nada, además, el seguro se ocuparía de la carrocería. Shannon decidió que la buena acción del día sería devolverle la cartera al hombre herido.

- Señorita, podría decirme si….si….Sayid Jarrah está ingresado en este hospital.

La mujer del mostrador la miró frunciendo el ceño, y pensando, otra niña pija, caprichosa y mimada. Lo que no sabía aquella mujer era que Shannon podía ser pija y caprichosa, pero sus mimos eran escasos desde hacia muchos años.

Tras buscar en el ordenador, la mujer respondió afirmativamente, pero le estaban haciendo pruebas para ver el alcance de los daños y aún debería esperar un poco antes de verle.

Shannon se compró un revista y una caja de caramelos en el quiosco del hospital mientras esperaba. Volvió a preguntar, una, dos y hasta tres veces.

- Jovencita, hace exactamente veintitrés minutos que me ha preguntado, ya le he dicho que aún falta una hora como mínimo para que el médico diga algo. ¿Por qué no se toma un refresco o un café?.

La mujer de la recepción tenía razón, por mucho que se impacientara las cosas debían seguir un ritmo. Shannon miraba a su alrededor, la sala de espera de un hospital tiene siempre tiene la capacidad de hacer pensar, y ella, a pesar de su apariencia de muñeca, era tan humana como cualquiera. Los lloros, las risas, las caricias, los rezos de familiares y amigos por aquellos que se debaten entre análisis, scanners y miles de pruebas impregnaban el ambiente y convertían a Shannon en una espectadora cada vez más implicada en todo lo que pasaba a su alrededor. Incluso le trajo un café a un anciano que esperaba un diagnóstico para su esposa gravemente enferma.

Sin darse cuenta, ya habían pasado dos horas, y justo en ese momento apareció Boone, junto a la joven embarazada.

- No empieces Shannon.

Pero para sorpresa de Boone, esta vez Shannon le ignoró, y en lugar de un comentario mordaz miró a su hermano y a Claire saludándoles con una sonrisa casi amable.

- Bueno hermanita, ¿sabes algo?

- Todavía no.

Shannon se digirió entonces a la joven embarazada.

- ¿Cómo te llamas?

- Claire Littleton. ¿Y tú?

- Shannon Rutherford.

- Pensaba que erais hermanos.

- En realidad no somos hermanos de sangre. Nuestros padres se casaron cuando éramos unos críos. - Contestó Boone adelantándose a su hermana.

Ante ellos se plantó un médico aún vestido con la bata blanca.

- ¿Son familiares del Sr. Jarrah?

- Pues…no…somos….somos amigos. - Contestó Boone.

- Al menos ya es algo. El Sr. Jarrah tiene un título de ingeniería expedido por la Universidad de El Cairo pero no conseguimos encontrar a nadie que le conozca. Parece como si su pasado hubiera desaparecido. Comentó el médico un tanto preocupado.

- O cómo si fuera uno de esos agentes secretos de la Cía a quienes les borran su vida anterior. - Sugirió Boone sonriendo.

- Por favor doctor, díganos como se encuentra. - Suplicó Shannon al médico.

El médico dudó unos instantes, pero aquellos jóvenes parecían ser lo más parecido a un familiar, y hasta la fecha, a parte del título de la universidad, nadie había encontrado el billete de avión, y tampoco la identificación del equipaje. Supuestamente, tras el impacto del coche algunas cosas salieron disparadas y sólo Shannon las recogió. Ella tenía el billete y conservaba el sobre donde había la foto de una mujer árabe. El médico dio por hecho que aquel grupo eran sus amigos y decidió zanjar la búsqueda, en urgencias y en una ciudad tan grande como Los Ángeles había demasiado trabajo como para entreterse en los detalles personales.

- El Sr. Jarrah está en coma, ha sufrido un impacto muy fuerte y tiene una gran conmoción. Por suerte sus órganos internos no presentan daños pero queremos observar su evolución durante unos días. ¿Saben si tiene algún seguro?

Aquella fue la pregunta del millón, la que se hacía en todos los hospitales americanos. Hay dinero hay médico. Pero todos desconocían la vida de Sayid, y por supuesto, no tenían ni idea de si tenía algún seguro médico.

Shannon buscó entre la cartera, el sobre y las páginas del pasaporte, pero sólo constaba el nombre y su origen iraquí. Lo único que sabían era que llevaba la foto de aquella mujer y que tras la fotografía había algo escrito en árabe y seis mil dólares.

- Boone, deberíamos regresar al aeropuerto, quizás en el parquing todavía estén el billete de avión o algún papel que nos aclare donde tenía pensado vivir.

- ¿Ahora? Preguntó Boone.

- Sí, ahora, hemos de saber si tiene alguien. Al fin y al cabo tu le atropellaste.

- Que buena te has vuelto de repente Shannon. Y te recuerdo que yo no le atropellé.

Claire estaba escuchando toda la conversación, mientras tanto no dejaba de pensar en que si ella no hubiera cruzado indebidamente aquel hombre no estaría en coma.

- Escuchad, yo me quedaré aquí con él, vosotros id al aeropuerto a ver si encontráis algo.

Boone y Shannon salieron del hospital camino al parquing del aeropuerto, pero cuando llegaron los servicios de limpieza ya lo habían barrido todo. No había ni un envoltorio de caramelo en el suelo.

- Pero si lleva dinero, ¿a qué viene todo esto?.

- Mira Boone, quizás el dinero sea para…para pagar alguna deuda, o ayudar a un amigo. No lo sé. Pero si fuera rico llevaría una tarjeta de crédito o un talonario de cheques.

- !Vaya Shannon!. Cada día me sorprendes más. Voy a tener que dejarte en una sala de urgencias al menos una vez al mes.

Continua...