Parejas: Hikaru&Lantis (principalmente), Umi&Ascot, Fuu&Ferio.
Disclaimer: Nada me pertenece. Los uso con fines de diversión y entretenimiento.
Konnichiwa, minna! Esto es un proyecto que tengo desde hace 2 años en un CD de recuperación que hice cuando estaba en la universidad. Lo leí de nuevo y creo que tengo material para terminarlo. Actualmente cuento con 4 capítulos y medio, así que espero toda la buena vibra para seguir con esto.
Amo Rayearth, es uno de los animes con los que crecí y me enamora cada vez que lo veo!
Iniciemos!
φφφφφ: Cambio de tiempo.
©©©©©: Cambio de escena, pero durante el mismo día.
¤¤¤¤¤: Horas más tarde.
El regreso
By P. Black
- Chicos… –El primogénito de la familia Shidou con 26 años se acercó a la sala donde sus hermanos Masaru, de 24, y Kakeru, de 22, peleaban con el videojuego-: ¿Han visto a Hikaru? –El segundo levantó la vista justo después de pausar el juego.
- Salió muy temprano –dijo Masaru-, comentó algo sobre sus amigas.
- ¿Umi y Fuu? –Preguntó el mayor.
- Supongo que sí –respondió el castaño-, sabes que ellas son las únicas que..., bueno, tú sabes.
- Lo sé, –dijo el mayor- y me parece bien que salga con ellas. Son buenas chicas.
- Satorou, estoy preocupado –Kakeru miró a sus hermanos-, a veces, por las noches la escucho llamar a Lantis. Y he pensado mucho en lo que nos contó sobre su aventura en Céfiro. ¿Crees que...?
- ¿Nuestra pequeña hermana encuentre la manera de regresar a aquel mundo y deje todo por él? –Ambos hermanos asintieron y bajaron la cabeza.
No les gustaba para nada aquello. Hikaru era su hermana menor y por sobre todas las cosas la querían. Hacía poco más de cuatro años la habían escuchado llorar amargamente en su habitación y los dos menores, Masaru y Kakeru se habían empeñado en sacarle a ruegos lo que le sucedía. Hikaru no había encontrado ninguna otra opción más que decirles la verdad. Satorou lo había escuchado desde la entrada a su habitación y si bien, al principio era algo increíble, Hikaru lloraba con tal aflicción que terminaron por creerle. Desde entonces habían cuidado de su pequeño corazón, pero ninguno veía cambios radicales.
Hikaru estaba en la universidad, estudiando Medicina, con calificaciones de las cuales sus hermanos no tenían quejas. Si bien no había vuelto a ser la alegre Hikaru que conocían antes de Céfiro, ahora era alegre, pero un poco más centrada y callada.
- ¿Tendríamos que impedírselo, Kakeru? –Satorou se sentó cerca de ellos-, ¿Masaru? –Ambos hermanos se quedaron pensativos-: Si ella decide irse y vivir su amor, debemos desearle felicidad. Pasó por mucho allá en Céfiro, y se lo merece. Aunque eso nos cueste perderla.
- De acuerdo –dijeron ambos hermanos asintiendo. Hablar con Satorou era como hablar con su padre y eso era reconfortante.
- Ahora, ¿a quién le toca la cena?
Y en el dojo Shidou se escucharon los reclamos y gritos de los hermanos de Hikaru, acerca de quién cocinaría esa noche.
Hikaru sonrió a sus amigas, quienes la esperaban en la parte baja de la Torre de Tokio. Las tres habían cambiado durante esos cinco años. Fuu había optado por los lentes de contacto y el cabello rubio un poco más debajo de los hombros; esa tarde vestía de falda verde con un suéter que dejaba ver sus hombros, de líneas verdes con blanco. Umi, por otro lado, había recortado un poco su cabellera azul, vestía un bonito vestido de color azul, sencillo, una blusa de manga larga celeste por debajo de él y pantalones de licra negros, acentuados con botas de color azul.
- ¡Fuu, Umi! -La pelirroja, ahora más alta, abrazó a sus amigas y ellas le devolvieron el abrazo-. ¡Qué alegría verlas!
- ¡Estás preciosa! –Umi la miró de arriba hacia abajo, los jeans a la cadera le sentaban bastante bien, la blusa –siempre roja- de mangas largas, le hacía juego a sus ojos y el cabello en una coleta la hacían verse más juvenil.
- ¿Cómo estás, Hikaru? –La más tranquila de todas, Fuu, enlazó su brazo con el de la pelirroja, mientras Umi lo hacía en su otro brazo.
- Como ustedes –dijo ella y sonrió a medias-, a veces bien, a veces mal. Pero todo marcha.
Subieron por el elevador hacia el ventanal que había sido testigo de su primera y segunda visita a Céfiro. Caminaron hacia los binoculares y luego de colocar las monedas se pusieron a observar la ciudad, siempre teniendo en mente el hermoso y bello paisaje del otro mundo. Conversaron un rato, ya que la mayoría del tiempo se la pasaban en silencio. Hikaru se quedó mirando a sus amigas.
Fuu, por un lado, sacaba de entre tu ropa la gema que Ferio le había regalado. Esta vez, sin ningún motivo en especial, había vuelto con ella. La rubia observó la pieza y deslizó sus dedos por cada relieve, desde hacía cinco años cuando acordaron reunirse cada semana a visitar la Torre de Tokio, ella observaba el aparatito, como esperando que la voz de Ferio se escuchara. Los ojos verdes de la muchacha se llenaron de lágrimas y en un movimiento calculado y sin que nadie lo notara se las secó. Y entonces Hikaru sintió su pena, porque ella también se sentía así: sola y a veces desesperada.
Umi, por otro lado, era un poco más distante. La ojiazul miraba por el ventanal, pensando en quién sabe qué cosa, pero tenía una mirada de desasosiego y añoranza que Hikaru no quería ver. De cierta manera se sentía culpable, porque de no ser por ella el Sistema del Pilar de Céfiro no hubiese sido abolido y entonces hubieran tenido que quedarse. Y eso a ellas les hubiera parecido bien, pero... Céfiro merecía ser de su pueblo. De Clef, Presea, Lafarga, Caldina, Ascot..., Lantis.
La joven pelirroja metió la mano entre su blusa y sacó el medallón que el Espadachín Mágico Lantis le entregara con la promesa de que la protegería alguna vez. Era injusto como al final de la segunda guerra las habían traído de vuelta sin siquiera dejarlas despedirse. Se mordió los labios, aguantando las ganas de llorar que tenía, no podía ser una carga para sus amigas. Calmó su mente y su corazón, mientras se acercaba a la rubia, y jalaba suavemente a Umi de un brazo.
- Yo también lo extraño Fuu –La ex guerrera del Viento, volteó hacia sus amigas y sonrió nostálgicamente.
- Oh, chicas... –dijo Fuu y se abrazó a sus amigas, sollozando-, lo siento. Me trae tantos recuerdos venir aquí.
- Lo sabemos, Fuu –Umi la abrazó con más fuerza.
- Quiero volver –gimió la rubia-, necesito volver.
- Yo también lo quiero, cariño –Umi dejó que unas lágrimas se le escaparan de los ojos.
- Y yo... –Hikaru se les unió en el llanto.
"Deseo volver", pensó la ex guerrera del Fuego, portadora de Rayearth, "lo deseo."
"Deseo verlo", la ex guerrera del Viento apretó el abrazo a sus amigas, "por favor, quiero verlo."
"Si tan sólo...", la portadora del Dios Ceres y guerrera del Agua sollozó, "pudiéramos volver."
Una luz cegadora las hizo incorporarse. Por alguna extraña razón sintieron el calor y la viveza de cada uno de sus elementos en su sangre. Cerraron los ojos, evitando abrirlos solamente para darse cuenta que posiblemente no había sido más que un rayo de sol que las había alumbrado.
- Hikaru –una voz profunda y cálida llenó los oídos de la pelirroja.
- ¡Rayearth! –La muchacha abrió los ojos para descubrirse suspendida en el Plano Sagrado y al lobo de fuego frente a ella.
- Umi –la delicadeza de aquella voz le recordó a su guardián.
- ¡Ceres! –Abrió sus ojos azules y los enfocó en el dragón que flotaba frente a ella.
- Fuu –la sorpresa y el cariño que esa voz le transmitía era totalmente distinta.
- ¡Windam! –Fuu sonrió ante el ave de los vientos.
- Niñas del Mundo Místico, protectoras de Céfiro y su Pilar –dijo Rayearth inclinando la cabeza-, su deseo ha sido escuchado por los Dioses. Pueden regresar a nuestro mundo –las chicas sonrieron suavemente ante la revelación.
- ¿Céfiro está en problemas? –Preguntó Hikaru preocupada, la única razón para ser convocadas sería porque el mundo al que amaban como suyo se encontraba en problemas de nuevo.
- No querida niña –Ceres contestó-, hemos escuchado sus ruegos. Cada día desde hace cinco años, las hemos escuchado.
- Ceres, entonces, ¿podemos regresar? –Umi se escuchaba ahora más entusiasmada, Hikaru y Fuu no sabían si era por Clef o por Ascot.
- Así es, Guerrera Mágica, -respondió el Dios del Agua-, sus corazones han hecho un ruego cada día y nosotros, sus guardianes y Dioses, queremos concedérselos.
- ¿Habrá alguna condición..., Windam? –Fuu observó al ave y ésta negó.
- Deberán tomar decisiones –respondió el ave-, pero sabemos que con sus corazones puros y llenos de fe y esperanza sabrán afrontar cualquier dificultad.
- Entonces... –dijo Hikaru y volteó a ver a sus amigas, quienes asintieron emocionadas-: ¡Que así sea! –Entonaron las tres.
Y de nuevo esa luz cegadora las hizo cerrar los ojos, escuchando la voz de sus respectivos guardianes: - "Si nos necesitan, siempre estaremos esperando su llamado, Guerreras Mágicas."
Tuvieron la sensación de estar cayendo, abrieron los ojos solamente para descubrirse cruzando una vez más por los cielos de Céfiro.
- ¿Qué esto nunca dejará de pasar? –Gritó Umi cayendo y sintiendo la brisa del aire.
- ¡Mira, Umi, es Céfiro! –Hikaru se echó a reír a pesar de estar en caída libre. Abrió los brazos y se acomodó sobre tu estómago logrando que su cuerpo controlara la caída-: ¡Céfiro!
- ¡Hikaru, la caída! –Fuu cerró los ojos, pensando en la horrible suerte que estaban corriendo.
De repente sintieron que caían sobre algo, las tres abrieron los ojos y con alegría notaron que uno de los animales de Clef las recogía. Las chicas reían y lloraban de tan solo pensar que de nuevo se encontraban en esta tierra tan hermosa y tan querida para ellas. El pez volador las condujo hasta el castillo, el cual se veía aún más hermoso que la última vez.
Ahí, de pie en la rampa de cristal donde se habían despedido de la gente de Céfiro, había un hombre, aparentaba unos 25 años, vestido de túnicas blancas, un bastón con una gema violeta y una sonrisa cálida adornaba su rostro. Hikaru, Fuu y Umi trastabillaron al bajar del pez volador para colgarse del Mago quien las recibía con un enorme gusto.
- ¡Clef! –Gritó Hikaru, quien fue la primera en llegar.
- Niñas –les llamó cuando lo abrazaban-, han vuelto.
El Mago sonrió cuando las escuchó sollozar, tenía una conexión especial con esas niñas del Mundo Místico y sabía que estaban más que contentas por haber vuelto a Céfiro. Pero no quería mancharles el rostro de lágrimas. Las observó un momento y vio, con entusiasmo, que las tres habían crecido. Que se habían convertido en señoritas sumamente hermosas pero que ninguna perdía su brillo especial.
Hikaru desprendía una energía impresionante que lo hacía sentirse motivado por ella, por esa fuerza de voluntad, por la esperanza y la fe que desprendía. El cabello rojizo estaba alzado en una coleta alta, y su cuerpo ahora de una mujercita estaba enfundado en esa extraña ropa para él. Lantis estaría encantado al verla.
Umi, estaba casi igual, salvo por el cabello más corto y el brillo que sus ojos azules desprendían al saber que estaban ahí. El temperamento de Umi era como el agua, irreverente, rebelde, todo cuestionaba, pero a la hora de tratar con sus seres queridos, Umi era tan tierna y dulce como un mar tranquilo. Estaba seguro que, Ascot, solamente la viera se colorearía.
Finalmente llegó a la más inteligente del grupo: Fuu. La tranquila y serena Fuu. Suave, fresca y fuerte como el viento. El cabello más largo y aquel rostro bonito sin anteojos la hacían ver preciosa. Su calma era como una bendición para todos, siempre tenía palabras para decir y siempre era asertiva. El príncipe Ferio había escogido a la Guerrera Mágica más dulce.
- ¡Por los Dioses, vamos dentro niñas! Todos estarán encantados de verlas –dijo, mientras caminaban por los pasillos del castillo.
- ¿Dónde están los demás, Clef? –Preguntó Fuu, quien iba maravillada de saberse en su mundo-, pensé que saldrían a recibirnos.
- Lafarga y Caldina deben estar en su habitación –las tres hicieron un gesto de asombro-, antes de que desaparecieran hace cinco años ellos empezaron una relación, ahora están casados, tienen un niño, Prius de 3 años, y están esperando otro bebé.
- ¡Qué lindo! –Umi chilló. Fuu y Hikaru asintieron, era una buena noticia.
- Presea debe andar detrás de Mokona –siguió el Mago dando vuelta en la siguiente esquina-, Ascot viene de Chizeta, Ferio de Fahren y Lantis regresa de Autozam –dijo suavemente-, ahora tenemos una relación comercial y de amistad con cada uno.
- Eso es maravilloso –dijo Hikaru y con nostalgia recordó a Eagle.
- ¿Sabes cuándo volverán, Clef? –La pelirroja se sorprendió de que Fuu fuera más rápida que ella, la mirada verde de su amiga le demostraba que ansiaba ver al muchacho, y deseaba con todo su corazón que Ferio recibiera a su amiga con cariño.
- Mañana por la noche, Fuu –Clef sonrió suavemente y le acarició el cabello a la chica-, no desesperes. No ha dejado de pensar en ti, un solo día.
Fuu sonrió con la muestra de afecto. Finalmente llegaron a la Sala del Trono donde una pequeña bola de pelos salió disparada hacia los brazos de Hikaru, quien la sostuvo y la abrazó con todas sus fuerzas.
- ¡Pupupu! –Gritó el conejo mágico.
- ¡Mokona! –Hikaru sonrió de verla-. Te he extrañado tanto.
- Pequeña bola de pelos –el conejo saltó hacia Umi quien le hizo cariños. Y luego hacia Fuu, quien también recibió al pequeño en sus brazos.
- Ahora mis Guerreras Mágicas... –pero fue interrumpido.
- ¡Clef, has visto a Ik-ki...! –La mujer bailarina, entró casi como vendaval a la Sala del Trono, con una panza de casi 8 meses. Se quedó de piedra cuando las vio a las tres ahí, las Guerreras Mágicas-: ¡Mis niñas!
Las muchachas fueron abrazadas y apretujadas por la bailarina, quien se soltó a llorar luego de un momento. Hikaru, Umi y Fuu se quedaron pegadas de ella acariciando su vientre, sintiendo como el pequeño o la pequeña se removía frenéticamente.
- ¡Mami, co'quillas noooo! –El pequeño entró corriendo a la sala; era moreno como su madre, de cabellos rubios casi blanquecinos y ojitos dorados como los de Lafarga. Se detuvo junto a su madre, sorprendido de ver a tres extrañas personas.
- Prius, cariño, te presento a unas amigas –dijo Caldina y lo hizo acercarse-: Ellas son Hikaru, Umi y Fuu –dijo señalándolas a cada una.
- Hola –dijo el niño resuelto y levantó su manita, siendo que las tres saludaron de la misma manera.
- ¡Prius, ven aquí-i! –Una voz cantarina entró por el corredor y luego, la armera de Céfiro apareció por la puerta. Las palabras se le quedaron atoradas cuando vio a las chicas ahí, en medio de la sala con Caldina y Clef-. Niñas... –susurró.
- ¡Presea! –Hikaru fue la primera que abrazó a quien sentía como segunda madre desde que la conoció.
- ¿Cuándo, cómo? ¿Por qué? –Cuestionó Presa.
- El poder de la fe y la esperanza –dijo Hikaru-, hemos visitado la Torre donde comenzamos nuestro primer y segundo viaje durante cinco años.
- Los Dioses dijeron que habían escuchado nuestros ruegos y que podíamos volver –continuó Fuu.
- También dijeron que necesitaríamos tomar decisiones –apuntó Umi-, pero mientras podamos estar aquí y verlos, enfrentaremos lo que sea.
Unos minutos después Lafarga entró también a la Sala del Trono, ataviado con su armadura y espada. El hombretón se inclinó ante las muchachas quienes le respondieron con una suave sonrisa. El niño se acercó a su padre quien lo cargó en brazos mientras Caldina se sentaba en una de las sillas conjuradas por Clef.
Horas más tarde, Caldina y Presea las habían llevado a sus respectivas habitaciones para que descansaran un poco, con la promesa de que el día siguiente estaría lleno de sorpresas. Fuu y Umi se metieron a sus habitaciones, la primera se quedó pensando en Ferio mucho tiempo, hasta que el sueño finalmente la venció. La Guerrera del Agua se quedó despierta un poco más, contenta por haber regresado a Céfiro y extrañada por su propia actitud de amistad hacia Clef, ya no se sentía atraída por él.
- Quizá... –dijo mientras bostezaba-, sólo requería tiempo.
Y se quedó dormida. En el cuarto de Hikaru, Mokona estaba pegado a ella, brincaba y hacía sus sonidos cada vez que la chica hacía conversación. Cuando al fin el pequeño conejo se quedó dormido, Hikaru pudo sacar el medallón y observarlo emocionada. Estaba ansiosa por verlo de nuevo y sólo debía esperar una noche más. Finalmente, la última de las Guerreras se quedó profundamente dormida.
φφφφφ
El sonido de la puerta la hizo removerse y toparse con algo peludo y tibio a su lado. Abrió los ojos, encontrándose con Mokona quien la miraba sonriente. Entonces recordó todo, su deseo, Clef, Caldina, Presea, Lafarga y Mokona.
- ¡Vamos, Hikaru! –Umi entró apresurada, al parecer les habían confeccionado ropa, puesto que la joven mujer portaba un conjunto azul: una falda amplia hasta las rodillas y una blusa que se le ceñía al cuerpo con mangas cortas.
- ¿Umi? –Hikaru se talló los ojos y pudo ver a Fuu con un vestido que se sujetaba de una cintilla debajo de su pecho y luego caía, en colores verdes-. ¡Fuu! –Gritó de repente, recordando-: ¿Han llegado ya? –La Guerrera del Viento sonrió.
- No, Hikaru –le respondió-, pero Caldina y Presea quieren darles una sorpresa, además que quisiéramos vagar un rato por el castillo. Ven.
La ayudaron a vestirse y arreglarse. El cabello se lo dejó suelto, solamente sujetado por algunos adornos. Su vestimenta constaba de una falda más corta que la de Umi, en color negro, y un corsé simple en tono rojizo. Luego de mucho ajetreo y de los brincos de Mokona, las tres salieron corriendo rumbo a la Sala del Trono.
Ahí, tanto la Ilusionista como la Armera las acompañaron con un desayuno y luego caminaron por los jardines del castillo. Se encontraron con algunos niños, entre ellos Mira, la pequeña que Hikaru conociera una noche junto a Lantis, y al pequeño Prius, quien acaparaba toda la atención de las muchachas. Mira la abrazó con cariño y comenzaron a contarse cosas y a reírse sin saber que el tiempo corría de prisa.
Cuando Lafarga las encontró, les contó que Ascot, Ferio y Lantis estaban a pocas horas de arribar al castillo. Así que, luego de despedirse de los niños y cargar con Prius, salieron corriendo de nuevo rumbo a la Sala del Trono, donde Caldina, Presea y Clef ya los esperaban.
Caldina las halagó una vez más sobre sus vestimentas, les estaba dando algunas instrucciones sobre lo que harían cuando la puerta de la Sala se abrió. Caldina las cubrió con una ilusión, haciendo parecer que no había nada y las chicas ahogaron una risita.
- Clef, Presea, Caldina, Lafarga, enano –dijo seriamente un muchacho con alrededor de 22 años, cabello verde sujetado en una coleta baja, una cicatriz en una mejilla y unos ojos dorados como el sol. Fuu sonrió al reconocer esa voz y sus ojos brillaron al mirarlo.
Habían llegado.
